miércoles, 21 de mayo de 2014

Sobre el libro Crecer a Golpes







Pocas veces un libro me impacta emocional y sorpresivamente.  Eso fue lo que me sucedió al leer “Crecer a Golpes”  editado por Diego Fonseca.

En la parte de atrás del libro se lee: “Crecer a Golpes recupera el ensayo y la crónica de trece reconocidos narradores y periodistas para exhibir los conflictos irresueltos que cortan la carne hasta el hueso de América Latina”.

Crecer a Golpes toma como punto de partida el golpe de Pinochet.  Como clave debemos saber que Salvador Allende, un socialista, ganó por elecciones democráticas la Presidencia de Chile antes de Pinochet.  Eso nunca había sucedido en Latinoamérica y eso fue lo que desencadenó muchas de las cosas que sucedieron en los siguientes 40 años.

En la introducción escrita por Diego Fonseca se lee:  “Por primera vez en estas cuatro décadas, la region se encuentra con un mundo multipolar y sin una figura paterna que la ayude a navegar su adolescencia. Si los setenta fueron balas y tortura, los ochentas una década perdida entre crisis de deuda y los noventa la apertura al capital, no está muy claro qué otra cosa más que un interesante mejunje somos ahora”.

Después de leer las narraciones de cada pais (Chile, Argentina, Brasil, Perú, Colombia, Venezuela, Nicaragua, El Salvador, Guatemala, México, Cuba, España y la tan necesaria narración de Estados Unidos) comprendo que el problema de nosotros, los latinoamericanos, es más grave de lo que pensé. 

Este libro despertó recuerdos guardados profundamente en mi subconsciente.  Cuando yo era niña, Guatemala, estaba en plena Guerra Civil.  Yo estudiaba a pocas calles del Palacio Nacional y la Casa Presidencial ubicados en la zona 1 de la ciudad capital.   A mi me enseñaron en el colegio a cubrirme la cabeza y meterme debajo de mi escritorio al escuchar los cañonazos cuando había uno de los tantos golpes de estado que viví.    Cada vez que esto sucedía los vidrios de la ventana de mi clase se quebraban.   

Recuerdo como si hubiera sido ayer cuando en la esquina de mi colegio había una protesta de estudiantes universitarios.  En ese momento pasó un bus.  Bajaron a todas las personas del bus y entre todos hamaqueaban el bus de un lado al otro.  Alguien le prendió fuego.  Cuando ya estaba a medio quemar de entre los asientos de enmedio salió de repente una señora pidiendo auxilio.  Se había quedado escondida, paralizada del miedo, pero cuando vio que el bus se estaba quemando y que podía morir calcinada reaccionó.  Recuerdo muy bien el rostro de pánico de la señora y hasta recuerdo la ropa que cargaba puesta.  Yo tendría apenas 7 u 8 años.

Recuerdo un toque de queda, alarmas a las 6 de la tarde, ver un Tanque de Guerra venir del lado contrario de donde yo iba caminando.  Recuerdo a mi madre poniéndome contra la pared y protegiéndome en varias ocasiones.  Recuerdo que mi padre actuaba extraño, siempre viendo a todos lados, enseñandome canciones “prohíbidas” que no debía cantar en público, tan solo con él, sus largas ausencias y a mi madre diciéndome que él se había ido con otra mujer (mi papá era de los intelectuales de la guerrilla y tuvo que escapar de Guatemala cuando el ejército lo andaba buscando).  Recuerdo soldados armados hasta los dientes transitando por las calles dela ciudad, recuerdo ver a Efraín Rios Montt (hablaré de él más adelante) con traje militar en la televisión empezando su discurso con “Usted papá, usted mamá”.  Recuerdo una canción bien pegajosa cantada por una niña que entonaba: “Hoy le escribí una carta a mi querido hermano, le puse que lo extraño y que lo quiero mucho.  Mamá me ha contado que él es un buen soldado que cuida las fronteras de la patria…”. 

Yo sabía en mi inconsciente que algo sucedía pero no sabía exactamente que era.  Los adultos hablaban de esas cosas cuando yo estaba dormida o se susurraban entre sí sin dejarme escuchar.  Ni cuando fui adolescente se habló de ello en el colegio o en casa.  Me enteré de como había sido todo ello hasta que me fui de Guatemala en el 2001.  En el extranjero leí una variedad de libros que relatan las verdades de la Guerra Civil guatemalteca, libros que no se encontraban en Guatemala cuando yo vivía ahí. 

Lo que me impactó de Crecer a Golpes es como se entrelazan las historias de todos los países Latinoamericanos.  Como lo que sucedía en un país repercutía en el otro y como los sentimientos son los mismos (aunque seamos de distintos países) de las personas que crecimos a golpes.  

Como lo escribiera Carlos Dada de El Salvador: “Probablemente la última generación con sueños fue la que nos precedió.  La revolución fue un sueño; la justicia social fue un sueño; la democracia fue un enorme sueño.  A mi generación, en cambio, le legaron la orfandad, las tendaladas de muertos y desaparecidos, el desarrollo del instinto de supervivencia, las guindas nocturnas en las areas rurales, la zozobra, la impunidad y la falta de claves para entender al mundo.  Los tiempos exigían alinearse con el bando que le diera sentido de pertenencia a algo”. 

Me interesé en leer el libro Crecer a Golpes después de leer un artículo de Plaza Pública titulado ¿El Tercer Round?.  Al leer en el libro la crónica de Guatemala escrita por Francisco Goldman titulada “Después del Segundo Round” puedo entender por qué están sucediendo las cosas que están sucediendo en mi país en los últimos meses.  

Para comenzar, a principios de abril suspendieron (convenientemente) a la jueza Yassmin Barrios por un año.   Esta jueza fue la que condenó por primera vez en Guatemala a tres militares (El Coronel Byron Lima Estrada, su hijo, el capitán Byron Lima Oliva y el sargento Obdulio Villanueva) por el asesinato político del Monseñor Juan José Gerardi. La jueza Barrios también fue la que condenó a  Efraín Rios Montt por Genocidio a  50 años de cárcel y 30 años por delitos contra los deberes a la humanidad.   Lamentablemente la sentencia a Rios Montt fue anulada por la Corte de Constitucionalidad días después. 

Casi al mismo tiempo destituyeron a Claudia Paz y Paz la fiscal general del Ministerio Público que llevo a juicio por genocidio a Efraín Rios Montt.  También fue una resolución de parte de la Corte de Constitucionalidad.  

La semana pasada me entero que el Congreso de la República de Guatemala aprobó un punto resolutivo en el que se niega el Genocidio en Guatemala.   La noticia se ha propagado en una pequeña porción y casi no se habla al respecto en los medios de comunicación o en las redes sociales.   Hubo una protesta frente al Congreso de Guatemala la semana pasada pero al parecer fue pequeña porque tampoco hay noticias al respecto más que una pequeña reseña en los periódicos nacionales. 

Con estos tres ejemplos me doy cuenta que los dinosaurios que tienen controlada a Guatemala con actos de corrupción y la impunidad o “ellos”* nos han dado a nosotros, los guatemaltecos, tres rounds y a lo mejor hasta un knock out. Y eso que yo no soy la gran experta en política pero está clarísimo.

Como lo escribiera Francisco Goldman en Crecer a Golpes:  “Imagine ser un niño pequeño que ve a su madre y hermanas mayores violadas y asesinadas por soldados, sobrevivir de alguna manera con esos recuerdos y que, entonces, le digan que esas memorias han sido silenciadas oficialmente, y que le debe lealtad al gobierno y al Ejército heroico que hicieron posible la “democracia”.  Imagine que es el padre de un estudiante universitario desaparecido y que le digan que las leyes de la nueva democracia le prohíben exigir al sistema de justicia que busque la verdad sobre el paradero de su hijo o hija, o castigar a los responsables en caso de que alguna manera pueda identificarlos. ¿Qué tipo de ciudadanos produciría este tipo de “democracia”?".

La clave del gran problema de los guatemaltecos (y talvez de todos los latinoamericanos) se encuentra también en la crónica de Goldman: “(Guatemala) es un país acostumbrado por demasiado tiempo al silencio, donde todo el mundo sabe que el precio por hablar es, con frecuencia, la muerte”.

Hay muchas cosas interesantes en el libro, como la forma en que Gustavo Faverón Patriau describe a Vladimiro Ilich Montesinos, el hombre fuerte detrás de Fujimori; lo que describe Sergio Ramírez de lo está sucediendo ahora mismo en Nicaragua con el tratado Ortega-Wang donde se concede al chino Wang Ying los derechos absolutos para construir "El Gran Canal Interoceánico" un proyecto tan o más ambicioso que el del Canal de Panamá;  de como Leonardo Padura describe lo que años de represión castrista ha generado  en los cubanos y la narración de John Lee Anderson sobre como Estados Unidos ha intervenido en el extranjero "donde y cuando quisieran".  No voy a escribir más sobre Crecer a Golpes porque los invito a que lean el libro.  Es uno de esos libros que al leerlo te da todas las piezas del rompecabezas de la Latinoamérica de hoy.   

Mi generación no puede hacer nada más que tratar de educar a nuestros hijos también en lo político.  Como concluye Leonardo Padura en su crónica sobre Cuba: “Al final del camino la generación escondida, sin rostro, obediente y complacida, la generación que soñó con el futuro y a la cuál pertenezco, ha vuelto a ser la perdedora. Sólo que esta no es una derrota coyuntural, del momento, sino una declave histórica de la que no saldremos ni siquiera más sabios, o más cínicos, porque ya no saldremos hacia ninguna parte”.  Padura es 20 años mayor que yo pero mi sentimiento es el mismo.

El futuro de Latinoamérica está ahora en manos de nuestros hijos. ¿Los hemos preparados a ellos para lo que van a enfrentar? ¿ O dejaremos que crezcan en la ignorancia como nosotros crecimos?

* leer en el libro quienes son "ellos"o en el link de "¿El Tercer Round?".


No hay comentarios.:

Publicar un comentario