jueves, 6 de marzo de 2014

Respecto al Mundo Virtual que nos hemos construido







Ayer fui a ver la película Her (Ella).  En la película, un escritor de mediana edad llamado Theodore Twombly (Joaquin Phoenix) está pasando por un divorcio y es un solitario  aficionado de la tecnología avanzada. Decide instalar un sistema operativo que tiene una voz sensual femenina (Scarlett Johansson) llamado Samantha. Samantha es igual de consciente que un ser humano y le arregla la vida a Theodore en varias maneras (leer su correo electrónico, hacer citas, etc.) pero también se involucra en aconsejarlo en su vida privada para luego compartir experiencias virtuales con él.  Theodore se enamora rápidamente de Samantha y la hace “su novia”.

No voy a seguir contando la película porque para los que no la han visto la recomiendo ir a ver, pero he de decir que la película me dejó reflexionando respecto al mundo virtual que nos hemos construido y el cual vivimos paralelamente a nuestra vida real.

Hace algunos años cuando recién me vine a vivir a Holanda, recibí una carta enternecedora de un ex novio que tuve.   En ella me contaba todos los sentimientos que había acumulado por mí por años y el amor que me tenía.  También me contaba por qué no me quiso ver cuando tenía como 22 años y por qué había decidido casarse tan rápido.  Me contaba que su esposa era maravillosa y que era feliz con ella pero que siempre se había quedado con la duda de lo que “a lo mejor hubiera sucedido” entre nosotros dos.

Cuando le escribí de regreso, nos dimos cuenta que él había visto las cosas de distinta manera de lo que realmente habían sucedido y que si nos hubiéramos comunicado mejor, hubiera existido la posibilidad de quedarnos juntos para siempre.  Pero ya era demasiado tarde.

Cuando concluimos en ello, me dijo: “Quiero invitarte a que juguemos Segunda Vida”.   Yo no sabía que era eso así que me puse a investigar.  El insistía en que lo hiciéramos, que sería divertido.  Básicamente lo que él me estaba proponiendo es que al jugar viviéramos una realidad virtual de lo que hubiéramos querido que fuera nuestra relación y así virtualmente ser pareja, casarnos y tener hijos.

A mí me pareció una locura y le dije que no.  Que aunque fuera una vida virtual sentía que de esa forma engañaba a su mujer. 

Con redes sociales como Facebook, Instagram y Twitter creamos una imagen de nosotros de la forma que queremos.  Ahí casi todo el mundo es feliz.  Tenemos fotos de viajes, fiestas, premios, hijos, etc.  Y en casi todas las fotos salimos sonriendo.  Hay algunos pocos que les gusta poner fotos de cuando están en el hospital, de cuando le cortan el cordón umbilical a su hijo y recuerdo una vez haber visto fotos de un funeral. 

En esos sitios creamos la imagen que queremos que los demás vean de nuestras vidas.  Por ejemplo, después de la muerte de mi abuelo yo entré en una depresión que me duró meses pero solo mis amigos íntimos se enteraron.  En el Facebook seguía poniendo fotos de fiestas, de reuniones, etc.  Y en todas me veía sonriendo.  En mi mundo virtual era feliz, en el real estaba triste.

También se ve mucho en las redes sociales las relaciones perfectas.  A cada rato veo frases como “mi esposo es el mejor del mundo”, “llevamos 12 años de casados y todavía tenemos una relación fuerte”, etc.  Yo recuerdo que mi ex y yo a pesar de que la relación estaba deteriorada poníamos fotos de pareja en los que estábamos contentos y se nos mostraba felices.  Una amiga mía me dijo que cuando se enteró que había terminado la relación con mi ex no lo podía creer porque nos veíamos tan felices en el Facebook.  

Ahora que estoy soltera he encontrado otro tipo de realidad virtual.  Hay veces en que me aburro y necesito hablar con alguien.  En lugar de llamar a mis amigos lo que hago es que me meto a un lugar de chat.   Si encuentro a alguien que más o menos me caiga bien entonces vamos a un chat privado.  Y así me entretengo con la persona.  Puedo inventar una persona ajena a mí en esos chats.   Ahí puedo ser una chica más joven, puedo elegir una profesión interesante como arquitecta, psicóloga o astronauta y hasta me puedo describir como rubia o Europea.  El problema de ello es que al pedir fotos tengo que ver cómo me las ingenio.   A veces al llegar a ese punto me desconecto y me río de mi maldad. 

También he comprobado que algunos de los chicos que encuentro en la página para citas ponen perfiles falsos pero son personas reales y se arrepienten de haber mentido en su perfil cuando nos gustamos bastante. Por ejemplo conocí a un chico llamado Mack.  Él decía vivir en Londres, ser un arquitecto y estar soltero por dos años.  Me enviaba fotos de él y la verdad que era guapo.  Logramos chatear varias veces y conectábamos bien.  Nos gustábamos.  Pero a la hora de acordar para vernos vinieron las complicaciones: todo lo que él había dicho, inclusive las fotos que me había mandado eran falso.  En realidad no era soltero, no era arquitecto y tenía casi 50 años y no 33 como me había dicho.  Al parecer le gusté tanto que decidió decirme la verdad porque creyó que si nos gustábamos íbamos a gustarnos no importando lo que sucediera.  Me dijo que estaba dispuesto a dejar a su mujer porque de todas maneras esa relación ya estaba muerta desde hacía años. 

Pero a mí me había gustado el avatar o la imagen de Mack y no el verdadero Mack.  La imagen de un arquitecto de 33 años y que tenía esos labios tan gruesos y esa mirada intensa y cuerpo atlético.  No el verdadero Mack flacucho, cincuentón, contador y con labios delgados y ojos pequeños (y encima con gafas). 

Cuando construimos nuestro mundo virtual, nosotros decidimos que imagen queremos que la gente tenga de nosotros y también decidimos qué es lo que esperamos de nuestra pareja o amigos virtuales.  En Facebook por ejemplo, podemos hacer listados de personas. Así que si hay algo que no queremos que los “religiosos” vean o la “familia” entonces los bloqueamos para que no lo hagan.  

Ahora hay hasta depredadores virtuales que buscan de ti dinero, fotos, datos de tu banco o tarjetas de crédito, o engañar a mujeres solteras o niños para hacerlas víctimas sexuales. 

Cuando empecé a usar Facebook hace como 5 años ponía todas mis fotos, aceptaba a amigos de amigos aunque no los conociera personalmente y ponía en mi estatus del perfil cosas como: “Estoy en el Restaurante Roma”.  Poco a poco me fui dando cuenta que la internet no es segura para nada y hay mucha gente malvada queriéndote hacer daño.  Ahora tengo mi Facebook privado, tengo otro nombre en mi perfil, una foto cualquiera y trato de chequear seguido que es lo que la demás gente puede ver de mí.   Uno está expuesto a tantos peligros en el mundo virtual como en el real.  Así que tenemos que tener cuidado.

Acá pueden leer mi historia de cuando fui engañada con un perfil falso en Facebook

En conclusión hagamos lo que se nos dé la gana para construir nuestro mundo virtual pero tengamos siempre en cuenta que virtualmente la mayoría de las personas creamos una imagen que no es la de nuestras vidas verdaderas.  Yo siento que últimamente la gente está más pendiente de su vida virtual (poner el estatus en el Facebook, una foto en Instagram, una frase en Twitter) que se está olvidando de vivir la vida en el mundo real.   Nos perdemos de lo que realmente vale la pena y nos olvidamos de tener calidad en nuestra vida real.  Limitemos las horas en nuestro mundo virtual y veremos la diferencia.

También tengamos mucho cuidado con nuestros hijos y el mundo virtual que ellos se construyen.  No diré más al respecto pero les comparto este video que lo dice todo: