jueves, 20 de febrero de 2014

Mi experiencia con el Speed Dating (Citas Rápidas)






Era el 13 de febrero cuando recibí una llamada teléfonica de mi amigo Carlson:  “Silvia  ¿Cómo estás?  Quiero pedirte un favor.   Estoy organizando un Speed Dating (Citas Rápidas) para mañana pero no hay suficientes chicas solteras. ¿Me puedes hacer el favor de venir? ”.  

La sorpresa de que mi amigo me pidiera algo tan peculiar pero más de que en un evento como ese hubieran más chicos interesados que chicas me hizo decirle que si.  De todas maneras ya tenía planeado asistir a una Fiesta de Máscaras que mi amigo estaba planeando para esa misma noche.  ¿Qué perdía con llegar más temprano y ver a los solteros que estaban dispuestos a tener una cita con una chica soltera?  

Al siguiente día -el Día de San Valentín- llegué 10 minutos más tarde que la hora prevista pero a pesar de ello era la primera persona que estaba ahí.   Me dieron un número para ponérmelo en la ropa a la vista (No. 1) y me dieron dos papeles.  En un papel había un listado de posibles preguntas que le podía hacer al chico entrevistado como: “¿Qué te ves haciendo en 5 años?,  ¿Si tuvieras 6 meses de vida que harías?, ¿Tres palabras con las que te describiría tu mejor amigo?”.  En el otro papel teníamos que indicar nuestro nombre, teléfono y correo electrónico. Abajo, habían números del 1 al 25 y a la par había un “No” y un “Si”.

Empezaron a llegar más hombres y mujeres y me quedé observando el panorama. Tanto los  chicos como las chicas pasaban los 30 años.  Se veían todos profesionales, inteligentes, bien vestidos y más de alguno (a) se veía tímido (a) o inseguro (a). Me presenté con algunos pero la mayoría prefería no hablar mucho.   Algunos estaban observando el panorama como yo pero la mayoría se escondió detrás de sus teléfonos pareciendo muy ocupados.

Caminé por el lugar y este fue el primer cartel que vi.

                                                  Se lee:  No me toques

Me dio risa porque el mensaje no concordaba con lo que supuestamente haríamos en el Speed Dating.   El lugar estaba lleno de mesas pequeñas con dos sillas en cada una.   Habían adornos  y globos de color rojo y blanco por todos lados y un DJ que ponía música de ambiente suave.  Me dirigí al bar a comprarme una bebida para agarrar más fuerza.  En el momento que iba a pagar, me di cuenta que las manos me temblaban de los nervios.  La verdad eso es algo insólito en mí pero lo que me ponía nerviosa es que sí habían buenos prospectos.  Quería quedarme con uno de ellos.

Hablé con una chica parte de la organización y me contó que estaba preocupada porque hacían falta chicas.  Que si no venían a tiempo entonces iba a incluirse ella misma en el Speed dating.

Después de una larga espera uno de los organizadores me indicó dónde sentarme.  Empezó a colocar hombres y mujeres en sus respectivos lugares en las distintas mesas.   El primer chico que me tocó era un holandés llamado Jeroen.  Me contó que al igual que yo, tenía un blog, pero el blog de él era exclusivamente de citas en Amsterdam.   Me pareció interesante.  Jeroen estaba tan nervioso que botó mi copa de vino al suelo.  Rápidamente limpió y me fue a comprar otra.  Yo me reía de escucharlo tartamudeando nervioso. Estuvo hablando conmigo por más de 10 minutos ya que oficialmente no empezaba el Speed Dating.  Me contó que le gustaba mucho la cultura Latina y que su sueño era mudarse a Latinoamérica.  Que le gustaba bailar Tango y que quería aprender a bailar Salsa.  

El organizador habló por el micrófono y nos hizo callar a todos.  Nos dijo que teníamos 3 minutos para hablar con la primera persona que teníamos en la mesa.  Que después de los 3 minutos los hombres tenían que moverse a la siguiente mesa para hablarle a la chica con el siguiente número.  Eramos en total 17 chicas y 17 chicos y todos teníamos el número que nos tocaba en un lugar visible.  Me pareció extraño que después de que hacían falta chicas, uno de los organizadores varones tuviera que, a última hora, incorporarse a la última mesa ya que hacia falta un hombre.

Cuando empezó oficialmente el Speed Dating, Jeroen y yo ya no teníamos mucho de que hablar.  No recuerdo que pendejada le pregunté para matar el tiempo.  Pasados los tres minutos se cambió rápidamente a la siguiente mesa.  Hablé con chicos de Curaçao, Holanda, Austria, Estados Unidos, Bulgaria, Alemania, Italia y Francia.  Algunos de ellos eran amigos entre sí.  Yo improvisé las preguntas según el chico que tenía enfrente y según como quisiera que fuera la conversación. 

El chico más extraño fue un chico Alemán.  Tenía un gran grano en la nariz y la palidez de su piel contrastaba con lo rojo que tenía el rostro de lo nervioso que estaba.  Era tímido y creo que se había tomado varias copas porque cada vez que hablaba gritaba, se paraba de la silla o tartamudeaba.   Le pregunté: “¿Cuáles son tus pasatiempos favoritos?” y me contestó:  “No tengo ninguno.  Voy del trabajo a la casa todos los días”.   Mi hombre ideal, pensé yo.

Cada vez que un chico se iba a la otra mesa yo tachaba en el papel si “Si” o si “No”.  Como eran tantos y tan rápido, no me podia recordar del nombre de todos ellos así que decidí no aprendérmelos.  

Cuando terminó el Speed Dating, chequeo el papel y me doy cuenta que taché “Si” a 6 de ellos.  Dos de los chicos me gustaron realmente.  Uno de ellos era un holandés, abogado, guapo y simpático y el otro era un búlgaro que aunque era bajo de estatura era guapo y agradable.  A los demás chicos a los que les puse “Si” era porque eran simpáticos o agradables y me gustaría conocerlos más, pero no en plan romántico sino que en plan de amigos.  

Dimos los papeles a uno de los organizadores y luego nos prepararamos para ir a la Fiesta de Máscaras.  Nos pusimos las máscaras y nos trasladamos al lugar de la fiesta que se fue llenando cada vez de más gente.  Baile un rato con Jeroen, el holandés bloguero que bailaba muy bien, pero él estaba más interesado en una chica que era una turista que estaba de visita el fin de semana.

En la fiesta me enteré que casi la mitad de las chicas que estuvieron en el Speed Dating eran turistas que solo pasaban el fin de semana en Holanda.  Los organizadores al ver que no tenían suficientes mujeres salieron a la calle a ofrecerles dos bebidas gratis con tal de acompañarlos al Speed Dating.  Es por eso que al final habían más mujeres que hombres.

Después bailé con Philip, un austriaco super simpático y divertido pero un poco bajo de estatura aunque con muy buen cuerpo.  También bailé con Dominic, un americano que me daba la impresión de falsedad porque su sonrisa parecía la del anuncio Colgate de toda la vida:  dientes perfectos con la sonrisa perfecta. No hacía nada más que sonreir.  El búlgaro que me había gustado en el Speed Dating resultó ser un pedante y el holandés que me había gustado terminó la noche con una China.

En la Fiesta de Máscaras me di cuenta que habían más mujeres que hombres y que la competencia entre mujeres por quedarse con alguno era ruda.   Me dediqué a bailar, beber y divertirme y al final de la noche me fui a casa sola.

Cuatro días después recibí un correo electrónico de uno de los organizadores diciéndome que nos elegimos mútuamente con uno de los chicos y que su nombre es Philip junto con su correo electrónico.  La verdad es que no le tomé mucha importancia hasta que un par de horas después recibí un correo de Philip en el que me invitaba a salir.  No me acordaba quién era él.  Pensé que a lo mejor debería de hacer la cita, llegar y ahí ver quién era.  Total, si lo había elegido era por que era simpático. 

Luego me di cuenta que en el correo electrónico del cuál él me había escrito estaba también  su apellido.  Me metí en el Facebook a buscarlo y no me tomó mucho tiempo en encontrarlo.  Era el austriaco con el que había bailado.   Pensé:  ¿Por qué no?  y acepté la invitación.  Aunque sea bajo de estatura, quién sabe, talvez conquiste mi corazón.

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