En mi reciente viaje a Guatemala estuve escuchando a varios amigos y
conocidos quejarse de la vida tan peligrosa y lo mal que se vive en la ciudad
de Guatemala. Me hablaron de que la
criminalidad estaba peor que nunca y que se robaban a diario celulares, carros,
etc.
Algunos de los “quejones” tienen carros entre los años 2007 y 2012. Además, cuentan con sueldos por encima del sueldo
promedio de Guatemala. Al ir con ellos
en el carro noté que andan con los vidrios abajo, sin el botón de seguridad en
las puertas y sin cinturón de seguridad.
Solían hablar con su iPhone y/o Blackberry poniéndoselo al oído a la
vista de todos. Además algunos cargaban
relojes de marca o anillos costosos. Me llamó la atención que no lo hacían sólo
en zonas seguras como la zona 10 o 14 sino que también en la zona 1 incluyendo
la 18 calle (la calle más peligrosa de Guatemala). Al terminar de hablar, dejaban el celular cerca de ellos a la vista de todos.
También al estacionar el carro, evitaban estacionarlo en parqueos pagados,
porque “muy caro” y lo parqueaban en la calle dejando el carro en manos de una
persona X que cobraba Q.25 (US$3.17) por “mirarlo”.
Por las noches bebían alcohol hasta hastiarse y estuve varias veces con
choferes intoxicados que zigzagueaban por las calles de la ciudad. En más de alguna ocasión estuve preguntando
si no era mejor que yo manejara porque yo estaba menos “intoxicada” que
ellos. Una de las tantas veces una
persona (mujer) me dejó manejar hasta mi casa para manejar el carro
imprudentemente hasta la suya cuando yo ya le había ofrecido llevarla si tan
solo me dejaba sacar unas cosas. El
estado etílico de esta persona era tan fatal que me contó pasó vomitando todo
el día siguiente.
Me decían que la vida es muy cara, que la canasta básica está por las
nubes, así que me imaginé que no les alcanzaba para otra cosa que comer. Tuve la experiencia de ir a Pricesmart, donde
se puede comprar al mayoreo azúcar, sal, frijoles, etc. Mi sorpresa fue ver que la gente compraba
electrodomésticos como una televisión con pantalla plana de 42 pulgadas, equipos
de sonido, una vajilla entera, etc.
Pensé que a lo mejor era porque estaba en un lugar donde llega la gente de
clase media alta pero luego estuve en la 6ta Avenida de la zona 1 paseando un
domingo por la mañana. En ese lugar
llega la clase media baja. Los veía a
todos con sus bolsas de compras en los almacenes del lugar o comiendo en
Burguer King o McDonalds.
También estuve hablando con una amiga, madre soltera, que no gana mucho
dinero pero tiene a su hija en un colegio caro. Se quejaba de que apenas le
alcanzaba el salario para terminar el mes. Le pregunté que por qué tenia a su
hija en ese colegio y me dijo que quería que su hija tuviera buena
educación. Le pregunté que como medía
ella si la educación en ese colegio era mejor que en un colegio que costara
menos y se acomodaba mejor a sus posibilidades. Su respuesta me dejó boquiabierta: “Cuando sea adulta mi hija puede decir que
estudió en ese colegio y sentirse orgullosa de ello”.
En casi todos los lugares de la ciudad de Guatemala hay gente pidiendo limosna.
Estuve con varias personas almorzando o cenando en lugares a los que iba
la clase media baja o alta. Varias veces
niños o personas mayores pedían limosna y se les ignoraba en todo sentido. También cuando algún semáforo marcaba en rojo
veía a varias personas haciendo malabares, prendiéndose fuego en la boca o
vendiendo cositas. En esas ocasiones mis
amigos o conocidos cerraban los vidrios para no darles a nadie.
En una de las ocasiones me apiadé de dos niños, uno de 9 y otro mas o menos
de 5 años. Era medio día y estaba
almorzando con una amiga. Mi amiga
completamente ignoró a los niños y yo les pregunté si ya habían almorzado. El mayor dijo que no y le pregunté si les
gustaría almorzar con nosotras. Mi amiga
estaba visiblemente molesta pero no le quedó otra que aceptar con una falsa
sonrisa que los niños se sentaran en nuestra mesa. Yo empecé a hablar con ellos interesándome en
sus vidas. Mi amiga miraba el reloj o se
ponía a chequear su Facebook y Twitter en el teléfono ignorando completamente a
los niños. Me fijé que uno de ellos
apartaba un poco de su comida y le pregunté por qué lo hacia. Me dijo que tenía otra hermana que también
andaba pidiendo dinero y que tampoco había almorzado. Le dije que no era necesario y que yo le iba
a comprar otro almuerzo para que le llevara a la hermana. A los tres minutos su plato estaba
completamente vacío.
Los niños estaban tan hambrientos que se sentaron tan solo 10 o 15 minutos de
las casi dos horas que estuvimos ahí con mi amiga. Cuando los niños se marcharon (con el
almuerzo para la hermana) mi amiga me dijo:
“Por eso es que no progresa Guatemala”.“¿Perdón?” le contesté curiosa de la respuesta que me iba a dar. Me dijo:
“Si uno les da a esos niños nunca van a hacer nada para trabajar o
valerse por si mismos”. Al indicarle que yo no les había dado dinero sino que
comida me dijo: “Si pero así se mal
acostumbran”. Le pregunté: “¿Prestaste atención a lo que los niños y yo
hablamos?” y me dijo que no. Así que le
dije: “El mayor me indicó que iba a la
escuela y yo le recalqué la importancia de estudiar. También le dije al de 5 años que en cuanto
tuviera edad que lo hiciera. El me
indicó que su mayor deseo era aprender a leer y escribir. Les conté que yo también era muy pobre pero
que con perseverancia y dedicación llegué a vivir a Holanda y estoy trabajando
en una de las mejores empresas del mundo.
Los hice prometerme que iban a estudiar.
Puede que no lo hagan puede que si, pero ese fue mi granito de arena
para esos niños”. Mi amiga no dijo nada
más.
Al viajar al interior de Guatemala, el escenario es totalmente distinto al
de la ciudad. Ahí si que se palpa la
pobreza y el abandono. Ahí si que se ve
que la canasta básica es difícil de conseguir.
Estuve hablando con un par de personas que me contaban que por día
consiguen Q.20 (US$ 2.55) para sobrevivir y que cuentan con familias
numerosas. Uno de ellos me contó que
venía de un pueblo al otro lado del lago de Atitlán. Tenía un familiar en Panajachel y se quedaba a
dormir ahí toda la semana para juntar unos quetzales (moneda de Guatemala)
vendiendo mango verde y naranjas para ir el lunes o martes a su casa a darle
los quetzales a su esposa y cinco hijos.
Me contó que su esposa se quejaba de que solo lo veía un día a la semana
y que los niños crecían sin su padre y él me dijo: “ ¿Qué puedo hacer yo
seño? En mi pueblo si que no hay nada de
trabajo. Yo necesito venir hasta acá
para trabajar y darle de comer a mis hijos”.
Alrededor del Lago Atitlán se ve tanto niño desnutrido agarrado de las
faldas de sus madres mientras ellas tratan de vender cosas típicas a
turistas. Me llamó mucho la atención ver
también gente que debería de haber estado pensionada hace varios años vendiendo
fruta, cosas típicas o pidiendo limosna.
Tuve la oportunidad de tomar tres buses al interior y estar entre la gente
de pueblo. En uno de los buses entablé
conversación con una señora que vendía tortillas. Iba con sus hijos gemelos. Le faltaba tres dientes pero nunca dejo de
sonreirme. Me contaba que todos los días tenía que viajar desde Los Encuentros
hasta Panajachel para poder vender sus tortillas. En realidad solo es una hora de ida y otra de
regreso pero tiene que tomar dos buses y pagar por ella y sus gemelos porque no
hay quien los cuide. Le pregunté que por
qué hacia ese viaje y me dijo que ya tenía clientes que le compraban tortillas
todos los días. Me preguntó que de donde
yo venía y le dije que yo había nacido en la ciudad capital. Me dijo:
“Mi mayor deseo es ir un día a la ciudad. Nunca lo he hecho y quisiera hacerlo antes de
morirme”. Esta frase me impactó
mucho. Su deseo era ir a la ciudad
capital de Guatemala. No a Miami, no a
Nueva York, no a Paris, sino que a la ciudad capital de Guatemala.
Creo que en mi país la percepción del mundo se basa en lo que cada quien entiende
como necesidad. La mayoría de la gente del
interior del país busca sobrevivir, tener los alimentos básicos que para ellos
que cuentan con familias numerosas, que no han ido a la escuela y que tienen trabajos poco renumerados (rozando
a lo ridículo) es difícil de obtener. En
cambio la mayoría de la gente de la ciudad capital basa sus necesidades de
acuerdo a lo que es bien visto en la familia, de acuerdo a lo que no pueden
comprar (lujos o viajes) y de acuerdo a lo que el vecino tiene.
He de decir que no todos los de la ciudad son de clase media alta. Hay una gran mayoría que es de clase media baja y que tienen trabajos pocos renumerados y viajan en buses urbanos. Pero también noté que esta gente anda con celulares iPhone y/o Blackberry. En los buses suben a robar las maras (las bandas criminales en Guatemala). ¿para qué andar con un teléfono caro en un bus si se sabe que pueden robárselo?
Asi que si, estoy de acuerdo que estamos mal en Guatemala. De eso no hay duda. Quejémonos de ello mientras viajamos en la
ciudad capital en nuestra Suburban con los vidrios abajo demostrando el Rolex
que nos compramos en Miami. Así lograremos cambiar las cosas y tener un mejor
país.
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