miércoles, 27 de junio de 2012

¡No al maltrato Infantil!



Esta foto que ven acá me conmovió el corazón.   Este niño tan pequeño y frágil tiene la expresión que he visto tantas veces en el transcurso de mi vida y en varios niños.  Es la expresión que más aborrezco y que espero algún día se erradique para siempre de este mundo ya que es peor que las guerras, que el cáncer y que el sida.  Porque el que un niño tenga esta expresión en su rostro significa que está sufriendo y ese sufrimiento dejará una huella profunda para el resto de su vida.  Puede ser que lo llegue a superar como puede ser que no.  Eso depende de cuan dañada esté la fortaleza de su espíritu.

Yo conocí a una niña preciosa hace muchísimos años de nombre Raquel*.  Era cariñosa, inteligente, entusiasta, divertida,  con buenos modales y bien educada.   Toda la gente que la conocía pensaba que ella era una muñequita hermosa.   Aparentemente era una niña feliz pero la verdad de Raquel se escondía tras sus ojos cafés y tristes.  

Raquel tenía apenas 5 años cuando su padre se fue a vivir al extranjero dejándola solamente con la madre.    Una de las razones por las que el papá de Raquel se fue era porque se peleaba mucho con su madre.  Su madre sufría de cambios de estado de ánimo críticos.  Así que de un momento al otro cambiaba de enojo, a tristeza y a alegría.   Además por temporadas entraba en profundas depresiones que la mantenían en cama por varios días o tenía temporadas en las cuáles poseía una energía extrema y entusiasmo para hacer muchas cosas a la vez.   Este cambio de estado de ánimos frustraba mucho a la señora haciéndola sentirse infeliz y desdichada.

La madre de Raquel se había quedado embarazada de ella a los 19 años por accidente y como estaba muy mal visto en una mujer sola en los años 70's, se tuvo que casar con el padre de Raquel que apenas había cumplido los 20.  Entre consejos de suegros, padres y demás familiares empezaron un tambaleante hogar que sumado a los altibajos del estado de ánimo de la madre de Raquel estaba predestinado al fracaso.

Cualquiera que fuera el estado de ánimo de su madre la afectada era Raquel.    Así que Raquel con su corta edad hacia todo lo posible para que su madre no se enojara.  Procuraba ser una buena hija y una buena estudiante.  Pero nada evitaba que su madre descargara toda su frustración en Raquel pegándole y gritándole cosas feas e hirientes.  Y así como la expresión del rostro del niño en la foto,  Raquel tenía una expresión similar cada día.   

Su madre le pegaba tanto que le dejaban marcas en el cuerpecito que hasta el día de hoy le recuerdan los días tristes de su niñez.   A su corta edad no comprendía por qué su madre la odiaba tanto ni por qué  a su madre le gustaba hacerle tanto daño física como verbalmente.   Raquel poco a poco empezó a formar un mundo alterno en su cabeza donde se escondía al momento que su madre empezaba con el regaño.   En ese mundo alterno ella tenía un hogar con un padre, una madre y un hermano que la amaban y cuidaban y con los que ella era feliz.  Tambien encontró consuelo en la música y procuraba acompañarse de ella a toda hora del día.

En una ocasión su madre le pegó tan fuerte que la dejó con una herida en la cabeza tan profunda que le sangró por varias horas.  La herida era tan grave que Raquel necesitaba que le pusieran puntos pero su madre se rehusó a llevarla al hospital por miedo a que los del hospital preguntaran cómo se la había hecho.   Esa noche en su cama Raquel no podía conciliar el sueño.  Tenía apenas 7 años.   Sollozaba en silencio de la cólera y el miedo sin saber que hacer para cambiar su situación. Y en esa noche estrellada sin luna, Raquel decidió que no se iba a dejar vencer por su madre y se prometió buscar la felicidad al nomás llegar a la edad adulta cuando pudiera valerse por si misma.  

Y así fue creciendo Raquel viviendo en un mundo alterno, viviendo de la música y de la esperanza de que cada día que pasaba la acercaba más a la adultez y al día que pudiera ser libre.

Al llegar a la adolescencia llegó también la rebeldía y así mismo se acrecentaron los maltratos y las palizas.  Pero cada día que pasaba lo veía más cerca a su libertad y eso la hacía seguir adelante. 

Y se llegó el día en que le pudo decir adiós a ese infierno para siempre.   Fue dura la tarea de abrirse paso sola y con las heridas en el alma a cuestas fue aún más difícil.  Hubo una época en que se ahogó en el alcohol.  Otra en la que se metió a las drogas y casi se vuelve adicta.  Llegaba a encontrar pareja pero siempre caía  o en relaciones abusivas o con hombres manipuladores siguiendo el mismo patrón de lo que había vivido.   Pero lo que la hacia salir de todas esas malas épocas era la promesa que se había hecho a los 7 años de buscar la felicidad.

Hasta que un día fue donde un psicólogo que le hizo ver las cosas que le habían sucedido desde otro punto de vista y fue cuando descubrió el por qué del maltrato que su madre le había dado todos esos años:  Su madre era bipolar.   Al comprender la enfermedad y encontrar las respuestas a tantas preguntas que tuvo por años con un signo de interrogación permanente, decidió que ya era hora de ser feliz.

Ahora Raquel es una mujer profesional y exitosa.  Dejó los fantasmas del pasado en el baúl de los recuerdos.   Aunque su madre todavía intenta hacerle daño emocionalmente no lo logra ya que Raquel ha aprendido a manejar la situación y sabe como controlarla.  Vive tranquila y feliz.

Nunca más volvió a tener esa expresión en el rostro como la del niño de la foto y se prometió que si alguna vez la ve en el rostro de algún otro niño buscará la manera de darle una mano y hacerle saber que no está solo.


*Raquel es un nombre ficticio pero la historia es real

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