miércoles, 24 de abril de 2013

Qué dura eres, Guatemala





                                        Foto de sobreviviente de la guerra Prensa Libre

Tengo la mente en blanco esta semana por las cosas que suceden en mi país, Guatemala debido a la anulación del juicio por genocidio contra Efraín Ríos Montt.
Así que esta semana en lugar de escribir algo mío, compartiré tres poemas del poeta, periodista y dramaturgo guatemalteco José Manuel Arce Leal (1935-1985).   

El primer poema de nombre “Yo no Quisiera Ser de Aquí” expresa de manera exacta lo que yo siento en este momento respecto a mi Guatemala.  Los otros dos fueron poemas dedicados a Efraín Ríos Montt prohibidos en Guatemala en los años 80’s pero que ahora puedo compartir libremente gracias a la libertad de expresión.


YO NO QUISIERA SER DE AQUÍ

Yo no quisiera ser de aquí.
Amo, con todo lo que soy, este suelo y su gente.
Por eso mismo, sufro de manera atroz.
Por eso mismo, me duele hasta el aire que pasa.
Por eso mismo, no quisiera estar aquí.
No quisiera ser de aquí.
No quisiera amar tanto a este país, a esta gente.
El amor se me tranforma en dolor. Y eso no es justo.
El amor ha sido siempre alegre, constructivo, sinónimo de felicidad, y de optimismo.
Yo amo a mi país. Y es un amor triste, impotente, infeliz, que me duele,
que todos los días tiene nuevas llagas, que siempre está más y más crucificado.
Veo su mapa cercenado, una y otra vez.
Veo su historia de burlas crueles, sangrientas.
Veo su geografía amenazada por el planeta.
Veo a sus moradores misérrimos, ignorantes, raquíticos, hambrientos.
Veo su suelo ubérrimo, inútilmente ubérrimo, para la mayor parte de sus habitantes.
Veo su violencia, progresiva, galopante.
Veo, siento, vivo su tragedia incesante. Y me duele.
Me duele tanto como me duele decir: "Yo no quisiera estar aquí",
"yo no quisiera ser de aquí".
Porque ser de aquí es una enfermedad incurable. Uno se va, y entonces la nostalgia.
Uno se va, pero las noticias lo persiguen,
los ojos buscan siempre un algo de aquí, la distancia castiga.
Uno se va. Pero aunque se vaya, no se va: uno anda llevando su Guatemala adentro,
como un amado cáncer, como una idea fija, como un verde corazón que siempre
duele al palpitar y que palpita siempre.
Yo no quisiera estar aquí. Yo no quisiera ser de aquí.
Y aunque me duele el dolor del mundo, perdóneseme,
pero me duelen menos otros países que éste.
Me voy a veces. Me meto en un libro y me voy.
Tomo un pasaje de canción o recuerdo y me voy.
Escribo una carta, me meto con ella en el sobre, me pongo en el correo y me voy.
Pero dura muy poco mi viaje: desde adentro de mí mismo país
-éste pequeño y cruel país-, se me hace presente, me sangra, me duele.
Cuánto amor en el dolor. Cuánto dolor en el amor.
Qué dura eres, Guatemala.




GENERAL

General
-no importa cuál,
da lo mismo,
es igual-:
Para ser General
como usted, General
se necesita
haber sido nombrado General.
Y para ser nombrado General,
como usted, General,
se necesita
lo que usted no le falta, General
Usted merece bien ser General,
llena los requisitos, General.
Ha bombardeado aldeas miserables,
ha torturado niños
ha cortado los pechos de las madres
rebosantes de leche,
ha arrancado los testículos y lenguas,
uñas y labios y ojos y alaridos.
Ha vendido mi patria
y el sudor de mi pueblo
y la sangre de todos.
Ha robado, ha mentido, ha saqueado,
ha vivido
así, de esta manera, General.

General
-no importa cuál-:
para ser General,
como usted, General,
hay una condición fundamental:
ser hijo de puta,
General.




SERMÓN PRESIDENCIAL

Pasó el Ejército
y del dulce pueblito que antes era
atractivo turístico
en las postales multicoloridas,
no quedó piedra sobre piedra
ni quién para contarlo:
se encontró los cadáveres de mujeres preñadas
con el feto asomado por la herida del vientre.
Se encontró a muchachitos de cinco años y menos
colgados de las tripas en las ramas de un árbol.
Los ancianos del pueblo,
venerables,
estaban decapitados en la plaza frente a la iglesia.
No quedaba ni quien para contarlo.
Ni los perros.
Y la prensa, la radio y la televisión
repetían, hoy lunes, el sermón del domingo
del Señor Presidente
-general y pastor evangelista-
que comenzó diciendo:
“Dios es Amor, hermanos…”




jueves, 18 de abril de 2013

El Ultimo Adiós







Lo vio quemarse poco a poco.  Lo vio en llamas y sintió que un peso se le iba quitando poco a poco encima de los hombros.  En ese papel se fueron todas las maldiciones, pensamientos y despedidas que ella les daba a familiares, amigos y hasta el novio que ella había perdido durante el año.  Se sentía libre.

Había sido un año difícil.  La mala suerte la había visitado y se había quedado por todo un año sentada en el sofá de su casa bebiendo vino y riendo a carcajadas de todo lo malo que le sucedía a Sofía. 

Sofía había tenido una relación por 10 años con Paco y en ese año, el 2012, se había acabado.  Encima Paco se había conseguido una nueva novia en un abrir y cerrar de ojos. Había sido amiga de Paula por 15 años y Paula se había molestado con ella por una nimiedad y la había acusado que su amistad solo le hacía daño y le traía tristeza.  Así que se acabó la amistad de un día para el otro.   En ese mismo año se enteró que Mariana, a quien consideraba su amiga desde hacía 4 años, estaba hablando mal de ella a sus espaldas y sobre todo hablando cosas íntimas de ella con extraños.  Sofía perdió la confianza en Mariana y terminó con la amistad.  También ese mismo año la salud del padre de Sofía se había deteriorado y después de pasar días en el hospital, un día dejó de respirar. 

Su amiga Lucía se había mudado a otro país cuando más la necesitaba y aunque la amistad no había terminado, el hecho de saber que Lucía no iba a estar ahí cerca la ponía triste.  Su amigo Manuel con el que había compartido una amistad por 10 años de repente se había puesto a criticarla desde la manera de vestir hasta la manera de hablar y parecía que la presencia de Sofía a Manuel le estorbaba.  Así que un día que le pidió explicaciones a Manuel de su comportamiento, el optó por sentirse herido y le dejó de hablar.  Y luego estaban los amigos de Paco, con los cuales había compartido los mismos años de relación que había tenido con él.  Con todos había reído, llorado, bailado, viajado, inclusive a algunos los había visitado al hospital pero aun con todo los perdió de un día para el otro.  Eso fue porque ellos seguían siendo amigos de Paco y como él ya tenía nueva novia pues simplemente reemplazaron a Sofía con ella.

Así que después de ese año de tantas perdidas Sofía se sentía como en un barco en alta mar, sin rumbo, sin destino, sin final.  Entró en depresión y aunque ante todos los demás estaba dándole la cara al mundo como toda una mujer de hierro por dentro estaba como un vidrio quebrado en miles de pedazos.  No dormía por las noches y no sabía qué hacer con su vida.  La pérdida que más le había dolido era la de su padre.  Él había sido su motor, su consuelo, su todo.  ¿Podría ella recuperarse algún día de tanta desgracia?  Lo había intentado todo: Hablar con los pocos amigos que tenía, ahogar sus penas en el alcohol, desahogarse en relaciones sexuales pasajeras con hombres desconocidos, meterse a clases de meditación, etc.  Pero nada parecía quitarle ese sentimiento de pérdida que la acompañaba.  Parecía que no iba a encontrar nunca un motivo para seguir viviendo.

Una noche en la que se encontraba sola, había visto una película que la había puesto emotiva y se sentía triste y sombría. Decidió ver algo en la computadora y se dirigió al escritorio donde la tenía. En eso vio la foto de su padre y se puso a llorar. Tiró todo lo que se encontraba en el escritorio: papeles, bolígrafos, tijeras, el teclado de la computadora, engrapadora, una taza, etc.  Todo cayó al suelo desordenadamente mientras Sofía lloraba a mares.  Cuando recobró un poco la cordura, se dio cuenta que en el escritorio lo único que quedó intacto fue un papel en blanco.  Buscó en el suelo un lapicero y empezó a escribir.  Escribió las últimas palabras que le hubiera querido decir a cada una de las personas que había perdido.  Entre esas palabras se leía “traición”, “odio”, “maldito”, “estúpida”, “te extraño”.

Después de escribir por más de dos horas y cuando ya las lágrimas habían secado tenía el papel listo.  Había escrito todo lo que quiso. ¿Y ahora que hacia con el papel?  No se los iba a mandar a cada uno de ellos.  Tampoco se los iba a enseñar a sus amigos que le quedaban para ver que pensaban. Tampoco lo iba a guardar por años hasta que algún día lo volviera a leer.  Tenía ganas de destruirlo pero romperlo era lo más estúpido por hacer después de haber pasado tanto tiempo escribiéndolo.  De repente se le ocurrió que lo mejor era quemarlo.  Simbólicamente esas llamas iban a terminar con su mala suerte y así podía empezar una nueva vida.  Trajo un encendedor, sonrió maliciosamente y le prendió fuego.

jueves, 11 de abril de 2013

Las Mujeres y el Sexo Anal



Para que una mujer le abra las piernas a un hombre (sin casarse) es porque le gusta, porque la mujer se siente muy atraída a él y piensa que puede ser una pareja potencial.  Si con esa persona logra entablar una relación entonces la mujer piensa que puede llegar a tener un futuro, posiblemente un matrimonio o una relación duradera y hasta una familia (con perro incluído).

Cuando hablamos de poca experiencia las mujeres quieren experimentar por su propia voluntad y no porque el hombre le esté diciendo (o acosando) que quiere que le de “pruebas de amor” con tal y de lograr su objetivo.  Si el hombre es inteligente, logrará todo lo que quiere y hasta más, si tan solo le da la libertad a la mujer para elegir. También he de decir que las mujeres jóvenes están más dispuestas a experimentar que una mujer madura.

Nosotras las mujeres tenemos el poder de elegir hasta dónde llegar y hasta cuándo. Esto es en una situación ideal porque lamentablemente hay muchas mujeres que son forzadas contra su voluntad.

Por todo esto que explico arriba, cuando un hombre nos pide  que tengamos sexo anal por primera vez en nuestra vida, lo tomamos como una cosa bastante delicada.   Dependiendo de si la mujer es recatada o no, piensa si quiere hacerlo o no.   Una cosa es dar nuestra vagina (vulva, pusa, cuca, coño, etc.) y otra es dar nuestro ano.   Y es que para nosotras el ano es para defecar y para expulsar los desechos de nuestro cuerpo que es lo más asqueroso del mundo.  Así  que no entendemos por qué el hombre quiere introducir su pene por ahí.   El primer pensamiento que se nos viene es:   ¿Será que es maricón?  El segundo es:   ¿No le gusta mi vagina?  El tercero es:   ¿No le proporciono la suficiente satisfacción?

Lo primero que hacemos es averiguar el por qué. Las razones pueden ser varias: durante toda la historia de la humanidad el sexo anal ha sido catalogado como algo prohibido y los seres humanos por naturaleza nos inclinamos a hacer cosas prohibidas.  Si el hombre ve películas porno que incluye sexo anal entonces fantasea con ello (yo las he visto y me he sorprendido de ver a estas chicas pidiéndole al hombre que las penetre por atrás, abriendo su ano de una manera espectacular y teniendo sexo anal de una manera salvaje).  También los hombres hablan entre ellos y si mas de alguno alardea que le hizo sexo anal a su novia o esposa pone a los demás curiosos. 

Otra de las razones es el poder, esto es realmente excitante para el hombre que le gusta ser dominante en la relación. Otra razón es para variar y experimentar.  La mayoría de los hombres lo ven como un regalo preciado de su pareja.  Otra de las razones es que el ano está más apretado que la vagina así que puede ofrecer más fricción y sensación .Otra de las razones puede ser que él ya haya tenido sexo anal con alguna otra mujer y ambos hayan disfrutado.  Otra es para evitar un  embarazo (esta razón se da más en adolescentes que no tienen dinero para comprar anticonceptivos o no pueden contarle a sus padres que están teniendo sexo pero están concientes que podrían concebir un hijo).   Otra de las razones es porque el tener sexo anal es algo que los puede unir mucho más como pareja ya que se necesita mucha preparación tanto mental como física.  Y la última es que algunos hombres están obsesionados con el trasero y lo quieren poseer.

Después de que la mujer sabe cuál es la razón del hombre por la que quiere tener sexo anal,  piensa en si realmente lo quiere hacer con él o no.   He de decir que las mujeres que dan el ano por primera vez es porque realmente aman o porque confían plenamente en el hombre.   A nosotras nos da un miedo terrible el que duela y la otra razón en que se convierta en algo sucio (que el pene  del hombre logre hacernos defecar). 

Yo aconsejo dar el ano cuando la relación es sólida, cuando ya llevan al menos uno o dos años juntos y cuando ya hayan decidido dejar de usar condón y usar otro tipo de anticonceptivo.   No recomiendo darle el ano a un amante esporádico o a alguien que nos esté haciedo daño o con el cuál tengamos una relación tormentosa.  Digo esto porque si esa primera experiencia la asociamos con esa persona no la vamos a disfrutar y eso va a bloquear  futuras experiencias con alguien que merezca la pena.

Para lograr la penetración lo primero que se tiene preparar es estar en un ambiente donde la mujer se sienta relajada.  Mejor si es un lugar familiar.  Se puede acompañar con velas y música suave.  La otra cosa que es súmamente importante es que la mujer se asegure de haber defecado ese día.  Eso para evitar sorpresas desagradables a la hora de la penetración.   La mujer tiene que relajarse y pensar que va a ser una nueva experiencia, algo agradable.  Si la mujer está muy nerviosa o estresada por lo que va a suceder, es mejor esperar.  Entonces el hombre tiene que ser paciente y usar mucha psicología (y a lo mejor astucia) para convencer a la mujer.   Se puede hacer otro tipo de preparación como el de meter la lengua en el ano (esto la mayoría de las mujeres lo encuentran muy excitante) o penetrar con uno o dos dedos (esto también prepara el ano para la penetración con el pene), o usar un vibrador.  Esto se puede hacer con días de anticipación o el mismo día.

A la hora de la penetración, los preliminares (caricias, besos y estimulaciones) son importantes ya que la mujer tiene que estar sumamente excitada y relajada para que la penetración anal no sea dolorosa.  También el hombre deberá ser extremadamente cuidadoso.  No es como en las películas porno que las mujeres pueden hacerlo como un caballo salvaje.  Al contrario, el hombre tiene que penetrar despacio y suave. Es esencial  tener un lubricante que ayude a la penetración.   Si la mujer dice que el hombre tiene que parar o sacar el pene, él tiene que obedecer.  La mujer sabe hasta dónde puede llegar.  Es muy probable que la penetración no se dé en el primer intento.  Pueden haber varios intentos en varios días distintos.   Como ya lo expliqué con anterioridad, si el hombre quiere lograr su objetivo, tiene que ser paciente y cuidadoso.

Cuando el hombre nos penetra por el ano lo primero que sentimos es la sensación de defecar.  Tenemos que controlar esa sensación para lograr la penetración.  Por eso la mujer necesita estar preparada mentalmente y por eso es importante estár relajada y súmamente excitada.  Si el hombre sigue nuestras órdenes de cuán despacio o rápido queremos la penetración, de si tiene que parar o seguir, entonces lograremos cultivar una confianza en él y eso ayudará a la penetración.  Si la mujer está relajada y se deja llevar, al lograr la penetración y el hombre comenzar a moverse, se puede sentir una sensación distinta  a la de la penetración vaginal, pero agradable y excitante.   Si el hombre logra terminar adentro es un gran satisfación para ambos.

Para entender como funciona la penetración es necesario saber que hay dos esfínteres (esfínter es un músculo anular que abre o cierra) en el ano.  Se pueden sentir si introduces el dedo a una pulgada de profundidad y presionas en contra de un lado.  Mientras el esfínter externo se puede controlar a voluntad (por ejemplo cuando no tienes un baño a la mano y necesitas defecar, lo retienes con el esfínter externo) para el esfínter interno no es lo mismo.  El esfínter interno reacciona de una manera más reflexiva.   Así que si la mujer dice que está relajada y lista para la penetración, el hombre puede darse cuenta que no es cierto por que el esfínter interno no está abierto.

La mejor posición para el sexo anal es de lado o de cuchara (o sea  el hombre atrás de la mujer acostado de lado).  Pero también se puede hacer en la posición de perrito ya sea la mujer pegada a la cama o en cuatro.  Otras posiciones recomendadas son la posición misionera o la mujer encima del hombre, pero al revés de la posición normal. 

He de decir que la mayoría de las mujeres que siguen los pasos arriba descritos tienen una experiencia fantástica y la repetirán seguramente.  Advierto a los hombres que no esperen que sea el pan de cada día.  Como ya lo dije, para nosotras el ano es algo sagrado así que tampoco se trata de usarlo para el sexo a diario.   Hay mujeres que lo disfrutan sobremanera  y si son como lo que se ve en las películas porno pero encontrar a una mujer así es como encontrar una aguja en un pajar. 

Otros consejos que doy para el placer del sexo anal:

Combinarlo con otra estimulación sexual.  Se puede estimular el clitoris con los dedos o con un vibrador y se puede estimular a la mujer con palabras al oído. 

Para asegurarte que los intestinos están saludables y normales pueden ambos cambiar la dieta y comer alimentos ricos en fibras, vegetales frescos y fruta en lugar de comidas procesadas.   

NUNCA tener sexo anal si se tiene algún tipo de hemorragia (y por favor ve inmediatamente al médico si te sucede esto).

Si utilizan los dedos en el ano o se tiene sexo anal no cambiar a la vagina.   Es como cuando te explican que te tienes que limpiar de adelante para atrás:  un poco de heces en la vagina puede causar infección. 

Tener una comunicación abierta asegurará el éxito en tener sexo anal.

Tómalo como una experiencia o un juego erótico más y disfruta.

Si no tienes una relación monógama usa condón.

Las mujeres pueden probar introducir la lengua o un dedo en el ano del hombre.   Se sorprenderán.

jueves, 4 de abril de 2013

Hablando de Viejos Verdes...


                                                                   Foto de Zimbio


El lunes pasado leí -como todos los lunes- una de mis columnas favoritas llamada “Primer Testimonio”  del autor guatemalteco  Julio Roberto Prado.  Me fascina como escribe Julio ya que sus escritos siempre me dejan pensando.

Julio escribió con el título provocador de Que el tiempo no nos vuelva idiotas  acerca de una noche en el  que él se encontraba en uno de sus restaurantes favoritos y vio a dos chicas muy jóvenes sentadas con un hombre mayor.  Julio describe que las observó porque estaban nerviosas y el hombre reía a carcajadas y hablaba de cuentas enormes en dólares y algo de un club.  La descripción que Julio hace acerca del hombre, después de que lo había perdido de vista y lo reencuentra al salir del parqueo es:   Era fácil reconocerle: su calva total, su camisa a rayas, su actitud.

No me he podido quitar esta frase de la cabeza porque es como que describiera a cualquiera de los viejos verdes que intentaron persuadirme a acostarme con ellos cuando tenía entre 18 y 22 años.      La mayoría eran extranjeros, pero también los habían gerentes de empresas o directores ejecutivos guatemaltecos.   A algunos los recuerdo con más claridad que otros pero todos ellos con la misma actitud:  la fanfarronería con la que hablaban tratando de impresionarme con sus cuentas bancarias, sus viajes, sus casas y sus carros. 

Recuerdo que cuando alguno me invitaba, rápidamente le pedía a mi amiga Claudia que me acompañara.   No quería ir sola porque tenía miedo de que intentaran forzarme a acostarme con ellos.  Yo también acompañaba a Claudia cuando era ella la invitada.   Recuerdo que mas de alguno pensó que al llevar a Claudia a lo mejor era porque íbamos a hacer un trio y se emocionaba invitándonos a lo que quisieramos.  Así que lo que Claudia y yo hacíamos era pedir lo más caro del menú y los cocteles más finos para luego decirle adiós.   Nos divertíamos mucho haciendo eso.

Recuerdo en especial a un viejo verde francés, de unos sesenta y cinco años que me persiguió por meses.   Era un hombre delgado, con berrugas en el rostro, pero lo que nunca se me olvida de él es el olor a sudor mezclado con tabaco.   Era un inversionista que vivía permanentemente en Guatemala y era viudo.   No sé ni cómo ni por qué, terminé en su casa una noche.  Recuerdo que iba con alguien al que le hice prometerme que no me dejaría sola con ese hombre.  Pero la persona con la que iba tuvo que ir al baño en un momento y ahí aprovechó el tipo para decirme que yo le gustaba y que si me acostaba con él me iba a poner un apartamento en la mejor zona de Guatemala y que me iba a cambiar la carcacha que cargaba en ese tiempo por un carro último modelo.   No acepté el trato.

También recuerdo que esos viejos verdes tenían la impresión que si yo bebía mucho entonces les iba a abrir las piernas.   Esa es la razón principal por la que hasta ahora aguanto la bebida.  Recuerdo que me ponía alerta en cuanto alguno me decía:  “Pero bebe más.  Que lento bebes.  A ver te pido otro trago”.  Entonces agudizaba mis sentidos y no importaba cuanto bebiera, no me ponía borracha.  Los recuerdo a la mayoría calvos o semi calvos, con una gran panza, con muchos anillos en las manos, con un reloj inmenso en la muñeca, con sus aires de grandeza y a algunos se les olvidaba quitarse la argolla de matrimonio.

Era difícil manter sus manos fuera del alcance de mi cuerpo.  Intentaban en todas las ocasiones posibles de besarme o abrazarme.  Se acercaban tanto que podía escuchar lo que les costaba respirar, su transpiración, en especial recuerdo que la mayoría tenía las manos asperas y regordetas. 

Me negué muchas veces a salir con ellos pero habían ocasiones en que lo hacían de tal manera que uno no se podía negar.  Y ahí iba yo asustada, en alerta y como decimos en Guatemala “haciéndome los quites (tratando de mantenerles las manos fuera de mi alcance)” .

Hasta que una vez caí en las garras de uno.   Ya lo había contado en mi historia de La Amante pero era un hombre casado que me doblaba la edad.   Para evitar que otro viejos verdes me sedujeran decía que tenía novio.   Y así empecé a espantármelos. 

Después de mi fallida relación con uno no quise nunca más repetir la historia.  

Ahora que casi entro a la edad de esos viejos verdes (entre 40 a 70 años)  me ha sucedido algo interesante con la soltería que tengo desde hace un año.  Me he dado cuenta que algunos jóvenes encuentran a las mujeres maduras sumamente atractivas y varios me han seducido por lo mismo.  Inclusive tuve una proposición de tener una relación seria de parte de un chico de veintidos años.   Si yo hubiera sido menor, juro que la hubiera aceptado.  El chico es atractivo físicamente, trabajador y está estudiando una carrera universitaria.  Pero lamentablemente la falta de experiencia y de madurez no hubiera hecho que nuestra relación durara ni un mes. 

Eso votó el tabú que he tenido desde que tengo memoria de que son las mujeres maduras las que seducen a los jóvenes.  No digo que no se den casos así, pero han sido tantas las propuestas que he tenido que me atrevería a decir que a lo mejor el porcentaje de jóvenes seduciendo a mujeres maduras sea mayor de lo que creemos.

La proposición más indecente que he tenido es la de quitarle la virginidad a alguien que recién cumplía los dieciocho años.   El decía que su sueño era que una mujer madura y guapa se la quitara.  Era una propuesta interesante y llamativa y lo pensé por algunos días pero aún así no lo hice.  

Confieso ante mis lectores que soy una “vieja verde” en potencia.  Me gustan los jóvenes (no mucho) por la vitalidad que tienen, por no complicarse la vida, por ser divertidos y por las ganas de vivir y explorar el mundo.   Pero jamás forzaría a ninguno o los haría sentir incómodos de la manera que me hicieron sentir a mí cuando era jóven.  Cuando ellos me buscan y el chico me parece interesante, entonces hacemos una cita y a ver que sucede.   Pero no trato de “comprarlos” o “deslumbrarlos” con dinero o posesiones.

Tengo un amigo que ya sobrepasa los sesenta años y a él si que le gustan las jóvencitas de 20 a 25 años.   Pero a él también le sucede que algunas de ellas lo buscan.  Todas las que lo buscan son las llamadas “trepadoras” que son las que astutamente miran si pueden conseguir dinero, algún puesto de trabajo, o algún favor.  A  mi amigo le da tristeza porque realmente le gustaría que una chica lo buscara por lo que él es, o sea una persona maravillosa.  Es el único viejo verde que conozco que no está casado y no anda exhibiendo que tiene dinero.  

He de decir que también hay jovencitas a las que les gustan los hombres mayores y no por su dinero sino que por la madurez, porque se sienten protegidas, porque ya tienen la vida hecha y porque tienen las ideas claras.

Cuando una jóven decide tener amistad con un hombre maduro es mal visto en la sociedad y los rumores no dejan de aparecer.  A lo mejor ninguno de los dos tiene ni intenciones ni deseos ocultos pero la gente chismosa siempre está pensando que hay algo entre ellos. Mi amistad con el amigo de sesenta años que les conté acá arriba ha sido desde siempre.  Soy más amiga de él que de su hijo que tiene mi misma edad.  Es un hombre divertido, culto, analítico y siempre me da excelentes consejos.  Pero la gente siempre ha pensado que él y yo nos acostamos.  Para evitar que la gente hable, cuando nos presentamos decimos que soy su sobrina.  Así nos evitamos chismes y malos entendidos aunque no haya más entre nosotros que una amistad.

Así que en esto de los viej@s verdes hay de todos los sabores.  Regresando a la columna de Julio, él escribió: Honestamente jamás deseo  convertirme en ese hombre que ahora patea las ruedas de su auto, cuyo frente está deshecho. Haré todo mi esfuerzo por no ser el viejo verde del que todas huyen, el cabrón que vive diciendo que antes todo era mejor, que las nuevas generaciones están perdidas, que mejor fuera que un dictador nos guiara a la más hermosa autodestrucción. O peor aún: que yo termine vendiéndome a todo aquello que hoy me parece terrible”.

Julio tiene toda la razón.  No quiero llegar a ser esa vieja verde del que todos huyen.   Los jóvenes que estén conmigo, que sea por su propia voluntad y decisión.  No me convertiré en una fanfarrona y siempre seré honesta en la edad que tengo.  Jamás compraré el amor sino que el que esté conmigo que sea por que realmente lo quiere y porque conectamos profundamente.  Y juro que si alguno de mis amigos se convierte en un viejo verde fanfarrón voy a jalarle las orejas y hacerle ver su realidad:  que está calvo, que usa una camisa a rayas y que su actitud deja mucho que desear.


“El uso del poder no debe de ser tomado a la ligera ya que nunca deja de tener consecuencias”

 Emly Thorne.  Revenge.