lunes, 16 de mayo de 2011

Con la misma moneda

Otra vez este sentimiento de culpa mientras me visto.  Juan Manuel me guiñe el ojo recostado en la cama mientras me pregunta cuando nos volvemos a ver.  Lo veo y me poseen de nuevo las ganas de comérmelo a besos.  Es que esos labios carnosos y ese cuerpo tan bien formado en el gimnasio me vuelven loca.  Además es quince años menor que yo y con toda la vida por delante.  Me pregunto ¿Que verá en mí?  Soy una mujer de cuarenta años, casada y con dos hijos.  Me he conservado bien pero no tengo la vigorosidad de una chica de su edad.  Aunque soy una mujer sofisticada y me visto bien, ya estoy yendo a hacerme tratamientos de liposucción, botox, estiramiento de rostro, de pechos, etc. 

A lo mejor es por mi dinero pero él nunca me pide nada.  Soy yo la que lo mimo con ir a restaurantes de lujo, discotecas de primera, viajes y las mejores habitaciones de hotel donde él puede permanecer después de que yo me haya ido.   Un día se molestó porque le dejé dinero después de haber pasado una hora con él.  Me dijo que así ya no me quería ver y casi se va.  Lo tuve que besar apasionadamente y volverle a hacerle el amor para convencerlo.

Me estoy arriesgando demasiado últimamente pero ya no me importa.  Si mi marido se llegara a enterar le diría que me cuente cuando comenzó el romance con su secretaria.  El no sabe que yo sé que anda con ella.  No me conviene divorciarme de Juan.  Gracias a su dinero puedo darme los lujos que me doy y llevo una vida acomodada.  Asi que si se descubre mi desliz lo amenazo con quitarle a los niños y ya está.  Que viva su vida como mejor le plazca y yo vivo la mía igual.  Lo aguanto porque los niños lo adoran.  A pesar de ser un malísimo esposo es un excelente padre.  Es un contraste tan abrupto que me provoca una carcajada.  Y pensar que un día estuve enamorada de él.  Todo estuvo bien por algunos años hasta que empezó a ausentarse hasta tarde por reuniones de trabajo. Luego los fines de semana tenía que viajar por negocios y cada vez se hicieron más frecuente sus ausencias.  Mis hijos son los que más lo sufren.  Ya no lo ven como antes.  Eso sí, lo tengo amenazado que si algún día se pierde un partido de Ricardito o el ballet de Valeria entonces si tiene problemas conmigo.  Hasta ahora a cumplido con cabalidad, al menos con ellos.

Supe por una amiga que lo vió en el Hotel Intercontinental de Paris en lo que andaba.  El no vió a mi amiga ya estaba tan embobado con su acompañante que ni siquiera se dió cuenta cuando mi amiga le tomó una fotografía.  Reconocí a la anorexica de su secretaria en un segundo.  Siempre le dije a mi marido que ella no me daba una buena vibra.  Pero no me hizo caso.  Al enseñarme mi amiga la foto no sentí nada.  No sentí ni tristeza, ni miedo, ni cólera, ni enfado.  Nada.  Ahí supe que sus ausencias habían dado sus frutos hacía mucho tiempo atrás. 

En ese momento pensé en pedirle el divorcio.  Pero tan sólo pensar que tendríamos que pelear por la custodia de los niños cuando yo dependo económicamente de él no me convenía.  Así que elaboré un mejor plan:  secretamente estoy poniendo dinero en una cuenta de ahorro a mi nombre en Suiza de la cuál él no tiene conocimiento. He comprado ya dos propiedades a mi nombre sin que él esté enterado. Mientras tanto, gozaré de su dinero y de los lujos que me da estar casada con él y a la hora de que algo suceda, ya tengo algo seguro a donde ir a parar.

Mi aventura con Juan Manuel no fue planeada.  Todo empezó cuando cambié de gimnasio.  Juan Manuel era mi entrenador personal.  Ver ese cuerpo sudoroso, musculoso y joven despertaron muchas emociones escondidas en mí.  Una cosa llevó a la otra y tenemos un romance torrido desde hace seis meses.  Sé que no debería pagarle a mi marido con la misma moneda pero que más me da.  A él no le importé yo cuando se metió con su secretaria ¿Por qué me tiene que importar él? 

A veces me da cargo de conciencia en especial despues de haber estado con Juan Manuel y salgo del hotel. A veces me siento sucia e irresponsable. Pero estoy obsesionada por las emociones que me da.  Me hace sentir joven, bonita, guapa.  Me hace sentir deseada.  Aunque cada vez siento que me meto más profundo a un túnel oscuro, sin fin, sin futuro... sin amor.

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