Hace 16 años doña Paca Xocohoj salió de su pueblo San Pedro Carchá, cerca de Cobán, con su hija Jimena de 15 años a buscar fortuna a la ciudad Guatemala. Ella acababa de enviudar y sin nadie que la detuviera en el pueblo, se encaminó a la capital.
En la capital consiguieron un cuarto de alquiler y empezó a buscar trabajo para ella. Su sueño era que Jimena siguiera estudiando en la escuela para tener mejor vida que la que ella llevaba. Ya había terminado los primeros años de la secundaria y le faltaban otros tres. En San Pedro Carchá las oportunidades de seguir estudiando eran mínimas así que por eso se decidió ir a la capital. Además Jimena era una niña muy hermosa y Doña Paca quería que se casara con un buen hombre. Buenos hombres faltaban en su pueblo.
Después de un mes de estar tocando puertas encontró trabajo como ama de llaves en la mansión de la familia Montecristo. Ellos a parte de ofrecerle buen salario, le ofrecieron dos habitaciones: Una para ella y otra para su hija. Como ya casi empezaba el año escolar ella se apresuró a inscribir a Jimena en una Escuela para que siguiera sus estudios. Le gustaba trabajar para los Montecristo ya que parecían ser buenas personas. Don Guido trabajaba de Gerente Financiero del Hotel Camino Real. Doña Silvina era ama de casa pero nunca se encontraba ahí. Se iba al gimnasio, a la peluquería, con sus amigas, de compras, etc. Así que doña Paca podía llevar la casa a su manera y a los señores Montecristo les gustaba como se las administraba. Los señores Montecristo tenían dos hijos: Un muchacho muy alto y guapo de nombre Manuel que tenía dieciseis años y una muchacha muy dulce y hermosa de catorce de nombre María Elena. María Elena rápidamente entablo amistad con Jimena a pesar de ser de distintos niveles sociales.
A Manuel le gustaba molestar a María Elena y a Jimena a la hora de hacer las tareas. En especial tenía una manía en contra de Jimena. Le jalaba el pelo, le empujaba y le escondía la tarea para que no la hiciera. Jimena se quejaba con Doña Paca pero ella nada podía hacer. Después de un tiempo la jodedera se hizo más frecuente y Jimena no sabía que hacer. Un día en que la estaba molestando en lugar de empujarla la jaló hacía él y le puso el rostro muy cerca de el suyo. Se miraron fijamente y al cabo de un rato él le dió un beso en la boca intenso para luego empujarla e irse. A ella eso le dejó consternada. No le contó a nadie lo sucedido.
Después de ese día las cosas cambiaron entre ellos. Se miraban nerviosos y a veces él le rozaba la pierna o la espalda con la mano pretendiendo no darse cuenta. A Jimena le daba escalofríos en el cuerpo y se ponía muy nerviosa cuando se veían. Le quería contar a María Elena pero sabía que ella haría todo grande y empezaría a molestar a Manuel y a lo mejor eso lo alejaría de ella. Ella no quería eso.
Uno día de tantos Doña Silvina se llevó a María Elena a comprarle ropa, Don Guido estaba en el trabajo y Doña Paca se fue con la cocinera a comprar comida. Jimena y Manuel se quedaron solos. Al principio estaban alejados uno del otro y se miraban furtivamente pero luego él le preguntó que si quería algo de beber y fue a traerle un vaso con refresco. Al traerlo se sentó a la par de ella y después de hablar un par de tonterías se terminaron besando. Se besaron largo y tendido y con pasión. Como cómplices se prometieron verse a escondidas. A partir de ese día en cuanto tenían la oportunidad se veían detrás de la casa o escondidos detrás de un árbol para besarse. Luego de un tiempo él empezó a ponerle la mano bajo la blusa o bajo la falda acariciándola apasionado y Jimena no ponía resistencia. Después de un tiempo eso ya no fue suficiente y quedaron verse una noche en el patio de la casa. Esa noche hicieron el amor por primera vez. Manuel le repetía una y otra vez a Jimena cuánto la amaba a la luz de la luna. Siguieron viéndose a escondidas cada vez que podían y teniendo cuidado que nadie sospechara nada y que nadie los encontrara.
Después de unos meses de estar en esas y cumplido un año de Doña Paca haber llegado ahí, Jimena se despertó con vómitos y mareos. Se quedó en casa. Doña Paca pensando que le habían hecho mal los mejillones que se comieron la noche anterior le dió un caldo de pollo para que se remediara. En cambio Jimena siguió mal al día siguiente y al tercero. Don Guido se ofreció llevarlas al hospital para que le hicieran unos exámenes. Al cabo de 24 horas se supo la causa de su enfermedad: Jimena estaba embarazada. Doña Paca, estupefacta, se la llevó de regreso a casa y la encerró en la habitación para que le confesara quién era el maldito que la había embarazado. Mientras tanto Manuel estaba angustiadísimo por la enfermedad de Jimena y quería verla a todo costado. Andaba rondando las habitaciones de la servidumbre sin lograr verla. Doña Paca no logró sacarle nada a Jimena ese día pero se prometió que al siguiente lo iba a hacer. Esa noche mientras la casa dormía Jimena, de puntillas, se acercó a la habitación de Manuel y tocó la puerta muy quedamente. El le abrió la puerta y se besaron y abrazaron como que no se hubieran visto nunca. Cuando ella el contó lo sucedido, decidieron que iban a enfrentar a todos los de la casa con la verdad y decirles que estaban enamorados y que querían casarse.
Al siguiente día temprano en la mañana Manuel les pidió a los Montecristo que se juntaran en la sala mientras Jimena le pedía lo mismo a su mamá. Cuando todos estaban ahí ellos se tomaron de la mano y confesaron su amor y que habían decidido casarse porque Jimena estaba embarazada.
Doña Silvina puso el grito en el cielo y se desmayó. Don Guido dijo que eso no podía ser mientras golpeaba la mesa con su puño. Doña Paca lloró en silencio mientras pensaba en la confesión y en lo que iban a hacer. La única que se alegro de tal acontecimiento fue María Elena quién estaba divertida por la reacción de sus papás. Los papás de Manuel se fueron a hablar en privado a una habitación contigua mientras Doña Paca se retiró a su habitación. Jimena y Manuel se abrazaban sintiéndose liberados de la carga de guardar su amor en secreto.
Don Guido salió de la habitación y fue a la de Doña Paca a decirle que se fuera de la casa junto con Jimena. Esto al mismo momento que Doña Silvina se llevó a Manuel para hablar en privado. Doña Paca se tuvo que llevar a Jimena a rastras. Ni Manuel ni María Elena vinieron al auxilio a pesar de que Jimena gritaba que no se quería ir. Nadie evitó que se fueran. Doña Paca y Jimena sin saber que hacer se fueron a Cobán donde Doña Paca tenía una hermana. La hermana le aconsejó que se quedaran viviendo ahí mientras Jimena paría y le consiguió a Doña Paca un trabajo de limpieza en la casa de una finca. Jimena tuvo a un hermoso niño al que llamó Manuel en honor al padre. Ella le escribió mil cartas a Manuel diciéndole dónde estaba pero él nunca contestó. No supo más de él.
Quince años después Jimena trabajaba de cajera en una gasolinera camino a las grutas de Lanquin. Estaba aburrida ya que era día entre semana y no habían muchos clientes por ahí. Estaba pensando en qué regalarle a su hijo Manuel para Navidad. Acababa de terminar los primeros años de la escuela secundaria y tenía notas excelentes. Merecía un buen regalo. A lo mejor se lo llevaría a conocer Tikal, la ciudad Maya más grande en Guatemala y que se encontraba en Petén. Era un viaje largo pero para él su sueño era ir ahí. Eran los últimos días de Noviembre y si lograba juntar el dinero, podían ir a Tikal en enero, antes de que comenzaran las clases. Doña Paca, ya retirada, no tendría ningún problema en quedarse sola en la casa. Hacían diez años que se habían comprado una casita cerca de la hermana de Doña Paca y vivían contentos ahí. Doña Paca ya había hecho amistades y encontrado actividades para llenar sus días.
Una Suburban llegó a la gasolinera y la hizo salir de sus pensamientos y vió como el conductor sacaba gasolina de la bomba número 4. Mientras él estaba ahí, dos niños , una mujer y un hombre que venían en el carro, entraron a la gasolinera a comprar golosinas y bebidas. Cuando se acercaron a la caja a pagar, Jimena, rutinariamente escaneaba la compra cuando escuchó su nombre: ¿Jimena? ¿Eres tú, Jimena? Era la mujer la que preguntaba. Ella dijo que sí al mismo tiempo que buscaba reconocer el rostro de la señora. Pero la señora salió corriendo a llamar al conductor que acababa de terminar de echar gasolina y por las expresiones, ella dedujo qué era lo que le estaba diciendo. No se imaginó lo que iba a pasar después. Cuando el conductor entró, reconoció el andar pausado de Manuel, ahora un hombre maduro pero igual de guapo que en la juventud.
Manuel la observó desde la distancia y sus miradas se encontraron, pero ni él ni ella tuvieron el valor de decir algo. El se apresuró a salir de la gasolinera y se fue a refugiar al carro. La mujer que se quedó perpleja por la reacción de él regresó a la caja y le dijo que ella era María Elena, que el hombre que estaba a la par de ella era su esposo y sus dos hijos. Le dijo que quería hablar con ella pero que ese no era el momento apropiado, que iba a procurar hablarle al regresar de las Grutas de Lanquín. Le pidió el número de teléfono de la gasolinera o cualquier otro número de teléfono dónde la pudiera localizar. Jimena le dió el número de la gasolinera sin decir nada. Estaba tan perpleja como Manuel de haberse visto. Ellos se retiraron y ella rompió a llorar. Tantos recuerdos brotaron en su mente. Ella no había logrado casarse con nadie más ya que seguía amando a Manuel.
Pasó una semana y no escuchó nada de ellos, pasaron dos y empezó a perder las esperanzas, tres y nada. El día de Navidad, era un día atareado ya que todos venían por gasolina para no quedarse sin ella por los siguientes días. Además habían muchas excursiones que iban y venían de las Grutas de Lanquín. Cuando ya habían cerrado la gasolinera, Jimena estaba contando la caja mientras sus compañeros se encargaban de llenar estanterías vacías y sacar basura. El compañero que había ido a sacar basura le dijo a ella que la estaban esperando afuera. Como Manuel hijo a veces llegaba de sorpresa a traerla creyó que era él. Terminó de contar caja a los diez minutos, se despidió de sus compañeros y cuando salió se encontró con Manuel, pero el padre.
Jimena perpleja no sabía que decir o que hacer. El estaba visiblemente nervioso fumando un cigarrillo. Cuando se vieron, él tiró lo que quedaba del cigarrillo y lo apagó con el pie y se le quedó viendo fijamente. Después de un rato en el que se vieron en silencio él le dijo: No sabes hace cuántos años que te he estado buscando.
Ella después de estudiarlo le sonrió y le dijo: No sabes hace cuántos años que te he estado esperando.
El sonrió y le dijo: Te llevaré a tu casa. Quiero conocer donde vives. Y a mi hijo o hija, si es posible. Le abrió la puerta del carro y esperó pacientemente a que se subiera.
Ella antes de subir le dijo: ¿Por qué no contestaste ninguna de mis cartas? ¿Te casaste?
El, perplejo, le dijo: ¿Qué cartas? ¡Yo no recibí ninguna carta! y no, no me he casado para fastidiar a mi madre y porque no logré olvidarte.
Ella le contestó con una sonrisa: Me lo imaginé. Vamos, tu hijo Manuel nos espera.
Feliz Navidad mi querida Silvia, esta historia me gusto muchisisimo!!!! Te quiero mucho!!!!
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