jueves, 27 de junio de 2013

Hojas Secas






Las hojas secas caen bailando al compás del viento.  Verdes, marrones, rosadas, no importa, todas ellas coquetas se acomodan en el suelo, saltan, dan vueltas, levantan el vuelo, juegan a esconderse, regresan, caminan, corren, descansan.

Las que se quedan pegadas a los arbustos y árboles tímidas las observan, celosas, pasivas, sintiendo la cosquilla de ser libres como ellas, las envidian, quisieran soltarse de donde están pero no se atreven.  Sueñan, se hamaquean, acuchichean mientras que las otras ríen,  bailan, las ven y las llaman...

miércoles, 19 de junio de 2013

No Quiero Tener Hijos ¿Y Qué?




La sociedad nos enseña que tenemos que estudiar, enamorarnos, casarnos, tener hijos, comprar una casa, comprar un carro, etc.  Lo puedes ver en los amigos de tu edad, casi todos se casan al mismo tiempo, casi todos tienen hijos al mismo tiempo y los que no quieren hacerlo se sienten perdidos porque sus amigos, siguen las reglas del juego. 

Las mujeres, sobre todo, sienten la presión de seguir las normas de la sociedad a cabalidad.  Si están solteras les preguntan:  ¿Cuándo vas a tener novio?  Si tienen novio: ¿Cuándo te casas?  Si se casan: ¿Para cuándo el primer hijo?, etc. 

En Latinoamérica hay pocas mujeres que quieren dedicarse a su carrera y dejan lo del matrimonio y los hijos para después.  Estas mujeres son las más presionadas por familiares y amigos para casarse y tener hijos, en especial si sobrepasan los 30 años.

Yo soy soltera y tengo treinta y ocho años.  Para los estándares Latinoamericanos a mí ya me dejó el tren (o sea que ya no me casaré ni tendré hijos nunca).  Para los estándares Europeos todavía podría tener un hijo (talvez dos) pero tengo que apresurarme porque ya voy llegando a los cuarenta años.   Tengo amigos y familia que me han hablado al respecto y hasta me han aconsejado que debería de tener un hijo sola.  Yo tuve instinto maternal por tres años.  Ese instinto maternal fue a raíz de las circunstancias que me rodeaban en el momento (todos mis amigos, casi al mismo tiempo, estaban teniendo hijos).  Analizando profundamente el por qué no he tenido un hijo es por una razón sencilla: No he encontrado a la persona indicada con quién tenerlo.  Yo crecí sin padre y con limitaciones ya que fui extremadamente pobre.  Mi madre trabajaba más de 40 horas a la semana para recibir un salario que más o menos alcanzara para mantenernos a mi hermano y a mí.  

No solo éramos de una familia de clase pobre sino que mi madre tenía un problema: gastaba más dinero del que tenía.  Recuerdo a mi madre pedirle prestado dinero a quien fuera con tal de pagar todo lo que necesitaba.  No era porque no le alcanzaba el salario sino que también por las decisiones que tomaba con respecto al dinero.   Como trabajaba tanto, yo pasaba muchas horas sola o con mi hermano y eso hizo que me criara sola.

Al ser adulta decidí que si iba a tener hijos lo iba a hacer con una pareja con la que juntos planeáramos y quisiéramos hacerlo para apoyarnos emocional y económicamente.   Ahora, como mujer moderna y soltera, podría tener un hijo por inseminación artificial.  Pero vivo en un país en el que no tengo familia que me apoye.  Al tener un hijo sola tendría que velar por mí misma y por él 24 horas los 7 días de la semana.  Es fácil decir:  “Pero ese hijo te traerá felicidad” ,“embarazarse y sentir al hijo crecer en tu vientre es lo más hermoso del mundo”, “cada vez que te sonría sabrás que los sacrificios que has tenido valen la pena”, "con que le des amor es suficiente".  Pero a la hora de la hora ¿Quién me va a apoyar cuando mi hijo (a) se enferme?  ¿Qué sucederá si yo me enfermo?  ¿ Qué tal si necesito comprar algo de emergencia y no tengo el dinero, a quién voy a acudir?  ¿Y si me quedo sin trabajo?

Por esas y muchas preguntas más sin obtener una respuesta que sea afirmativa o positiva, he decidido que si en estos últimos años que me quedan antes de llegar a los cuarenta (o aún después de los cuarenta) no encuentro al hombre de mi vida, no pasa nada, puedo vivir sin hijos, estaré bien, no me moriré.  Tampoco se acabará el mundo si no lo hago.  Prefiero estar sola que traer a un niño a vivir con limitaciones o solo con su madre sin conocer a un padre.  La razón principal es que quiero darle a mi hijo (a) mejor vida que la que tuve en mi niñez.

Pero al parecer soy solo yo la que está tranquila con esa decisión.  Mis amigos y familiares me dan discursos sobre anatomía humana o de las virtudes de tener hijos.  Y mientras me lo dicen sus hijos están alrededor de nosotros llorando, pataleando, haciendo berrinches y escucho los gritos de ellos tratando de calmarlos.  Si veo eso, menos ganas me dan de tener hijos.

Tengo amigas que tienen pareja y de mi edad.  Y las presionan igual que a mí por no tener hijos todavía.  Pero son ellas las que no quieren.  Se sienten bien así como están, tan solo con el esposo o novio.

Y yo me pregunto:  ¿A los demás qué les importa?  ¿En qué les afecta su vida si no tenemos hijos?  Lo puedo entender de mi madre por ejemplo: no le daré el gusto de tener un nieto de mi parte.  Pero ella ya tiene una nieta de parte de mi hermano.  ¿No es eso suficiente?   

Una amiga mía que tampoco quiere tener hijos me dijo:  “Lo único que me preocupa es que cuando seamos viejitas no tendremos nietos que nos alegren los últimos días de nuestra vida”.  

Yo tengo “sobrinos postizos”.  Varios de los hijos de mis amigos me llaman “Tía”.  Una de las hijas de mi mejor amiga hasta me incluyó en un collage que hizo de su familia.  Así que pienso que si tengo sobrinos postizos también podré tener nietos postizos. 

Así que a todos esos amigos y familiares que quieren que tengamos hijos les digo:  Déjennos en paz.    Preocúpense por sus hijos ya que algunos de ellos carecen de suficiente educación, afecto y/o comprensión. 

martes, 11 de junio de 2013

Eli B.






Antonio estaba leyendo una página cualquiera en la internet cuando leyó un poema escrito por Eli B.  El poema fue tan bellamente elaborado que era como si hubiera sido escrito para él.  Hablaba sobre una persona solitaria que llevaba mucho tiempo en esa situación.  Era melancólico y triste pero a la vez lleno de esperanza y ansias de que un milagro sucediera.   

El nombre Eli B. no le decía mucho.  Podía ser hombre como mujer.  Antonio deseaba que fuera mujer.  Empezó a investigar por la internet quién era Eli B.  Envió algunos correos electrónicos para obtener respuesta.    Se enteró que Eli B era mujer y que vivía en Costa Rica.  Antonio vivía en Guatemala así que Costa Rica le quedaba cerca. 

Alguien le escribió de regreso y le contó que Eli B. tenía su propio blog y le dio el enlace del mismo.  Antonio, entusiasmado, empezó a leer cada uno de los poemas del blog y mientras más leía más se interesaba en saber de Eli B.  Parecía que los poemas habían sido escritos para él ya que expresaban exactamente como él se sentía.  Antonio sabía que Eli B. era extraordinaria y particular.  Quería saber más de ella,  quería saber su edad, si tenía familia, cuáles eran sus sueños, sus alegrías y sus tristezas. 

En el blog había encontrado un correo electrónico de ella.  Pero escribirle hubiera sido lo más fácil.  Tenía que hacer algo más para llamarle la atención.  Así que empezó a hacer  comentarios o pequeños versos en algunos de sus poemas.   Antonio estudiaba y meditaba por horas lo que iba a escribir antes de ponerlos bajo los poemas de Eli B. 

Eli B. empezó a reaccionar a algunos de los comentarios.   Era como si Antonio hubiera descifrado lo que ella quería decir en realidad pero estaba oculto entre versos superficiales.  Antonio parecía que la comprendía y que compartía su mismo pensar y sentir.  

Así que Eli B. empezó a escribir poemas para Antonio y Antonio le contestaba con versos o frases.  Pasaron algunos meses en esas hasta que la curiosidad del uno por el otro había crecido tanto que era preciso dar un paso más.   Mientras tanto los lectores de Eli B. notaban un cambio extraordinario en sus poemas.  Ya no eran tan tristes ni melancólicos sino que cambiaron a ser de ilusión, apasionados y hasta llenos de amor.   

Un día Eli B. escribió debajo del ultimo comentario de Antonio: “escríbeme un correo electrónico”.   Cuando Antonio vio ese comentario su corazón dio un vuelco.  Había logrado lo que había querido: Tener la atención de Eli B.  La única foto que había visto de ella era entre sombras y de perfil.   Pero sus poemas le demostraban que era una mujer inteligente, hermosa, con una fragilidad de flor pero fuerte como un roble.   A él no le importaba que fuera una mujer de 80 años.  Quería estar con ella porque él ya estaba locamente enamorado de ella.  

Le escribió un correo y empezaron a hablar sobre sus vidas.  Se enteró que Eli B. era 13 años mayor que él.  No se había casado nunca ni había tenido hijos.  Vivía cerca de la playa de Malpais en Costa Rica donde era dueña de un pequeño hotel para turistas.  Antonio, a sus 27 años,  había terminado la carrera de Abogacía con honores en una de las mejores Universidades de Guatemala y su padre, hombre influyente del país, le acaba de conseguir el mejor puesto que un abogado joven pudiera soñar.

A pesar de la diferencia de edad y de vidas, Antonio quería conocer a Eli B. en persona.  Le preguntó si podía venir una semana a visitarla y acordaron la fecha para tres semanas después.

Los amigos de Antonio habían notado cambios en su comportamiento.  Sabían que era por una mujer y le preguntaron varias veces aunque él lo negara.  Hasta que un día no pudo más y les contó la conexión extraña que tenía con Eli B. a través de sus poemas y que se había enamorado de ella aunque nunca había visto ni siquiera como era su rostro.  Sus amigos le decían que estaba loco.  ¿Qué iba a hacer con una mujer 13 años mayor que él y que vivía en otro país llevando una vida tan distinta a la de él y a la cuál ni siquiera había visto en foto?  Le decían que pensara en su carrera, en la vida que llevaba en Guatemala, en el excelente trabajo que tenía.  Que pensara en las mujeres abogadas, guapas y solteras que andaban detrás de él y que eran jóvenes y de su edad.  Y a pesar de las advertencias de sus amigos, los sentimientos de Antonio no cambiaron y seguía con la inquietud de conocer a Eli B. en persona.

Se llegó el día en que Antonio tenía que viajar a Costa Rica.  No había dormido toda la noche de la emoción.  Tenía que viajar dos horas por avión hasta San José.  Pero de San José tenía que ir a la terminal de buses y tomar un bus que lo llevara hasta Puntarenas.  De Puntarenas tenía que tomar un bote y luego tomar otro bus que lo llevara a Malpais.  En total, él calculaba que se iba a tardar 6 horas en llegar a Malpais desde San José.  Pero no le importaba, hubiera viajado alrededor del mundo si fuera necesario.

Tal y como lo predijera,  era difícil llegar a Malpais y por la hora de llegada a San José (casi a medio día) y las malas conexiones del transporte público, no logró llegar a Malpais ese día.  No podía telefonear a Eli B. y no encontró internet así que andaba angustiado por si Eli B. pensaba que él no llegaría.  Nunca se había sentido de esta manera por ninguna mujer.   Antonio tuvo otra noche de desvelo, con calor y mosquitos, pero se sentía entusiasmado de saber que estaba cerca de conocer a la mujer que se le había metido profundo en el corazón y pensamiento.

Al siguiente día desde temprano procuró proseguir su camino.  Logró llegar a Malpais a las 11 de la mañana y diez minutos después llegó al hotel de Eli B.  Le informaron que ella no se encontraba ya que había ido a dejar a unos turistas a otro lugar pero que ya regresaría.  Se acomodó en una de las sillas del hotel que tenían vista al mar y pidió una cerveza.  Se encontraba todo sudado y fastidiado por el calor.  Pero  estaba emocionado de saber que se encontraba en el lugar donde Eli B. vivía.   

Cuarenta y cinco minutos después escuchó una voz que daba órdenes y luego escuchó a la recepcionista decir: “La está esperando Antonio”.

Al escuchar esto a Antonio se le salía el corazón del pecho.  Los nervios le traicionaban y no sabía si sudaba por ellos o por el calor.  Cuando sintió la presencia de Eli B. junto a él no se podía parar ya que las piernas le temblaban en extremo.  Después de un respiro profundo tomó valor y se volteó para ver quién era Eli B.

Antonio con la boca seca y casi sin voz dijo: “¡Dios Mío!  ¡Qué hermosa eres!”.   Antonio jamás había imaginado que Eli B. se viera 10 años menor que su edad, que tuviera un buen cuerpo y la piel bronceada y sin arrugas.   Vestía de manera sencilla y tenía una sonrisa cálida y honesta.  Antonio supo en ese momento que no quería separarse de su lado jamás.

A partir de ese momento las cosas sucedieron rápidamente.  Ese día Antonio pasó al lado de Eli B. hablando de sus poemas y de sus vidas.  Cenaron pescado bajo la luz de la luna y bebieron una botella de vino. Al irse a dormir él logró robarle un beso a Eli B.  Esa noche Antonio durmió profundo como no lo había hecho en años.  Al siguiente día dieron un paseo en bote y conocieron otras playas.  Aunque Eli B. se mostraba fría, cuando Antonio podía le robaba un beso o un abrazo.  Se sentía muy bien con ella.  Esa noche fueron a una cena con otros lugareños y se divirtieron mucho.  Al regresar al hotel, Antonio no podía más, la tomó entre sus brazos y la besó larga y profundamente.  Le dijo que quería casarse con ella.  Eli B. tenía un poco de recelo ya que él era 13 años menor que ella.  ¿Podrían ser felices?  ¿Podría funcionar?  Pero esa noche no quiso pensar más y se dejó llevar.  Hicieron el amor en la playa, bajo la luna y el golpetear de las olas a sus pies.  

Y conforme fueron pasando los días las dudas de Eli B. se fueron disipando.  Parecía que el destino los había unido y que estaban hechos el uno para el otro.  Se comprendían como nadie lo hubiera hecho jamás.
Cuando Antonio regresó a Guatemala llegó con la noticia que se iba a vivir a Malpais con Eli B. quien era 13 años mayor que él.  Su familia y amigos no sabían que hacer para disuadirlo de tan escandalosa decisión.  Y por más que su madre lloró, su padre lo amenazó y sus amigos trataron de hacerle cambiar de parecer, Antonio se fue de Guatemala para no volver.

Esto sucedió hace veinte años atrás.  Antonio y Eli B. todavía disfrutan juntos el atardecer en su rincón favorito frente al mar dedicándose poemas y adorándose sin importarles el qué dirán.