Recibí el sobre que tanto temía tener entre mis manos. En él, tu letra impecable escribió mi nombre
y mi dirección. Me pregunto si te tembló
la mano o si dudaste al hacerlo.
Pongo el sobre sobre la mesa. Temo
abrirlo. Mientras sirvo hielo y whisky
en un vaso noto como mi cuerpo se estremece con un escalofrío que me viene con
un mareo.
Me siento en el sofá y cojo el sobre.
Veo de nuevo mi nombre y mi dirección.
Trato de memorizar todos los detalles de los dos sellos postales. Me recuesto en el sofá en el que tantas veces
charlamos e hicimos el amor mientras observo el cuadro que compramos en la Antigua
Guatemala. El volcán de Agua se ve
triste y solitario. Empiezan a correr lágrimas
por mis mejillas.
No quería llorar ¡MALDITA SEA! Pero
no lo puedo evitar. Este es el fin. Empieza la nostalgia y los recuerdos: El día
en el que te conocí donde ambos nos refugiamos en la misma cornisa de la
tormenta que se nos vino encima. La
primera cena en la que ordenaste Albóndigas en Salsa Roja y una te cayó encima
de la camisa inmaculadamente blanca. El
primer beso en el cuál tuve que empinarme para poder alcanzar tus labios porque
eres tan alto. La primera vez que
hicimos el amor y las intensas sensaciones que me hiciste sentir. Cuando me propusiste matrimonio después de
escalar el Volcán de Agua por varias horas para luego comprar el cuadro como recuerdo; cuadro que intento
seguir observando entre mis lágrimas.
El día en el que nos casamos, lo guapo que te veías y lo feliz que
éramos. Cuando te conté que estaba
embarazada y la cara que pusiste al saberlo.
El nacimiento de Estela y tres años después el de Byron. Ver a nuestros hijos crecer y sentirnos
satisfechos por los logros laborales y financieros. Cuando
murió tu madre, como te quebraste y lloraste como un niño y lo que te consolé. Verte perder tu figura atlética, blanquear tu
cabello y ver marcadas las primeras arrugas en tu rostro. Cuando nuestros hijos salieron de la escuela
y fueron a la Universidad y el abrazo
que nos dimos para disipar la sensación de pérdida que nos embargó.
Fueron veinticinco años juntos.
Veinticinco años que se fueron por la borda porque según me
dijiste: “Habías dejado de quererme”.
No lo vi venir, no vi las señales o
no las quise ver. Y rápidamente te
saliste de la casa, saliste de mi vida y me dejaste como si yo no hubiera sido
nadie valioso para ti. He intentado
comunicarme contigo y me has dicho que es mejor que no lo hagamos porque así
las heridas curarán más rápido. ¿Cómo
puedes sacarme de tu vida así como si yo hubiera sido un objeto
despreciable? Nunca me porté mal
contigo y no merezco este trato.
Y ahora recibo el sobre. Solamente
han pasado dos meses y quieres sacarme de tu vida para siempre. Me pusiste en el único correo electrónico que
me has enviado que no ibas a pelear por nada.
Que me lo dejas todo y lo único que quieres conservar es tu carro. Que es lo mejor para los dos. La verdad es que no me interesa ni la casa,
ni el carro, ni la casa de campo de la que supuestamente ahora soy dueña
absoluta. Me importas tú. Me interesas tú. A ti es al que amé y al que todavía amo.
Pero nada puedo hacer. Al tú tomar
la decisión tan abrupta y dejarme recogiendo los pedazos de mi corazón roto se
te olvidó contarme un pequeño detalle: Se te olvidó decirme que hay alguien más en tu
vida. Alguien que es treinta años menor
que tú, alguien que te hace sentir joven, que te hace vibrar y sentirte
vigorizado. Me alegro mucho por ti. Te felicito y espero que ella te haga feliz.
Abro el sobre y leo los papeles de divorcio. Leo cada palabra con lentitud, siento que las
leo pero que no las entiendo. Me quedo un largo rato viendo el papel. Es como si fuera un papel en blanco, tan
blanco como mi mente. Me tiemblan las
manos y las lágrimas empiezan a caer en el papel, mojándolo y sellándolo con mi
dolor. Busco un lapicero, me tomo un buen sorbo de whisky y después de un
suspiro los firmo.
Tomo otro sorbo de whisky y me rio.
Primero es una risa tímida pero luego se convierte en carcajada. Me carcajeo tanto que hasta los vidrios de
la ventana se estremecen. No sé porque me estoy carcajeando pero lo hago y lo
sigo haciendo. Las lágrimas que hace un
momento eran de tristeza ahora son parte de la carcajada.
Me levanto y voy al escritorio. Saco
un sobre y escribo tu nombre con el código postal que venía en el sobre que me
enviaste (porque ni siquiera sé dónde vives ahora). Le pongo dos sellos. A la par de tu nombre escribo
“Quien ríe de último ríe mejor”. Me
dirijo a mi habitación y saco una maleta que empiezo a llenar con mi ropa y
accesorios.
Llamo a tu mejor amigo, Luis. Cuando
me contesta le digo: “¿Te acuerdas de que prometimos celebrar mi divorcio a lo
grande?” él me contesta: “Si mi amor” “Pues ya se llegó la hora. Te veo en la casa de campo, me voy ahora” y
cuelgo el auricular. Al pasar por la
sala recojo una botella de Champán y el sobre con los papeles de divorcio
firmados.
Manejo hasta la oficina postal y dejo el sobre. Ya está.
Ya se terminó nuestra historia como tanto querías. Ahora comenzaré otra. Espero no te importe que me revuelque con
Luis a tu salud.
La vida es un continuo cambio but remember> Don't wait for the storm to pass, LEARN to dance in the rain.
ResponderBorrarAngel