lunes, 30 de enero de 2012

Proyecto: Latinos Collective

Hace un par de meses a través de YouTube encontré el canal del proyecto Latinos Collective

Me quedé algo intrigada por los videos que encontré así que decidí ponerme en contacto con Gustavo Tijuana, quién es el creador de este proyecto.

Gustavo Tijuana es de nacionalidad mexicana nacido en Tijuana, de 29 años de edad. Lleva alrededor de 8 años viajando por distintos países, algunos tan  lejanos como Nueva Zelanda,  Panamá y España. Gustavo también ha viajado dentro de su propio país, aunque me comentó que conoce muchas menos ciudades de México que de otros países. El joven creador es Licenciado en Comunicación y  cuenta con otros estudios como  cursos de Cine y Producción Profesional de TV, entre otros.




Hablando con él me comentó que la idea surgió porque en países latinoamericanos (específicamente México, en su caso) somos de sociedades cerradas y nos interesamos únicamente en lo que sucede en nuestros países. Es como si estuviéramos dentro de una burbuja protegidos y apartados del resto del mundo. Esto no es gratis -comenta Gustavo- ya que nos han educado de una forma nacionalista donde nos inculcan que en Latinoamérica, particularmente, somos diferentes es decir, el mexicano es distinto del centroamericano, el chileno del argentino y uruguayo, etc. y nunca nos han enseñado a conocernos y apoyarnos como latinos, compartir nuestras culturas, nuestros problemas, nuestras historias.

En cambio los latinoamericanos que han salido y radican fuera de su país de origen, tienen una perspectiva diferente y mucho más amplia de lo que sucede en todo el mundo y se interesan más acerca de lo que sucede y ha sucedido históricamente en toda América Latina y no específicamente en sus países de origen.

“Somos Latinos” se titula la serie online, donde vemos a estos latinoamericanos y podemos apreciar que ellos tienden siempre a echarle “muchas ganas” y salen siempre triunfantes en cualquier país al que hayan emigrado. Esto a pesar de la gran diferencia social, cultural y lingüística que puedan enfrentar en el país al cual  hayan emigrado.




Latinos Collective es un proyecto totalmente independiente. Se hacen producciones audiovisuales de latinos que están en el extranjero sin importar  la etapa de sus vidas por la cual estén pasando (acabados de llegar, que llevan un tiempo en el lugar o que llevan muchos años en el lugar) donde uno de los objetivos principales es que los latinos que no han tenido la oportunidad de acercarse a otra cultura latinoamericana lo hagan a través de esta serie. Para que aprendamos mas de nuestros hermanos latinoamericanos y comprendamos que nosotros mismos podemos proponer el cambio social que necesitamos en todo el mundo. ¡Que mejor lugar para empezar que Latinoamérica!.

Para realizar este Proyecto -nos dice Gustavo- cuenta con la ayuda de profesionales documentalistas que están en puntos estratégicos alrededor del mundo. Cada vez son más documentalistas entusiastas que se adhieren  al proyecto.

Se han producido alrededor de 20 o 30 videos en los cuáles las personas entrevistadas cuentan cómo llegaron al lugar, los obstáculos que hayan tenido, de qué trabajan o estudian y como es vivir en ese país al que emigraron,  destacando las diferencias y similitudes culturales, sociales y políticas de sus países de origen con el país en el que se encuentran, además de contarnos otros aspectos importantes de Latinoamérica. Cabe señalar que  esta serie está adornada con paisajes de los países donde se realizan las entrevistas.



Gustavo anhela que los latinos que aún no han explorado el mundo y vean estos videos puedan cambiar la percepción de su entorno y ampliar su conocimiento de otras sociedades; así podría ser factible lograr  el cambio social que necesitamos no solo en Latinoamérica sino en el mundo entero. 



En lo particular me parece un proyecto muy interesante ya que expone lugares a donde no hemos ido y hay historias muy interesantes de las que podemos aprender o nos pueden causar asombro.

Si te interesa participar en este proyecto: se necesitan productores, camarógrafos y personas que estén dispuestas a contar su vida en cámara. Contáctate con Gustavo al email: info@latinoscollective.org


Puedes chequear su página latinoscollective.org

lunes, 23 de enero de 2012

El Clóset



Con las manos en las manijas de las puertas del clóset suspiro profundamente mientras titubeo si las abro o no. Ese closet de madera, que huele a pasado está a punto de develarme lo que lleva adentro.  Ese lugar tan sagrado de mi madre donde nadie, ni siquiera mi padre, tenía el permiso de abrir. Ahora no hay quién lo impida. 

La muerte de mi madre nos cogió a todos de sorpresa aunque tenía una enfermedad crónica.  Sabíamos que el espíritu de la muerte estaba rondando cerca pero siempre se guarda una esperanza de que la vida se alargará y de que no sucederá.

La muerte fue repentina e inesperada.  El velorio y el entierro fueron intensos y devastadores.  Asi que después de un par de meses de luto, es hora de seguir la vida y dejar a mi madre descansar en paz...o talvez no. 

Abro el clóset y me golpea en la fosas nasales el olor peculiar de mi madre.  Una a una guardo sus prendas de vestir en una caja de cartón previamente preparada mientras recabo en mi memoria lo  vivído:  el vestido azul que usó para mis quince años, la blusa roja que le criticaron para la Navidad de 1990, el pantalón favorito de ella que usaba a menudo antes de perder el peso por la enfermedad,  el suéter negro que usaba en esas noches frías de diciembre. 

Me brotan las lágrimas al mismo tiempo que rio al acordarme de momentos graciosos, alegres o tristes.

Continúo por los zapatos:  Los botines que usó para la fiesta de vaqueros del tío Mario, los tacones que usó para mi graduación, las sandalias que usaba para estar en casa.  Tanta cosa que en su momento no era importante y que ahora guardo como si fuera el tesoro más preciado.

Me siento a sollozar en silencio mientras recuerdo a mi madre y lo buena que era.  Nunca le ví hacer el mal, nunca le ví criticar a nadie, siempre era honesta.  Hubiera querido haberla gozado más en vida y haber prestado más atención a las cosas de ella.  Hubiera querido haber compartido más con ella y en los días que me dió pereza visitar a mis padres, haberme levantado y haberlo hecho.

Encuentro sus joyas y no sé que hacer con ellas.  Recuerdo en especial el collar de perlas que hacia juego con los aretes y la pulsera.  Lo enseñaba de vez en cuando con orgullo y nos contaba que su madre se lo había heredado.  Nos había dicho que quería usarlo en una ocasión especial.  Nunca lo hizo.  Ni para fiestas, ni para cumpleaños, ni para su aniversario de bodas.  Temía que se estropearan.  Cuando murió, mi hermana dijo que se lo pusieramos pero pensamos que era mejor que usara el collar y los aretes de plata que siempre cargaba.  Era lo más lógico.

Encuentro los albumes de fotos que nunca nos enseñaba.  Una a una veo las fotos de mi madre de niña o adolescente con rostros desconocidos y lugares irreconocibles.   Esas fotos de un pasado tan de ella ya que fue antes de conocer a mi padre.   

Cuando ya casi quedaba vacío el clóset, encuentro hasta el fondo una caja peculiar.  Es de terciopelo color vino con bordados de oro.  Tiene la letra R grabada en la tapa.  Al buscar en mi memoria, recuerdo haber visto a mi madre leer unas cartas que tenía en la caja.  Que algunas veces le pregunté que era y me dijo modestamente que no era nada importante.   Dibujo por encima de la letra R. con mi dedo índice.    No se que significará ya que el nombre de mi madre es Berta.  La caja se encuentra tan frágil y al alcance que me provoca abrirla en ese mismo instante.   Está con llave.  Busco en todos los rincones de la alcoba y no encuentro la llave.  Después de media hora de buscarla me siento a pensar.  Tengo que pensar como mi madre para saber donde ella escondería una llave así.

Creo saber donde está.  Me dirijo a la cocina y abro gaveta por gaveta hasta encontrarla.  Estaba escondida en una caja igual a la de terciopelo pero mucho más pequeña.  También tiene grabada la letra R.

Me dirjo a la alcoba y ceremoniosamente abro la caja de terciopelo y encuentro unas cartas atadas a un listón del mismo color de la caja.   Yo imaginaba que eran cartas de mi padre cuando cortejaba a mi madre. Se nota que fueron releídas ya que se ven desgastadas. Cuando desato el listón y leo las cartas me doy cuenta que están dirigidas a mi madre y están firmadas por R.   Mi padre se llama Alfonso y mi madre le llamaba Poncho asi que sé que no son de él.  En cada carta R. le escribe del amor que siente por ella y de como le está yendo en donde se encuentra.  Las cartas fueron escritas en diferentes lugares del mundo.

Hay dos fotos de R. en la caja.  Una donde se encuentra en Brasil, en el Amazonas, cazando cocodrilos y la otra es de él con la Muralla China a su espalda.  En ambas está con lentes oscuros así que no puedo verle la cara.  Al verificar las fechas de las cartas veo que se encuentran en orden cronológico y mientras la primera data de 1965, antes de que mi madre conociera a mi padre, la última es del 2000.  En esta última R. le dice a mi madre que el error más grande que cometió en su vida fue realizar sus sueños y no quedarse al lado de ella. 

Sorprendida y confundida me dirijo a mi padre y le pregunto si sabe quién es R.  Mi padre dió un suspiro al mismo tiempo que perdía la mirada en el vacío y me contestaba que si.  Al preguntarle más sobre él mi padre me esbozó una triste sonrisa y me contestó que ya era hora de que yo me enterara del mayor secreto de la familia.

Maldito clóset, maldita caja de terciopelo...maldito secreto.

lunes, 16 de enero de 2012

La Gordura



Cuando yo era niña, adolescente y luego entré a la edad adulta, era flaca. Era tan flaca que de apodo me decían "La Popotitus" (una fusión entre la canción de Popotitos de Enrique Guzmán y mi apellido Titus).  En la canción, Enrique Guzmán cantaba frases como:  "Sus piernas son como un par de carricitos" o "Cuando hay aire fuerte parece volar".  Así era yo:  tan flaca que mis piernas parecían un par de palitos.  No tenía muchas curvas y toda la ropa me quedaba grande.  La ventaja de haber sido flaca es que podía comer lo que quisiera.  Así que cuando iba a comer con amigas que tenían la tendencia de engordar, me envidiaban de ver como comía.  Yo comía como un camionero:  inmensas porciones de pastel de chocolate, cuatro tacos llenos de queso, un helado con cinco sabores distintos.  



Hasta que llegué a los treinta y tres años de edad.  Ahí mi cuerpo comenzó a conservar la grasa y empecé a engordar.  Acostumbrada a comer de todo, no sabía que hacer para bajar de peso.  Me puse a hacer dietas que solo me provocaban el efecto Yo-Yo:  bajaba unos dos o tres kilos para luego empezar a subir.  Me sentía muy mal conmigo misma, en especial cuando conocidos me decían: "¡Que gorda estás!".

A mi novio lo tenía harto ya que le pedía su opinión con respecto a mi peso casi todos los días.  Hasta que un día lo acusé de que él me había llamado gorda.  El, con mucha paciencia, me dijo:  "Yo creo que te estás volviendo loca con eso de la gordura.  Las palabras de las que me acusas no las he dicho yo, sino que tú". Ahí fue cuando abrí los ojos y empecé a analizar el por qué me sentía tan mal por haber subido unas cuantas libras.  Luego me dí cuenta que los conocidos que me habían llamado gorda de una manera despectiva, también me habían llamado flaca de una manera despectiva años atrás.

Me di cuenta que ese era un tipo de discriminación por mi peso fuera gorda o flaca.  Investigando al respecto, encontré que esta forma de discriminación tiene el nombre de "Sizeism" en inglés, que en español se traduciría como "Tamañismo" (aunque no encontré en ningún lugar la traducción oficial). Este tipo de discriminación se basa en el peso (gordo, flaco) y/o en el tamaño (alto/bajo).  Puede tomar varias formas:  desde no contratar a alguien por ser una persona baja (ejemplo:  modelos y azafatas tienen que tener cierto tamaño) hasta tratar a los gordos o flacos con desdén y desprecio por su tamaño.  Los humanos somos de una diversidad increiblemente variable y dependiendo de donde nos encontremos podemos ser muy altos, bajos, flacos o gordos.

Pero hablando de la gordura específicamente, a veces llegamos a ser muy despectivos: "Cerdo, coche, marrano, tonel, elefante, closet, glotón" son algunos de los adjetivos con los cuales nos referimos a una persona gorda o con sobrepeso.



Nada mejor para explicarlo que con estas frases de Georges Vigarello en el artículo Cuando la gordura perdió su buen nombre

"Un fenómeno completamente nuevo caracteriza a la obesidad en nuestros días: se ha convertido en una epidemia, en una 'enfermedad' común muy extendida y perfectamente identificada.  El obeso es un enfermo social, un estorbo caro, un individuo sin voluntad."
"[El obeso tiene] la inevitable sensación de estar desgarrado: siente su identidad quebrada y, al mismo tiempo constata la imposibilidad de recomponerla.  El sujeto vive en un cuerpo que le traiciona".
He leído las estadísticas que da la Organización Mundíal de la salud sobre la Obesidad y sobrepreso  (En este link pueden leer acerca de las causas de la obesidad y el sobrepeso y sus consecuencias)  Un dato realmente alarmante es de que en el 2010 alrededor de 43 millones de niños menores de 5 años tenían sobrepeso.  

Algo de lo que tenemos que ponernos a pensar  es que hace veinte o inclusive diez años comíamos diferente a lo que comemos ahora.  Yo recuerdo que antes mi abuela o madre al querer hacer el puré de papa, por ejemplo, pelaban las papas, las cocían, para luego preparar el puré.  Esta preparación toma mas o menos una hora.  Ahora es distinto.  Ahora vas al supermercado y encuentras un paquete con puré de papa ya hecho.  La preparación toma 5 minutos.  Lo que no nos ponemos a pensar es en el proceso que se tomó en preparar este paquete de puré de papa.  Y ahí es donde comienza el problema:  ingredientes en la comida o bebida que ayudan a preservarla pero que son dañinos para nuestra salud.  No sabemos lo que comemos, por eso tampoco sabemos que es lo que nos hace engordar.

Acá les dejo un link para aprender sobre la Nutrición y buena salud.

Algunas de las personas gordas o con sobrepeso no están así porque comen mucho o porque tienen mala nutrición.  Es porque tienen una condición física que les hace engordar.  Por ejemplo:  problemas con la tiroides.  Nosotros como sociedad asumimos que todas las personas gordas no se cuidan, que son gordas porque comen mucho y ¡Que Horror! Tendemos a decir que estas personas son feas, perezosas, indeseables y que están gordos porque quieren, por qué no hacen nada, cuando en realidad estas personas no pueden hacer nada por su condición.



Yo personalmente tengo amig@s que desde niñ@s o adolescentes tienen sobrepeso, pero que sus personalidades son maravillosas y su espíritu es inquebrantable.  Bell@s y hermos@s amig@s que atesoro por lo que ofrecen y no por como lucen.

Pero no es solo la gente la que nos influye a la hora de discriminar a alguien gordo o con sobrepeso.  También lo vemos en la televisión, anuncios en carreteras, etc.  Y a veces por querer permanecer delgad@s llegamos a extremos enfermizos.  Veamos unos ejemplos:

Miren a esta modelo:

                                                                Imagen de Dietsh.com

o esta otra:

                                                Imagen de  Keepweighting.wordpress.com


A mi ninguna de las dos me parece bonita ni mucho menos atractiva.  Yo lo que veo es una grave y peligrosa Anorexia que necesita ser atendida con urgencia.

Ahora vean esto:

                                                           Imagen de Mommyish.com

Este fue un anuncio publicado en el New York Times el día después de Halloween del 2011.  Lo sacó la firma Ashley Madison, una agencia que se dedica a promover citas por internet.  Se lee: "¿Te asustó tu esposa anoche?" y muestra a una mujer obesa en ropa interior.  Este anuncio sugiere de que las mujeres gordas o con sobrepeso no merecen una relación de compromiso, respeto, amor o sexo.  Además de sugerir de qué hace el hombre con una mujer así, mejor serle infiel con alguien que luzca mejor.

Me parece un anuncio denigrante y fuera de lugar y me sorprende que un periódico tan serio como el New York Times haya publicado este anuncio tan de mal gusto.  

Para acabar con mi gordura me puse a leer unos libros que me han ayudado a comprender lo que como y bebo.  Leyendo estos libros me doy cuenta que el comer mal va más allá que el azúcar, la sal y cosas que ya sabemos de sobra que nos hace daño a nuestra salud.  También es la forma en que se fabricaron las cosas, los ingredientes que se han ido agregando en el proceso, etc.  En uno de los libros dice: "No te comas algo sino sabes que lo puedes cultivar o encontrar en la naturaleza".  Si basamos nuestras comidas en ello, estoy segura que hay muchos alimentos que eliminariamos de raíz.  También estoy haciendo ejercicio.  Sé que no seré nunca más tan flaca como lo era (ya no me podrán llamar la Popotitus)  pero al menos ahora sé que puedo hacer para evitar engordarme a grados extremos.  Si yo me siento bien con mi cuerpo entonces los demás también lo harán.

Para terminar quiero dejarles este link de una asociación Española llamada Gordos.org que ofrece información y consejo para la gente gorda o con sobrepeso.  Gente gorda como dice Mika "You are beautiful!" (¡son hermos@s!).



Me gustaría tener comentarios de mis lector@s sobre este tema tan controversial.

Links de interés:





































lunes, 9 de enero de 2012

Ese amor que nunca se olvida...

Mis padres me educaron estrictamente y esperaban lo mejor de mí.  Mis calificaciones eran altas y trataba lo más que podía complacerles.  A mí y a mis hermanas nos tenían educadas de tal manera que era prohíbido tener novio.  No usabamos maquillaje, nuestros cabellos eran largos y bien cuidados, las uñas bien cortadas y los uniformes del colegio impecables y por debajo de la rodilla.  Estudiabamos en colegio de niñas para evitar problemas, según mis papás.

Cuando tenía 14 años, terminando el año escolar, a la salida del colegio me fijé que pasada un carro rojo con vidrios polarizados y aminoraba la velocidad al pasar frente al colegio.  Lo ví en los siguientes días hasta que un día de ellos el conductor bajó el vidrio y era un muchacho guapo, flaco, cabello castaño claro, ojos color miel  como de unos 20 años.  Me sonrió. 



Como esa era la última semana de la escuela ya no lo iba a ver por lo menos en dos meses.   Me pasé los meses de vacaciones ilusionándome, soñando que él y yo nos hacíamos novios.  Me imaginé mil y una formas en la que él y yo estaríamos juntos.

Cuando llegó el nuevo año escolar, yo estaba ilusionada de ver si él se iba a aparecer de nuevo.  Los primeros días, después de terminar las clases, salía despavorida esperando verlo, pero no habían ni señales del carro.  Hasta que después de un par de semanas lo ví aparecer de nuevo.  Parqueó el carro, se bajó y me dijo: “Hola bonita ¿Cómo te llamas?”  y esa sonrisa cautivadora hizo que mis piernas perdieran la fuerza y casi me desmayara de la alegría. Yo era muy tímida y además mis padres tenían muchas reglas con respecto a los hombres:  No podíamos ni siquiera tener amigos porque nos podían distraer y hacernos bajar las calificaciones.  Pero en ese momento pudo más mi atracción por él y le dije tímidamente:  “Me llamo María”.  Me sonrojé y me balanceaba de un lado al otro viendo hacia el suelo de los nervios.  El me contestó:  “Me llamo Berny”. 

A partir de ese momento él llegaba al colegio a la hora de la salida y hablábamos un poco.  No me tardaba mucho porque si mi mamá llegaba a verme me iba a regañar y hasta pegar.  Yo era la más pequeña de mis hermanas así que con mayor razón mi madre me había sobre protegido.  Además, mi padre se había ido a vivir a Estados Unidos entonces sobre ella caía la responsabilidad de cuidarme.

Un día Berny me dijo que quería visitarme a mi casa.  Que en la calle estábamos muy expuestos a las malas lenguas. Yo no sabía que hacer para decirle a mi mamá que me diera permiso.  Me armé de valor y le dije que me gustaría que un amigo llegara a visitarme a la casa.  Que ibamos a estar en la sala y que ella podía vigilarnos si quería.  Le vendí la historia de que era mejor que me viera en la sala de la casa con un amigo a que le llegaran a contar que me habían visto en la calle.  Mi mamá aceptó la visita a regañadientes pero me advirtió que no podíamos ser más que amigos porque yo no podía darme el lujo de perder la concentración en mis estudios y bajar las calificaciones.  Mis padres no eran pobres pero si era un sacrificio para ellos tenerme en un buen colegio.

Así que le dije a Berny que podía verme en casa pero solo los viernes y sábados porque los demás días tenía que estar concentrada en hacer las tareas.  Yo esperaba con ilusión toda la semana a que se llegara los viernes.  Los viernes procuraba estar con las mejores ropas que tenía. Me iba a cada rato a ver a la ventana hasta que veía el carro rojo parquear enfrente de casa y yo nerviosa me iba a ver al espejo a componerme el cabello y desarrugarme la ropa.  Era un muchacho alegre y espontáneo.  Me hacía reir mucho.  Hablando con él me enteré de que tenía 22 años.  Mi mamá lo saludaba con sospecha y lo veia de pies a cabeza.  Cuando él se iba ella me decía que tuviera cuidado porque él era mucho mayor que yo, un muchacho vivído y con experiencia.

Pero aunque mi mamá me advirtiera lo que fuera, yo me enamoré locamente de él.  Soñaba día y noche con él y me moría por ser su novia.

En esa época había un muchacho interesado en mí llamado Roberto.  El me enviaba rosas para el día de San Valentín, cartas, discos, etc.  Como eramos vecinos, siempre me saludaba cuando me veía pasar por la calle y yo lo saludaba para ser educada pero no le hacía caso.  Mi mente y corazón eran solo para Berny.

Las llegadas de Berny a mi casa eran mi gran ilusión.  Poco a poco él me fue tomando de las manos, uno de los días me robó un beso y así empezamos a tener una relación a escondidas.  Nos asegurábamos de que mi mamá no nos viera.  Yo no cabía en mí, era la chica más feliz del mundo.  Pero al mismo tiempo que me hacía muy feliz también me hacía sufrir.  Al principio de las visitas en mi casa, él se presentaba cada viernes y sábado sin faltar, pero después de unos meses él no llegaba en esos días o sólo se presentaba uno.  Yo no me atrevía a preguntarle  el por qué pero los fines de semana que él no llegaba yo lloraba y sufría porque pensaba que nunca más lo iba a volver a ver.   Cuando lo volvía a ver se me olvidaba lo que había sufrido.  El me ilusionaba diciéndome lo mucho que me quería y a veces hasta me hablaba de planes futuros para nosotros.  Pero luego, al siguiente fin de semana volvía a desaparecer y yo volvía a sufrir.  Mis notas empezaron a bajar inevitablemente y mi mamá empezó a sospechar que él era algo más que un amigo.  Siempre me recordaba lo mayor que él era y me recalcaba la importancia del estudio, pero yo no le hacía caso.

Sus visitas empezaron a ser cada vez menos frecuentes.  Pasó un poco más de un año en esa situación.  Un día de tantos que yo esperaba a Berny espiando por la ventana, llegó una vecina mía llamada Doña Cristy a visitar a mi mamá.  La hermana de Doña Cristy vivía cerca de la casa de Berny y ella lo había visto llegar a mi casa varias veces cuando visitaba a Doña Cristy. 

Oía a mi mamá y a Doña Cristy hablando bajito en la cocina mientras yo seguía en mi puesto eterno de ver a través de la ventana y esperar a que Berny llegara. 

Mi mamá y Doña Cristy salieron de la cocina y se me quedaron viendo con una cara tan extraña  que yo sabía que algo malo estaba por venir.  Mi corazón palpitaba rápidamente.  Mi mamá le dijo:  “Doña Cristy, enséñele el sobre a mi hija por favor”.  Doña Cristy me extendió el brazo para darme un sobre que llevaba en la mano.

Lo tomé temblorosa sin saber que era.  Cuando lo abro veo que era una invitación de boda. Al leer los nombres casi me muero:  El novio era Berny.  Se casaba en ese mismo momento en que yo, como idiota, lo esperaba viendo a través de la ventana.  Mi primera reacción fue llamar a un taxi e ir a ver por mis propios ojos que de verdad se casaba con otra.  Mi mamá no me detuvo, es más se compadeció de mí en cierta manera.

En el camino a la iglesia donde se celebraba la boda yo no paraba de llorar.  No podía creer que él me hubiera engañado de tal manera.  Llegué a la iglesia y no entré, me quedé afuera esperando a que terminara la misa.   Cuando salieron los primeros invitados mi corazón casi se me salía del pecho de lo fuerte que palpitaba.  Tenía las manos sudorosas.  Cuando salieron los novios bajo la lluvia de arroz y pétalos blancos, lo ví muy sonriente y feliz del brazo de la otra.   

En un momento nuestras miradas se cruzaron, se me quedó viendo por un minuto con una mirada triste pero luego fingía su sonrisa mientras recibía las felicitaciones de los presentes.  Me vió un par de veces más hasta que yo ya no pude con tanto dolor y me retiré del lugar.

A partir de ese momento yo parecía un cadaver viviente:  no comía, no estudiaba, no dormía, no me importaba nada.  Lloraba día y noche y era la mujer más desdichada del mundo.   Tenía los nervios alterados y encima mi madre regañándome y echándome en cara que ella siempre había tenido la razón con respecto a él.  El tiempo se me hacia eterno y no sabía si ver televisión o escuchar música porque no podía olvidar lo que había sucedido.  El domingo después de la boda sonó el timbre, cuando mi mamá abrió la puerta,  la sorpresa fue encontrar de que se trataba de Berny.  Mi mamá le gritó que se fuera y él le decía que quería hablar conmigo para explicarme, que a pesar de lo que él habia hecho, él me quería. Mi mamá lo echó de la casa diciéndo que él no tenía nada que buscar ahí.

Yo en ese momento no estaba segura que sentía por él, si lo odiaba o lo amaba.  Lo que si sabía con seguridad es que él ya no era mío.  El siguió tratando de verme por un par de meses.  Después supe que se había ido a vivir a Estados Unidos con su esposa.  Seguí en depresión por varios meses.  Reprobé el año y mi mamá no estaba nada contenta. 

Mientras tanto Roberto seguía enviándome regalitos, poemas y cosas.  Un día decidí hacerle caso por despecho.  Le dije que sí, que iba a ser su novia, pero que yo seguía enamorada de Berny.  A él no le importó con tal de estar conmigo.  El me consoló en sus brazos cuando yo lloraba por Berny.  El limpió mis lágrimas y estuvo ahí cuando yo necesitaba hablar con alguien de mi desdicha.  Pasaron los años y cuando yo cumplí 21 años Roberto me dió un anillo de compromiso y me pidió que nos casáramos.  Yo le dije que sí.
Empezamos inmediatamente los preparativos de boda y cuando faltaban un par de semanas para casarme, un amigo mío me pidió una cita para vernos.  Cuando llegué a la cita él me dijo que tenía una sorpresa para mí.  De repente veo que se aparece Berny.  Este amigo le había contado de mi boda y Berny había venido  desde Estados Unidos por ello.   Mi amigo nos dejó solos y aunque ya habían pasado 4 o 5 años desde que ya no estábamos juntos los recuerdos y los sentimientos empezaron a aflorar inmediatamente pero también la tristeza de saber que no era mío.  De repente me robó un beso y yo deseaba que el tiempo se detuviera en ese momento mágico.  Me pidió que no me casara y me propuso escaparamos juntos.   Yo con lágrimas en los ojos y a pesar de que todos mis sentidos decían que lo hiciera, le dije que no, que yo no podía hacerle eso a Roberto.  

Le pedí que se fuera, que él ya había elegido su camino hacia mucho tiempo y que le daba de regalo mi corazón. Que se lo llevara.

Terminé casándome con Roberto .  Cuando caminaba hacía el altar sabía que estaba cometiendo un grave error ya que yo sabía que no amaba a Roberto.  Aún así me casé y viví con él por varios años hasta tener un hijo juntos.  Pero esa...es otra historia.

jueves, 5 de enero de 2012

Mi Navidad en Holanda

Todos los años es igual:  Mi novio y yo tenemos que viajar desde Amsterdam una hora (a veces hora y media, dependiendo del tráfico) al pueblo de Driebergen en el centro de Holanda.  Driebergen literalmente significa:  tres montañas.  Pero ni siquiera una montaña hay para ver ya que este país es plano. 

En el camino se divisan bastos campos llenos de vacas, ovejas y más de algún caballo.  Pasamos algunos pueblos e industrias.  Pero siempre la vista es de un territorio plano.  Desde ese momento empieza mi nostalgia:  Me hacen falta las montañas y los volcanes de Guatemala.  Esos sublimes volcanes que uno ve desde cualquier sitio que se encuentre ya que contamos con treinta y siete de ellos.



Llegamos al pueblo Driebergen donde hay una sola avenida en la que se encuentra el supermercado, la florería, dos restaurantes, un bar, la óptica, la municipalidad, la librería y el correo.  Todo en un diámetro de tres calles pero en la misma avenida.  Pareciera que una mano invisible los amontonó ahí para acomodarlos después alrededor del pueblo pero se le olvidó hacerlo.

Paramos en el primer semáforo que vemos en una hora.  No viene ningún carro por la calle opuesta; nada nuevo. Como siempre le comento a mi novio que ese semáforo está demás.

Luego doblamos por las calles: izquierda, derecha, izquierda, derecha como que estuviéramos jugando a las escondidas.  Y todo el panorama en ese zigzagueo se ve igual: las mismas casas, con el mismo frente y los mismos jardines delanteros. Lo único que varia es la posición de los árboles y arbustos.  No hay flores ya que es invierno.  Estamos a cero grados y hace un frío glacial. 

Y después de todo este viaje llegamos a nuestro destino:  La casa de mis suegros. El ritual de la llegada es reconocido:  Los suegros saludándonos desde el ventanal de la sala.  Mi novio y yo sacando nuestras maletas y las hacemos rodar pasando por el jardín delantero hasta la puerta.  Los suegros nos abren la puerta al mismo instante que nos paramos enfrente de ella y nos damos los respectivos saludos:  “Dag Silvia, hoe is het met jou?  Goed dat je er bent!” (Hola Silvia, ¿cómo estás?  ¡Que bueno que estás aquí!).  Después de darnos tres besos en las mejillas y un abrazo, procedemos a dejar los abrigos (bufanda, gorra y guantes incluidos) en el armario y las maletas en la habitación.

Al acomodarnos en la sala, nos toca el correspondiente café o té con galleticas o bocadillos (hechos por la suegra).   Y tenemos una conversación muy formal en Holandés de como nos va en nuestras labores, que planes para el futuro en nuestra empresa, como ha estado la política en Holanda, que tal están mis padres y mi hermano, etc.  A veces se dejan venir las temidas preguntas:  “ ¿ Y cómo celebran la Navidad en Guatemala?” o “ ¿Qué es lo que comen en Guatemala?” y explicarlo en Holandés es complicado.  A veces para evitar la fatiga solo contesto:  “Igual que aquí”.

Luego va llegando mi cuñado, al rato mi cuñada que está casada con un Italiano y tienen un niño.  Mi tinta de alegría es mi concuño Italiano y el sobrino quienes entretienen la muy estirada-para-mi-gusto tarde y además me da chance de poder hablar en Inglés ya que él no habla Holandés.

Se llega el anochecer, se cierran las cortinas, se encienden las velas y se empiezan a repartir regalos.  A todo esto solo nuestras voces se escuchan.  No hay música.  Si insistimos entonces nos ponen música instrumental.  Este año mi cuñado llevó su piano y probó hacernos cantar canciones de Navidad. Después de las primeras dos desentonadas canciones optamos por ignorarlo. 

La abierta de regalos también es toda una ceremonia.  Mi suegra enciende las velas que están colocadas en el árbol  de Navidad que por la economía se está haciendo cada año más pequeño (Para que se hagan una idea el primer año era un árbol de dos metros diez y este año de solo un metro).  Este año mi suegra no pudo encender las velas porque mi sobrino tiene apenas un año y anda tocándolo todo.   Prosigue escogiendo y repartiendo el primer regalo, la persona que lo recibe lo abre, lo comenta, lo revisa y luego esa persona se para y recoge un regalo que lo reparte a la siguiente persona que hace la misma dinámica que el primero.  Solo imagínense que cada persona tiene un promedio de cinco regalos así que tenemos que cortar a veces la repartida porque nos aburrimos de lo larga que se hace. 

Algo que nunca ha fallado en todas las Navidades que he compartido en la casa de mis suegros es que los suegros siempre regalan libros.  También se regalan libros entre sí.  Mi novio y yo a veces bromeamos:  “Otro libro que se va al librero sin abrirlo nunca”.  Por supuesto, nunca hacemos bromas así enfrente de ellos.  Un año yo le fui honesta a la suegra y le dije que a mi novio no le gusta leer y que era inútil que le regalara libros ya que yo no puedo leer en Holandés y se desperdician.  Ella estuvo de acuerdo conmigo y al siguiente año le volvió a regalar un libro a mi novio.  Ya no le volví a tocar el tema.   ¿Y adivinen que le regalaron mis suegros a mi sobrino de un año?  Si, un libro.  Uno para niños eso sí, pero al final fue un libro.  Recuerdo que una vez mi suegra – de muy buena intención- me regaló un libro de cuentos para niños en Holandés.  Me dijo que era para que yo mejorara el idioma.  Nunca lo abrí y ni sé donde está. 

Y luego viene la cena.  He de decir que nunca en mi vida he cenado tan formalmente.  La mesa está impecable con mantel de lujo, cubertería fina, la mejor vajilla y las copas de cristal.  Es como si atendiéramos a un banquete para el Presidente:  Hay varios cuchillos, tenedores, cubiertos para el postre, un plato grande, una servilleta con una flor como adorno.  La copa es de acabo fino en la cual se sirve vino blanco.  Cuando  llega el plato fuerte se cambia de copa y se sirve vino tinto.  Un vaso para el agua.  Se ven en lugares estratégicos la sal y la pimienta.  Hay velas de color rojo que le da un toque especial a la mesa.  Antes de sentarnos tenemos que esperar a que los suegros nos digan donde nos podemos sentar.


Y luego empieza a pasar los platos que a veces podemos tener entre cuatro y cinco tiempos:  La entrada principal, la sopa, el entremés, el plato fuerte y el postre.  Todos los platos son servidos como si uno estuviera en el mejor restaurante:  Adornados, con un pincelazo de salsa por acá, un poco de puré por allá, un pedazo bien montado de carne, las verduras bien seleccionadas.  La comida es muy buena. Recuerdo que en la Navidad del 2006 mi hermano vino desde Estados Unidos a pasarla conmigo y al ver tanto cubierto me confesó al oído:  “Yo no sé que cubierto usar para qué”.  Así que le dí la clave que yo uso:  Espero a ver que cubierto agarran los suegros para poder agarrar el mismo.

La cena empieza como a las siete de la noche y termina hasta como a la una o dos de la mañana.  Lo bueno es que con el vino la conversación se hace menos formal y se pueden hacer bromas, aunque mi cuñado siempre insiste en el tema de la política.  Ya cuando nos soltamos un poco mi concuño Italiano y yo no paramos de hablar.  A veces mis suegros o cuñados se desesperan de que hablamos mucho, pero nosotros seguimos y les decimos que es algo “muy Latino”.  Después de todo esto, se acaba mi Navidad.  Me voy a acostar. 

A las pocas horas, usualmente después de seis o siete horas, mis suegros tocan la puerta de la habitación y nos dicen que hay que desayunar.  Y empieza el siguiente ritual de esperar a que se bañen uno a uno (solo hay un cuarto de baño en la casa) y al estar listos, ir al comedor a desayunar todos juntos.  Siempre es la misma conversación: “¿Dónde compraron este pan?  ¡Me gusta mucho!”  “ ¿Y la mermelada?  Echa por la suegra ¡Que deliciosa!”.

Mi concuño Italiano y yo estamos muy callados y todos nos preguntan que ¿por qué?  Y nosotros con ganas de gritarles: “!Pues porque no nos dejaron dormir lo suficiente!”.  Pero no lo hacemos.  Solo decimos que nos encontramos medio dormidos todavía.

En todo el día y noche yo estoy soñando con estar en Guatemala: En la casa de mi abuela, con el radio a todo volumen, llena de primos, tíos, sobrinos, nietos, vecinos, todos bailando, hablando gritado, salir a quemar la caja llena de cohetes y demás juegos pirotécnicos que compramos.  Mi abuela viéndonos quemarlos desde el portón de la casa con los dedos tapándose los oídos gritando:  “!No se vayan a quemar!  Hay patojos (muchachos) ya van a ver!”  y nosotros gritándole de regreso: “!Pero bien que le gusta vernos va’!” o “!Cuidado abuela que ahí va una bomba!” todos corriendo despavoridos y ¡PUM! La bomba estallando.

Luego a las 12 los respectivos abrazos, la quemadera de cohetes, gritando, yendo de casa en casa a darles el abrazo a casi todo el vecindario.  Después a la casa a repartir los regalos, como sea, todos juntos, a abrirlos como animales rompiendo el papel, diciendo: “!Ay esto quería que me regalaran! ¡Gracias papá y mamá!” y luego la cena de mi abuela que como cocina como ninguna todo el mundo está esperando.  Todo lo tiene en buffet y todos amontonados con los vasos y platos tratando de agarrar de acá y allá de las ollas y los platos servidos.  La abuela gritando: “!Espérense patojos que les sirva!" y nosotros sin hacer caso metiéndonos por todos los costados queriendo alcanzar la mesa y cuando ya el plato esta rebalsando entonces nos vamos a sentar donde sea, en el comedor, en el sofá, frente al televisor, ¡hasta en el suelo!.

Y luego a dejar a la abuela y los adultos a que limpien y los patojos a buscar donde están las fiestas de la colonia para ir a bailar con los demás patojos.  

Al siguiente día la primera persona se despierta como a las 12:00 Hrs. solo para quemar los cohetes de medio día o por los cohetes que queman los vecinos a medio día.  Luego conforme van despertándose todos van en pijama a la cocina a abrir el refrigerador y comer las sobras de la noche anterior.  Y empezamos a hablar y gritar alrededor de la cocina mientras la abuela nos grita: "¡Calienten la comida, no se la coman fría!" o "¡Sírvanse en un plato, no coman directamente de la olla!".

Después de mi Navidad en Holanda siempre me quedo con la nostalgia de esas Navidades muy de mi tierra.  La nostalgia me dura por varios días. 

Lamentablemente por los compromisos laborales tanto de mi novio como míos, no podemos ir a Guatemala en diciembre a pasar allá las Navidades.  Así que solo me queda la nostalgia, los recuerdos y aceptar lo que tengo porque a la larga, no es tan malo.  Estar en un país tan lejos de la familia me hace pensar que esta es mi nueva familia y tengo que aceptar y seguir las tradiciones de ellos.

Pero cuando tenga hijos...otro gallo cantará.