Esta foto que ven acá me conmovió el corazón. Este niño tan pequeño y frágil tiene la
expresión que he visto tantas veces en el transcurso de mi vida y en varios
niños. Es la expresión que más aborrezco
y que espero algún día se erradique para siempre de este mundo ya que es peor
que las guerras, que el cáncer y que el sida.
Porque el que un niño tenga esta expresión en su rostro significa que
está sufriendo y ese sufrimiento dejará una huella profunda para el resto de su
vida. Puede ser que lo llegue a superar
como puede ser que no. Eso depende de
cuan dañada esté la fortaleza de su espíritu.
Yo conocí a una niña preciosa hace muchísimos
años de nombre Raquel*. Era cariñosa,
inteligente, entusiasta, divertida, con
buenos modales y bien educada. Toda la gente que la conocía pensaba que ella
era una muñequita hermosa. Aparentemente
era una niña feliz pero la verdad de Raquel se escondía tras sus ojos
cafés y tristes.
Raquel tenía apenas 5 años cuando su padre se
fue a vivir al extranjero dejándola solamente con la madre. Una de las razones por las que el papá de
Raquel se fue era porque se peleaba mucho con su madre. Su madre sufría de cambios de estado de
ánimo críticos. Así que de un momento al
otro cambiaba de enojo, a tristeza y a alegría.
Además por temporadas entraba en profundas depresiones que la mantenían
en cama por varios días o tenía temporadas en las cuáles poseía una energía extrema
y entusiasmo para hacer muchas cosas a la vez.
Este cambio de estado de ánimos
frustraba mucho a la señora haciéndola sentirse infeliz y desdichada.
La madre de Raquel se había quedado embarazada
de ella a los 19 años por accidente y como estaba muy mal
visto en una mujer sola en los años 70's, se tuvo que casar con el padre de Raquel que apenas había
cumplido los 20. Entre consejos de
suegros, padres y demás familiares empezaron un tambaleante hogar que sumado a
los altibajos del estado de ánimo de la madre de Raquel estaba predestinado al
fracaso.
Cualquiera que fuera el estado de ánimo de su
madre la afectada era Raquel. Así que
Raquel con su corta edad hacia todo lo posible para que su madre no se
enojara. Procuraba ser una buena hija y
una buena estudiante. Pero nada evitaba que
su madre descargara toda su frustración en Raquel pegándole y gritándole cosas
feas e hirientes. Y así como la expresión del rostro
del niño en la foto, Raquel tenía una
expresión similar cada día.
Su madre le pegaba tanto que le dejaban marcas en el cuerpecito que hasta el día de hoy le recuerdan los días tristes de su
niñez. A su corta edad no comprendía por qué
su madre la odiaba tanto ni por qué a su
madre le gustaba hacerle tanto daño física como verbalmente. Raquel poco a poco empezó a formar un mundo
alterno en su cabeza donde se escondía al momento que su madre empezaba con el
regaño. En ese mundo alterno ella tenía
un hogar con un padre, una madre y un hermano que la amaban y cuidaban y
con los que ella era feliz. Tambien
encontró consuelo en la música y procuraba acompañarse de ella a toda hora del
día.
En una ocasión su madre le pegó tan fuerte que
la dejó con una herida en la cabeza tan profunda que le sangró por varias
horas. La herida era tan
grave que Raquel necesitaba que le pusieran puntos pero su madre se rehusó a
llevarla al hospital por miedo a que los del hospital preguntaran cómo se la había
hecho. Esa noche en su cama
Raquel no podía conciliar el sueño.
Tenía apenas 7 años. Sollozaba
en silencio de la cólera y el miedo sin saber que hacer para cambiar su
situación. Y en esa noche estrellada sin luna, Raquel decidió que no se iba a
dejar vencer por su madre y se prometió buscar la felicidad al nomás llegar a
la edad adulta cuando pudiera valerse por si misma.
Y así fue creciendo Raquel viviendo en un mundo
alterno, viviendo de la música y de la esperanza de que cada día que pasaba la
acercaba más a la adultez y al día que pudiera ser libre.
Al llegar a la adolescencia llegó también la
rebeldía y así mismo se acrecentaron los maltratos y las palizas. Pero
cada día que pasaba lo veía más cerca a su libertad y eso la hacía seguir
adelante.
Y se llegó el día en que le pudo decir adiós a
ese infierno para siempre. Fue dura la
tarea de abrirse paso sola y con las heridas en el alma a cuestas fue aún más
difícil. Hubo una época en que se ahogó
en el alcohol. Otra en la que se metió a
las drogas y casi se vuelve adicta.
Llegaba a encontrar pareja pero siempre caía o en relaciones abusivas o con hombres
manipuladores siguiendo el mismo patrón de lo que había vivido. Pero lo que la hacia salir de todas esas
malas épocas era la promesa que se había hecho a los 7 años de buscar la
felicidad.
Hasta que un día fue donde un psicólogo que le
hizo ver las cosas que le habían sucedido desde otro punto de vista y fue
cuando descubrió el por qué del maltrato que su madre le había dado todos esos
años: Su madre era bipolar. Al comprender la enfermedad y encontrar las
respuestas a tantas preguntas que tuvo por años con un signo de interrogación
permanente, decidió que ya era hora de ser feliz.
Ahora Raquel es una mujer profesional y
exitosa. Dejó los fantasmas del pasado
en el baúl de los recuerdos. Aunque su madre todavía intenta hacerle daño
emocionalmente no lo logra ya que Raquel ha aprendido a manejar la situación y sabe
como controlarla. Vive tranquila y feliz.
Nunca más volvió a tener esa expresión en el
rostro como la del niño de la foto y se prometió que si alguna vez la ve en el
rostro de algún otro niño buscará la manera de darle una mano y hacerle saber
que no está solo.
*Raquel es un nombre ficticio pero la historia
es real
Links de interés:
interesante la historia me gusto.
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