jueves, 30 de agosto de 2012

El Mandilón


Significado de Mandilón: Termino muy relativo que se aplica a los hombres que son manipulados por su mujer, dejados, faltos de carácter y agallas, hombres débiles.

En Guatemala Mandilón significa:  que anda con la mujer por todos lados, que hace lo que la mujer quiere, que es sumiso y abnegado, que la mujer lo manipula, que deja de estar con sus amigos por estar con la mujer.  Que no tiene personalidad propia y adapta la de la mujer.




Que pena le dio a Amanda.  Que pena.  Patricio era un chico guapo, atlético, agradable, gracioso, atractivo.  Pero carecía de autoestima y sentido común.  Por eso era un mandilón.

Dejaba que su mujer lo mandara.  Le dijera lo que hacer, como hacerlo, por qué hacerlo.  Le hiciera ver que ella era la única que sabía lo que era mejor para él. 

Ella le decía como vestirse, como comportarse, a donde ir, a donde no ir, con quién hablar y con quién no hablar.  Lo había encerrado en una burbuja en la que solo existía ella, él y sus dos hermosos hijos.  No cabía más en ese mundo perfecto para ella.  A la vista de todos, todo era armonía y alegría, pero él muy en el fondo sabía que eso no era verdad.  Aun así carecía de las fuerzas para quejarse, para realizar sus sueños, para quebrar las reglas y las estructuras impuestas por ella y simplemente tener una vida diferente o la vida que siempre quiso.

Pasaron varios años así en la falsedad de la alegría compartida hasta que un día todo se derrumbó: Ella se había ido de viaje por tres semanas a su país natal y al regresar estaba muy fría con él.  Con el pasar de los días él empezó a ver cambios en ella como esconderse para hablar por teléfono, o que se encerraba en el baño por mucho tiempo y al salir del baño, estaba extraña.  A veces se encontraba ausente como si físicamente estuviera presente pero su mente estaba muy lejos.

Un día Patricio estaba solo en la casa y encontró que su mujer había dejado su correo personal abierto en la computadora.  Iba a cerrarlo cuando encontró el mensaje de un chico en el cual le decía cosas lindas y también cachondas a su mujer.  Patricio no sabía que hacer.  Temblando empezó a ver el historial del correo y encontró más de veinte mensajes de los dos.  En ese momento el mundo de Patricio se vino abajo.  No sabía que hacer, como reaccionar, que decir.

Cuando su mujer llegó él, como nunca lo había hecho, le gritó furioso lo que había encontrado.  La mujer no negó haber tenido un romance cuando estuvo de vacaciones y en lugar de llorar arrepentida le gritó que era su culpa.  Que gracias a Patricio ella lo había hecho.  Porque él ya no le daba lo que ella necesitaba, porque él y ella eran tan distintos cuando el otro era muy parecido a ella.  El otro le brindaba a ella lo que le faltaba.

A partir de ese momento pasaron días de zozobra, peleas, angustia, desvelos, insomnio, quejas, acusaciones, insultos y resentimientos sin fin que hacían que Patricio se sintiera perdido.  Sabía que el mundo al cuál había pertenecido ya estaba roto.  La burbuja alrededor había explotado.  No quedaba nada.

¿Qué hacer?  ¿Cómo vivir?  ¿A dónde ir?  ¿Perdonar? Esas eran las preguntas que Patricio se hacía en las noches al estudiar las telarañas del techo.

Un buen día hubo una pelea tal que decidió marcharse.  Pero necesitaba a alguien que le diera fuerzas.  Que le ayudara a pasar por ese momento difícil de la transición.  Se acordó de una ex novia que tuvo: Amanda.  Ella le había escrito más de alguna vez por el Facebook y él nunca le había contestado.   Ella le había ayudado a él en otro momento de transición parecido, cuando había dejado a otra manipuladora.  Amanda se había portado a la altura y además le había hecho sentir cosas que nunca antes él había sentido.  Era posible que ahora le ayudara con la misma intensidad que antes.  Le pidió la amistad en el Facebook y ella le aceptó.

Empezaron a hablar esporádicamente.  Ella le contó que también estaba saliendo de una relación.  En ese momento los dos se apoyaron contándose las angustias, los fracasos, los por qués de las decisiones que tuvieron que tomar.

El encontró un apartamento y se mudó.  Fue un día muy triste en el cuál Amanda lo apoyó.  Amanda por su lado estaba tan herida de su fallida relación que decidió tener cuidado con Patricio.  Ella sabía que la situación de él era tan inestable y difícil que era mejor no involucrarse.  Además Patricio le había hecho daño en el pasado.  Aun así, por amistad y por lo que tuvieron, ella quiso estar ahí cuando la necesitaba, aunque no estaba segura si iba a ser una amistad verdadera.

Patricio confuso vivía sus días con sentimientos encontrados que parecían una pesadilla.  Por un lado su mujer lo seguía manipulando, aunque de lejos y tenía de aliados a sus hijos que eran lo que él más quería y lo que lo hacía querer regresar a su vida pasada.  Por otro lado estaba empezando a realizar sus sueños, se sentía libre y contaba con una maravillosa persona que lo apoyaba en todo.   Recordaban con Amanda viejos tiempos y tanto a él como a ella le daban deseos de probar aunque sea una vez más la intensidad de lo vivido.  Pero él no sabía si en realidad lo quería o era solo por venganza y Amanda más sabia, sabía que eso no era conveniente, ni para él ni para ella.

Patricio se ponía intenso con Amanda por un par de días, luego desaparecía de su vida, luego volvía a aparecer.  La mujer, arrepentida y ya viendo que él quería rehacer su vida sin ella le rogaba, le pedía perdón, le lloraba, le suplicaba. 

En el fondo él sabía que regresar con ella no era lo conveniente pero la vida de mandilón no le era del todo desagradable.  Necesitaba que alguien le dijera que hacer, como pensar, a donde ir. Se sentía un poco perdido estando solo ya que se había acostumbrado a que lo mandaran.

Amanda era distinta a su mujer, ella quería que él realizara sus sueños, que él tomara sus propias decisiones, que él buscara la manera en la que quería vivir.  La idea de hacer eso le atraía pero le daba un profundo e intenso miedo.

Después de varios días de tontear con Amanda la cosa se puso más intensa.  Habían hablado de verse, habían hecho planes de a donde ir, e inclusive hasta habían hablado de hacerse un tatuaje juntos ya que ambos eran así de locos espontáneos.  Amanda sabía que todo era una ilusión porque él prefería ser un mandilón pero no le importó soñar. ¿A lo mejor él lograba mandarlo todo al carajo con su mujer y ser feliz al fin?  Ella no pretendía nada con él, tan solo ayudarlo a ver que había una mejor vida que estar bajo la influencia de una mujer.   Se hablaban todos los días y se reían mucho juntos.  A ambos les sirvió de consuelo para pasar los días solitarios.

De repente él desapareció.  Se esfumó de la nada.  Y desapareció cuando el plan ya estaba casi listo para que Amanda y Patricio pudieran verse.  Amanda estaba sorprendida pero a la vez sabía de los miedos, las dudas y la forma en la que él pensaba.   Amanda se sintió triste por él.  Sabía que él iba a caer de nuevo a ser un mandilón. 

Un mes después de su desaparición Amanda recibió una petición de amistad en el Facebook de la mujer de Patricio.  Amanda se molestó porque no sabía que la mujer de Patricio sabía de la existencia de ella. Inmediatamente supo que seguía habiendo problemas en el paraíso.  Se comunicó con Patricio y le dijo lo que pasaba para que él estuviera enterado y tomara cartas en el asunto. 

Nunca se esperó la respuesta de él: “Lo siento mucho.  Es que ella cree que tú y yo tenemos algo.  ¿De repente si le puedes decir la realidad? ¿Que no hay nada entre tú y yo sino una simple amistad?  ¡Te lo agradecería infinitamente!  Por eso ya no tuve comunicación contigo, por respeto a ella y evitar un mal entendido como este”.

Amanda sintió una profunda lástima por su amigo y también le entró un poco de rabia.  Al parecer, por la respuesta de él, no lo había dejado nunca con su mujer como él lo había dicho.  A lo mejor vivían separados pero seguían con la relación.  Eso lo entendía Amanda bien.  Pero lo que no le gustaba era la respuesta.  Todo era alrededor de la mujer: lo que pensaba ella, por respeto a ella, para no lastimarla a ella.  ¿Y Amanda que?  Aunque no tuvieron una relación tenían supuestamente una amistad y ella merecía respeto.   ¿Los sentimientos de Amanda no valían nada?

Al comunicarle a él lo que sentía él le contestó: “Eres una amiga y la verdad no quiero ningún lío.  Las cosas mejoraron con mi esposa.   Pienso que no te he hecho ningún daño ni te he prometido nada pero quiero mucho a mi familia.  Solo buscaba a una amiga.  Espero lo comprendas”.

En el fondo Amanda sabía que la había utilizado pero jamás se imaginó que él pensara que ella tenía ilusiones con él o que ella pensara que podría haber algo más serio entre ellos.  Se rio.  No, no se rio…se carcajeó.  Lo único que ella quería era que dejara de ser un mandilón y que tuviera la vida que soñaba.  Al parecer…ese saco le quedaba muy grande.  

La parte de: “Las cosas mejoraron con mi esposa” se notaba.  Por algo la esposa estaba contactando a Amanda.  Amanda decidió seguir con su vida y se prometió que jamás iba a tratar de ayudar a un mandilón.  Porque mandilón nace, se hace y jamás se compone.




miércoles, 22 de agosto de 2012

Paige




Paige era un americano que trabajaba para la empresa de Telecomunicaciones que había contratado a la empresa en la cual yo trabajaba en Guatemala.  Por razones de trabajo, nos tocó pasar un día juntos, yendo de lugar en lugar, donde se habían construido las torres de telecomunicaciones para que él les diera la inspección final.  Era un chico de treinta años de cabello largo y negro.  También sus ojos eran de un negro azabache.  Le gustaba usar chaquetas de cuero y casi siempre usaba lentes oscuros.  Eso le daba un misterioso encanto.  Yo en apenas mis veintitrés primaveras me cautivé con su presencia en el primer instante. 

El día que nos tocó trabajar juntos, tuvimos mucho tiempo para hablar mientras cubríamos largas distancias en carro.  Era caballeroso, divertido, interesante y espontáneo. Hablaba perfecto español ya que había trabajado para las fuerzas especiales del ejército de Estados Unidos. Lo habían enviado a lugares de conflicto en Latinoamérica y eso lo había obligado a aprender el idioma.  Después de ocho años había decidido dejar el ejército y ahora era gerente de proyectos.  Se había casado con anterioridad pero su esposa había muerto de Cáncer.  Desde que su esposa muriera procuraba no estar en Estados Unidos ya que todo le recordaba a ella.  Hablamos tanto de su vida como de la mía.  Yo le conté que estaba soltera porque la Universidad me quitaba mucho tiempo.  

Conectamos desde el primer momento y recuerdo que lo más especial de ese día fue haberlo llevado a un restaurante de comida típica guatemalteca.  En ese restaurante se hacían tortillas en el momento y lo puse a él a hacer una.  Cómo nos reímos de la ocurrencia.  Yo tenía la norma de no involucrarme sentimentalmente con compañeros de trabajo no importando las circunstancias y era muy difícil seguir esa norma ante un hombre como Paige. Pero aun así, decidí cumplirla. 

Nunca más nos pusieron a trabajar juntos aunque lo veía de vez en cuando en mi oficina.  Hablábamos un poco pero todo bajo un código laboral. Cada vez que lo veía procuraba no mostrar lo mucho que me gustaba.  Era muy difícil porque me atraía demasiado. 

Después de varios meses él aceptó un proyecto en Haití y no lo vi más.  Recuerdo un día recibir una llamada de larga distancia y era Paige.  Me preguntaba como me iba y que tal estaban las cosas por Guatemala.  Yo estaba sorprendida de su llamada ya que no tenía por qué hacerlo.  Hablamos de todo un poco y al colgar yo no sabía que pensar de la llamada.  No me volvió a llamar más.

Dejé de trabajar para esa empresa y me puse a trabajar para otra también de telecomunicaciones.  Ya habían pasado dos años desde que Paige se fuera a Haití.  Estaba una mañana de verano caminando hacia mi trabajo que quedaba enfrente de un hotel 5 estrellas y vi a Paige saliendo del hotel.  Nos saludamos efusivamente y le di mi número de teléfono y mi correo electrónico para que se comunicara conmigo.  Él estaba a punto de aceptar un proyecto en Guatemala y venía a firmar el contrato. 

Cada día me encontraba esperando alguna llamada o correo de él pero nada.  A los ocho días recibí un correo de Paige en el que me invitaba a cenar.  Yo estaba entusiasmada de al fin poder tener una cita con él.  Así que acepté. 

Procuré ponerme el vestido más bonito y sexi que tenía: uno rojo muy ajustado.  Zapatos negros con rojo y los labios también rojos. Tenía el cabello recogido con unos rizos que bailaban disimulados al compás de mis caderas. Llevaba en la mano una bolsa negra. 

Cuando Paige me vio se notaba que estaba impresionado.  Fuimos a cenar y él ordenó una botella de vino.  Nos embriagamos bajo la luz de las velas.  Nos rozábamos las manos y disimuladamente mi pierna rozaba la suya.  Reíamos y hablábamos de todo.

La química que había entre el y yo estaba en efervescencia.   No podía esperar a que se terminara la cena y me llevara a su habitación.  Cuando terminó la cena fuimos al parqueo del carro y ya que él no lo hacia tomé el impulso de besarlo en los labios. Fue un beso tierno y breve.  Tuve que ponerme de puntillas para alcanzar sus labios tibios.  Me voltee sobre las puntas para seguir caminando y él me jaló de la mano hacia él y me besó como que si fuera un beso en un cuento de hadas. Nos comimos los labios con tanto entusiasmo por lo que pareció una eternidad.

Fui a su casa y entre besos y caricias me disculpé para ir al baño.  Estaba sin aliento antes del momento anticipado. Necesitaba refrescarme.  Mientras tanto él había puesto una música rock a todo volumen. Cuando regresé con un poco más de aire en los pulmones y lo besé, sentí un sabor raro en mis labios y la lengua se me durmió al instante.  Cuando le pregunté que era me dijo que era cocaína.  Le dije que no me gustaba que la usara y menos conmigo así que lo que quedaba de ella la vertió en el inodoro y la dejó ir.

Seguimos en los besos y caricias y la ropa empezó a volar por la habitación.  Y luego sucedió algo inesperado.  Tomó un cuchillo y se hizo una herida en el pecho.  Me dijo que el dolor le provocaba placer.   Yo observaba como la sangre corría de la herida y ví que habían cicatrices de antiguas heridas en todo su pecho.   Me asusté.  Empecé a vestirme y le pedí que me llevara a casa.  Él se disculpaba constantemente pero yo estaba tan decepcionada intentando procesar la información de lo que había sucedido esa noche que no le dirigí la palabra más.

Paige me envió un largo email al siguiente día explicándome que había estado con una chica en Haití que era un poco loca y depravada y que le había hecho acostumbrarse a hacer el amor solamente si se herían mutuamente.  Me pidió perdón y me dijo que quería empezar de nuevo y haría todo lo que yo le pidiera pero que quería estar conmigo no solo para sexo sino que para una relación.  La verdad es que me dio un poco de tristeza saber de que se había enredado con alguien así y decidí darle otra oportunidad.

Nos vimos de nuevo a los tres días. .  Esta vez le dije que fuera a mi casa. Era otro Paige.  Un Paige más romántico, más sumiso, más tranquilo.  Le dije que le iba a enseñar a hacer el amor sin dolor.  Puse una música suave, algunas velas y le puse una venda en los ojos.  Estando parados pasé mis manos por todo su cuerpo de una manera suave. Mis dedos jugueteaban con sus pezones o con su cintura, con sus caderas, con sus muslos. Todo por encima de la ropa.  El, con los ojos cerrados, me pedía más.  Luego le puse las manos sobre mí para que explorara cada rincón de mi cuerpo.  Me pasó las manos por mis pechos, por mi ombligo, rodeó mi cintura, me tomó de las caderas para bajar sus manos hasta las curvaturas de mis piernas. Nos desnudamos lentamente y nos acostamos. Mientras él seguía con la venda en los ojos empezamos a hacer el amor.  Yo le besaba tiernamente el pecho, en cada cicatriz, en la herida que se había hecho ese día que salimos.  Me di cuenta que también tenía cicatrices en las piernas, en los brazos y en la espalda. 

En eso vi que lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas.  Primero era un sollozo silencioso y luego un llanto incontenible.  Lo abracé y le di mil besos.  Se calmó al rato y culminamos la noche en un intenso orgasmo.

Le enseñé a hacer el amor sin mezclarlo con dolor pero poco sabía yo que él estaba herido en el alma. Que lo que había vivido con su esposa que se murió de Cáncer, con las misiones ultra secretas de las fuerzas especiales a las que perteneció y con la experiencia que tuvo con esa chica de Haití que estaba un poco tocada de la cabeza, habían hecho de él una persona torturada por sus pesadillas que no le dejaban ser feliz.   Vivimos muchas cosas tristes, otras un tanto dramáticas pero sobre todo cosas que me hacían darme cuenta  cada vez más que la imagen que tenía de un Paige caballeroso, divertido, interesante y espontáneo era solo una ilusión.   Eran contados los momentos en los que podíamos reír sin perder el encanto y sin martirizarnos con los recuerdos que todavía rondaban como fantasmas permanentes en su vida cotidiana.

Lo ame si que lo ame.  Creo que lo ame desde que nos pusieron a trabajar juntos por una única vez.  Pero el amor se perdió gracias a toda esa carga negativa que una persona con muchos traumas trae encima, como un condenado a muerte que vive a diario con cadenas pesadas y oxidadas.

Al dejarlo seis meses después, le había enseñado a amar sin dolor si, pero no había podido curarle las demás heridas. Él succionaba mi energía de una manera tal que necesitaba guardar distancia.

Me pidió que nos hablaramos por última vez.  Me fue a traer a mi casa en su carro.  Tenía una mirada distante y fría cuando me subí.  Sus ojos eran un témpano de hielo que venía desde el último rincón de su alma.  El carro tenía el control manual de puertas del lado del conductor.  Paige cerró con llave las cuatro puertas de su carro y me dijo: “Si tú no eres mía, no serás de ninguno”.  Aceleró el carro en una avenida concurrida de la ciudad y se pasaba los semáforos en rojo mientras yo le gritaba que parara y él reía descontroladamente.  Era obvio que quería que nos matáramos. Después de forcejear un poco con él como pude acerqué mi mano al control manual de puertas y logré abrir la puerta de mi lado.  Me tiré al pavimento.  Era preferible tener moretones y raspones que morir en un carro acelerado.

Ya sabía la rutina.  Al siguiente día me enviaría un correo disculpándose y culpando ya fuera a su esposa muriéndose de Cáncer, o las misiones de las fuerzas especiales a las que fue o a esa chica haitiana.  Siempre era lo mismo.

Nunca más volví a verlo después de ese episodio del carro.  Supe que se había ido a otro proyecto en África. Paige me había hecho una promesa en sus momentos de locura en los cuales decía que si yo lo dejaba él se iba a quitar la vida.  Se la quitó meses después.  La versión oficial era que se había muerto del corazón y la extraoficial de que se había muerto de una sobredosis de cocaína.  Estoy segura que fue él que le dio fin a su vida marchita. 

Algunas noches me entra la nostalgia y lo recuerdo como al Paige del cual me enamoré.  Del cuál hubiera querido conocer antes que los traumas de su vida lo arruinaran.  Como al Paige que me hubiera podido haber hecho feliz.


Descansa en paz mi amor. 









miércoles, 15 de agosto de 2012

Mi querida Suegra



Cuando vi a Felipe la primera vez me enamoré de él a primera vista.  Lo conocí en la fiesta de cumpleaños de mi amiga Virginia. La atracción fue mutua porque él también me veía.  Nos presentaron y tratábamos de estar solos para poder hablar y conocernos mejor.  Bailamos esa noche y nos dimos el número de teléfono.

Al siguiente día recibí un mensaje de texto de él preguntándome si quería ir a cenar esa misma noche.  Yo pensé que a lo mejor íbamos muy rápido pero no podía contener mi emoción.  Como también deseaba verlo le dije que si.  Esa noche fuimos a cenar a un restaurante italiano.  Nos reíamos y hablábamos mucho de nuestras vidas. Al terminar la noche se despidió con un beso.  Yo sentía que flotaba por las nubes.  Sabía que Felipe era el hombre perfecto para mí.

En los siguientes días pasábamos casi todo el tiempo juntos, exceptuando cuando íbamos a estudiar o cuando él visitaba a su familia.  Mi familia vivía en otra ciudad así que no tenía ese inconveniente.  Cuando él no estaba conmigo nos extrañábamos y pasábamos todo el tiempo enviándonos mensajes de texto.

Así transcurrieron un par de meses hasta que me dijo que le gustaría que conociera a su familia.   La mamá de Felipe, Doña Marta, se había divorciado del padre de Felipe, Don Augusto, hacía diez años y se había casado con Don Tomás.   Don Augusto se había ido a vivir a otra ciudad y al poco tiempo había muerto de un infarto. 

Al conocer a Doña Marta, la primera impresión que me dio es que era una señora elegante e inteligente.   Don Tomás era un poco callado y retraído y solo se limitaba a confirmar las cosas que Doña Marta decía cuando ella se lo indicaba.  Doña Marta y Felipe tenían una conexión muy especial.  Felipe había sido hijo único.

Doña Marta me preguntó de la familia, del origen de mi apellido y a que se dedicaban mis padres.  Cuando le conté que mi padre era dueño de una tabaquería dijo “nada que ver con mi Tomás que es dueño de una cadena de supermercados”.   El resto de la velada la pasamos de maravilla y creí haber encontrado una segunda familia. 

Pronto éramos invitados a todo tipo de celebraciones familiares y pasábamos mucho tiempo con Doña Marta y Don Tomás.  A mi no me molestaba pero entre los estudios y estas celebraciones, casi no nos quedaba tiempo a Felipe y a mi de estar solos.

Felipe se graduó seis meses antes que yo de la Universidad y al nomás graduarme, como regalo de graduación me llevó al restaurante italiano donde estuvimos en la primera cita y me pidió la mano.  Yo estaba tan enamorada de él que lo acepté, sin pensarlo, entusiasmada.

A partir de ese momento mi vida cambió.   Empezaron los preparativos de la boda y Doña Marta quería encargarse de todos los detalles y ser la de la última palabra.   Si yo elegía rosas para la decoración ella quería claveles.  Si elegía los manteles de encaje blanco ella los quería de seda.  El vestido que yo había elegido le parecía muy escotado o muy adornado y me hacía probarme unos vestidos que a mí no me gustaban.  El lugar de la recepción lo había elegido ella, el traje que Felipe se iba a poner también. Poco a poco fue imponiendo su voluntad en todos los aspectos de la boda pero seguíamos discutiendo respecto al vestido que me debía poner.  El tiempo iba pasando y ya casi se venía la fecha de la boda encima y ni ella cedía ni yo tampoco.  Yo pensaba que ella podía elegir lo que quisiera pero lo que yo me pondría era muy mi decisión.

Como último recurso y para que  no terminara siendo el vestido de bodas de Doña Marta en lugar de mi vestido, le pedí a mi madre que viajara y me ayudara.  Entonces la batalla ya no fue conmigo sino con mi pobre madre que tenía la paciencia de un elefante y era firme como un juez dictando la sentencia.   Mi madre logró convencer a Doña Marta de dejarme usar el vestido que quería con la condición de que ella elegía el resto de lo que me iba a poner.  Me compró una ropa interior para el día de la boda que ni a mi abuela se le hubiera ocurrido ponerse.  Por supuesto le dije que la iba a usar refundiéndola en un cajón y poniéndome la ropa sexi que había comprado.  Los zapatos eran muy incómodos y aburridos.  También a último momento me puse unos que había comprado.  Lo único que le acepté a Doña Marta fue el collar y los aretes de perlas con los que ella se había casado.  Ella hablaba con tal intensidad de esas joyas que no quería menospreciarla.

El día soñado llegó y Felipe y yo nos casamos escuchando constantemente a Doña Marta ordenarnos como pararnos, qué decir,  a donde ir, que hacer.   Todo había sido arreglado por ella y daba órdenes aquí y allá a camareros, personal de limpieza, tíos, primos, etc. A pesar de que yo estaba molesta por que todo ello se había tornado “su” boda fui feliz de haberme casado con Felipe.  Lo amaba intensamente y quería estar con él para siempre.

Nos fuimos de luna de miel a Cancún, México y estaba contenta de, al fin, tener un tiempo solamente con Felipe. Cuando llegamos al hotel era medio día y después de una sesión de amor nos fuimos a instalar a la piscina.  Estábamos ahí disfrutando del sol, cuando escucho de repente una voz familiar y al voltear a ver Doña Marta y Don Tomás aparecen en traje de baño y se instalan en las sillas a la par de nosotros.  Del asombro, me quedé sin habla y Doña Marta dijo sonriendo:  “nosotros también necesitábamos unas vacaciones con tanto que tuvimos que arreglar para la boda y que mejor que pasarlas junto con ustedes”.   Don Tomás como siempre se limitó a no decir nada y mantenerse al margen de todo.

Yo no podía creer tal descaro mientras que Felipe abrazaba a su madre y padrastro dándoles la bienvenida mientras pedía unos cócteles para ellos.

He decir que los siguientes días fueron pocos los momentos que Felipe y yo pudimos estar solos y tranquilos.  Yo estaba de mal humor casi todo el tiempo y evitaba todo contacto con mis suegros ya fuera escuchando música con audífonos o leyendo apasionadamente un libro.

Cuando Felipe y yo regresamos teníamos que buscar casa para comprar.  No hace falta decir que también en eso Doña Marta se metió.  Ella quería que viviéramos en el mismo barrio que ella y después de muchas discusiones y enfrentamientos entre ella y yo, compramos una casa que quedaba a tres kilómetros de distancia de la de ella.  Ella protestaba que vivíamos muy lejos y yo estaba feliz de haber podido tener aunque sea un poco de distancia.

Yo le decía a Felipe que tenía que ponerle un alto a su madre, que se estaba metiendo mucho en nuestras vidas.  Él me decía que lo hacía por nuestro bien, que no era con mala intención y que cuando se pasara de la raya él iba a hablar con ella.

Cada tarde cinco minutos después de regresar del trabajo, ella llegaba a la casa.  Siempre llevaba comida y decía que era para que Felipe y yo comiéramos bien (aduciendo que yo no sabía cocinar).  Luego inspeccionaba la casa y movía algunas cosas de lugar o me decía qué debía poner o quitar.  Varias veces le dije que me gustaba mi casa como estaba y era como si estuviera hablando con una pared porque no me escuchaba mientras seguía en la inspección.

Los fines de semana siempre habían actividades que atender con ella y Don Tomás.  Varias veces le dije a Felipe que no fuéramos pero él me decía que si no íbamos tendríamos más problema con ella.  Así que yo iba de muy mala gana.

Después de un par de meses de tener constantemente a Doña Marta llegando a mi casa y haciéndonos que pasáramos casi todo el fin de semana con ellos le hablé a Felipe y le dije que esa situación tenía que cambiar.  Ya que ella no escuchaba mis protestas él tenía que hablar con ella.  Al parecer él habló con su madre pero de una manera que ella sabía que yo lo había pedido, porque cambió su estrategia: Llegaba a la casa cada dos o tres días y lo hacía cuando sabía que Felipe había regresado del trabajo.  No me saludaba y a él le daba la comida que le había traído. Llamaba a Felipe con cualquier excusa: porque ella tenía una crisis de nervios o para que fuera a reparar algo a la casa y hacía que él se pasara horas con ella en lugar de conmigo.

La situación se volvió muy tensa entre Felipe y yo ya que si yo protestaba, él se molestaba y me decía que no podía ponerse a elegir entre su madre y su esposa.  Intenté hablar con Doña Marta para ver si podíamos hacer las paces y en lugar de lograrlo, ella se puso a la defensiva de tal forma que terminamos peleando más de la cuenta.

En medio de esos problemas resulté embarazada.  Eso hizo que Doña Marta suavizara un poco su comportamiento conmigo y llegaba a la casa a indicarnos cómo debíamos de decorar el cuarto de bebé, que comprarle, etc.   Me invitaba a comer y me llevaba a lugares donde una mujer embarazada no podía comer. Por ejemplo me llevó a un restaurante hindú que era muy famoso porque la comida era picante.  Cuando yo le decía que no había nada en el menú que pudiera comer, ella se limitaba a decir: “que lo siento, yo si voy a ordenar algo” y comía enfrente de mí tan despacio mientras mi estómago se retorcía del hambre.  Después de tres o cuatro ocasiones empecé a rechazar sus invitaciones.

Mis vecinas me contaron que ella les había hablado mal de mí.  Le conté a Felipe y me dijo que la llamara y le preguntara.  Lo hice y en lugar de contestarme si sí o si no me colgó el teléfono.  A los dos segundos el celular de Felipe sonó y era ella quejándose de mí, diciendo que yo la había acusado falsamente y haciéndose la víctima llorando y con un ataque de nervios que se inventó.

La del ataque de nervios era yo.  Esta situación se estaba volviendo tan enfermiza que no sabía que hacer para contrarrestarla ya que mi esposo no hacía nada al respecto y se dejaba dominar por ella.  El resto de la familia no se metía tampoco.  Le conté a mi madre y ella me aconsejó que tratara de hacerle ver a Felipe el daño que su mamá estaba haciéndole a nuestra relación.

Y eso hice.  Le hablé en incontables ocasiones y le expuse varios ejemplos.  Él no decía nada mas yo creía que si me prestaba atención.

Cuando faltaban dos meses para dar a luz, Doña Marta nos anuncia que nos ha comprado boletos para un crucero y es precisamente por las fechas en las que yo voy a dar a luz.  Cuando le hago recordar me dice: “Que descuido querida, se me había olvidado.  Bueno, entonces Felipito será el único que se irá con nosotros”.  Ahí me enfurecí y dije que no, que como iba a creer, que yo necesitaba a mi esposo a mi lado para cuando diera a luz. 

Doña Marta, muy astuta, dijo: “Pues dejemos que Felipito elija donde quiere estar.  ¿Dónde prefieres estar cariño?  ¿En un crucero que te llevara a las islas mas exóticas del Caribe o viendo a tu mujer sangrando, sudorosa por horas y escuchar a una criatura llorando?”

En ese momento Felipe se nos quedó viendo a las dos.  Podía observársele en el rostro la angustia de tener que elegir entre las dos mujeres importantes de su vida.  Mi rostro suplicante imploraba en silencio que no eligiera mal.  Yo sabía que éste iba a ser el momento decisivo para el resto de nuestra vida.

Felipe empezó a temblar, se le salieron las lágrimas, se puso tan pálido que creí que se iba a desmayar.  Doña Marta tamborileaba los dedos en la mesa viéndolo con una cara de triunfo y una sonrisa maliciosa.  Ella estaba segura de lo que él iba a elegir.

En eso sucedió algo inesperado:  Don Tomás, el callado, el retraído, el que siempre aceptaba todo lo que doña Marta decía,  se levantó de su asiento, furioso, agarró a Doña Marta por los hombros y la empezó a sacudir mientras le decía: ¨ ¡PERO QUE MIERDA ES ESTA! ¡PONER A ELEGIR A TU HIJO ENTRE UN CRUCERO O EL NACIMIENTO DE SU HIJO!  ¿ES QUE ACASO NO TIENES ALMA MUJER? ¡ES DE TU NIETO QUE ESTAS HABLANDO! ¡DEJA YA DE CASTIGAR A TU NUERA PORQUE CREES QUE TE QUITO A TU HIJO!  ¡TU HIJO ES ADULTO! ¡ACEPTALO DE UNA BUENA VEZ!  ¡JODER!

Don Tomás soltó a Doña Marta y a zancadas se fue de la habitación.  Doña Marta cayó al suelo y empezó a llorar.  Felipe se quedó parado como una estatua de sal por unos minutos observando a su mamá, luego me tomó de la mano y me hizo salir de la casa.

Dos meses después nació José Ramón.  Su padre estuvo ahí para el parto y fue mi mayor apoyo.  Ese día fue la primera vez que volvimos a ver a Doña Marta y a Don Tomás después del incidente.  Doña Marta parecía otra, más sumisa, más tranquila.  Todo era armonía, paz y sonrisas por la llegada del nuevo miembro de la familia.  Creí que todo iba a ir mejor a partir de ese momento, hasta que escuché a Doña Marta decir: “ ¿Pero quién se llama José Ramón en estos días?  Yo diría que le cambiaran el nombre por...”

martes, 7 de agosto de 2012

Manifestación en Ámsterdam contra la imposición y por la democracia en México – 22 de julio 2012


El domingo 22 de julio acompañé a mis amigos mexicanos a una protesta que se iba a realizar en Beursplein, Ámsterdam.  La protesta era para hacer un llamado a la reina Beatriz y el primer ministro Mark Rutte (de Holanda) para que no reconozcan a Enrique Peña Nieto como Presidente electo de México.

Para mi fue muy interesante estar ahí apoyándolos ya que fue una protesta como no he visto ninguna.   La mayoría  llevaba colores de la bandera de México, máscaras de luchador libre, caras pintadas de calavera, sombreros de charro, etc.   Fue una protesta que se hizo de manera pacífica y ordenada.  Llegaron aproximadamente entre 75 a 100 personas.   Entre ellos se encontraban unos músicos que tocaron canciones mexicanas y las mezclaban con letra de protesta.  Los organizadores dieron discursos en español, inglés y holandés para que la gente comprendiera bien el mensaje que se les querían dar.  

Todo fue muy armonioso, no hubieron pleitos, ni insultos.    Llevaban pancartas con distintos mensajes en los tres idiomas: “México terug naar dictatuur” (México regresa a la dictadura)  “Democracia real ya México”,  “Tell everybody that in Mexico  the democracy doesn’t exist” (diles a todos que en México la democracia no existe).  

Habían mexicanos residentes en Holanda y se presentaron representantes de diferentes movimientos y organizaciones civiles como Mexicanos en Holanda por la paz de México, Morena Comité Holanda  y #Yo Soy 132 Holanda  .   

El movimiento  #Yo Soy 132 es un movimiento ciudadano mexicano global conformado en su mayoría por estudiantes  de educación superior  tanto de instituciones públicas como privadas que busca  la democratización de los medios de comunicación y evitar la imposición mediática del virtual ganador de las elecciones Presidenciales del 2012 de Enrique Peña Nieto.

¿Y por qué los mexicanos no quieren a Enrique Peña Nieto como Presidente?    Peña Nieto era el candidato presidencial del PRI (El Partido Revolucionario Institucional) y en las elecciones se comprueba un exceso de dinero en propaganda,  manipulación de encuestas como la compra y coacción de votos.  

El PRI y Televisa, el conglomerado mexicano líder de audiencia en televisión abierta en México y que apoya al PRI, lo niegan.  Eso hace que los mexicanos protesten y reclamen por sus derechos.

Con frases como “Peña entiende el pueblo no te quiere”, “México no se compra”, “Democracia ya”, “No al fraude” y “Mi historia y mi cultura no es telenovela”, la protesta de Ámsterdam se unió a las que hay en otras partes del mundo y en el mismísimo México.  También se ven protestas en las redes sociales como Facebook y Twitter.  

México está haciendo historia con estas protestas ya  que está cansado de los fraudes electorales.   Mi deseo es que logren reconstruir la democracia y la paz en su país y que no se dejen vencer por la corrupción y el fraude.   Es un ejemplo a seguir para los demás países latinoamericanos.

Aquí les comparto el comunicado que se leyó en la protesta así como algunas fotos y un video:

Comunicado:


Somos mexicanos residentes en Holanda, apartidistas, mas no apolíticos y en defensa de la democracia. México está viviendo con dolor la imposición de una dictadura. Estamos aquí haciendo un llamado internacional, un llamado a la Reina Beatriz y al primer ministro Mark Rutte para que no reconozcan a Enrique Peña Nieto como presidente de México. Les pedimos escuchen al pueblo de México que hoy se encuentra secuestrado por hombres y mujeres antidemocráticos. Hoy estamos reunidos #Yosoy132, Mexicanos en Holanda por la PAZ y la sociedad civil reclamando se anulen las elecciones del 1 de julio porque se violaron las leyes democráticas de cualquier país del mundo.

México es un país que anhela democracia, democracia que ha estado ausente durante prácticamente toda su historia. Las elecciones presidenciales del pasado 1 de julio muestran una vez más el carácter antidemocrático del régimen vigente: control absoluto de los medios de comunicación y de la prensa escrita, represión a los opositores mediante golpeadores pagados, asesinatos, amenazas, y compra masiva de al menos cinco millones de votos. ¿Cómo puede un gobierno autoproclamarse "democrático" cuando el candidato oficial, Enrique Peña Nieto ha sido designado como "el futuro presidente de México" varios meses antes de la puesta en marcha del proceso electoral?

El partido de Peña Nieto, llamado Partido Revolucionario institucional fue fundado en 1929 desde arriba, por la clase dirigente, sin ninguna base popular. Desde su fundación hasta el día de hoy, el PRI ha gobernado el país, con el poder central directamente en sus manos por 70 años, y por medio de partidos-títere durante los 12 últimos años

Ese partido, el PRI, tiene un largo expediente de corrupción, impunidad y todo tipo de violencia ejercida contra la población

Actividades habituales de dicho partido son:
-El lavado de dinero,
-Ccriminalización y brutal represión de cualquier protesta social y/o ecológica,
-Trata de personas
-Robo de los bienes públicos.

Ahora buscan imponer a su candidato Enrique Peña Nieto, quien ya ha mostrado su carácter violento y abusivo (como puede verificarse en los reportes de Amnistía Internacional respecto de su gestión como gobernador del Estado de México: en particular, la vengativa represión de ATENCO y la desatención cómplice de los feminicidios).

Múltiples violaciones a la ley electoral durante la elección presidencial debería ser suficientes para anular la elección en la que -supuestamente- Enrique Peña Nieto ha sido elegido. Los mexicanos exigimos democracia en nuestro país, no queremos el regreso oficial de la dictadura del PRI con un  candidato como Peña Nieto representando la ignorancia,  la violencia y la manipulación.

Pedimos al gobierno Holandés, a los holandeses y  toda la Unión Europa que, en nombre de la libertad, NO reconozca a un presidente impuesto, que no reconozca a un partido dictatorial como lo es el PRI, y que no establezca relación alguna con los verdugos de nuestra nación.

Mexicanos Unidos por la autentica democracia, por un México de PAZ.