Foto de sobreviviente de la guerra Prensa Libre
Tengo la mente en
blanco esta semana por las cosas que suceden en mi país, Guatemala debido a la anulación del juicio por genocidio contra Efraín Ríos Montt.
Así que esta semana
en lugar de escribir algo mío, compartiré tres poemas del poeta, periodista y
dramaturgo guatemalteco José Manuel Arce Leal (1935-1985).
El primer poema de nombre “Yo no Quisiera Ser de
Aquí” expresa de manera exacta lo que yo siento en este momento respecto a mi
Guatemala. Los otros dos fueron poemas
dedicados a Efraín Ríos Montt prohibidos en Guatemala en los años 80’s pero que
ahora puedo compartir libremente gracias a la libertad de expresión.
YO NO QUISIERA SER DE AQUÍ
Amo, con todo lo que soy, este suelo y su gente.
Por eso mismo, sufro de manera atroz.
Por eso mismo, me duele hasta el aire que pasa.
Por eso mismo, no quisiera estar aquí.
No quisiera ser de aquí.
No quisiera amar tanto a este país, a esta gente.
El amor se me tranforma en dolor. Y eso no es justo.
El amor ha sido siempre alegre, constructivo, sinónimo de felicidad, y de optimismo.
Yo amo a mi país. Y es un amor triste, impotente, infeliz, que me duele,
que todos los días tiene nuevas llagas, que siempre está más y más crucificado.
Veo su mapa cercenado, una y otra vez.
Veo su historia de burlas crueles, sangrientas.
Veo su geografía amenazada por el planeta.
Veo a sus moradores misérrimos, ignorantes, raquíticos, hambrientos.
Veo su suelo ubérrimo, inútilmente ubérrimo, para la mayor parte de sus habitantes.
Veo su violencia, progresiva, galopante.
Veo, siento, vivo su tragedia incesante. Y me duele.
Me duele tanto como me duele decir: "Yo no quisiera estar aquí",
"yo no quisiera ser de aquí".
Porque ser de aquí es una enfermedad incurable. Uno se va, y entonces la nostalgia.
Uno se va, pero las noticias lo persiguen,
los ojos buscan siempre un algo de aquí, la distancia castiga.
Uno se va. Pero aunque se vaya, no se va: uno anda llevando su Guatemala adentro,
como un amado cáncer, como una idea fija, como un verde corazón que siempre
duele al palpitar y que palpita siempre.
Yo no quisiera estar aquí. Yo no quisiera ser de aquí.
Y aunque me duele el dolor del mundo, perdóneseme,
pero me duelen menos otros países que éste.
Me voy a veces. Me meto en un libro y me voy.
Tomo un pasaje de canción o recuerdo y me voy.
Escribo una carta, me meto con ella en el sobre, me pongo en el correo y me voy.
Pero dura muy poco mi viaje: desde adentro de mí mismo país
-éste pequeño y cruel país-, se me hace presente, me sangra, me duele.
Cuánto amor en el dolor. Cuánto dolor en el amor.
Qué dura eres, Guatemala.
GENERAL
-no importa cuál,
da lo mismo,
es igual-:
Para ser General
como usted, General
se necesita
haber sido nombrado General.
Y para ser nombrado General,
como usted, General,
se necesita
lo que usted no le falta, General
Usted merece bien ser General,
llena los requisitos, General.
Ha bombardeado aldeas miserables,
ha torturado niños
ha cortado los pechos de las madres
rebosantes de leche,
ha arrancado los testículos y lenguas,
uñas y labios y ojos y alaridos.
Ha vendido mi patria
y el sudor de mi pueblo
y la sangre de todos.
Ha robado, ha mentido, ha saqueado,
ha vivido
así, de esta manera, General.
General
-no importa cuál-:
para ser General,
como usted, General,
hay una condición fundamental:
ser hijo de puta,
General.
SERMÓN PRESIDENCIAL
y del dulce pueblito que antes era
atractivo turístico
en las postales multicoloridas,
no quedó piedra sobre piedra
ni quién para contarlo:
se encontró los cadáveres de mujeres preñadas
con el feto asomado por la herida del vientre.
Se encontró a muchachitos de cinco años y menos
colgados de las tripas en las ramas de un árbol.
Los ancianos del pueblo,
venerables,
estaban decapitados en la plaza frente a la iglesia.
No quedaba ni quien para contarlo.
Ni los perros.
Y la prensa, la radio y la televisión
repetían, hoy lunes, el sermón del domingo
del Señor Presidente
-general y pastor evangelista-
que comenzó diciendo:
“Dios es Amor, hermanos…”
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