miércoles, 28 de noviembre de 2012




Palabras, voces internas, sueños rotos, anhelos refugiados en las sombras de la noche, intensos deseos de devorarnos el alma.

Pasiones que se despiertan con la letra de una canción perdida en el tiempo, miedos ocultos que se disuelven con la caricia de tu voz interna.  Nubes difusas desaparecen al ver tus ojos.  Esos ojos tan míos.  Tu mirada se perdió en el mar de mis provocaciones.

Me seduces por las noches. Duermo y en mis sueños estás, serio, locuaz, penetrante. Me desnudas con el pensamiento.  Jugamos a amarnos en esa primera vez que tanto queremos.

Temblamos.  Sentimos que se acerca la hora.  El predador está olfateando su presa.  La siente suya, la sabe suya.  Pero quiere seguir en el juego de seducción.

Imágenes de pixeles se confunden con mi imaginación y no se ya que es realidad o fantasía.  Tu sonrisa torcida, tu seriedad falsa, tus caprichos cristalinos, todo me lo sé de memoria.

Desapareces, sigues tu vida,  pero me extrañas y me buscas.  Piensas que no estaré ahí y te sorprendes cuando te digo que te he estado esperando.  Renacen las promesas que se rompieron con el tiempo y el espacio.

Se siembran las dudas, los celos, los quizás, los caprichos.  Pero la atracción de nuestras almas es tan grande que se destruyen con un suspiro, con un gemido, con una sonrisa.

Escribimos poemas al vacío.  Nadie los puede leer más que nosotros. Cada palabra, cada frase, nos fortalece y nos seduce en los rincones del inconsciente marchito.

Tú buscas en mí lo que yo busco en ti: encontrar lo que hemos perdido en algún lugar o en algún momento.  Ese algo que nos hace sentir tan solos aunque estemos rodeados de gente.  Las aberraciones esporádicas se vuelven normales.  Queremos lo que es prohibido, lo que es tan nuestro.

Cuando dejemos de acecharnos y estemos frente a frente, no hablaremos para no estropear el momento.  Nos reconoceremos para tocarnos lento, erótico, genésico y dejar llevarnos al éxtasis de nuestras aspiraciones.

Nos amaremos noche y día sin tregua ni pretextos.  Revelaremos todos los secretos y encontraremos lo perdido.  Besaremos las heridas del espíritu. Recuperaremos lo nuestro.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

René


Al entrar a su casa me abofeteó el olor a viejo y moho mezclado con tabaco y marihuana.   El hablaba nervioso de verme finalmente en su mundo.  Me llevó directamente a su habitación y seguía hablando mientras quitaba varios papeles y ropa de la cama y la desarrugaba mientras me indicaba que me sentara ahí.   Cuando me senté mi mirada empezó a estudiar la habitación: Una librera desvencijada y apolillada a mi lado izquierdo parecía apenas sostenerse en pie con la cantidad de libros y revistas que tenía.  Los títulos eran variados desde Gramática en Inglés hasta Bajo la Rueda de Herman Hesse.  Todo libro y revista tenía una capa gruesa de polvo, que hacía notar que no se habían limpiado en varios años. 

En la parte de enfrente de la cama estaba una armazón rústica que hacia de clóset, con una cortina que alguna vez había sido verde pero ahora se notaba amarillenta y rota.  Apenas lograba tapar la ropa que se escondía tímidamente detrás de ella.  Luego un gavetero apolillado como la librera. Este era de una madera tan oscura que contrastaba con los colores claros del resto del mobiliario.  Encima de la librera estaba una laptop, la única cosa moderna y bien cuidada de la habitación.  El estaba ocupado en la laptop buscando música adecuada para la ocasión mientras que de su boca seguían brotando palabras sin significado o coherencia.

Del lado derecho de la habitación una mesa que ya no estaba recta sostenía encima varios papeles, libros y un equipo de sonido que estaba conectado directamente a la laptop.  Debajo de la mesa habían mas libros, revistas y papeles revueltos .  Cuando me fijé en el techo ví que habían varias telas de araña y hacían falta algunas tablas de Madera que  se había caído en otros tiempos.  Me preguntaba si alguna le habría caído en la cabeza a él mientras dormía.

El se acostó a mis pies y se me quedó viendo fíjamente a los ojos mientras me preguntaba si quería tomar algo pero que lo único que podía ofrecerme era agua.   Sus ojos demacrados, vidriosos y rojos denotaban que estaba prendido por la marihuana que acababa de fumar.  Tenía un par de ojeras que acentuaban esos ojos cafés apagados.  Su piel era pálida y marchita.  Sus manos huesudas y la camisa holgada no escondían que había perdido peso en extremo desde la última vez que lo ví.  Estaba nervioso y ansioso en extremo.  Le dije que sí, que quería agua y se levantó  hasta alcanzar una botella con agua que estaba a la par del equipo de sonido y de la cuál no me había percatado antes.  Vertió el agua en un vaso que estaba a la par de la botella y me lo extendió mientras él se empinaba el resto de agua de la botella y bebía como si no hubiera bebido en varios días.   Se volvió a acostar a mis pies y cerró los ojos.  Dejó de hablar.

Al darme vuelta para poner el vaso con agua en la cabecera de la cama ví la foto:  Era de mi primer amor, René, sonriente y lleno de vida.  Tomé la foto en mis manos y la observé bien:  René tendría unos dieciseis años, exactamente la edad en la que lo había conocido.  Tenía una sonrisa de oreja a oreja y en sus ojos estaba esa chispa de vivacidad y misterio que me había cautivado la primera vez que lo vi.   Llevaba un pantalón de lona y una camisa a rayas blanco con verde.   Sonreí.  Lo extrañaba.  Hacia algunos años que lo había perdido.  

Abracé la foto como si con ello lograra que él volviera a reaparecer en ese instante.  Nostálgicamente recordé la primera vez que lo ví:  Yo estaba en una fiesta con mis amigas y veíamos y hablábamos de todos los chicos del lugar.  Eramos tres chicas quinceañeras con las hormonas alborotadas y despertando a las emociones de las primeras veces en todo.  En eso René entró al lugar:  moreno, alto, con esa sonrisa que encantaba y esos ojos cafés misteriosos y curiosos a la vez.   De inmediato varias chicas saltaron de la emoción y se acercaron a saludarlo de beso en la mejilla.  Yo no me perdía ninguno de sus movimientos.  Si existe el amor a primera vista ahí en ese instante, me enamoré de él.   Su presencia lleno el lugar embriagando a casi todas las féminas.  Era de esas personas que había nacido para conquistar al mundo; de las que iban a llegar lejos.

Como yo me sentía muy poca cosa no vi ninguna posibilidad de hacer que él se fijara en mí.  No me recuerdo cuando fue que alguien nos presentó.  Nos vimos varias veces en distintos lugares y él siempre amable me saludaba y platicaba cuando podía.  Nunca creí que yo también le gustara a él.

Fueron pasando los años y como vivíamos cerca nos veíamos frecuentemente en la calle.  Platicábamos de cosas triviales, de estudios y amigos.  Me invitó a su graduación así como yo lo invite a la mía.  Nos considerábamos amigos.

Cuando empecé a trabajar decidí dejar de vivir con mi familia y alquilé una habitación a una cuadra de su casa.  Fue por casualidad, nada planeado.  El día que yo celebraba mis veinte años tenía una fiesta en mi casa y él de casualidad pasó por ahí.  Hacía tiempo que no lo había visto y por eso no lo había invitado pero le indiqué que pasara y se uniera a la fiesta.  A las dos horas los dos estábamos pasadso de copas y no sé ni como sucedió, quién sedujo a quién, pero la cosa es que nos empezamos a besar.  Los besos se fueron haciendo cada vez más y más calientes y encontramos un rincón en la casa donde podíamos acariciar nuestros sexos sin pudor y con mucho deseo.   Pero no llegamos a hacer el amor.

Me quedé con mis ganas mojadas y juraba que algún día él iba a tocar la puerta de mi casa para terminar lo que habíamos empezado, pero eso nunca sucedió.  Pasaron un par de años más en los que jugábamos a conquistarnos cada vez que nos veíamos pero todo se quedaba en palabras.  Después de esos dos años fue cuando lo empecé a perder.  Casi no lo veía y cuando lo hacía siempre andaba de prisa, sin tiempo o ganas de hablar.  Empezamos a distanciarnos cada vez más y más.

Después de no verlo por mucho tiempo alguien me contó que se lo había encontrado en un antro de mala muerte completamente drogado.  No sabía si creer la historia porque no había escuchado ningún rumor al respecto.  Empecé a averiguar y efectivamente, se había vuelto drogadicto.  Había dejado de estudiar en la Universidad y nadie sabía ni donde dormía o donde estaba porque se ausentaba por días, semanas y meses de su casa.  Su mamá lo lloraba y a su papá le daba igual.

Después de varios años de separación volvimos a entablar contacto por casualidad.  Nos encontramos en una ciudad que no era la nuestra, pero en la cuál yo vivía desde hacía unos meses .   Yo bebía un café mientras leía un libro cuando él pasó por el recinto y al verme había entrado y se había sentado a mi lado.  Yo no quería hablar de lo que era obvio, solo de verlo sabía que estaba drogado.  Me habló despacio preguntándome por fulano y por sutano, por mi vida y que hacía en esa ciudad.  Me pidió que lo acompañara a otro lugar a tomar un trago y lo hice más por amistad que por querer estar con él.  

Fuimos a un bar que tenía una terraza con una vista espectacular.   Eran un poco más de las cuatro de la tarde y aunque era verano había una brisa agradable.   Pidió una botella de ron y empezamos a beber.  Nunca habíamos hablado tan profundo como lo hicimos esa tarde.   Hablamos de su adicción, de cómo había empezado y de que quería salirse de ella pero que no se sentía lo suficientemente fuerte para hacerlo.  Yo lo aconsejaba y trataba de hacerle ver que había arruinado su vida hasta ese día pero que todavía podía hacer algo para recuperar lo que él era.   Al casi terminarnos la botella nos dio hambre, salimos del lugar y fuimos a comprar unos tacos con carne.  Nos reíamos de que el queso se escurría por las comesuras de los labios y de repente él empezó a limpiármelo con su lengua.  Nos besamos entre queso, carne, salsa y tortilla.

Fuimos a mi casa en la cuál también tenía una terraza sin antes pasar comprando más ron.  Ya había entrado la noche y mil estrellas más la luna llena nos acompañaba.  Subí el radio a la terraza y empezamos a escuchar canciones del tiempo cuando nos conocimos.  Esa noche René me pidió que fumara marihuana con él.   Quería saber de qué se trataba y porque él estaba adicto a ella y a las demás drogas así que acepté.  Sentí como el efecto se me subía a la cabeza y hacía que me sintiera muy liviana.  Comprendí que si uno tiene problemas esa era la mejor manera de no pensar en ellos.  Sentía que flotaba y que no importaba nada más que ese momento.  El efecto me pasó rápido y no quise decirle a René para que no me diera más.

Ya entrada la noche fuimos a dormir a mi cama.  Como cosa rara, con las ganas que teniamos de hacer el amor, dormimos abrazados, en ropa interior.   Al despertar  nos besamos y abrazamos más y luego nos despedimos. 

De esa noche ya habían pasado más de doce años.  Había soñado tanto estar en su habitación y hacerle el amor pero no sucedió nunca.

Y no iba a suceder.  René  había desaparecido para siempre.  Creo que esa noche en la terraza de mi casa se despidió de mí.  Ahora era otro.  Era él que estaba con los ojos cerrados a mis pies.  Coloqué la foto con cuidado en su lugar y me le acerqué, lo abracé, entrelacé mi mano entre la suya y cerré los ojos.



miércoles, 14 de noviembre de 2012

Nuestra elección después de una tragedia




En el reciente terremoto que azotó a Guatemala, una de las familias más afectadas fue la de Engelber  de Jesús Ramírez Castillo de 26 años.    Engelber perdió a su madre y a sus hermanas. Una sobrina sobrevivió a la tragedia pero resultó con las piernas quebradas, su casa quedó destruída y a Engelber le tuvieron que amputar una pierna ya que le cayó un paredón encima.  

Otra víctima del terremoto fue Iván Vásquez, de 18 años,  quién perdió a sus padres y hermanos y su estado de salud es débil porque se niega a comer.

Otro afectado fue Rómulo Vásquez Yoc, quién perdió a 10 familiares entre ellos su hijo, su hermano y la familia de su hermano. Entre los fallecidos habían ocho niños de 13, 12, 11, 9, 7, 5 y 3 años.  Estas víctimas murieron soterradas mientras extraían o acompañaban a los que extraían  arena blanca y piedra pómez para fabricar block.

Estos son ejemplos de tres de los sobrevivientes que en un poco más de treinta segundos su vida les cambió completamente.  Son casos extremos en los que una tragedia puede hacer que se pierdan familiares, cosas materiales y en el caso de Engelber hasta su pierna.

Los seres humanos a veces olvidamos que aunque planeamos y tenemos la vida de una manera, algo fuera de nuestro alcance puede pasar que cambiará completamente lo tenemos y conocemos dando un giro de 180 grados.  Y no me refiero únicamente a un desastre natural como un terremoto o un huracán sino que puede ser la muerte súbita de un familiar, un despido laboral, un divorcio, etc.

En el caso de Engelber, no solamente tiene que llorar la muerte de su madre y hermanas sino que tiene que seguir una terapia que durará meses para lograr caminar y al salir del hospital tendrá la incognita de donde vivirá porque su casa fue destruída.

En los países como Guatemala, la gente no cuenta con un seguro de vivienda, o seguro médico, o ahorros para reconstruir su vida.   Si se tiene suerte, a lo mejor el Presidente de Guatemala o alguna asociación o programa de ayuda le ofrecerá a Engelber la reconstrucción de su vivienda o a rehabilitarse como debe de ser.  Eso sera cuestión de suerte.

En el caso de Iván, a lo mejor estaba todavía estudiando  o tuvo la suerte de graduarse este año.  Ahora tiene que ver como se gana la vida además de ver como logra sobrellevar la muerte de su familia sin ninguna ayuda psicológica disponible. 

En el caso de don Rómulo, ya es una persona adulta que sabe valerse por si mismo.  Pero es muy probable que su trabajo consistía también en extraer arena blanca y piedra pómez de ese lugar del cuál ahora no es posible hacer.   Tendrá que buscar la manera de sobrevivir con otro trabajo y además sobrellevar la pena de la muerte de sus famliares sin ninguna ayuda psicológica disponible.

Estas víctimas serán olvidadas con el tiempo, como suele suceder después de que las cosas se enfrían y no son noticia.  Ellos tendrán que velar por si mismos.

Ayer me puse a leer un escrito de un famoso blogger de Estados Unidos, Dan Pearce, con el título:  Why I like messed up girls que se traduciría algo asi como “Porque me gustan las chicas complicadas”.

En el artículo Dan está contando que una de sus mejores amigas quiere que él tenga una chica buena, que siempre esté con risitas,  que esté lista para un picnic en el bosque y que no tenga nada de complicado o nada de maldad en ella.  La chica perfecta de las películas románticas, concluye Dan.

Pero él dice que le gustan las chicas que hayan tenido un pasado complicado, que están pasando por algún problema, o las que han tenido muchos retos en su vida.   El dice que se siente atraído por ese tipo de chicas porque él se siente cómodo, porque puede ser imperfecto, porque puede hacer cosas estúpidas y cometer errores y ellas no lo juzgarán duramente por ello, las que sepan los secretos más oscuros de él y no lo juzgarán o no dejarán de pensar que él no es atractivo para ellas solo por ello.

Estoy contando esta historia porque Dan ha dado en un punto muy importante que diferencia a una chica de la otra.  Cuando suceden tragedias fuertes como las que le sucedió a Engelber, Iván o don Rómulo, a ellos les quedan dos opciones:  1. Lamentarse, culparse, deprimirse, caer en apatía, creer que la vida no vale la pena y suicidarse, consumirse en el alcohol o drogas o simplemente morir en vida.   O: 2. Pueden lamentarse, culparse, deprimirse, pero levantarse, aceptar la derrota, aprender de la experiencia y salir adelante, hacer de su vida algo productivo y aceptar lo que pasó con valentía y echándole ganas.  

Las personas que optan por la segunda opción tienen una fortaleza de espíritu y mente que a la hora de que tengan que enfrentar una segunda, tercera o cuarta tragedia lo harán sin lamentarse y simplemente se harán más fuertes, sabios y serán felices con cosas pequeñas, naturales o que las demás personas no apreciarán de la misma manera.

En el momento de una tragedia es cuando se diferencian los valientes de los cobardes.  A todos en esta vida nos pasaron, pasan o pasarán tragedias.  Pero cada uno de nosotros decidimos como vamos a seguir viviendo y si vamos a dejar que lo que nos pasó tenga un efecto positivo o negativo.   Y eso lo podemos lograr sin ayuda de los demás.  Depende de nuestra fuerza de voluntad y nuestras ganas de sobreponernos a ello.

Un ejemplo mundial de como sobreponerse a una tragedia es lo que sucedió el 11 de septiembre del 2001 con las Torres Gemelas en Nueva York.  A nivel mundial nos afectó, en el momento que sucedió nos preguntábamos el por qué, muchas vidas se perdieron, los edificios completamente destruídos, desolación, desaliento, creímos que la tercera Guerra Mundial se nos venía encima y sobre todo nos sentimos vulnerables ya que un país primermundista como lo es Estados Unidos tuviera un ataque de esa manera. ¿Que sucedería con los demás países? 

Pero como la canción que el grupo Live interpretó para esa tragedia con el título “I will Overcome” (Sobreviviré), sobrevivimos, reconstruímos, sanamos las heridas y aunque quedaron cicatrices y recuerdos que no se olvidarán jamás, Nueva York y el resto del mundo siguió para adelante.

Así que en nuestras manos está el ser valientes o cobardes.   Mi mayor deseo es que Engelber, Iván, don Rómulo, los demás afectados de esta tragedia, tú, el resto del mundo y yo, elijamos ser valientes y nos sobrepongamos a cada una de las tragedias que tengamos con la frente en alto y haciéndonos fuertes.





Que Dios bendiga a todas las víctimas del terremoto de Guatemala.  Fortaleza mis hermanos.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Mi gente dice que se está mal en Guatemala pero...





En mi reciente viaje a Guatemala estuve escuchando a varios amigos y conocidos quejarse de la vida tan peligrosa y lo mal que se vive en la ciudad de Guatemala.  Me hablaron de que la criminalidad estaba peor que nunca y que se robaban a diario celulares, carros, etc.

Algunos de los “quejones” tienen carros entre los años 2007 y 2012.  Además, cuentan con sueldos por encima del sueldo promedio de Guatemala.  Al ir con ellos en el carro noté que andan con los vidrios abajo, sin el botón de seguridad en las puertas y sin cinturón de seguridad.  Solían hablar con su iPhone y/o Blackberry poniéndoselo al oído a la vista de todos.  Además algunos cargaban relojes de marca o anillos costosos. Me llamó la atención que no lo hacían sólo en zonas seguras como la zona 10 o 14 sino que también en la zona 1 incluyendo la 18 calle (la calle más peligrosa de Guatemala).  Al terminar de hablar, dejaban el celular cerca de ellos a la vista de todos.

También al estacionar el carro, evitaban estacionarlo en parqueos pagados, porque “muy caro” y lo parqueaban en la calle dejando el carro en manos de una persona X que cobraba Q.25 (US$3.17) por “mirarlo”. 

Por las noches bebían alcohol hasta hastiarse y estuve varias veces con choferes intoxicados que zigzagueaban por las calles de la ciudad.  En más de alguna ocasión estuve preguntando si no era mejor que yo manejara porque yo estaba menos “intoxicada” que ellos.   Una de las tantas veces una persona (mujer) me dejó manejar hasta mi casa para manejar el carro imprudentemente hasta la suya cuando yo ya le había ofrecido llevarla si tan solo me dejaba sacar unas cosas.  El estado etílico de esta persona era tan fatal que me contó pasó vomitando todo el día siguiente.

Me decían que la vida es muy cara, que la canasta básica está por las nubes, así que me imaginé que no les alcanzaba para otra cosa que comer.  Tuve la experiencia de ir a Pricesmart, donde se puede comprar al mayoreo azúcar, sal, frijoles, etc.  Mi sorpresa fue ver que la gente compraba electrodomésticos como una televisión con pantalla plana de 42 pulgadas, equipos de sonido, una vajilla entera, etc.

Pensé que a lo mejor era porque estaba en un lugar donde llega la gente de clase media alta pero luego estuve en la 6ta Avenida de la zona 1 paseando un domingo por la mañana.  En ese lugar llega la clase media baja.  Los veía a todos con sus bolsas de compras en los almacenes del lugar o comiendo en Burguer King o McDonalds.

También estuve hablando con una amiga, madre soltera, que no gana mucho dinero pero tiene a su hija en un colegio caro. Se quejaba de que apenas le alcanzaba el salario para terminar el mes. Le pregunté que por qué tenia a su hija en ese colegio y me dijo que quería que su hija tuviera buena educación.  Le pregunté que como medía ella si la educación en ese colegio era mejor que en un colegio que costara menos y se acomodaba mejor a sus posibilidades.  Su respuesta me dejó boquiabierta:  “Cuando sea adulta mi hija puede decir que estudió en ese colegio y sentirse orgullosa de ello”.  

En casi todos los lugares de la ciudad de Guatemala hay gente pidiendo limosna.  Estuve con varias personas almorzando o cenando en lugares a los que iba la clase media baja o alta.  Varias veces niños o personas mayores pedían limosna y se les ignoraba en todo sentido.  También cuando algún semáforo marcaba en rojo veía a varias personas haciendo malabares, prendiéndose fuego en la boca o vendiendo cositas.  En esas ocasiones mis amigos o conocidos cerraban los vidrios para no darles a nadie. 

En una de las ocasiones me apiadé de dos niños, uno de 9 y otro mas o menos de 5 años.  Era medio día y estaba almorzando con una amiga.  Mi amiga completamente ignoró a los niños y yo les pregunté si ya habían almorzado.  El mayor dijo que no y le pregunté si les gustaría almorzar con nosotras.  Mi amiga estaba visiblemente molesta pero no le quedó otra que aceptar con una falsa sonrisa que los niños se sentaran en nuestra mesa.  Yo empecé a hablar con ellos interesándome en sus vidas.  Mi amiga miraba el reloj o se ponía a chequear su Facebook y Twitter en el teléfono ignorando completamente a los niños.  Me fijé que uno de ellos apartaba un poco de su comida y le pregunté por qué lo hacia.  Me dijo que tenía otra hermana que también andaba pidiendo dinero y que tampoco había almorzado.   Le dije que no era necesario y que yo le iba a comprar otro almuerzo para que le llevara a la hermana.  A los tres minutos su plato estaba completamente vacío. 

Los niños estaban tan hambrientos que se sentaron tan solo 10 o 15 minutos de las casi dos horas que estuvimos ahí con mi amiga.   Cuando los niños se marcharon (con el almuerzo para la hermana) mi amiga me dijo:  “Por eso es que no progresa Guatemala”.“¿Perdón?” le contesté curiosa de la respuesta que me iba a dar.  Me dijo:  “Si uno les da a esos niños nunca van a hacer nada para trabajar o valerse por si mismos”. Al indicarle que yo no les había dado dinero sino que comida me dijo:  “Si pero así se mal acostumbran”.  Le pregunté:  “¿Prestaste atención a lo que los niños y yo hablamos?” y me dijo que no.  Así que le dije:  “El mayor me indicó que iba a la escuela y yo le recalqué la importancia de estudiar.  También le dije al de 5 años que en cuanto tuviera edad que lo hiciera.  El me indicó que su mayor deseo era aprender a leer y escribir.  Les conté que yo también era muy pobre pero que con perseverancia y dedicación llegué a vivir a Holanda y estoy trabajando en una de las mejores empresas del mundo.  Los hice prometerme que iban a estudiar.  Puede que no lo hagan puede que si, pero ese fue mi granito de arena para esos niños”.  Mi amiga no dijo nada más.

Al viajar al interior de Guatemala, el escenario es totalmente distinto al de la ciudad.  Ahí si que se palpa la pobreza y el abandono.  Ahí si que se ve que la canasta básica es difícil de conseguir.  Estuve hablando con un par de personas que me contaban que por día consiguen Q.20 (US$ 2.55) para sobrevivir y que cuentan con familias numerosas.  Uno de ellos me contó que venía de un pueblo al otro lado del lago de Atitlán.  Tenía un familiar en Panajachel y se quedaba a dormir ahí toda la semana para juntar unos quetzales (moneda de Guatemala) vendiendo mango verde y naranjas para ir el lunes o martes a su casa a darle los quetzales a su esposa y cinco hijos.  Me contó que su esposa se quejaba de que solo lo veía un día a la semana y que los niños crecían sin su padre y él me dijo: “ ¿Qué puedo hacer yo seño?  En mi pueblo si que no hay nada de trabajo.  Yo necesito venir hasta acá para trabajar y darle de comer a mis hijos”. 

Alrededor del Lago Atitlán se ve tanto niño desnutrido agarrado de las faldas de sus madres mientras ellas tratan de vender cosas típicas a turistas.  Me llamó mucho la atención ver también gente que debería de haber estado pensionada hace varios años vendiendo fruta, cosas típicas o pidiendo limosna. 

Tuve la oportunidad de tomar tres buses al interior y estar entre la gente de pueblo.  En uno de los buses entablé conversación con una señora que vendía tortillas.  Iba con sus hijos gemelos.  Le faltaba tres dientes pero nunca dejo de sonreirme. Me contaba que todos los días tenía que viajar desde Los Encuentros hasta Panajachel para poder vender sus tortillas.  En realidad solo es una hora de ida y otra de regreso pero tiene que tomar dos buses y pagar por ella y sus gemelos porque no hay quien los cuide.  Le pregunté que por qué hacia ese viaje y me dijo que ya tenía clientes que le compraban tortillas todos los días.  Me preguntó que de donde yo venía y le dije que yo había nacido en la ciudad capital.  Me dijo:  “Mi mayor deseo es ir un día a la ciudad.  Nunca lo he hecho y quisiera hacerlo antes de morirme”.  Esta frase me impactó mucho.  Su deseo era ir a la ciudad capital de Guatemala.  No a Miami, no a Nueva York, no a Paris, sino que a la ciudad capital de Guatemala.

Creo que en mi país la percepción del mundo se basa en lo que cada quien entiende como necesidad.  La mayoría de la gente del interior del país busca sobrevivir, tener los alimentos básicos que para ellos que cuentan con familias numerosas, que no han ido a la escuela y  que tienen trabajos poco renumerados (rozando a lo ridículo) es difícil de obtener.  En cambio la mayoría de la gente de la ciudad capital basa sus necesidades de acuerdo a lo que es bien visto en la familia, de acuerdo a lo que no pueden comprar (lujos o viajes) y de acuerdo a lo que el vecino tiene. 


He de decir que no todos los de la ciudad son de clase media alta.  Hay una gran mayoría que es de clase media baja y que tienen trabajos pocos renumerados y viajan en buses urbanos.  Pero también noté que esta gente anda con celulares iPhone y/o Blackberry.  En los buses suben a robar las maras (las bandas criminales en Guatemala).  ¿para qué andar con un teléfono caro en un bus si se sabe que pueden robárselo? 

Asi que si, estoy de acuerdo que estamos mal en Guatemala.  De eso no hay duda.  Quejémonos de ello mientras viajamos en la ciudad capital en nuestra Suburban con los vidrios abajo demostrando el Rolex que nos compramos en Miami. Así lograremos cambiar las cosas y tener un mejor país.