viernes, 25 de abril de 2014

Una Sipnosis del Emigrante



 Este escrito es sobre los emigrantes legales.  Los emigrantes ilegales los tocaré en otro escrito.


El ser un emigrante no es fácil como todos se lo imaginan.  Y voy a explicar el por qué.  

Al irse a otro país uno deja todo lo que conoce y ama:  el país, la familia, los amigos, los lugares favoritos, la comida, las costumbres.   Uno se aventura a un país desconocido sin saber qué puede esperar. 

Normalmente hay alguien que te espera donde vas (son muy pocos los que se aventuran a lo desconocido solos).  Vas a dar con familiares lejanos, con una pareja o con conocidos.  Al estar en el nuevo país lo primero que uno hace es ubicarse y conocer lo básico (calles, lugares, transportación).  Hay productos alimenticios de los que nunca has escuchado o que nunca has probado así que te dedicas a hacerlo.  Al principio la gente que te acoge se muestra amable y te pasea por lugares, museos, restaurantes, playas, etc.  Te van enseñando las cosas para que te familiarices.

Todo nos parece maravilloso y estamos muy contentos con la decisión.  Pero esta felicidad no nos dura mucho. 

Lo segundo que uno hace es buscar un trabajo.   Si donde estás hablan un idioma desconocido buscas la manera de estudiarlo y aprenderlo.  Yo he conocido a varios emigrantes que han venido a Holanda con tan solo el idioma español.  Las cosas se hacen más difíciles si no tienes conocimiento de inglés. 

Normalmente cuando no tienes experiencia en otro país y no vienes ya con un empleo establecido los primeros empleos que te ofrecen o que puedes obtener tienen que ver con la limpieza o con atender mesas.  A mi jamás se me olvidará la experiencia que tuve en mi primer año que vine a Holanda.  Tenía que limpiar 50 hinodoros al día.  Recuerdo que cuando pasaba el cepillo dentro del hinodoro pensaba:  “Para esto me maté estudiando y desvelando tanto tiempo”.  Varias veces limpié esos hinodoros con lágrimas en los ojos. 
  
Puede suceder que si tienes títulos, diplomas y experiencia en un área, tu carrera dé un giro y termines trabajando en otra área distinta a la tuya. Por ejemplo, si tienes experiencia en el área de administración puedes terminar trabajando en contabilidad.  

Si uno se está quedando en la casa de familiares, amigos, o pareja y estás en el período de adaptación puede ser que en este período pueden surgir problemas.  Hay un dicho sabio  y antiguo que recita: “El huésped y el pez a los tres días hieden”.   Si uno está quedándose en la casa de los familiares y amigos temporalmente después de unos días empiezas a ser una molestia para ellos.  Entonces surgen las discusiones y los problemas.  Empiezas a estorbar. Y surge la primera angustia de ver a dónde cambiarte de casa.   Si no tienes mucho dinero las opciones para cambiarse son mínimas o malas.  Puedes quedarte en lugares donde te pueden robar o acosarte sexualmente.  

Yo tenía una amiga que consiguió una habitación en el apartamento de un pakistaní. Se quedó ahí porque era baratísimo pero el lugar era sucio y el tipo era un desagradable.  Confió de que al cerrar con llave su cuarto por las noches no iba a tener problemas.  Resulta que el pakistaní tenía la copia de la llave de la habitación y una de las noches se le entró a la habitación.  Ella le formó un escándalo tal que lo asustó y él se salió.  Al siguiente día ella se fue con todo y maletas del lugar. No quería regresar nunca a dormir ahí.  

Sumado a la adaptación del nuevo país todos pasamos por el Choque Cultural. Y empezamos con síntomas de ansiedad, depresión, deseos de regresar a nuestro país, rechazo al nuevo país.  La comida, las costumbres y todo lo que tenga que ver con el lugar nos empieza a parecer fastidioso y siempre estamos comparando al nuevo país con el nuestro:  “Es que en Guatemala la comida es mucho mejor que acá". 

A algunas personas el Choque Cultural le dura días, a otros meses y a otros hasta años.

Después de este período de adaptación empezamos a tener una vida más o menos normal:  conseguimos una casa y dejamos a los amigos, familiares o conocidos que nos acogieron, ya no tenemos problemas con la pareja ya que empezamos a acostumbrarnos a vivir juntos, tenemos un empleo regular, estamos aprendiendo el idioma y empezando a comprender frases o palabras, conocemos nuestro vecindario y sentimos que empezamos a construir una vida en el nuevo país.

Como dice otro dicho popular: “La cabra siempre tira al monte”.   Aunque estemos en otro lugar, teniendo una mejor vida, siempre nos hacen falta nuestras raíces.  Conocemos personas de nuestro país u otros latinoamericanos y procuramos hablar nuestro idioma, comer nuestra comida y escuchar nuestra música si no siempre por lo menos de vez en cuando.  Vivimos en constante nostalgia y cuando regresamos a nuestro país nuestro corazón se sobresalta de alegría y siempre nos engordamos de todo lo que nos hartamos (porque lo extrañamos).

Aprendemos que aunque ganemos más dinero la vida es más cara.  A mí jamás me enseñaron a llevar un presupuesto y recuerdo que en Guatemala apenas alcanzaba el dinero hasta recibir el salario pero ahí comía un mi pan con frijoles y ya estuvo.  Acá he aprendido a hacer un presupuesto de verdad porque aquí el pan y los frijoles no son tan baratos como en Guatemala.  También he aprendido la importancia de pagar impuestos y que no puedo evitarlo sino me meto en un gran lío con el gobierno que ya de por sí que me tienen bien controlada.  

El emigrante, especialmente los que venimos de Latinoamérica sufrimos de discriminación.  Cuando yo vine a Holanda en el año 2001 no habían muchos emigrantes latinoamericanos como los hay ahora.  Entonces no me querían dar trabajo donde se necesitara hablar español porque decían que yo “no hablaba el español correcto (El español de España)”.  También los holandeses tienen la idea que todos los latinoamericanos andamos buscando un pasaporte Europeo y por eso queremos casarnos o estar con un Europeo.  Lamentablemente algunas (os) compatriotas han hecho precisamente esto y nos tachan a todos por igual. 

Lo que más duele de ser un emigrante es saber que tu familia que se quedó en tu país se quiere aprovechar de ti y se cree con el derecho de exigirte que les envíes dinero.  Te salen a pedir dinero primos, tíos y otras personas con las que no tuviste gran contacto pero creen que tú les vas a solucionar la vida.   También uno recibe propuestas de negocios de todo tipo de personas que no te dan confianza.   He escuchado historias de varios emigrantes que han comprado terrenos o casas en sus países y se han encontrado con que los papeles de compra son falsos o el inmueble no pertenece a la persona a la que se lo compró.    Cuando viajo a Guatemala se piensan que yo soy millonaria pero en realidad me maté todo un año ahorrando el dinero para poder hacerlo.  No es cosa fácil.

Lo más duro de ser emigrante es lo siguiente:  no tenemos a nuestros padres o amigos más íntimos cerca de nosotros.  Podemos hacer amigos pero no es lo mismo.  Si estando en el nuevo país nos sucede algo grave (rompimiento de una relación, una enfermedad grave como cáncer o leucemia, desempleo, problemas de alcoholismo, etc.) no tenemos a nadie de confianza en quién apoyarnos.    Podremos apoyarnos de la pareja un poco pero siempre tendremos el sentimiento que no nos comprenderá completamente.  Entonces surge la polémica: ¿qué hacer? ¿A quién contarle nuestras angustias?  No se las podemos contar a nuestros familiares o amigos en nuestro país de origen porque no queremos angustiarlos.  No tenemos la confianza de contárselo a amigos el nuevo país porque no tenemos la misma confianza que con amigos del país de origen.  Entonces ¿qué nos queda?  Aguantarnos y guardárnoslo.  Sufrir en silencio, llorar a solas, buscar soluciones sin ayuda.   Es muy duro hacer eso, yo lo he pasado.  Pero eso nos hace personas más fuertes y a lo mejor nos ayuda a madurar y a ver las cosas de distinta manera.  También nos ayuda a ser fuertes para nuestra familia que tengamos en el nuevo país o la que dejamos atrás.

El ser emigrante tiene sus cosas buenas también.  Me he fijado que en nuestros países –o al menos en el mío- se nos enseña que lo importante es lo que sucede en el país.  Lo demás no tiene relevancia.  Como si la crisis mundial no nos fuera a afectar nunca. Acá en Europa he aprendido a abrir mi panorama respecto al mundo.  A interesarme por lo que sucede en otros países, comprenderlo, estudiarlo y aprender de ello porque eso también me afecta. También he aprendido a conocer otras culturas y aprender de ellas. 

Antes tenía solo amistades guatemaltecas y ahora tengo amistades de todo el mundo. Dos de mis mejores amigas son de países que jamás escuché en Guatemala (Hungría y Malta) pero me llevo tan bien con ellas que he aprendido de sus culturas y me encanta. 

También he encontrado el placer en viajar.  Conocer otros lugares lejanos que jamás creí conocer y aprender de sus culturas.

Mis amigos latinomericanos que tienen hijos dicen que están contentos de que sus hijos crezcan acá en Europa.  Son niños que desarrollan una facilidad increíble para los idiomas y además tienen mejor educación. 

Adaptamos cosas o costumbres del país y cuando regresamos al nuestro nos damos cuenta cómo la mentalidad nos ha cambiado.  Esto lo notamos al hablar con familiares y amigos.  Yo escucho como mis amigos en Guatemala hablan de la vida y me quedo callada ya que yo veo ahora las cosas de otra manera. 
 
En paises latinoamericanos vivimos el día a día y son pocos los que se ponen a pensar en ahorrar, en una pension o cosas así.  En otros países uno aprende a prepararse para todo y en especial para la vejez.
Uno puede ver expectáculos y exhibiciones de arte y cultura que jamás veríamos en nuestros países.  También fiestas, costumbres, tradiciones, etc. 

Conforme los años uno tiene el sentimiento de que “No eres de aquí ni tampoco de allá”.  Todavía uno se siente de su país pero hay cosas que ya no pensamos o que ya no adaptamos del país de origen.  Y en el país que nos acogieron hay cosas que adaptamos pero no seremos cien por ciento transformados a la cultura de ese país. También vivimos en constante nostalgia de lo que fue nuestra vida pero sabemos que si regresamos a ella no será lo mismo.  

Y así vivimos entre dos países distintos, partiendo nuestros corazones, sentimientos y pensamientos en dos y tratando de tomar lo mejor de cada lugar para crear nuestro mundo perfecto en el cuál buscamos conseguir la felicidad.  Talvez algún día regresemos a nuestro país, talvez nos quedemos en el país que nos acogió para siempre o ¿quién sabe?  Tal vez tengamos la idea loca de buscar un tercer, cuarto o quinto país adoptivo.   La cosa es que a partir del momento que nos fuimos de nuestro país no dejamos de ser un emigrante. 






1 comentario:

  1. Completamente de acuerdo :-))

    Por cierto: "Inodoro" es sin hache...

    Conocí en Madrid a una buena mujer, ucraniana, que me limpiaba la mesa cuando llegaba a la oficina: una mujer encantadora y muy cultivada que, hablando con ella (nadie habla con las personas de la limpieza, lo cual me parece triste) descubrí que, allá en su Ucrania natal, ella llevaba la contabilidad de empresas...

    Perdemos y ganamos cosas: yo siempre digo que aquí he ganado cosas materiales, pero he perdido esa alegría que obtengo en otros lugares (latitudes donde la vida se entiende de otra manera)...

    Pero cada uno posee una experiencia diferente: en última instancia, depende de tus circunstancias :-))

    Un abrazo,

    Paquito.

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