Antonio era un chico que se creía fantástico. Creía que todo el mundo le debía un
favor. Creía que él era perfecto, el
hombre ideal para todas las chicas, el más inteligente, el más guapo, el más
experimentado en las artes del amor, el mejor de todos los hombres para todo.
No tenía mucha educación y había llegado a tener mucho dinero gracias a su
astucia, creía que el mundo estaba a sus pies, creía que aunque perdiera todo
ese dinero, volvería a ganarlo. Porque
él era lo mejor. Nadie sabía a ciencia
cierta como Antonio se había hecho de tanto dinero pero los rumores corrían que
se había metido a negocios riesgosos y sucios aunque nadie había logrado
comprobarlo.
Antonio tenía una novia muy guapa llamada Lucía, una novia enamorada que le
había dado todo su corazón. Pero él
sentía que ella no era suficientemente buena para él, quería cambiarla, quería
moldearla y le reprochaba a cada rato sus actitudes infantiles, su falta de
inteligencia, su manera de vestir, su manera de actuar. Los pleitos se hacían cada vez más y más
fuertes hasta que un día le llegó a abofetear.
Después de esa vez y cuando las discusiones se volvía insoportables
Antonio le propinaba golpes a Lucía para callarla, para enseñarle que él era el
que mandaba, que él era el que tenía la razón, que ella debía de obedecerle a
él porque él sabía lo que era mejor.
Antonio tenía amantes, Lucía era una chica buena pero él necesitaba más,
además sus amigos sabían que él era el rey entre las mujeres así que tenía que
actuar como tal. Salía a beber con sus
amigos y no tardaba ni diez minutos y Antonio ya tenía una chica al lado, a la
que le decía cosas hermosas mientras le intentaba meter la mano por debajo de
la falda. Porque Antonio tenía labia,
decía las cosas más hermosas que una mujer quería escuchar: “eres la estrella
más brillante del cielo” “¿dónde te habías escondido? Te he estado buscando toda mi vida” “Eres la
mujer que va a hacer que me enamore perdidamente”. Las mujeres caían rendidas ante sus palabras
y promesas de amor eterno, lograba llevarlas a la cama para luego olvidarse de
ellas o hacer como que no las conocía.
Antonio vivía en lujo, tenía una gran casa en una de las mejores zonas de
la ciudad en la cual vivía con Lucía.
Tenía un apartamento al otro lado de la ciudad donde llevaba a sus
amantes. Tenía varios carros y algunos
últimos modelo. Antonio era anfitrión de
las mejores fiestas, sus amigos se maravillaban siempre de los banquetes y
licores de primera calidad que se servían en las fiestas. Una Lucía frágil se posaba a la par de
Antonio mientras sonreía con sonrisa de porcelana. Antonio le ofrecía a los
presentes cigarros cubanos, prostitutas de primera calidad (cuando eran fiestas
sin esposas o novias), strippers y hasta a veces viajar con él hacía algún
lugar (que era como ganarse la lotería).
Antonio se sabía invencible, creía que su buena suerte jamás iba a acabar,
su fortuna se amasaba más y más y los lujos crecían: un crucero por el caribe,
un helicóptero para su uso personal, un Rólex con brillantes, etc.
Un día Lucía le dio la noticia a Antonio de que estaba embarazada. Antonio primero se molestó mucho pero después
le dio mucha ilusión. Un hijo, un heredero,
alguien de su sangre y orígenes. Empezó
a tratar a Lucía un poco mejor (al menos ya no la golpeaba) y tiró la casa por
la ventana en decorar el cuarto del bebé.
Cuando nació una hermosa niña a la que llamaron Valeria a Antonio le dio
una alegría incomparable. Hubiera
preferido un niño pero al ver a esa criatura tan frágil y tan necesitada de su
protección se enamoró inmediatamente de ella.
Valeria creció con todos los lujos del caso. Todo se lo daban. Era una niña bella, perfecta y
caprichosa. Mientras más crecía más le
daban. Antonio era su marioneta y hacía
todo por ella.
Mientras tanto Antonio seguía amasando fortuna. Varias veces fue llevado a la policía por
sospecha de tráfico de drogas pero salía victorioso. Decía que “la ley se compra” y se mofaba de
todo y todos en la cara. Se creía
invencible. Con esa actitud empezó a
coleccionar enemigos.
Cuando Valeria llegó a la edad de 8 años era una niña de incomparable
belleza. Era una niña cándida, con unos grandes ojos cafés y un cabello negro largo el cual cuidaban con
esmero.
Un día en que Valeria salía del colegio e iba camino a casa fue
secuestrada. Interceptaron el carro en
el que viajaba con dos guardias a los que les dieron muerte. Antonio estaba como loco. ¡Qué iba a hacer sin la niña de sus ojos! ¡A dónde se la habían llevado! ¡Quién lo había hecho! esperaba que a la niña
no le hicieran daño.
A las pocas horas se recibió una llamada de los secuestradores pidiendo 20
millones por la niña. Antonio tenía esa
cantidad pero en propiedades y en diferentes cuentas extranjeras y para el poco
tiempo que dieron de entrega no alcanzaba.
Negociaron la cantidad y se acordó en juntar 10 millones en el término
de 48 horas.
Antonio puso todo su esfuerzo por reunir los 10 millones y ahí fue cuando
cayó en cuenta que se había hecho de muchos enemigos ya que nadie quería
ayudarlo. Poco a poco fue consiguiendo el dinero hasta que lo logró juntar todo y lo entregó puntual como lo pidieron los
secuestradores.
Después de eso, esperó y esperó una llamada, una señal, algo que le
indicara que su niña iba a regresar. Pasaron
las horas y un par de días y no recibía nada.
Entonces se angustió, le entró un gran miedo de no volver a ver a su
hija jamás. Fue a la policía que poco
cooperativa empezó a hacer averiguaciones.
Le advirtieron que hubiera sido mejor que fuera a la policía antes de
haber entregado el dinero.
Una semana después de la entrega del dinero la policía le informó a Antonio
que habían encontrado el cuerpo de una niña con las características de Valeria
y que tenía que ir a la morgue a identificarla.
Antonio estaba desolado. La
angustia no podía más con él. Si ese
cuerpo fuera el de Valeria no sabía que iba a hacer.
Fue a la morgue acompañado de Lucía.
Cuando destaparon el cuerpo y reconoció las facciones de Valeria se
quería morir. Grito de la cólera, lloró
desconsoladamente, no sabía qué hacer.
La policía le indicó que en el cuerpo venía un mensaje escrito que decía
“Te lo mereces”.
Después de la muerte de Valeria, Antonio no era el mismo. Era un fantasma caminando por la casa. Lucía se fugó a los pocos días con uno de los
guardias de seguridad. Al Lucía
marcharse Antonio se dio cuenta que la había llegado a estimar mucho. Siempre tan callada y sumisa. Nunca le preguntó cuáles eran sus sueños, que
quería de la vida. Se dio cuenta de cómo
la humillada. Se arrepintió.
Descuidó sus negocios, se dejó vencer.
No le importaba ya nada. Por una
carga de droga mal distribuida y por ser el sospecho principal le pusieron una
orden de captura, le embargaron sus bienes y lo metieron preso. Los que eran sus supuestos amigos le dieron
la espalda. A todos los que les había
hecho la vida imposible se encargaron de asegurarse que no tuviera paz en la
cárcel.
Antonio ya no tenía por quién luchar.
La ausencia de Valeria le dolía inmensamente. Muy tarde se dio cuenta del patán y maldito
que era. De que la vida se había
encargado de hacer justicia. Lo
encontraron una tarde de abril en su celda colgado. Había dejado un papel en el que decía
simplemente “me lo merecía”.
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