lunes, 13 de junio de 2011

Una amistad que no fue para siempre.

Le tomo la mano huesuda y frágil.  Hace un murmullo entre sus sueños y sigue durmiendo.  Que pálida se ve.  Recuerdo cuando teníamos veinte años lo bella que era y la envidia que me daba:  escultural, alta, buen cuerpo, un cabello largo negro y una chispa en los ojos indestructible.  Y ahora que la veo en esta cama de hospital, demacrada, desnutrida, con un cuerpo casi sin vida, pareciera que fuera otra.  Quiero sentir tristeza pero no puedo.  Quiero llorar y no me salen las lágrimas.

Estoy hablando de mi amiga Juliana.  Las dos nacimos en el mismo año con un mes de diferencia.  Su madre y mi madre fueron amigas de toda la vida y nos hicieron crecer juntas como hermanas.  No recuerdo un día de mi infancia sin ella.  Como sus padres vivían a dos casas de la mía, ya fuera que yo estuviera en su casa o ella en la mía, siempre estabamos juntas.  Eramos inseparables.  Dormimos muchas veces en la misma cama, comimos del mismo plato, compartimos los mismos sueños y hasta las enfermedades.  Dimos el primer paso juntas, aprendimos a manejar la bicicleta al mismo tiempo, entramos a la misma escuela el mismo día.   Como a ella le gustaba mi apellido más que el de ella, se hacia llamar Juliana Romano. 

En el colegio las compañeras siempre creyeron que eramos hermanas.  Eramos cómplices de las mismas diabluras y creciamos con los mismos valores, enseñanzas y reveses.  Nunca me imaginé mi vida sin ella ni ella sin mí.

Cuando eramos adolescentes, nos enamorabamos de distintos chicos y siempre nos ayudabamos a maquillarnos, a vestirnos, a prestarnos ropa.  Nos contabamos todo con lujo de detalles.  Si alguien le hacia algo a ella yo saltaba y la defendía y ella hacía lo mismo por mí.  Yo la admiraba mucho porque llegó a ser una chica hermosísima.  Era seductora por naturaleza y siempre que se proponía estar con un chico lo lograba sin mayor esfuerzo.  En cambio yo era menos agraciada.  No tenía tetas grandes como ella, no tenía el culo tan parado como el de ella.  Además tenía problemas de acné y algunas veces me ponía regordeta.  Pero eso no impidió que tuviera mis novios y amores de juventud.  Eso sí, mis chicos eran los menos agraciados y no los más populares de la escuela como los de ella pero así los quise y así me sentía feliz.

Cuando entramos a la Universidad, seguimos diferentes carreras entonces solo nos veíamos a la entrada o a la salida de las clases y en fiestas.  Como yo estudié arquitectura mis amigos eran intelectuales y metódicos. En cambio ella estudió Diseño de Interiores y sus amigos eran más artistas y desordenados.  Pero aún asi lograbamos que su mundo y el mío encajaran como siempre sin mayores problemas.

En el tercer año de la Universidad fue cuando conocí a Carlos Manuel, el que iba a ser mi futuro esposo.  Un hombre guapo, inteligente, emprendedor, con un carisma impresionante y por lo mismo muy popular.  Normalmente ese tipo de hombres se fijaba más en Juliana que en mí, pero Carlos Manuel desde un principio me mostró interés.  Yo la verdad sentía que no merecía semejante hombre así que lo rechazaba pero poco a poco con esfuerzo y constancia me fue ganando.  Nos hicimos novios desde entonces.  Juliana salía en ese entonces con Mario, un alumno de filosofía que se creia artista.  Se pasaba horas en el estudio haciendo desnudos de Juliana.  Escribía además poesia asi que tenía a Juliana enamorada de su espiritu libre y desgarabado.

Dos años más tarde el mismo día en que me gradué de arquitecta, Carlos Manuel me pidió la mano.  Y empezaron los arreglos de boda entre encontrar un empleo y buscar una nueva casa donde vivir.  Juliana también se graduó ese año de Diseñadora y sus papás le regalaron un viaje a Europa por tres meses pero del cual no regresó hasta año y medio después y sólo para mi boda.  La boda fue espectacular, como de un cuento de hadas.  Había encontrado mi príncipe azul y era muy feliz.  Encontré un trabajo de arquitectura con una firma muy importante del país y Carlos Manuel puso su propio negocio de Arquitectura con unos amigos de nosotros, arquitectos también, y le iba muy bien.  Rápidamente compramos un terreno al cuál los dos diseñamos la casa de nuestros sueños y la mandamos a construir.   

En cuanto a Juliana desde que regresó de Europa venía con ideas innovadoras en el Diseño de Interiores y decidió poner su propio negocio.  Al parecer la gente no estaba preparada para sus diseños porque eran demasiado diferentes a los que ya estaban acostumbrados y no le iba muy bien.  Perdió clientela y estaba a punto de quebrar.  Para ayudarla y porque a mí si me gustaban sus diseños la contraté para que diseñara el interior de mi casa.  A Carlos Manuel no le había gustado la idea al principio pero luego de conversar con ella y escuchar de sus ideas cambió de parecer.  Cuando estamos planeando el interior de la casa resulté embarazada así que quedamos que la casa iba a estar lista un mes antes de que yo diera a luz.

Mi embarazo fue de alto riesgo y tuve que dejar de trabajar porque tenía que evitar el stress.  Tenía que quedarme muchos días en cama en el apartamento de alquiler mientras Juliana y Carlos Manuel chequeaban los pormenores del diseño interior de la casa.  Cada  vez que Carlos Manuel venía de estar viendo lo que Juliana hacía de la casa venía más entusiasmado.  Me hablaba maravillas del trabajo de Juliana.  Me contaba cada uno de los detalles y motivos que Juliana tenía para cada uno de ellos.  Yo empecé a engordar más y Carlos Manuel empezaba a pasar más tiempo en la nueva casa ultimando detalles con Juliana.  A veces venía tan tarde a casa que yo no me daba cuenta ni a que hora había venido.   Luego se iba temprano a su trabajo y así pasaba varios días sin verlo.

Cuando lo veía se desvivía por complacerme y ayudarme a que estuviera cómoda.  Yo lo admiraba por lo bien que se portaba conmigo teniendo mis hormonas tan alborotadas y siendo prácticamente una inútil sin poder hacer mucho para resguardar al bebé.

En todos esos meses sólo hablaba con Juliana por teléfono y la ví un par de veces.  El mes antes de dar a luz, la casa quedó terminada como estaba planeado así que nos mudamos.  Me gustaba mucho la decoración y se notaba el esfuerzo de Juliana tanto como de Carlos Manuel en cada rincón de la casa.  Después de un mes tuve a Javier y me dediqué a los quehaceres de una madre primeriza.  Después de tres meses cuando ya la vida empezaba a ser rutinaria empecé a notar cambios drásticos en el comportamiento de Carlos Manuel para conmigo.  Creí que era por Javier así que intenté hablar y que me contará que le pasaba.  Lo notaba muy frío y distante conmigo.  Ya no era el mismo hombre cariñoso y amoroso.  A Juliana la había visto un par de veces después de que había dado a luz así que decidí hablar con ella.  La cité para un café y que me contará de su vida.  Decía que Carlos Manuel la había recomendado con unos amigos y que le estaba diseñando los interiores a dos de ellos.  Eso la había ayudado a recuperarse en el trabajo.  Además me contó que se había enamorado de alguien que no era artista.  Era un hombre de negocios inteligente, carismático y atractivo.  Le dije que lo tenía que conocer y quedamos que me lo presentaría.  Pasó más el tiempo y cada vez notaba más la ausencia de Carlos Manuel en la casa.  Llamaba a Juliana y le contaba.  Se había vuelto una mujer muy ocupada porque casi no tenía tiempo de vernos así que me conformaba con las llamadas.

Un día encontré la invitación a una fiesta de la compañia de Arquitectos que Carlos Manuel había iniciado y que era para dentro de dos días.  Carlos Manuel no me había mencionado absolutamente nada de ello.  Me sentí profundamente decepcionada.  Era una gala en un salón enorme del Hotel Hilton.  Escondí la invitación y decidí sorprender a Carlos Manuel.  Llamé a Juliana para contarle pero no me cogió el teléfono.  Al siguiente día compré un vestido muy sexy y encontré una niñera que se quedará con Javier.  El día de la fiesta, Carlos Manuel se levantó tempranisimo y ví como a escondidas sacaba su traje de Armani del closet y lo introducía en su coche.  Luego regresó a la cama y se “despertó”a la hora usual.  En el desayuno le pregunté que planes tenía para ese día que me gustaría tener una cena especial y me dijo que no podía porque se quedaría a trabajar en un proyecto especial hasta altas horas de la noche.  No me podía creer que Carlos Manuel estuviera ocultándome lo de la gala.

Ese día intenté de nuevo hablar con Juliana y no la conseguí.  ¡Necesitaba tanto de mi amiga!  Fui al salón de belleza, me pusé el vestido sexy, esperé a la niñera y fui a la gala.  Por el tráfico y el retraso de la niñera llegué una hora y media más tarde que la hora convocada.  Habían apróximadamente 300 personas.  El salón tenía un decorado de lujo, una orquesta en vivo, bebidas por doquier.  Cómo era difícil visualizar a Carlos Manuel entre tanta gente fui al segundo nivel a buscarlo con la vista.   Cuando lo vi mis ojos no podían creer lo que estaba viendo.  Carlos Manuel con su traje de Armani llevaba en brazos a Juliana con un mini vestido rojo de un escotado prominente.  Ella le hablaba al oído insinuante entre risas y mordidas.  El le devolvía el secreto y la besaba en la boca.  Los arquitectos de la firma y sus esposas estaban presentes y todos parecían conocer muy bien a Juliana y aceptarla como la amante. 

A mi se me cayó el mundo en ese momento.  No sabía que hacer.  Mi esposo con mi mejor amiga, burlándose de mí, en mis narices y con los que decían ser nuestros amigos.   Fui al baño y rompí en un llanto histérico.  Nunca creí que mi amiga o mi esposo fueran capaz de una traición de esa manera.  Después de que lloré me entró cólera y decidí vengarme.  Esperé a que mis ojos rojos recuperaran el color normal, me puse maquillaje y salí dispuesta a arruinarles la noche.  Cogí una copa en el camino y me la tomé de un solo trago.   Cogí otra y llegué a donde estaba la orquesta.  Le dije al encargado que dejara de tocar inmediatamente que yo tenía que hablar por el micrófono.  Cuando eso sucedió las 300 personas voltearon a ver hacía la tarima donde yo me encontraba.  Cogí el micrófono y dije:  “Señoras y señores invitados de esta grandiosa fiesta, quiero hacer de su conocimiento que yo soy la verdadera esposa del Arquitecto Carlos Manuel Segura.  Esa chica que ven a su lado muy sonriente y coqueta es mi mejor amiga Juliana Pérez que al parecer ha decidido dejar nuestra amistad por un lado y acostarse con mi marido.  Les cuento que yo acabo de dar a luz a Javier, hijo de Carlos Manuel.  Mi hijo apenas tiene tres meses de nacido.  Mientras yo me cuidé de un embarazo riesgoso y luego me dediqué a cuidar a un bebe recién nacido, estos dos han decidido burlarse de mí a mis espaldas.  Les hago a todos saber que los colegas arquitectos de mi esposo han dado el visto bueno a semejante comportamiento.  Así que ustedes juzgarán si quieren seguir siendo clientes de hombres tan deshonestos como lo son todos ellos.  En cuanto a mí, no se preocupen,  yo saldré de esta.  Buenas noches a todos”.

Salí del lugar lo más rápido que pude, cogí mi carro y no sé ni cómo pude manejar de regreso a mi casa.  Lloraba sin cesar. Carlos Manuel no regresó a casa esa noche y a la siguiente mañana mandó a alguien a recoger su ropa.  Nos divorciamos sin hablarnos en menos de seis meses.  Yo le pedí la casa y él no se negó a dejármela.  De más está decir de que cambié la decoración de interiores inmediatamente.  Lo malo de todo esto es que Carlos Manuel ni siquiera intento ser padre para Javier y mi pobre niño está creciendo sin padre. Juliana intentó mil veces comunicarse conmigo y las mil veces me negué. Le pedí a Dios que hiciera sufrir a Juliana tanto como ella me había hecho sufrir a mí.  Conjuré contra ella y le eché toda clase de pestes.

No supe de ella en doce años hasta hoy por la mañana cuando una amiga en común me llamó y me contó que Juliana se estaba muriendo de cáncer y que había pedido hablar conmigo.   Al parecer Carlos Manuel después de dejarme se fue a vivir con ella pero el remordimiento la llevó a romper con él en menos de lo que canta un gallo.  Luego entabló otras relaciones en las que no le fue bien.  Nunca tuvo hijos y su negocio al final fracasó.  Al parecer al yo hablar en esa fiesta logré también hacer fracasar a Carlos Manuel.  En esa fiesta estaba lo mejor de la sociedad y como somos un país conservador, no perdonaron la indiscresión del arquitecto con la mejor amiga.  Los últimos años de Juliana los había vivido en casa de sus padres, que ya vivían de la pensión, de una manera modesta y humilde.  Mi madre dejó de hablarle a la madre de Juliana para no entrar en conflicto conmigo.  

Y ahora que veo a Juliana tan frágil y sin aliento en esta cama de hospital quiero sentir pena y tristeza.  Pero no siento nada, ni siquiera rencor.  Juliana entre abrió los ojos y al verme con los ojos humedecidos y la voz temblorosa me pidió perdón.  No tuve ni que responder porque volvió a quedar inconciente.   Y luego todo lo veo como en una película:  La máquina conectada a ella da la señal de que se ha muerto, las enfermeras y doctores vienen a su cama y le dan los choques eléctricos para que viva.  La señal no cambia.  Ella no regresa.  Y yo me quedo ahí, así...como que si nada.

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