Cuando yo era
niña era pobre. Dormí varias noches en
un colchón sin catre. No teníamos refri
ni siquiera una estufa decente. La estufa de dos hornillas y sin
horno era de un verde claro. Como
odiaba sacarle las costras que dejaba la comida. Tenía que tener cuidado de no levantar la
pintura porque sino mi mamá se enojaba y seguro iba el paletazo.
Cada año de
mi niñez y juventud siempre crecí con alguna carencia: si tenía la cama no tenía donde guardar la
ropa. Si tenía ropero no tenía donde poner mis libros. Si tenía estufa no teníamos comedor.
Recuerdo que
un día mi mamá compró una tele blanco y negro.
Era de 21 pulgadas y tenía dos botones.
Uno de los botones era para los canales y el otro era de UHF pero no
supimos nunca para que servía. No pasaba
nada si lo haciamos girar.
Teníamos que
mover la antena para que la imagen fuera mejor.
En ese televisor vi mis programas favoritos como Candy Candy, El Chavo
del Ocho, La Carabina de Ambrosio, Siempre en Domingo, etc.
Mi mamá, mi
hermano y yo a veces no nos poníamos de acuerdo que ver así que siempre era mi mamá
la que paraba decidiendo. Eramos
felices con nuestra Tele.
Un día que
moví la antena con demasiada fuerza se me rompió. Tremenda paliza la que me llevé pero eso no
resolvía el problema. Solo se veía la
estática y se escuchaba “Ssshhhhh” no importando que canal cambiáramos. Mi mamá no tenía dinero para comprar otro
televisor.
Cuando mi mamá
no sabía como solucionar el problema me mandó a llamar al teléfono público a mi
tío. El siempre tenía la solución a
todos los problemas. Mi tío me dijo: “Pónganle
un tenedor montado en el tornillo de donde salía la antena. Así les servirá de nuevo”.
Cuando llegué
a casa con la solución mi madre, escéptica, tomó un tenedor y lo clavó en el
tornillo de donde salía la antena. ¡Magia! Las imágenes en la Tele empezaron a salir de
nuevo.
El único
problema que teníamos era que como el tenedor no se podia mover teníamos que
cambiar La Tele de posición para que la imagen saliera nítida. Algunas veces la imagen empezaba a mostrarse
con estática y eso sucedía cuando el tenedor aflojaba. Lo teníamos que clavar de nuevo firmemente
para que la imagen saliera bien.
Así con esa
Tele blanco y negro clavada con un tenedor pasé años de años viendo televisión.
Hace unos
días compré un televisor de 55 pulgadas, pantalla plana, donde puedo conectar a
través del wifi la internet y ver Netflix y Spotify, HD y no se que más. Al usarlo por primera vez y descubrir
funcionalidades que en mi vida creí que existieran me recordé con nostalgia de
mi Tele blanco y negro de 21 pulgadas.
Nunca en mi
vida creí que pudiera poseer y comprar un televisor como el que tengo
ahora. Ni en mi imaginación más
descabellada me pasó por la cabeza. Y
aunque disfruto de mi nuevo televisor, me encantaría tener todavía esa Tele
blanco y negro que aunque no sirviera, pudiera tener como trofeo en algún
rincón de mi casa. Porque como fuera la
disfruté y me hizo feliz.