En Guatemala hubo un libro con el título “Siendo puta me fue mejor”. El libro es malísimo a mi criterio porque al final no sé que quiso la autora -Vivian Marroquín- dar a conocer o aleccionar. No deja ninguna moraleja mas que algunas risas y ya. Se queda uno como pensando : “¿Qué fue?”
Pues ahora quiero cambiar ese título por “Siendo soltera me fue (y me va) mejor”. Y yo si espero explicar el por qué.
En Guatemala las mujeres se casan entre los 20 a los 25 años. Todas de blanco (aunque lleven un hijo engendrado en el vientre), una gran fiesta, grandes festejos de despedida de soltera. Las bodas son de ensueño: video para recordarla y fotógrafo profesional, lugares caros, limosinas, vestidos de diseño. Como dice el dicho: “Tiran la casa por la ventana”. Despues de casadas: baby showers, bautizos, cumpleaños, etc. Todo parece ir bien, como en un cuento de hadas. Pero resulta que el príncipe azul no fue tan azul como lo habían soñado…
Yo siempre fuí la soltera, la que andaba “puteando” por ahí. La que se iba de parranda cuando quería, o se iba a un viaje cuando quería, o tenía el hombre que quería. Eso en Guatemala. Cuando me vine a vivir a Holanda sentí como si hubiera encontrado el lugar ideal: ¡Todo el mundo hacía lo que quería acá! En Guatemala me criticaban mucho por mi manera de ser y de actuar. Era la que no encajaba en lo que la sociedad creía que era lo mejor. No soñaba (ni sueño) en casarme de blanco y aunque quiera ¡no puedo casarme de blanco! Porque según yo sé, blanco significa “castidad” y yo ya no la poseo. Tampoco soñé con el estereotipo de la familia ideal: esposo, hijos, trabajo, estabilidad (o a veces si lo hacía en un momento de borrachera). Podía (y puedo) cambiar de pensar o de parecer en un abrir y cerrar los ojos y hacer lo que quiero sin que nadie me pregunte o cuestione el por qué lo hago.
Así que por eso mismo, mientras mis amigas se dedicaban a amamantar a sus hijos, a cuidar a sus esposos, a tener esa vida “perfecta” yo me dedicaba a viajar, a conocer el mundo, a fiestar, a vivir.
Hace tres años tuve por primera vez deseos de ser madre. Mientras pasaban los años más se incrementaba el deseo hasta volverse obsesión. Mi relación no marchaba bien y yo quería de alguna manera retener a mi pareja. Inconscientemente creí que lo mejor era con un bebé. ¡Gracias a Dios que no lo hice! Porque ahora me doy cuenta que hay muchas más opciones en este mundo y no es bueno retener a un hombre con un bebé. De todos modos esa relación terminará y te quedas conectada a esa persona para siempre (por que tienen un hijo juntos) cuando lo único que quieres es rehacer tu vida de la mejor manera.
Ahora hay miles de métodos para las mujeres como yo para tener un hijo: in vitro, inseminación artificial, banco de esperma, adopción. En fin, no se acaba para nosotras las opciones porque no tenemos pareja o porque llegamos a los cuarenta.
Cuando estuve en Guatemala me reuní con mis amigas de juventud. Bellas todas, regias, alegres y joviales. De todas ellas dos están todavía casadas con su primer amor aunque más de alguna tiene sus problemillas por ahí (no entraré en detalles). Pero la mayoría divorciada, divorciada dos veces, separada, con problemas de divorcio, vueltas a casar. Me sorprendió mucho escucharlas.
Y después de haberlas visto regias, algunas de ellas empezaron a contar sus problemas, sus angustias y sus penas. Algunas tienen una vida muy dura ya que están en grandes peleas con el ex, otras viviendo con sus padres que les hacen la vida imposible, otras en problemas de custodia, otras con problemas para arreglar el divorcio, otras muy dolidas por que él le fue infiel, otras con odio en su corazón hacia ese ser que le dió la vida a sus hijos y al que alguna vez amaron.
Yo las escuché a todas ellas en silencio, sin decir palabra alguna. Me alegré de no tener que lidiar con esos problemas. Me alegré de no haberme casado nunca, de no tener un vestido blanco guardado en el armario como recuerdo de una noche alegre que prometía un futuro lleno de felicidad pero no sucedió.
Lo que me dicen mis amigas es que están muy felices con sus hijos. Que han sido la mayor recompensa que han tenido a tan arduo camino. Y me imagino que ser madre ha de ser bello y algo único. Pero también pienso que no me gustaría saber que mis hijos tienen un padre y que él no es responsable o tener que lidiar con él sabiendo que tuvimos un divorcio doloroso, o seguir a su lado únicamente por ellos, etc. etc. etc.
Al final creo que es cuestión de apreciación. Cada persona elige la vida que cree que lo llevará a la felicidad. Sea cual sea y como sea ese camino, nuestra meta final tiene que ser la felicidad. Con o sin hijos, con o sin viajes, con o sin fiestas, siempre tenemos que hacer lo que más nos agrade y ser felices con las decisiones que tomamos.
Yo siento que siendo soltera me fue y me va mejor. No me complico la vida, hago lo que quiero y vivo tranquila.
Si algún día me la quiero complicar…me casaré de blanco.
Excelente tu artículo... es la típica vida de la Guatemalteca. Es el sueño del 90% de las mujeres de Guatemala. Muy buen artículo
ResponderBorrarLindo escrito! Yo en lo particular recomiendo el matrimonio... tanto que me casé dos veces ;) ... sé lo doloroso que es un divorcio, no se lo deseo a nadie. Te doy toda la razón... no es importante buscar tener la vida "perfecta" sino la vida feliz. Soy de la convicción de que es nuestra gorda obligación en esta vida buscar la felicidad.
ResponderBorrarTodo va en valores (supongo): para ti prima la libertad y, para otras personas, prima el no sentirse solos.
ResponderBorrar¿Cuántas personas conoces en el último caso? Yo bastantes (y no es nada malo: cada cual es como es, cada cual vive como puede y busca lo que le hace feliz), pero, al igual que tu, no es mi historia.
Última reflexión: los casados viven más que los solteros (así que algo tendrá el matrimonio :-))
Buen post: ¡Gracias por compartirlo! :-))
Un abrazo,
Paquito.