jueves, 26 de julio de 2012

El Bullying Escolar


Este escrito lo dedico a Jorge Amílcar Ramírez Hernández niño de 10 años que se quitó la vida en su vivienda en Ciudad Peronia, zona 8 de Villa Nueva, Guatemala. Jorge Amílcar había dejado de estudiar hacía tres meses, debido a que sus compañeros de clase se burlaban de él porque su madre iba a trabajar en un bar y que su padre, ayudante de bus, lo había abandonado.  QDEP.



He leído un artículo en el periódico en el que decía que este año los casos de bullying en Guatemala se han incrementado.  Pero yo no creo que sea eso.  Los casos de bullying siempre han existido.  Lo que han aumentando son las denuncias.  Los niños están más dispuestos a hablar de ello porque ahora hay más información y se está más alerta al respecto a nivel nacional.

Recuerdo que cuando era niña y adolescente no teníamos conocimiento de ello.  Yo fui víctima de bullying como también fui una bully.   El bullying no se limita a gente de escasos recursos o escuelas públicas como se piensa.  También sucede en los colegios privados y de prestigio.

Yo nací en cuna pobre.  Gracias a que yo tenía un gran deseo de aprender a leer y a escribir y tuve una cuidadora que me enseñó, yo lo aprendí desde los 5 años.  Por eso mismo me gané una beca para estudiar en un prestigio colegio privado para niñas.  Ahí estudié toda la primaria hasta primero básico (primer año de secundaria).

En toda la primaria experimenté el bullying escolar.  Todas mis compañeras sabían que yo era pobre.  Se notaba porque mis zapatos casi siempre estaban rotos, tenía apenas una o dos blusas que se habían percudido con el uso.  Solo tenía un lápiz que gastaba hasta el final y no varios como ellas. Nunca tuve crayones de colores ni mochilas “a la moda”.   A la hora de recreo no contaba con una lonchera llena con panes con jamón y queso, galletas y fruta como la de ellas, sino que mi refacción se limitaba a panes con mantequilla. 

Así que por eso algunas compañeras me agredían verbalmente diciéndome cosas como que era lo que yo hacia en ese colegio tan prestigioso si yo no merecía estudiar ahí, o que no se juntaban conmigo porque se les iba a pegar lo pobre, o que yo les daba asco porque a lo mejor yo no me bañaba y les iba a pegar los piojos y las garrapatas (porque yo era lo más cercano a un perro).  He de decir que varias veces los comentarios hirientes me hicieron llorar y hasta pensé en no ir a estudiar para no escucharlos. 

Lo bueno era que a pesar de mi pobreza mi personalidad ha sido entusiasta y positiva y por ello también gané amigas que me aceptaban por lo que era como persona más que por lo que tenía.

Cuando llegué a la adolescencia cambié de colegio a otro menos conocido pero aún privado y de niñas y ahí era mejor aceptada.  Me juntaba con las chicas más populares y sobresalía por mis buenas calificaciones y mi participación en actividades extra escolares como el pertenecer al grupo de porristas y ganar varios concursos de ortografía y taquigrafía.  Así que ahí mi papel cambió de víctima de bullying a bully.  Empecé a acosar a compañeras del colegio por su apariencia, por su falta de personalidad o de inteligencia.  Siempre que hacia comentarios hirientes en contra de ellas tenía un público que aplaudía o confirmaba mis comentarios.  Así que considero que hacíamos el bullying en grupo.

¿Por qué lo hacia?  Al escribir este artículo me pregunté eso.  Y creo que era porque eso me daba mayor aceptación en mi grupo de amigas.  Es más, este mismo año me reuní con mis excompañeras del colegio y volví a hacer comentarios como toda una bully contra una excompañera que no se encontraba presente y todas nos volvimos a burlar de ella. No me explico por qué pero siento que lo volvimos a repetir como por costumbre. 

Si pienso más a profundidad del por qué yo fui una bully, en esa etapa de mi vida tenía problemas en casa.  Mi madre me pegaba y agredía  constantemente y no tenía padre.  En ese tiempo también fui una bully con mi hermano menor. 

Considero que el factor principal para criar a un bully es la situación que se vive en casa.  En mi caso yo estaba a la defensiva y mi agresión solía ser verbal.  Me hacía sentir bien porque al fin podía hacerle a alguien más lo que me solían hacer a mí.  Mi autoestima estaba por los suelos. Nunca llegué a los golpes pero si sé de algunas compañeras que también eran bullys y entraban a golpes a otras.

En mi caso, mi madre trabajaba todo el día pero cuando llegaba a casa en la noche lo primero que hacia era maltratarme ya sea física o verbalmente.  Algunas veces era por cosas que le habían sucedido en el trabajo y terminaba rematando conmigo.  Eso no era justo para mí como hija.  Y mi situación lamentablemente no era aislada.  En nuestra sociedad, varios padres de familia llegan cansados del trabajo, malhumorados, sin ganas de nada y rematan con los hijos. También la pobreza, divorcio, falta de educación, etc. pueden ser factores que hagan que los padres maltraten a sus hijos.

Como dije anteriormente, el bullying no se limita a la gente pobre porque yo fui testigo de ello.  Entre mis excompañeras más ricachonas habían casos de bullying también.  Recuerdo una vez que a una de ellas la agarraron entre cuatro chicas en el baño y la golpearon y aruñaron la cara tan solo porque su padre había ocupado un puesto en el gobierno.  ¿Qué tenía que ver eso con la chica?  Nada.  Era la pura envidia o recelo de las demás ricachonas (a lo mejor inculcados por los comentarios de los padres de ellas).

Pienso que para evitar criar hijos que practiquen el bullying o sean víctimas de ello es necesario tener el núcleo familiar unido.  No es necesario que los dos padres estén presentes pero al menos el que esté presente que tenga una buena relación y comunicación con los hijos.  Al castigarlos, que sean castigos sin agresión física o verbal pero que sea un castigo justo.  También hay que fortalecer la autoestima desde los primeros años ya que un niño seguro de si mismo tiene menos tendencia a ser víctima del bullying que uno que no lo sea, Inculcar el respecto por si mismos y por los demás (incluyendo el respecto a personas discapacitadas, gordas, flacas, viejas, etc.).   Como padre la mejor manera de enseñar a los hijos es con el ejemplo y amor. 

Castigar a los hijos que practiquen el bullying pero también preguntarse a si mismos: ¿por qué mi hijo lo está practicando?.  Cortar el problema de raíz y cambiar la manera en que se educa al hijo.  También apoyar al hijo que es víctima del bullying y ayudarle a recobrar la confianza en si mismo.  Hablar con las respectivas autoridades de la escuela y los niños (y talvez hasta con los padres) que estén causando el problema (decir “ignóralos” no va a ayudar a erradicar el problema).

Hay casos en que el bullying es practicado por algún maestro.  Esto también hay que confrontarlo hablando con la dirección y con el maestro si es necesario. 

Como padres tenemos la responsabilidad de brindar la mejor educación a nuestros hijos.  La educación no se limita en ponerlos a estudiar.  La educación también tiene que ser en casa, diariamente, para evitar que hayan más suicidios infantiles como el de Jorge Amílcar.

Y sé que más de algún lector me dirá:  "Pero Jorge Amílcar era un niño pobre, su mamá trabajaba en un bar, su papá se había ido".  Claro, si es cierto, pero también es cierto que los parientes estaban al tanto de la situación y no hicieron nada por ayudar a este niño.  Los maestros de la escuela pudieron haber preguntado por qué Jorge Amílcar no iba a estudiar más.  El vecino, la vecina, etc.  Nadie hizo nada por ayudarlo.  No se puede tener la información, saber como está la situación y no hacer nada.  Tenemos la obligación como sociedad de poner nuestro granito de arena para evitar que estos casos se den.  Somos responsables de como será el futuro de nuestros hijos con nuestras propias acciones.  No hacer nada es inaceptable. 

Otros casos de bullying escolar en Guatemala:

Menos sancionada por acoso escolar  

Niño de 6 años recibe golpiza

Nuevo caso de acoso escolar

De vuelta al acoso escolar

Bullying deja nueva víctima


Otros links de Interés:  

Entidades impulsa lucha contra el Bullying

Jóvenes buscan como prevenir la violencia

Como prevenir el bullying 

Descansa en paz Carlos Benedicto Sosa Pérez

martes, 17 de julio de 2012

Insomnio



Minoldo Gramajo y Silvia Titus


I
Esta noche soñaba con esa mirada tuya
Hechicera y profunda
Deseaba encontrar una respuesta
Ilusión casual de saber si me amas...

II
Y no lo vas a creer,
aún después de tanto tiempo
te sigo soñando, te sigo queriendo
el tiempo se detuvo en mi alma…

III
Aún siento tu perfume en mi lecho
Y el éxtasis de tus labios y tu cuerpo
Escucho tu voz llamar por mi nombre
Te recuerdo como éramos ayer…

IV
Sin quererlo, en el tiempo y la distancia,
Tu amor se me escapó como agua de rio
 Y aún sueño con esos besos que nos dimos
Aquella última tarde y eso es lo único mío.

V
Mío en el recuerdo, mío en la distancia
Mío en el anhelo…
De que algún día vuelva
A ser lo que fue.

VI
Esta noche,
dejaré a mi alma buscar el ayer
ese ayer de aquel campo en flor
que nos envolvió en un abrazo de amor…

VII
Ese ayer en el que fui feliz
en el que, tus brazos fueron mi mundo,
tu sonrisa mi sol
y tu cuerpo mi sustento

VIII
Ese ayer que en mi mente no quiere morir
Y aunque estás  ausente de mí
Tu recuerdo sigue atrapado aquí,
En esa red, que un día, tejió mi amor por ti.

IX
Y no sé qué hacer para regresar al ayer
Porque aunque lo deseo, no sería  igual
Y ambos estamos en el hoy,
hoy  que no será nunca el ayer.

X
Talvez deba conformarme y olvidarte, mi vida, sí.
Talvez deba alejarte de mi mente y de mi alma,
Pero aunque lo intento todo, tu recuerdo se agiganta
Y cual ola me alcanza, aunque no quiera pensar en ti.

XI
Talvez debería buscarte,
Talvez debería decirte lo que siento,
Talvez tú sientas lo mismo,
Talvez…

XII
El alba se acerca, la luz llega,
Yo te espero y sé que no vendrás,
Talvez deba resignarme
Al amor perdido, talvez, …



Este poema fue creado por Minoldo Gramajo en Guatemala y Silvia Titus en Holanda.  La distancia no impidió que dos escritores pudieran crear y dar forma al poema.   

Minoldo:  muchas gracias por tu colaboración.

lunes, 9 de julio de 2012

Ojos Hechiceros




En una foto.    Ahí vi tus ojos por primera vez.  Hechiceros, misteriosos y llamativos. Que mirada mas penetrante la que mostraba esa foto.  Tu ceja izquierda se levantaba en complicidad con tus ojos traviesos.  Como que si estuvieras a punto de revelar un secreto que hiciera caer a los mismísimos muros de la Basílica de San Pedro en Roma.

Me llamó la atención que fuera tu ceja izquierda la que se levantara y no la derecha.  Estaba casi segura que eras zurdo.

Tenias tu mano izquierda apoyada en la sien mientras la derecha se recostaba en una mesa.  Observé la foto tanto tiempo que parecía un niño contemplando el mar por primera vez. Quería saber quién eras, que hacias, donde vivías.  La información que venía con la foto no revelaba mucho.  Me llamó la atención que también eras escritor y disfrutabas del vino como yo.  No revelaba lo que quería saber pero al menos me motivaba a investigarlo.

Te busqué por toda la internet y encontré más información sobre ti y como hacerte saber que tus ojos me habían cautivado.  Pero por más escritora que yo fuera no sabía que escribirte.  Era tonto lo sé. Era una idea arrebatada pero quería que supieras de mi existencia.  Encontré que vivías al otro lado del mundo, que te gustaba la fotografía y que te gustaba la naturaleza o trabajas en ello.

¿Qué escribir?  “Me gustan tus ojos” ,“me encanta tu mirada” ,“oye...que bonitos ojos tienes”,  vaya si que era difícil.  Era mas fácil ir un bar y levantarme a alguien con ojos más bonitos que los tuyos.  No, pero yo de necia, quería saber más de tus ojos hechiceros.  Quería saber lo que había detrás de esa mirada.

Hubieron varios días de por medio antes de que lograra encontrar la frase perfecta.  Mire tu fotografía una y otra vez.  Una noche en un instante supe porqué tus ojos me habían cautivado.  Era una noche de tormenta y lluvia.  Era una noche de tormenta como aquella... diez años atrás.  

Diez años atrás yo caminaba sin rumbo en una calle de Paris.  Me había perdido y no encontraba mi hotel.  Había una tormenta inesperada y llovía sin parar.  Los rayos iluminaban el Siena y hacían parecer que las estatuas de los edificios a la orilla del río cobraban vida cada vez que un rayo las iluminaba.   Truenos y relámpagos como en un cuento encantado.

Yo caminaba a prisa con un paraguas pequeño y un abrigo adecuado para los días de septiembre, cuando el otoño se empieza a dejar ver. Era casi la media noche. Habia caminado todo el día cual turista y mis pies y piernas me pedía a gritos un descanso.  Al dar varias vueltas en diferentes callejuelas, siempre regresando al Siena sin poder encontrar mi hotel, me rendí.  Encontré en una callejuela un bar y entré tratando de sacudirme el agua de encima pero sin lograrlo.  

En el bar habían menos de diez personas, casi todos hombres.  Me senté en una mesa de dos sillas en el rincón más acogedor que había mientras me componía mis despeinados y mojados cabellos largos.  El camarero me preguntó que quería de beber y pedí un cognac.  Necesitaba calentarme el espíritu y el cuerpo.

Al quitarme el abrigo y sentarme de nuevo, ya el cognac estaba en la mesa.  Me tomé un sorbo y con la copa en la mano empecé a observar el lugar.  Tenía columnas de madera que combinaban con las mesas y sillas. Las lámparas del siglo XVIII le daban al lugar una luz tenue y apacible.  Las paredes eran de piedra.  El lugar era acogedor y romántico.  Tenía cuadros de las calles de Paris en siglos pasados.

Mientras la lluvia golpeaba las ventanas insistente, una música melódica se escuchaba al fondo.  Era una voz de mujer triste y solitaria.

En ese instante sentí una mirada que recorría de pies a cabeza mi ser.  Era tan penetrante que podía sentirla como un calor invicible que se posaba en cada parte de mi cuerpo.  

Con precaución y lentitud dirigí mi mirada hacia él.  Estaba sentado precisamente al lado opuesto de donde yo estaba.  Su mirada, como la tuya, era cautivadora desde el primer instante.  Su rostro impacible develaba una sonrisa casi nula.  Su mirada en cambio me revelaba todo un universo de sensualidad, misterio y fragilidad combinada con virilidad.

Nos observamos mutuamente por una hora aunque pareció una eternidad.  Ni él dio un paso a donde yo estaba ni yo lo di hacia él.  Ambos bebíamos de nuestras copas sin dejar de vernos.  Terminé mi cognac y el camarero interrumpió el hechizo de esos ojos penetrantes para preguntarme si quería beber más, posando su cuerpo obeso exactamente enfrente de donde él se encontraba. Pedí otro cognac.  Cuando el mesero se movió  y regresé la mirada hacia aquella mesa él ya no se encontraba.  Busqué por todos lados su silueta sin encontrarla.   Me sentía triste de que no me hablara y se fuera así como si nada.

Me bebí el otro cognac en media hora.  Ya para ese entonces la tormenta se había acabado y yo ya había encontrado en el mapa húmedo dónde estaba y a dónde dirigirme.

Pagué y salí del bar.  Comencé a caminar hacia la dirección correcta.  Las calles estaban solitarias y se oían tan solo las últimas gotas de lluvia que recorrían los tejados cayendo hacia los charcos.  

A escasos metros de donde caminaba vi la sombra de un hombre recostado en una puerta.  Me sobrecogí mientras me abrochaba el abrigo hasta el cuello.  Tenia que pasar a la par del hombre asi que procuraba observar cualquier movimiento extraño.  Al acercarme se empezó a revelar su rostro a cada paso.  De nuevo me encontré con esa misma mirada hechicera que me había cautivado momentos atrás.

La impresión de su mirada me hizo detener mis pasos.  Ahora nos observabamos a escasos centímetros de distancia.  Sin decir nada se apartó de la puerta y se me acercó.  Me ofreció su brazo.  Sin saber ni porque lo tomé confiada y caminamos juntos hasta la puerta de mi hotel sin decir palabra pero explorándonos con la mirada.                                           

Después de recordar lo que sucedió esa noche, con una sonrisa maliciosa te escribí:

“Esos ojos tuyos me recuerdan a una noche de tormenta pero fantástica”.

jueves, 5 de julio de 2012

Unas Vacaciones Inolvidables



Mis vacaciones en México ya estaban por terminar.  Había estado en Veracruz por una semana y quería pasar unos tres días en Puebla para luego proseguir a la ciudad de México.  Quería  quedarme en la ciudad por un par de días más y tomar el avión que me trajera de regreso a Ámsterdam. 

De Veracruz a Puebla me dijeron que lo mejor era tomar el bus nocturno ya que eran muchas horas de un viaje tedioso que era mejor aprovecharlas durmiendo.  Este viaje había sido maravilloso exceptuando que lo había hecho sola en lugar de haberlo hecho con el que había sido mi novio.  Un poco antes del viaje nos peleamos y separamos y yo no quise desperdiciar el boleto.

En Veracruz estuve meditando al respecto y aunque sola y triste disfruté de los días soleados,  de la playa, de la comida y de su gente.

Estaba entusiasmada de ir a Puebla.  Me habían dicho que era una ciudad espectacular.   

Se llegó la noche en la que tomé el referido bus , me puse los audífonos e intenté dormir.   Pasadas algunas horas el bus estaba a oscuras. El chófer con el ayudante charlaban y yo no podía dormir.  Acababamos de pasar a un comedor, de esos típicos de carretera.  Habíamos estirado los pies, charlamos, comimos y fuimos al baño.  Siempre ha sido difícil para mí dormir después de que algo me despierta así que estaba bien despierta pensando en lo bonito del viaje a pesar de haberlo hecho sola.  

El bus dio un frenazo repentino.  Se abrió la puerta y entraron varios hombres armados.  Le pidieron al chófer que encendiera las luces y un hombre con un pasamontañas que parecía ser el líder nos dijo:  “ ¡Esto es un asalto, queremos todas las cosas de valor!”.  Me llamó la atención que él era el único que tenía pasamontañas mientras que los otros se cubrían el rostro con un pañuelo y todos llevaban puesta una gorra. Los asaltantes comenzaron  a despojarnos de nuestras pertenencias.   Yo intenté rápidamente buscar mi pasaporte y esconderlo pero como estaba sentada en los primeros lugares no me dió tiempo a hacerlo.   Se llevaron mi bolso con todo:  dinero, tarjeta de crédito, tarjeta de débito, cámara, celular y pasaporte.  Me despojaron también de mi iPod con los audífonos y de un anillo que no tenía mucho valor.  

Luego le pidieron al chófer que abriera el compartimiento de las maletas y poco a poco descargaron nuestras maletas a un pick up que tenían en la parte de enfrente  del bus mientras a nosotros nos seguía apuntando el hombre con el pasamontañas.   Había gente llorando, otros estábamos callados sin decir nada viendo la escena.  El hombre con el pasamontañas nos callaba o nos amenazaba con matarnos.  

En menos de quince minutos acabó toda la operación  y a una señal  se subieron  algunos a una camionetilla que estaba parqueada frente al pickup y otros al pickup y se fueron dejándonos sin nada.   Faltaban todavía seis horas para llegar a nuestro destino.    Sin saber que hacer, el chófer nos calmó y nos dijo que a veces sucedía esto en México.  Nos indicó que podíamos ir a la estación de la policía en Puebla para poner una denuncia y obtener papeles temporales.   

Habíamos varios extranjeros en el bus y todos estabamos muy nerviosos y preocupados.  No tiene nada de gracia quedarse sin dinero ni pasaporte en un país que no es el nuestro.   Las próximas seis horas nos dedicamos a comentar lo sucedido y a tratar de obtener la mayor información posible de la gente local.  Me dijeron que se podía obtener un permiso de salida del país por la perdida del pasaporte y que era aceptado para entrar a Europa.  Esa era mi mayor preocupación.

Al llegar el bus a la estación me bajé sin saber que rumbo tomar.  El chófer nos indicó como llegar a la estación de la policía y un grupo se dirigió ahí inmediatamente.  Eran las ocho de la mañana y lo que menos me apetecía era estar en una estación de policía esperando por horas a que me atendieran.  Revisé las bolsas de mi pantalón y me encontré con 100 pesos.   Por lo menos podía comprarme un desayuno antes de decidir que hacer.  Caminé por las calles aventurando y sin dirección.  Encontré en una esquina un café bonito y sencillo.  Después de escudriñar los precios me senté y ordené un desayuno.    Tenía la mente en blanco, no sabía que hacer.  Al terminar de comer pedí un café y me quedé escudriñando a los demás comensales.  

Había un muchacho que me estaba observando.  Ya me había fijado antes pero no le había prestado atención hasta ahora.  Era un hombre de mi edad, alto, delgado y con un cabello rizado negro que hacia contraste con sus ojos color miel.   Me sonrió y le devolví la sonrisa y seguí viendo alrededor sin dejar de verlo disimuladamente.

Después de un rato nuestras miradas se encontraban a cada momento y no parabamos de sonreir.  Me gustaba su sonrisa sensual y su mirada traviesa.   Por un momento se me olvidó que estaba en problemas.
Se levantó y se dirigía hacía mí  cuando veo que al mismo tiempo se levantan dos hombres de distintas mesas pero iban atrás de él a cierta distancia.  Lo primero que pensé fue: “No puede ser ¡Otro asalto!”.   Se sentó en mi mesa y veo que los hombres se vuelven a sentar en distintas mesas .  Me sorprendí.  El al ver que yo veía a los hombres se río y me dijo: “No te preocupes, son mis guardaespaldas”.   

Su nombre era Eduardo y era el hijo del alcalde de la ciudad.  En un par de horas nos pusimos al día con nuestras vidas.  Le conté por lo que estaba pasando y me dijo:  “Mientras estés acá no te faltará ni casa, ni comida, ni ropa, ni dinero”.   Terminamos enrollándonos y tuve los días más fantásticos de mi vida.  Parecía una persona famosa o del jet set.   Eduardo me llevó a comprar ropa de lujo, zapatos, bolsas, todo lo que se me ocurriera y sin reparos de dinero.  Como su papá era el alcalde, le pidió a su secretaria que me arreglase los papeles que necesitaba para salir del país, sin necesidad de tenerme que presentar a la estación de policía.  Me llevó a restaurantes de lujo, fiestas fantásticas y hasta a su finca con caballerías, ganado y una piscina espectacular.

Sentía como que estaba viviendo un sueño.  A los tres días cuando me tocaba ir a la ciudad de México, Eduardo me rogó que me quedara un día más y que él mismo me llevaría a la ciudad de México.  Pasamos el día en un club haciéndonos un masaje, jugando golf y disfrutando del resto de las instalaciones. Esa noche tuvimos una cena romántica en un restaurante que abrió las puertas únicamente para nosotros.  Había un trío de cantantes de boleros amenizando la noche.   Eduardo me confesó entonces que se había enamorado de mí.   A mi me halagó su confesión pero a la vez me abrió los ojos y me di cuenta que yo no estaba enamorada de él.   Mi corazón todavía pertenecía al chico con el que me había peleado en Ámsterdam.   Aun con ese sentimiento escondido en lo más profundo de mi ser, pasé una noche maravillosa con Eduardo haciéndonos el amor como nunca.

Al siguiente día un helicóptero nos esperaba para trasladarnos a la ciudad de México y yo iba cargada con dos maletas de ropa.  Nos hospedamos en un hotel de lujo y Eduardo estaba muy triste por mi partida.  Yo me había pasado unos días fantásticos con él pero tenía muchos deseos de regresar a Holanda.  Me hacia falta mi vida normal.   Eduardo me llevó al aeropuerto y se le llenaron los ojos de lágrimas al tener que decirme adiós.  Yo me sentía mal porque no sentía tristeza de dejarlo.

Al regresar, por no haberme comunicado por una semana con nadie, mi ex estaba preocupado.  Al comentarle del robo se asustó y me confesó que no se hubiera perdonado si algo me hubiera pasado.  Regresamos en ese mismo instante.  Eduardo intentó comunicarse conmigo pero nunca le contesté sus correos electrónicos.  Pobre chico.  

Eduardo:  Por si me estás leyendo gracias por todo.