lunes, 9 de enero de 2012

Ese amor que nunca se olvida...

Mis padres me educaron estrictamente y esperaban lo mejor de mí.  Mis calificaciones eran altas y trataba lo más que podía complacerles.  A mí y a mis hermanas nos tenían educadas de tal manera que era prohíbido tener novio.  No usabamos maquillaje, nuestros cabellos eran largos y bien cuidados, las uñas bien cortadas y los uniformes del colegio impecables y por debajo de la rodilla.  Estudiabamos en colegio de niñas para evitar problemas, según mis papás.

Cuando tenía 14 años, terminando el año escolar, a la salida del colegio me fijé que pasada un carro rojo con vidrios polarizados y aminoraba la velocidad al pasar frente al colegio.  Lo ví en los siguientes días hasta que un día de ellos el conductor bajó el vidrio y era un muchacho guapo, flaco, cabello castaño claro, ojos color miel  como de unos 20 años.  Me sonrió. 



Como esa era la última semana de la escuela ya no lo iba a ver por lo menos en dos meses.   Me pasé los meses de vacaciones ilusionándome, soñando que él y yo nos hacíamos novios.  Me imaginé mil y una formas en la que él y yo estaríamos juntos.

Cuando llegó el nuevo año escolar, yo estaba ilusionada de ver si él se iba a aparecer de nuevo.  Los primeros días, después de terminar las clases, salía despavorida esperando verlo, pero no habían ni señales del carro.  Hasta que después de un par de semanas lo ví aparecer de nuevo.  Parqueó el carro, se bajó y me dijo: “Hola bonita ¿Cómo te llamas?”  y esa sonrisa cautivadora hizo que mis piernas perdieran la fuerza y casi me desmayara de la alegría. Yo era muy tímida y además mis padres tenían muchas reglas con respecto a los hombres:  No podíamos ni siquiera tener amigos porque nos podían distraer y hacernos bajar las calificaciones.  Pero en ese momento pudo más mi atracción por él y le dije tímidamente:  “Me llamo María”.  Me sonrojé y me balanceaba de un lado al otro viendo hacia el suelo de los nervios.  El me contestó:  “Me llamo Berny”. 

A partir de ese momento él llegaba al colegio a la hora de la salida y hablábamos un poco.  No me tardaba mucho porque si mi mamá llegaba a verme me iba a regañar y hasta pegar.  Yo era la más pequeña de mis hermanas así que con mayor razón mi madre me había sobre protegido.  Además, mi padre se había ido a vivir a Estados Unidos entonces sobre ella caía la responsabilidad de cuidarme.

Un día Berny me dijo que quería visitarme a mi casa.  Que en la calle estábamos muy expuestos a las malas lenguas. Yo no sabía que hacer para decirle a mi mamá que me diera permiso.  Me armé de valor y le dije que me gustaría que un amigo llegara a visitarme a la casa.  Que ibamos a estar en la sala y que ella podía vigilarnos si quería.  Le vendí la historia de que era mejor que me viera en la sala de la casa con un amigo a que le llegaran a contar que me habían visto en la calle.  Mi mamá aceptó la visita a regañadientes pero me advirtió que no podíamos ser más que amigos porque yo no podía darme el lujo de perder la concentración en mis estudios y bajar las calificaciones.  Mis padres no eran pobres pero si era un sacrificio para ellos tenerme en un buen colegio.

Así que le dije a Berny que podía verme en casa pero solo los viernes y sábados porque los demás días tenía que estar concentrada en hacer las tareas.  Yo esperaba con ilusión toda la semana a que se llegara los viernes.  Los viernes procuraba estar con las mejores ropas que tenía. Me iba a cada rato a ver a la ventana hasta que veía el carro rojo parquear enfrente de casa y yo nerviosa me iba a ver al espejo a componerme el cabello y desarrugarme la ropa.  Era un muchacho alegre y espontáneo.  Me hacía reir mucho.  Hablando con él me enteré de que tenía 22 años.  Mi mamá lo saludaba con sospecha y lo veia de pies a cabeza.  Cuando él se iba ella me decía que tuviera cuidado porque él era mucho mayor que yo, un muchacho vivído y con experiencia.

Pero aunque mi mamá me advirtiera lo que fuera, yo me enamoré locamente de él.  Soñaba día y noche con él y me moría por ser su novia.

En esa época había un muchacho interesado en mí llamado Roberto.  El me enviaba rosas para el día de San Valentín, cartas, discos, etc.  Como eramos vecinos, siempre me saludaba cuando me veía pasar por la calle y yo lo saludaba para ser educada pero no le hacía caso.  Mi mente y corazón eran solo para Berny.

Las llegadas de Berny a mi casa eran mi gran ilusión.  Poco a poco él me fue tomando de las manos, uno de los días me robó un beso y así empezamos a tener una relación a escondidas.  Nos asegurábamos de que mi mamá no nos viera.  Yo no cabía en mí, era la chica más feliz del mundo.  Pero al mismo tiempo que me hacía muy feliz también me hacía sufrir.  Al principio de las visitas en mi casa, él se presentaba cada viernes y sábado sin faltar, pero después de unos meses él no llegaba en esos días o sólo se presentaba uno.  Yo no me atrevía a preguntarle  el por qué pero los fines de semana que él no llegaba yo lloraba y sufría porque pensaba que nunca más lo iba a volver a ver.   Cuando lo volvía a ver se me olvidaba lo que había sufrido.  El me ilusionaba diciéndome lo mucho que me quería y a veces hasta me hablaba de planes futuros para nosotros.  Pero luego, al siguiente fin de semana volvía a desaparecer y yo volvía a sufrir.  Mis notas empezaron a bajar inevitablemente y mi mamá empezó a sospechar que él era algo más que un amigo.  Siempre me recordaba lo mayor que él era y me recalcaba la importancia del estudio, pero yo no le hacía caso.

Sus visitas empezaron a ser cada vez menos frecuentes.  Pasó un poco más de un año en esa situación.  Un día de tantos que yo esperaba a Berny espiando por la ventana, llegó una vecina mía llamada Doña Cristy a visitar a mi mamá.  La hermana de Doña Cristy vivía cerca de la casa de Berny y ella lo había visto llegar a mi casa varias veces cuando visitaba a Doña Cristy. 

Oía a mi mamá y a Doña Cristy hablando bajito en la cocina mientras yo seguía en mi puesto eterno de ver a través de la ventana y esperar a que Berny llegara. 

Mi mamá y Doña Cristy salieron de la cocina y se me quedaron viendo con una cara tan extraña  que yo sabía que algo malo estaba por venir.  Mi corazón palpitaba rápidamente.  Mi mamá le dijo:  “Doña Cristy, enséñele el sobre a mi hija por favor”.  Doña Cristy me extendió el brazo para darme un sobre que llevaba en la mano.

Lo tomé temblorosa sin saber que era.  Cuando lo abro veo que era una invitación de boda. Al leer los nombres casi me muero:  El novio era Berny.  Se casaba en ese mismo momento en que yo, como idiota, lo esperaba viendo a través de la ventana.  Mi primera reacción fue llamar a un taxi e ir a ver por mis propios ojos que de verdad se casaba con otra.  Mi mamá no me detuvo, es más se compadeció de mí en cierta manera.

En el camino a la iglesia donde se celebraba la boda yo no paraba de llorar.  No podía creer que él me hubiera engañado de tal manera.  Llegué a la iglesia y no entré, me quedé afuera esperando a que terminara la misa.   Cuando salieron los primeros invitados mi corazón casi se me salía del pecho de lo fuerte que palpitaba.  Tenía las manos sudorosas.  Cuando salieron los novios bajo la lluvia de arroz y pétalos blancos, lo ví muy sonriente y feliz del brazo de la otra.   

En un momento nuestras miradas se cruzaron, se me quedó viendo por un minuto con una mirada triste pero luego fingía su sonrisa mientras recibía las felicitaciones de los presentes.  Me vió un par de veces más hasta que yo ya no pude con tanto dolor y me retiré del lugar.

A partir de ese momento yo parecía un cadaver viviente:  no comía, no estudiaba, no dormía, no me importaba nada.  Lloraba día y noche y era la mujer más desdichada del mundo.   Tenía los nervios alterados y encima mi madre regañándome y echándome en cara que ella siempre había tenido la razón con respecto a él.  El tiempo se me hacia eterno y no sabía si ver televisión o escuchar música porque no podía olvidar lo que había sucedido.  El domingo después de la boda sonó el timbre, cuando mi mamá abrió la puerta,  la sorpresa fue encontrar de que se trataba de Berny.  Mi mamá le gritó que se fuera y él le decía que quería hablar conmigo para explicarme, que a pesar de lo que él habia hecho, él me quería. Mi mamá lo echó de la casa diciéndo que él no tenía nada que buscar ahí.

Yo en ese momento no estaba segura que sentía por él, si lo odiaba o lo amaba.  Lo que si sabía con seguridad es que él ya no era mío.  El siguió tratando de verme por un par de meses.  Después supe que se había ido a vivir a Estados Unidos con su esposa.  Seguí en depresión por varios meses.  Reprobé el año y mi mamá no estaba nada contenta. 

Mientras tanto Roberto seguía enviándome regalitos, poemas y cosas.  Un día decidí hacerle caso por despecho.  Le dije que sí, que iba a ser su novia, pero que yo seguía enamorada de Berny.  A él no le importó con tal de estar conmigo.  El me consoló en sus brazos cuando yo lloraba por Berny.  El limpió mis lágrimas y estuvo ahí cuando yo necesitaba hablar con alguien de mi desdicha.  Pasaron los años y cuando yo cumplí 21 años Roberto me dió un anillo de compromiso y me pidió que nos casáramos.  Yo le dije que sí.
Empezamos inmediatamente los preparativos de boda y cuando faltaban un par de semanas para casarme, un amigo mío me pidió una cita para vernos.  Cuando llegué a la cita él me dijo que tenía una sorpresa para mí.  De repente veo que se aparece Berny.  Este amigo le había contado de mi boda y Berny había venido  desde Estados Unidos por ello.   Mi amigo nos dejó solos y aunque ya habían pasado 4 o 5 años desde que ya no estábamos juntos los recuerdos y los sentimientos empezaron a aflorar inmediatamente pero también la tristeza de saber que no era mío.  De repente me robó un beso y yo deseaba que el tiempo se detuviera en ese momento mágico.  Me pidió que no me casara y me propuso escaparamos juntos.   Yo con lágrimas en los ojos y a pesar de que todos mis sentidos decían que lo hiciera, le dije que no, que yo no podía hacerle eso a Roberto.  

Le pedí que se fuera, que él ya había elegido su camino hacia mucho tiempo y que le daba de regalo mi corazón. Que se lo llevara.

Terminé casándome con Roberto .  Cuando caminaba hacía el altar sabía que estaba cometiendo un grave error ya que yo sabía que no amaba a Roberto.  Aún así me casé y viví con él por varios años hasta tener un hijo juntos.  Pero esa...es otra historia.

3 comentarios:

  1. Esta bien que te hubieras casado con Roberto porque si te queria pero no debiste estar con el solo por despecho. :(

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  2. Hola bonita, llegué de casualidad a tu blog; es una historia muy fuerte la que has pasado. Sigues aún con Roberto??

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