martes, 17 de abril de 2012

El Hombre Manipulador




Hace muchos años atrás conocí a un chico guapo en mi trabajo.  En apariencia era amable, respetuoso, jovial, gracioso, encantador.  Me gustó mucho y de inmediato nos empatamos.  Como trabajábamos en el mismo lugar yo sentía que sus llamadas frecuentes y las visitas a mi oficina (todavía más frecuentes) eran halagadoras. 

En el trabajo se usaba uniforme pero fuera de él yo me vestía como cualquier chica en sus veintes: Sexi y atractiva.  Empezó a decirme cosas como que mis piernas eran demasiado flacas para estarlas exhibiendo así que no debería usar faldas tan cortas.  O que los pantalones demasiado apretados me hacían ver como un hombre.  Por las noches me decía que me iba a llamar antes de acostarme y lo hacía más o menos a la misma hora. A veces me llamaba de nuevo bastante entrada la noche y me decía: “quería asegurarme que no habías salido”.

Mi mundo se empezó a reducir cuando decidimos irnos a vivir juntos.  No me dejaba salir con mis amigos. Los domingos, que era los días que yo ocupaba para visitar a mi familia, me decía que no fuera porque él se iba a sentir muy sólo sin mí y nos poníamos a ver una maratón de fútbol que duraba toda la tarde.  Jamás salíamos al cine o a comer en esos días.  Si me gustaba el fútbol lo terminé de odiar después de varios domingos así. 

Me decía cosas como: “Que flaca eres.  Pareces una calavera.  Come más”.   Y si comía mucho me decía “Oye, deja de comer que te vas a poner como un globo”.   Me celaba hasta la sombra y me hacía escenas si algún amigo o conocido varón me hablaba.  En el trabajo si llegaba a verme un cliente varón, me llamaba y hostigaba durante la visita del cliente hasta ponerme muy nerviosa y hacia que me viera como una novata.  Si el cliente era importante, descolgaba el teléfono para asegurarme que no me llamara.  Como no le contestaba el teléfono pasaba frente a la puerta de mi oficina mil veces cual león acechando a su presa. 

Cuando salíamos con amigos tampoco era agradable.  Se la pasaba haciendo bromas a mis expensas.  Se burlaba de cosas que yo había dicho o hecho y me hacía sentir que yo no valía.

Perdí mi autoestima, perdí la alegría de vivir y perdí contacto con mis amigos y familia. Me sentía como un pájaro desplumado en una jaula de oro.

Con el tiempo el renunció y se fue a trabajar a otro lado y fue cuando empecé a sentirme más tranquila y relajada.

Tenía un amigo llamado Steve que también trabajaba conmigo y había visto las manipulaciones que mi ex me hacia.  Steve siempre me decía que debía de dejarlo y nunca le hice caso.   Y no era el único que me lo decía.  Yo en el fondo sabía que estaba mal, pero no tenía fuerzas como para dejarlo.  Siempre estaba intentando complacerlo y no importaba lo que yo hiciera, siempre hacía las cosas mal ante sus ojos.

En su nuevo trabajo mi ex tenía que trabajar de noche así que casi no nos veíamos.  Yo venía a casa a las 8 de la noche y él se iba a esa hora a trabajar. Se llevaba mi carro para asegurarse que yo no saliera.  Luego él regresaba como a las 7 de la mañana y a esa hora yo ya me estaba arreglando para irme a trabajar. 

Un día llegó Steve a mi casa como a las ocho y media de la noche y me exigió que fuera con él.  Me negué y me dijo: “Tienes que ver a tu novio y lo que está haciendo”.

No me explicó más pero yo intuía lo que iba a ver.  Me llevó a un centro comercial a la par de donde mi ex trabajaba.  Fuimos directo a los juegos mecánicos y ahí estaba mi ex con una chica gorda besándola y abrazándola.   Me dio tanta cólera que fui a pedirle las llaves de mi carro.  Steve se quedó discretamente viendo sin que mi ex lo viera.  A la chica no le dirigí la palabra pero a él le dije: “¿Y con “esta” me engaña? Si quería engañarme lo hubiera hecho con alguien que fuera más bonita y tuviera mejor cuerpo que yo.  No con esto.”

Salí de ahí con las llaves de mi carro y llorando de la cólera.  Steve me ayudó a sacar mis cosas de la casa esa misma noche y me llevó a la casa de una amiga.  Siempre le estaré agradecida a Steve por haberme abierto los ojos.

Mi ex me rogó regresar.  Me lloró, me escribió miles de cartas, recibí miles de llamadas.  Recuerdo en especial una ocasión en la que yo no había encontrado parqueo cerca de mi trabajo y había dejado mi carro a tres cuadras en una zona donde jamás lo dejaba.  Ese día había llovido y cuando llegué a mi carro, encontré una carta entre el parabrisas metida en una bolsa de plástico para que no se mojara. 

Cometí el error de regresar con él un par de meses después pero sólo fue para que la cosa se pusiera peor.  Terminamos muy mal después de eso y hasta ahora no quiero verlo ni en pintura.    

Esta es tan solo una historia de tantas en las cuales las mujeres caemos víctimas de la manipulación.  Hay varias formas de manipulación pero todas tienen un común denominador:  el manipulador es una persona encantadora, que al principio de la relación te baja las estrellas del cielo y te dice lo hermosa que estás para ganarse tu cariño.  Poco a poquito empieza a decirte cosas que debes de cambiar, a veces de una manera muy amable y sutil y otras un tanto pesado como para hacerte sentir mal.  A veces hasta pone la voz de niño o te hace ojitos para lograr sus propósitos.  Como estás enamorada te dejas seducir por ello.

Otra cosa muy común es que te hace sentir culpable.  Y lo peor es que es de sus propias faltas.  Un ejemplo: “Por tu culpa no voy a poder comprarte el regalo que había pensado para tu cumpleaños. Haz aumentado de peso y no creo que te vaya a quedar” OJO!  Que acá no sólo te está diciendo que no te va a dar nada para tu cumpleaños sino que encima te está llamado gorda.

Otra arma muy poderosa es el enfado.   “No te quedó bien la cena.  Que feo el sabor.  ¿Sabes que?, no me comeré esta asquerosidad. ¿Te das cuenta que estaré sin comer por tu culpa?” OJO!  Te está llamando mala cocinera y te deja dudando si de verdad lo eres o si solo te quiere hacer sentir mal.  Luego te dice de que se quedará sin cenar por tu culpa ¿No sabe el número de la pizzería?  Y si esta escena se repite seguido: ¿Por qué no cocina él?

Otra arma poderosa es crear una situación de desesperación.  Te grita, te dice palabras feas y en el peor de los casos hasta te puede levantar una mano.  Luego te llora, te suplica y te pide que lo perdones.   Un ejemplo típico es el de una vez en que íbamos a una fiesta con mi ex.  A él no le gustó el vestido que me puse y me hizo cambiarme como tres veces.  Cuando al fin me vestí como él quería empezó a gritarme diciéndome que ya íbamos tarde que era mejor no ir.  Se fue de la habitación dando un portazo.  Normalmente mi reacción era ir tras de él y suplicarle pero ese día no me apetecía.  Estaba cansada y honestamente después de tanto cambio de ropa no quería ir más.  Regresó a la habitación, me gritó de nuevo y yo no reaccioné.  Me tumbé en la cama y me quité los zapatos.  Volvió a irse y regresó otra vez más sereno.  Me abrazó, lloró y me dijo que había tenido un mal día y me rogó que fuéramos.  Al final fuimos pero me la pasé fatal.  Cada vez que tenía una de estas escenas sentía que me quedaba sin energía porque requiere mucha energía tener este tipo de pleitos y más si son todos los días.

El arma letal es el pedirte perdón.  Cuando ya has aguantado miles de sus arranques de furia, de sus ojitos de perrito, de hacerte sentir culpable, de enfados, lloriqueos, reproches, etc.  Llegas a cansarte y decides que es mejor dejar las cosas.  Se lo dices y él cambia de estrategia.  Ahora no te culpara a ti sino que se culpará a él por todo lo que hizo mal, lo que te dijo, te da la razón, ahora quiere cambiar todo lo que por años le has pedido que cambiara.  Quiere que lo perdones por todo el daño que te ha hecho y te promete que tendrán el mejor de los futuros si juntos trabajan para ello. 

El grave error que cometemos las mujeres es que nos dejamos seducir por el encanto y por las bellas palabras del manipulador.  Queremos creer de que realmente las cosas van a cambiar.  Queremos creer de que realmente él es sincero y vamos a ser felices juntos y para siempre.  Pero no es así, esta es solo un arma para retenerte, para seguirte controlando y para seguirte manipulando.  Tarde o temprano volverá a lo mismo y el círculo vicioso se volverá a repetir.

Es difícil para una mujer no caer en la trampa de un manipulador, pero más difícil es salir de ella.  Requiere una fuerza de voluntad inmensa y si tu autoestima está por los suelos ¿De dónde la sacas?  Pero las mujeres somos seres maravillosos que podemos encontrar fuerzas de donde no las hay.  La clave en todo esto es que tienes que pensar en tres prioridades: Primero tú, segundo tú y tercero tú.   Analizar si tú eres feliz, si es realmente como quieres vivir el resto de tu vida, si esa persona es realmente la que quieres para que sea el padre de tus hijos. 


También existe la manipulación de la mujer hacia el hombre.  Pero esa… será otra entrada en mi blog. 

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3 comentarios:

  1. Curioso :-))

    Deseando leer el post sobre las mujeres manipuladoras (eso sí que es "acceder a Matrix" :-)).

    Un abrazo,

    Paquito.

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  2. Muy bien descrito el modus operandi.La situación no es permanentemente mala, sino sería difícil que la mujer se quedara. Es precisamente por esos momentos de "dulzura" que las mujeres vuelven a caer hasta que ya no saben como salir de la telaraña. Gracias por compartir.

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  3. ups!!!! creo que pondre mas atencion!!!! wow wow no tengo palabras para expresarte lo dificil que se me hace aceptar que lo estoy viviendo!!! :( buenisima info....besitos tqm !!

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