“¿Qué harías si me
muero?” Su pregunta me cayó como un
balde de agua fría. Para mí era el
Quique, mi tío Quique, al que siempre había visto como una persona activa,
energética, alegre. En ese momento me
di cuenta que los años ya habían hecho lo suyo y que –talvez no ahora pero
algún día- él no iba a estar ahí.
Las memorias comenzaron a brotar. Quique apareció un día en la casa de mi
bisabuela a la que cariñosamente le decíamos “Mami” cuando yo tenía cinco años
casi seis. Cuando llegó me abrazó y yo
no sabía quién era. Mi Mami parecía
tenerle mucha confianza así que por eso no me importaron los abrazos. Con el tiempo aprendí de que se trataba de mi
tío Quique, hermano de mi madre y del cuál yo no tenía memoria más que solo
una: cuando era más pequeña a cada avión que veía, saludaba con la mano y decía
“Adiós Quique”. El vio a mi madre embarazada de mí una noche que pasó por
Guatemala camino a Brasil. Luego me conoció cuando tenía dos años que pasaba
unos días en Guatemala viniendo de Brasil rumbo a Estados Unidos y me volvió a
ver a mis tres añitos cuando iba camino al Perú. De esas visitas yo no guardo ningún recuerdo.
Cuando se apareció en Guatemala para quedarse, acababa de terminar la misión de
la Iglesia mormona en La Paz, Bolivia.
Quique venía a reecontrarse con sus raíces y
sus hermanas después de muchos años de ausencia. Encontró un trabajo en el Palacio Nacional de
la Ciudad de Guatemala como guía del Palacio.
Esto fue por su conocimiento del idioma inglés. También era miembro activo en la iglesia
mormona. Quique fue como el padre que no
tuve en mi niñez. Me aconsejaba, jugaba
conmigo, hacíamos actividades juntos.
De las memorias que más atesoro de mi niñez y
con Quique son jugar por horas a las “luchitas” con Quique y mis primos Manuel
y Guillermo (hijos de mi tía Luva, hermana de mi mamá). Poníamos el colchón de
la cama como resbaladero cayendo al suelo y luchábamos por horas. Las risas en esos momentos eran
interminables. Todos parábamos rojos,
cansados y felices. Recuerdo también que a Quique le gustaba ir a McDonalds a
almorzar. Para mí ir a almorzar con Quique
era especial. Viviendo en pobreza ir a
McDonalds era un lujo para mí. Así que
yo gozaba de esas idas a McDonalds como si asistiera a un banquete
elegante. Ahora de adulta de vez en
cuando voy a McDonalds cuando me siento nostálgica y quiero recordarme de él.
En esa época la guerra civil en Guatemala se
volvió más dura. Teníamos golpes de
estado a cada rato y Quique estaba trabajando en el Palacio Nacional cuando uno
de los golpes de estado más importante de la historia de Guatemala se
produjo: El General Rios Montt había
tomado el mando. Esto fue el 23 de marzo de 1982. Cuando ocurrió, abolió la Constitución de la
República y declaró un estado de sitio y un toque de queda de 18:00 pm a 6:00
am. No dejaban entrar ni salir a nadie
del Palacio Nacional que estaba lleno de soldados del Ejército. Recuerdo que el día que ocurrió el Golpe de
Estado mi mamá y mi tía estaba muy preocupadas por Quique. No recuerdo exactamente cuántas horas estuvo
en el Palacio pero sé que fueron muchas.
Yo lloré en mi cuarto en silencio por él y le pedí a Dios que lo trajera
con vida. Cuando apareció saltaba de la
alegría y lo abracé por largo rato.
En la iglesia mormona conoció a Sonia, su
actual esposa. Ella estaba prometida
para otro chico pero no recuerdo que hizo Quique para conquistarla. Seguro que
usó sus mejores galanterías.
Conforme pasaba el tiempo mi amor por Quique se
fue haciendo mayor. Estaba casi siempre
de buen humor, haciendo bromas y cuando se enojaba le teníamos mucho respeto
aunque jamás gritó o dijo algo que lo ofendiera a uno. Era flacucho y cuando se despertaba por las
mañanas parecía puro chino ya que sus ojos amanecían rasgados como ellos. Siempre usaba gafas y tenía el cabello lizo
y negro. Por sus similitudes con los
asiáticos a veces bromeábamos diciéndole que a lo mejor era adoptado de la
China. Por su manera de ser tan
vivaracha y su buen sentido del humor se ganó el corazón de muchas personas
dentro y fuera de la iglesia mormona.
Dentro de la iglesia trabajó por mucho tiempo con adolescentes y estuvo
a cargo de los Boy Scouts. Eso hizo que
muchos miembros jóvenes de la iglesia lo respetaran. Lo veía por los pasillos de la iglesia con
jóvenes revoloteando a su alrededor tratando de hablarle o compartirle algo. A veces me ponía celosa de algunas chicas que
recibían sus abrazos y consejos.
Después del matrimonio con Sonia ella quedó embarazada
de su primer bebé a la que llamó Linda Arlene.
Lamentablemente Linda Arlene solo vivió dos meses. Le dio una Meningitis que hizo que falleciera
en pocas horas. Tanto Quique como Sonia
estaban destrozados. Yo no entendía
mucho lo que sucedía porque apenas tenía 9 años en ese entonces. Pero si entendía que la tristeza de los dos
era grande y yo quería ayudarlos pero no sabía cómo.
Con el tiempo Sonia quedó embarazada de nuevo. Y así nació mi prima Leslie. Después de Leslie vino Shirley y después
Hyrum. Cada nacimiento de mis primos lo
gocé. Como era la prima mayor los
cuidaba y trataba de enseñarles cosas.
Como mi mamá trabajaba todo el día entonces se
decidió que pasara la tarde en la casa de Quique para que me cuidaran. Yo gozaba esas tardes en su casa pero en
especial los fines de semana cuando teníamos algún cumpleaños que celebrar o
alguna actividad de familia. Todos los
niños jugaban juntos. Yo procuraba estar
con los adultos ayudando en la cocina o en alguna otra cosa.
Cuando entré a la adolescencia también me entró
la rebeldía. Tenía un sin fin de
problemas con mi mamá y cuando ella sentía que no podia más conmigo, me mandaba
a hablar con Quique. Quique siempre fue
paciente en decir las cosas. Lo
respetaba mucho así que escuchaba sus consejos que no siempre tomaba pero al
menos escuchaba atentamente.
Llegó un momento en el que Quique decidió irse
a vivir a Estados Unidos con toda la familia.
Eso fue entre mis 15 y 16 años, en el año 1990. Sentí un gran vacío cuando se fue, no solo
por él sino que también por mi tía Sonia y mis primos. Al poco tiempo de
haberse ido escuché que mi tía Sonia estaba embarazada de nuevo y meses después
nació mi primo Carlos en el año 1991.
Tres años después en el año 1994 nació mi primo Eric.
Después de mis 16 años tuve una etapa dura en
la cuál las peleas con mi mamá se hicieron más intensas. Ella decidió irse a vivir a Estados Unidos
así que me quedé sin ella y sin mi hermano.
Mi mamá me dejo en casa de mi tía Luva, casa en la cuál tuve problemas y
me tuve que salir al poco tiempo. Después de eso yo tuve que buscarme la vida y
empezar a trabajar.
De esa etapa de mi vida recorrían muchos
rumores. Que era amante de un amigo de
la familia que ya era mayor pero con el cual yo tenía mucho contacto, que
andaba de cama en cama y me iba a quedar embarazada de saber quién, que quién
sabía dónde y cómo vivía o dónde dormía.
Yo perdí contacto con mi familia porque los rumores y las acusaciones no
me hacían nada bien. Quería demostrarles
que podia sola y que las cosas no eran lo que parecía. Fueron tiempos difíciles para mí pero logré
levantarme. Encontré un trabajo en un
hotel 4 estrellas de la ciudad y una habitación en una casa de una familia en
la Zona 1 de la ciudad de Guatemala. Cuando ya estaba bien parada poco a poco
recuperé el contacto con mi familia, en especial con Quique.
El vino a Guatemala a visitar y sabía que por
encargo de mi madre él quería asegurarse que estaba bien. Yo era la Ejecutiva de Ventas en el hotel así
que tenía derecho a almorzar con clientes en el restaurante del hotel. Invité a Quique a almorzar. Se quedó sorprendido de ver en el hotel que
trabajaba, que estaba bien y que había superado los problemas por los que había
pasado. Recuerdo que me dijo: “M’ija, estoy orgulloso de ti”.
Lo vi dos o tres veces más. En una de esas ocasiones viajó con toda la
familia y ahí conocí a Carlos de dos años de edad (Eric no había nacido
todavía). Después pasaron más de diez
años sin vernos. En esos años yo hice
muchas cosas que sabía que mi tio Quique siendo mormón no aprobaba: viví en union libre con varios novios, me
hice un tatuaje, dejé la religión por completo y me vine a vivir a “la ciudad
del pecado” según las palabras de mi mamá o sea Amsterdam. Mi tio nunca dijo nada de las decisiones que
yo tomaba. Un día le pregunté si no le
molestaba y me dijo: “M’ija, te dejo vivir”.
Lo volví a ver en el año 2011 cuando yo fui a
Utah a visitar a la familia. Fue una
gran emoción volverlo a ver, ahora más viejo y ya no tan flacucho como cuando
vivía en Guatemala, pero seguía con su mismo sentido del humor y me trató con el
mismo cariño con el que siempre nos tratamos.
Seguía con su pelo lizo pero ahora con tintes blancos y siempre con sus
gafas y con una gran sonrisa contando sus chistes. Fuimos a pasear a muchos lugares y Quique,
con su paciencia de siempre, me enseñaba cada lugar y me contaba alguna
anécdota o historia. Recuerdo que no dejaba la cámara de video para nada y yo
bromeaba que hasta en el baño me iba a tomar video. Después comprendí que era porque quería
capturar esos momentos para siempre porque quién sabe cuándo nos volveremos a
ver. Pasamos muchas risas juntos en esos
días y para mí fue especial volver a reencontrarme con mi Quique, a quien
admiraba y sigo admirando mucho.
Así que cuando me preguntó: “¿Qué harías si me muero?” no sabía que contestarle. Aunque vivimos lejos, mantenemos un
contacto y un vínculo estrecho.
Contestando a tu pregunta mi querido Quique, te
diría: No sé que haría sin ti. Te extrañaría mucho y de vez en cuando te
mandaría un mensaje al cielo diciendo lo mucho que te quiero y extraño y recordaría
tus anécdotas y las cosas vividas juntos con tu esposa, hijos, primos y demás
familia. Mantendría vivo tu recuerdo que
es el ejemplo de muchos y haría lo posible porque nadie te olvidara. Eso haría.
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