lunes, 28 de marzo de 2011

El Sacrifio de Milena

Ella se mecía al ritmo de la marea de aguas cristalinas que tenía a la vista.  Sus pies mojados jugaban distraídos.  El olor a mar vivo se impregnaba en el ambiente.  Al horizonte se veía al sol escondiéndose sigiloso. Miles de gaviotas chillaban y bailaban al compás de las olas.  A pesar de que todo el paisaje compartía calma y serenidad el corazón de Milena estaba en desasosiego.

Hacía muchos años que había cruzado en avión este mismo mar en busca un futuro mejor.   Guatemala la cobijó y le vió crecer pero nunca pudo darle una estabilidad financiera ni laboral.  Los padres de Milena hicieron lo que pudieron por sacarla adelante.  Se enamoró muy jóven de un hombre casado que le prometió el cielo y la tierra y lo único que atinó fue engendrarle un hijo.  Así que con veinte años ella se encontraba sola y con un niño al que criar.  Al momento de que la criatura nació, ella se llenó de ese amor incondicional que trae el lazo natural de una madre con su hijo. Ella quería lo mejor para él y no sabía como proporcionárselo. Carecía de dinero, trabajo y apoyo de una mano derecha que la cuidara a ella y al bebé.  Así que en un momento de desesperación decidió emigrar hacia el Norte soñando con un futuro mejor. 

Tuvo suerte y consiguió la visa americana en un abrir y cerrar de ojos.  Prestó dinero acá y allá y decidió partir dejando lo que más quería en manos de sus padres.  Cuando se despidió, abrazó a su hijo de tal manera que parecería que nunca lo iba a volver a ver.  Su mayor anhelo era trabajar duro y al cabo de un par de años lograr llevárselo a él también. 

Desde la ventana del avión divisó el mismo mar de ahora.  Al percatarse de su inmensidad le pidió un único deseo:  Reecontrarse con su hijo lo más pronto posible.

Encontró trabajo rápido y envió el dinero prometido puntual a sus padres.  Llamaba por teléfono cada vez que podía y escuchaba como su hijo crecía en conocimiento y aptitudes.  Escribió mil cartas y envió millares de regalos. Trabajaba desde el amanecer hasta el anochecer seis días a la semana sin cansancio. Con todo el esfuerzo, no logró cambiar su estatus ilegal en ese país. Por lo mismo no podía traer a su hijo consigo. Y mientras tanto ya había pasado una década desde la última vez que había visto a su hijo.

Incansable le reclamaba al mar.  Cada vez que podía se acercaba a él para reprocharle el no poder tener a su hijo con ella.  Quería nadar hacía el infinito para estar con su hijo.  Tenía la incertidumbre de cómo seguir su vida.  Si se quedaba podía seguir pagando para la educación y comodidades de su hijo.  Si se iba de regreso lo tenía a él pero no podía brindarle lo que a él le hacia falta.  Y así pasaba los días suspirando en agonía sin saber que hacer.

Sufría de ataques de ansiedad y pánico. Tenía insomnio y lloraba sin parar. No se consolaba en vivir sin él. Se mortificaba pensando en todos los años que perdía abrigando esperanzas y cuántos más tenía que seguir así.  Había intentado por todos los medios traerlo consigo pero no lo había logrado.  La disyuntiva de tener que vivir sin él para proveerle una mejor vida o estar con él y vivir pobre era la que la hacia perder la cabeza y pensar en cosas inimaginables.  Así que para recobrar la cordura recorría al mar y le culpaba de todas sus desdichas. 

Ese día en particular había llamado a su hijo. Lo notó tan indiferente y distante que le entró un gran temor: de que él se estaba olvidando de quién en realidad era su madre. Al terminar la conversación lo había escuchado llamar a su abuela mamá  y eso le hizo un nudo en la garganta.  El corazón de Milena se había contraído y se hallaba dañado.  Se daba cuenta que el tiempo no perdonaba y había logrado hacer que su hijo se empezara a olvidar de ella.  Ese día no tenía reclamos al mar.  Ese día se daba cuenta que el sacrificio de darle lo mejor a su hijo tenía precio.  Ella sabía que madre es quien cría y no quien engendra.  Así que con el pecho compungido y entre lágrimas y lamentos tomó la decisión más difícil de su vida que compartió con su viejo amigo el mar: seguir proveyendo y aceptar la distancia entre ella y su hijo.   En alguna otra vida su esfuerzo se compensaría.

lunes, 21 de marzo de 2011

No Puedo Decirte Adiós

Me fumo el tercer cigarro en 15 minutos. Tengo que dejar de fumar. “Fumar es dañino para la salud” se lee en la cajetilla de cigarros que tiro lo más lejos de mí. 

Se refleja mi cuerpo en la ventana de cristal del bar a donde he venido.  Nada mal.  Este vestido color vino tinto me sienta fenomenal. Me hace ver más delgada de lo que soy y el busto se me ve más prominente.  No es por nada pero me veo muy sexy.  Y estas sandalias de tacón alto le dan un toque felino. Cruzo la pierna para dar el toque final.  Los aretes y la pulsera de diferentes tonos rojos hacen juego con el vestido.   Saco el espejo de mano y  me veo por cuarta vez.  La verdad que hoy estoy matadora con este maquillaje de película que me he puesto.  El delineador de ojos me hace ver como una hechicera y el pintalabios del mismo color que el vestido me queda de maravilla.  Me acomodo de nuevo el cabello.

Si es que pareciera que voy a una fiesta o que estoy a punto de tener la primera cita.  Pero no, la verdad es que vengo a terminar mi relación con Javier.  Quiero que me vea lo más guapa posible para que se quede con un sabor amargo en la boca para cuando le diga adiós. Pero el sabor amargo lo tengo yo ahora así que me tomo un sorbo del vino y lo trago con ansiedad.

No es que no lo quiera ni esté enamorada de él. Lo amo con pasión incontrolable.  Pero él no me da lo que quiero.  Le hablo de responsabilidad y se burla. Le digo que quiero pasar más tiempo con él y me dice que los dos días que pasamos juntos a la semana son suficientes.  Quiero verlo un sábado y me dice que ya tiene planes.  Después de cinco años de relación como que ya es hora de que vaya a más, pienso yo.  O al menos eso es lo que quiero.  Pero él no parece querer lo mismo que yo.   O más bien dicho: No le interesa el tema.

Veo de nuevo el reloj y noto que Javier está atrasado ahora 9 minutos con 47 segundos.  Siempre hace lo mismo. Ni siquiera en eso es conciente.  Yo soy una mujer bonita, inteligente, educada.  No merezco el trato que él me da.

Ahora lo veo venir a través de la ventana de cristal.  Como hace buen clima ha decido venir en moto.  Que guapo se ve con esa chaqueta de cuero café.  Se acaba de quitar el casco y se acomoda el cabello dejando ver esas bellas facciones que me hicieron enamorarme de él.  ¡Si tan sólo no le quisiera tanto! Me chequeo en el espejo por última vez y lo guardo para que no sepa que me he vestido así a propósito.

-          ¡Hola mi amor! Que bella estás hoy.  Perdón por la tardanza – me dice dándome un beso descuidado.
-          Hola
-          ¿Empezaste a fumar de nuevo?
-          Si
-          ¿Desde cuándo?
-          Desde hoy

Evito verle a los ojos.  ¡Si supiera a que ha venido acá! Y mientras él pide distraído al camarero lo que quiere beber lo observo.  Hasta donde estoy sentada me llega el olor a la colonia que siempre usa, la famosa Calvin Klein. Que rico que huele.  Al quitarse la chaqueta de cuero deja ver esa camisa que tanto me gusta color azul oscuro.  Se la regalé para su cumpleaños.  La camisa le hace juego con los ojos y los hace verse más azules de lo que son.  Su cabello rubio oscuro hace juego con ellos.  Sus manos grandes y dedos largos me hacen extremecer de recordar cuántas veces se han posado en mi piel y hacerme sentir cosas que nunca soñé. Me estoy dejando llevar de nuevo por los recuerdos felices. Tengo que concentrarme y pensar en lo que voy a hacer.

-          Y entonces ¿para qué me querías ver con tanta urgencia?  Sonabas muy seria por teléfono.
-          Espera a que te traigan la bebida.  No quiero que el camarero escuche la conversación.-  Le digo viendo hacia la que se ha hecho mi amiga, la ventana del bar.  Quiero evitar verlo a los ojos lo más que puedo.

Apago el cigarro con la mano derecha y en un descuido me coge la izquierda y la deposita entre sus manos.  Me mira profundo a los ojos mientras me da un beso delicado en ella. Yo lo veo de reojo porque no quiero toparme con esa mirada clandestina ¡Espero que deje de hacer estas cosas porque me debilita!

El camarero trae su bebida mientras yo nerviosamente busco en mi cartera algo imaginario que no puedo encontrar.  Se hace difícil disimular.

-          Bueno linda, ya tengo mi bebida. De que se trata todo esto.
-          La realidad es que no se como comenzar.- Le digo revolviéndome en la silla y tomando un gran sorbo del vino.
-          Anda, tanto misterio. Dilo de una vez.
-          Tu sabes que te quiero mucho y sabes lo que siento por tí. Pero no estoy contenta con nuestra relación.  Creo que sería mejor que...terminaramos

Se me queda mirado con una cara de desconcierto para luego sonreir y luego reir a carcajadas.

-          ¡No estoy bromeando Javier! Te he dicho miles de veces que quiero que profundicemos en la relación, que quiero ir al siguiente nivel y no sucede.  ¡No voy a esperarte toda la vida!
-          Perdón por la risa pero me parece que estas exagerando un poco.- Me contesta besando mi mano nuevamente.  Intento soltarla de entre sus manos y no me deja.
-          No estoy exagerando, es la verdad.  No quieres verme más seguido, no quieres comprometerte conmigo ni mucho menos casarte.  Quieres seguir la relación como la llevamos pero después de cinco años yo ya me aburrí de lo mismo de siempre.
-          Tontita ¡claro que quiero estar más en serio contigo! pero no pienso que sea el momento adecuado para hacerlo.
-          ¿Y por qué no?
-          Porque estoy muy ocupado con mi trabajo.  Acuérdate que últimamente las responsabilidades han aumentado y tengo varios proyectos entre manos.  Si todo sale bien tengo la promesa de obtener un cargo superior.  Tengo que demostrarle a mi jefe que soy capaz de hacerlo.
-          Lo mismo me dijiste hace un año Javier.  Siempre es lo mismo.  ¡Para ti es más importante el trabajo que la relación!  Yo  ya no estoy para esto.
-          ¿Te gustaría casarte y vivir en una casa bonita y grande, un carro lujoso y tener muchas comodidades?  Eso es mi meta.  Quiero llenarte de todas esas cosas lindas que te mereces y estar a la altura de tu belleza
-          La verdad es que no me importaría vivir en la miseria, aunque se que eso no pasaría ahora, pero la cosa es estar contigo, formar una familia y que duermas a mi lado cada noche.  Ese es mi mayor anhelo.
-          Mi amor, te lo daré te lo prometo, sólo dame más tiempo
-          ¿Cuánto tiempo más necesitas Javier?
-          No lo sé…

Cojo la cajetilla de cigarros de nuevo y saco el cuarto en un día. La verdad es que pensar en fumarlo me da asco pero al mismo tiempo sé que no puedo dejar de hacerlo.  Lo enciendo.  Mi pie derecho se mueve incontrolablemente y yo respiro profundamente y trato de calmarme. Sé que estoy perdiendo el tiempo con Javier.  Lo espero un año, dos o tres y siempre será lo mismo.  Tengo que ser fuerte y terminar la relación de una vez por todas. Tomo un buen sorbo del vino mientras trato de aclarar mis pensamientos.

-          Mi amor, ¿Cómo crees que me puedo alejar de ti? Eres la mujer de mi vida.
-          Javier ¡Ya basta! Si lo fuera no me sentiría tan miserable con lo poco que me das.
-          Ten un poco de paciencia preciosa, tendrás lo que me pides y más – Me dice tomando mi barbilla con su mano.  Se acerca a darme un beso.  Me aparto.  Quiero y no quiero besarlo.  Odio estar en esta situación.
-          Tengo algo para ti.
-          Javier ¿No entiendes?  Estamos terminando.
-          Yo no estoy terminando, eres tú la que está con esa idea loca, pero te prometo que después de que veas lo que tengo para ti no querrás terminar nunca.
-          ¿Qué es?
-          Tienes que venir conmigo para enseñartelo.
-          Yo no me monto en esa moto y mucho menos con este vestido.
-          Tomas el taxi, yo te lo pago.
-          No quiero.
-          Vamos cariño, es algo que mandé a hacer especialmente para ti.  Me ha tomado meses encontrar donde hacerlo y que lo hicieran a tu medida. Lo he diseñado junto con el dueño de la tienda en la cual lo compré. Le he hablado tanto de ti que seguro hasta él se ha enamorado.  ¿No me dejarás devolverlo avergonzado porque no lo quieres, o si?  Es de tu estilo y jamás a alguien le quedaría tan bonito como a ti.

Apago el cigarro a medias en el cenicero.  ¿Qué será lo que me compró Javier?  ¿Será el abrigo que tanto le he pedido? ¿Un anillo? ¿Un collar? Ahora mi mayor deseo es ver el regalo que terminar con él. Y continúa besándome la mano.  Ahora me ve con esos ojos implorantes que me hacen flaquear.  Sonrio a medias y me muerdo el labio inferior. Ahora junta las manos para implorarme.  Me hace sonreir aún más. Se acerca el camarero a preguntarnos si queremos algo más.

-          ¿Quieres terminar esta conversación y ver lo que te compré?

¡Maldita Sea! Ahora me toca a mi decidir.  ¿Qué es lo que realmente quiero?  ¡Enfócate por una sóla vez!  Y los segundos que me tomó decidir parecieron horas mientras tenía dos pares de ojos mírando a través de mi escote.  ¡Hombres!

-          Traíganos la cuenta por favor.- Digo, arrepintiéndome en el mismo instante en que lo dije.

lunes, 14 de marzo de 2011

La respuesta a tu carta



Estimada Karina,

He leído tu carta detenidamente y reflexionado mucho antes de contestarla.

Amiga mía, para mí, tú eres como un árbol.  Y ahora te voy a explicar el por qué:

Es cierto que tus enfermedades te han agotado físicamente pero tu espíritu ha crecido y madurado. Conozco a muchas personas que se enferman y se quejan toda la vida y al hablar con ellos te dejan un vacío como si nunca hubieran existido.  Contigo no sucede igual. Físicamente te encuentras débil pero interiormente te haz mantenido como un árbol grande con raíces fuertes.  Cada enfermedad es una raíz que se adhiere más a la vida y hace que pases las pruebas más duras con dignidad y perseverancia.

Quiero contarte lo que sentí en el momento que te conocí.  Yo era la nueva de la compañía y nuestra jefa me había dicho que aprendería mucho de tí porque tú te las sabías todas.  Recuerdo el momento en que entraste al edificio.  Yo me encontraba en la recepción y pude observar tu entrada paso a paso.  Saludaste primero a cada uno de los guardias de seguridad, les preguntaste por su salud y si se encontraban bien.  Luego saludaste a la señora de la limpieza con un gran abrazo.  Hacías bromas y saludabas a cada persona que encontrabas a tu paso: al ingeniero, a la secretaria, al del Departamento de Compras, al Gerente de Recursos Humanos, para luego saludarme a mí. 

Nunca se me va a olvidar la gran sonrisa que te caracterizó desde el primer instante.  Tu personalidad y entusiasmo acapararon la atención de todos y reinaba en el lugar.  Todas las personas que encontrabas a tu paso recibieron un poco de ese calor que emanas con tu ser.  Eras como la flor de ese árbol que ya te he mencionado, que crecía poco a poco hasta llegar a florecer en todo su esplendor. 

La huella que has dejado en mi alma desde ese día es única.  Siempre haz estado ahí para cuando te he necesitado, no importando a qué hora te llamara, cuándo lo hiciera, o a dónde te pidiera que fueras urgentemente.  Esto que te digo lo puedo comparar cómo el olor a esa flor que se ha quedado impregnado por años en todo mi ser.  Un olor que nunca podré olvidar.

Cierto que no puedes trabajar como antes, pero tampoco te mantienes sin hacer nada.  Haz hecho manualidades que han recorrido el mundo entero, porque las has vendido a turistas que vienen de paso por el Puerto.  Y yo admiro las cosas que esas manos tan delgadas y finas pueden hacer.  Las comparo con las ramas del árbol que crecen tímidamente hasta llenarse de hojas y frutas.

De tu ex esposo puedo decir que recuerdes los bellos momentos que pasaron juntos.  Lo que te hizo amarlo y compartir a su lado por algunos años de tu vida.  A partir del momento en que todo fue mal no lo veas como una derrota sino lo que hizo fue echarle agua y abono a esas raíces de tu árbol, porque te ha hecho fuerte y madurar cómo no lo habías estado antes. 

De tu padre, he de decir que ha sido el jardinero que ha cuidado a ese árbol con dedicación ferviente.  Lo ha podado y cuidado cómo al más querido. Lo ha cobijado en los días de invierno, soledad y confusión.  Tu padre se ha hecho fuerte junto contigo y el amor que hay entre ustedes dos es lo que hace de tu árbol crecer cada día más y sobresalir ante a los demás.  Nunca pienses que a él no le gusta su trabajo porque lo hace sin ningún titubeo o queja.

Tus amigos verdaderos estamos ahí siempre que nos necesites.  En las buenas y en las malas, en la calma y en la tormenta, en el cielo y el infierno.  Míranos como los ayudantes del jardinero que podamos tus ramas y quitamos las hojas secas y limpiamos la maleza que está a tu alrededor, para que ese árbol hermoso siga creciendo derecho.

Dios, está ahí siempre para tí.  No lo reniegues ni pierdas la fé.  Acuérdate que él obra misteriosamente y aunque no comprendas el por qué de las pruebas en este momento, ha envíado a ángeles terrestres para cuidarte. También tienes a tu ángel de la guarda para que ilumine tu camino y te haga recordar que aunque se sufre no hay que perder la fé en El. Ese ángel de la guarda es tu mami que está ahí en el cielo guiándote y cuidándote de cerca.  

Lo que me pides amiga, va contra la voluntad de Dios.  No puedo tomar la vida de alguien porque eso me convertiría en pecadora y faltaría a los Mandamientos de Dios. 

Estás atravesando unos días de tormenta en los cuáles hay lluvia, relámpagos, truenos, y a lo mejor una que otra rama de tu árbol se quebrará y te hará llorar y sentir mucha tristeza.  Te sientes sin fuerzas y crees que no habrán días mejores. Pero te prometo que muy pronto vendrá el día en que la tormenta se acabará y no sólo brillará el sol sino saldrá un arcoiris que te hará verte a ti misma como el árbol que te describo: en todo su esplendor, pureza y magnificencia y te darás cuenta de lo mucho que has crecido en tu interior y exterior y el ejemplo que ya eres para otros árboles en crecimiento.

Toma mi mano que acá está para tí. Tan sólo tienes que alcanzarla cuando quieras.  ¡Arriba ese ánimo! ten fé y verás que eres una de las personas más bellas que hay en este mundo.  Nunca cambies.

Te envío un abrazo fuerte que te daré en cuánto te vea.

Te quiere,

Luz


Dedico esta carta a una amiga muy especial.  Tú sabes quién eres y sabes que todo lo que escribo acá lo escribo con el corazón.  Te admiro y te amo mucho.  Feliz Cumpleaños.

lunes, 7 de marzo de 2011

Carta a mi mejor amiga

Estimada Luz:

Te escribo estas líneas para decirte que ya no puedo más y necesito tu ayuda.  Esta agonía de las enfermedades que tanto he padecido ya es insoportable.  El problema hormonal que me acompañó desde mi aletargado nacimiento ha hecho que ahora padezca de los riñones, de la vesícula, de los intestinos, del corazón y ahora hasta tengo un zumbido desquiciante en el oído que no se va con nada.  Y estoy como siempre, yendo a doctores, especialistas, exámenes y hospitales.   Me inyectan a diario.  Me sacan sangre a cada dos por tres.  No tengo idea de lo que es ser una persona sana pero es lo que más anhelo.

He perdido la fuerza.  Estoy pesando la mitad de lo aconsejable, no tengo ganas de comer.  No puedo verme al espejo.  Mi figura esquelética me da escalofríos. Tengo la necesidad de ir al baño cada media hora.  Vomitar se ha vuelto una costumbre. Con decirte que procuro no salir a la calle porque no quiero asustar a la gente.  Como vivo sola y con el zumbido en el oído prefiero dormir todo el día.  Duermo y sueño con una vida sana y feliz, con una vida llena de alegría, con una familia e hijos.  Pero al despertar me enfrento una vez más a mi realidad  y lloro en silencio. 

¡Si tan siquiera pudiera trabajar! Me daría un incentivo para vivir.  Porque es difícil despertarse por la mañana con dolores necios, zumbido mezquino, sueños podridos.    Y lo peor de todo es la soledad. ¡Maldita compañera! Sé que no te gustará lo que voy a escribirte pero preferiría estar todavía con el imbécil de mi ex marido que aunque me trataba como a un perro callejero me hacia compañía.  Ninguno de mis amigos tiene tiempo para estar con una inútil enferma como yo.  Los pocos hombres que se me acercan se asustan de inmediato y corriendo se alejan.

Y de hijos ni hablar.  Hace poco descubrí que me quitaron la matríz en una operación y a mí no me consultaron.  Me gustaría tanto tener uno pero al mismo tiempo pienso en que no sería nada bueno para un niño crecer con una madre enferma.  Así que poco a poco estoy aceptando la desdicha que no los puedo tener.

Le reclamo a Dios por todo lo que he tenido que vivir y no recibo respuesta.  Estoy empezando a dudar de su existencia.  ¿Para qué me trajo a este mundo sino es para sufrir?  Yo no debí de haber nacido.  Soy un error en el cálculo de la vida.

Si tu pudieras ver a mi pobre padre, siempre que me acompaña a algún hospital o a algún especialista, le veo en su mirada una chispa de esperanza.  Cuando recibe una respuesta negativa (como siempre) sé que llora en silencio.  Nunca me dice nada pero puedo reconocer su inmenso dolor.   Sé que se siente culpable por haberme traído a este mundo tan sólo a sufrir.    ¡Si tan sólo todavía viviera mi madre para consolarlo!  Pero no, Dios también fue cruel al llevársela a ella hace tantos años atrás de un cáncer.

Por todo esto descrito en un grito ahogado estoy pidiendo tu ayuda.  Quiero que me ayudes a morir.  Quiero que me digas que puedo irme de este mundo para calmar mi sufrimiento. De rodillas te pido que me ayudes a quitarme la vida.  Necesito planear mi muerte.  El día y la hora. Pienso que lo más fácil sería tomarme de una vez por todas todos los calmantes que me han recetado. Puedes estar ahí para cuando los tome.  Te necesito a mi lado.  Quiero que me veas partir y que veas esa sonrisa que se me dibujará en el rostro al dejar este mundo y pasar a mejor vida.   Así dejo de ser una carga para mi familia y para mi misma. 

Sé que es algo muy grande lo que te estoy pidiendo, pero tú eres mi mejor amiga y tampoco quiero seguir haciéndote sufrir a ti también.  Sé que te preocupas por mí y a pesar de que tú tienes tus propios problemas con los que lidiar, siempre estás ahí para cuando te necesito. 

Pero principalmente hago esto para dejar de sufrir yo, porque nadie puede comprender lo que yo siento en mi interior.  Mi vida es una carga pesada la cuál yo no he pedido y con la cuál quiero terminar.

Espero tu respuesta amiga, sé que no me vas a fallar.

Un abrazo,
Karina.


(Respuesta a esta carta será la próxima semana)