miércoles, 24 de julio de 2013

Desnutrición: ¿Por qué nacer para morir?

En Guatemala, según Jorge Pernillo, especialista en investigaciones sociales de la Procuraduría de los Derechos Humanos, en lo que va del año han habido 155 casos de niños menores de 5 años fallecidos por desnutrición aguda. 

Esta historia (ficticia) está basada en la noticia que leí sobre Ludvin Ramírez Hernández.  Es una historia que hace ver la realidad de una familia guatemalteca extremadamente pobre y el por qué suceden la mayoría de estos casos.  

La pregunta es: ¿qué vamos a hacer al respecto?

Foto propiedad de Prensa Libre


Te vez triste.  Tienes apenas 6 años pero pareciera que tienes menos.  Eres pellejo y hueso.    Estás tan débil que no puedes caminar.  Nunca has corrido. Ni siquiera te arrastras porque eso requiere mucho esfuerzo y no te dan ni ganas de probar. No puedes hablar así que no puedes expresar lo que sientes.  
 
Te estás quietecito en tu rincón, viendo lo que sucede a tu alrededor sin ánimo de participar, sin ganas tan siquiera de sonreir.  No sabes lo que es correr sintiendo el viento en tu rostro y reir con ganas.  Tampoco sabes lo que son los juegos ni lo que es ser dueño de un carrito de carreras, de una pelota de fut,  un muñeco de peluche.

Naciste en cuna humilde en la cuál hay más bocas que comida.   Tu padre que trabaja en el campo, en cuanto recibe el dinero de su sueldo, desaparece por días ya que agarra furia por beber.  Varias veces has ido en brazos de tu madre mientras lo ha buscado de lugar en lugar sin resultado.   

 Casi todo el tiempo estás con tu madre y dos hermanos pequeños.  Tus dos hermanos mayores que no han llegado ni a los 15 años, trabajan en el campo para ganar un poco de dinero para poder comer.  Cuando eras un bebé tratabas de sacar leche del pezón de tu mamá pero era inútil.  Llorabas y llorabas porque sentías un vacío en tu pequeño estómago.  Pero llegó un momento en que ya no podías llorar y te acostumbraste a ese vacío.  Dormías y dormías mucho.  Sentías que no podías mantenerte despierto.  Eras tan frágil que un mal movimiento podía hacer que te quebraras tan fácil como se quiebra un vidrio.

Pasaban los días y los meses pero casi no recuerdas nada porque te la pasabas durmiendo.  Recuerdas haber soñado varias veces con estar en un túnel oscuro y ver una luz al final que se acercaba más y más.  En uno de los sueños al creer que ibas a alcanzar la luz te despertaste de repente al sentir un dolor punzante en uno de tus bracitos huesudos.  Era una aguja que te metía una señora vestida de  celeste.  Estabas rodeado de  gente de blanco y celeste haciendo una serie de cosas alrededor tuyo que tu no comprendías.  Querías protestar pero no podías.  Sólo dejaste que ellos te hicieran lo que quisieran.

Lentamente empezaste a sentirte mejor.  Dormías menos y tenías ganas de cosas que no habías experimentado antes como caminar o hacer lo que veías que otros niños a tu alrededor hacían en ese cuarto de paredes blancas.  Las personas de blanco y celeste te hablaban y te hacian cariño, cosa que no habías experimentado antes.   Un día supiste lo que era sonreir.  Fue una sonrisa tímida y frágil pero te hizo sentir bien.

Después de varios días te sacaron de ese lugar, del cuál no te querías marchar,  pero no pudiste protestar.  Regresaste a la choza de lámina, carton y madera donde vivías con tus padres y hermanos.  Tus hermanos menores parecían fantasmas, nunca tuviste un vínculo con ellos porque cuando despertabas ellos dormían o viceversa.  Cuando tus dos hermanos mayores que iban a trabajar llegaban a casa venían tan cansados que se acostaban a dormir rápido.  A veces traían algo de comida pero todos estaban tan débiles que casi ninguno comía.  Era irónico.

Tu mamá se mantenía llorando o buscando a tu padre.  Ella también se miraba cansada, con ojeras, demacrada.   Se le notaba la preocupación de saber que no podía brindarle comida a sus hijos.  Buscaba trabajitos con los que ganaba un poquito de dinero pero no alcanzaba para todos los días.  Andaba con la ropa vieja y agujereada que ya pedía un cambio, como la ropa tuya y de tus hermanos, pero no había dinero para eso.

Empezaste a sentirte débil de nuevo, a dormir casi todo el día, empezaste a soñar de nuevo con el túnel y la luz que cada vez se iba acercando más y más.

Una de las veces en que despertaste de un largo sueño tu madre estaba llorando a tu lado.  Tenías el presentimiento que algo grande iba a suceder porque por primera vez  tu madre te acariciaba con ternura.  La oías decir:  “¡Esta no es vida!” “¡Así no se puede vivir!” mientras se ahogaba en el llanto. No supiste que más sucedió porque no aguantaste estar despierto así  que cerraste tus ojitos para volver a dormir.

Volviste a ir a ese lugar con paredes blancas y la gente vestida de blanco y celeste.  Algunas te reconocieron y te demostraron cariño de nuevo.  Estabas muy débil pero de inmediato te pusieron agujas y tubos para que te recuperaras.  Poco a poco sentiste la mejoría como la primera vez.  No querías salir de ese lugar.  La gente sonreía, era amable, te daba cariño cada vez que te veían. 

Después de varios días los escuchaste preocupados porque no habían visto a tu mamá.  Ella no se había presentado a ese lugar desde que te dejó ahí.  Hablaban enfrente tuyo de que no era una buena madre, que era una mujer mala porque te había abandonado.  Tu no entendías el por qué decían eso.  Pero tú no querías que tu mamá se presentara.  En ese lugar te sentías bien.  No necesitabas dormir tanto como en tu casa, no te sentías mal como en tu casa, al contrario, sentías que querías hacer muchas cosas que no comprendías que eran pero sabías que estaban en tí, en algún lugar.  A lo mejor por eso tu mamá decía que en la casa no se podía vivir así.  A lo mejor tu mamá pensó que estabas mejor en quedarte ahí, en ese lugar, donde te sentías mejor, donde aprendiste a sonreir. 



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viernes, 19 de julio de 2013

Te lo mereces



Antonio era un chico que se creía fantástico.  Creía que todo el mundo le debía un favor.   Creía que él era perfecto, el hombre ideal para todas las chicas, el más inteligente, el más guapo, el más experimentado en las artes del amor, el mejor de todos los hombres para todo.

No tenía mucha educación y había llegado a tener mucho dinero gracias a su astucia, creía que el mundo estaba a sus pies, creía que aunque perdiera todo ese dinero, volvería a ganarlo.  Porque él era lo mejor.  Nadie sabía a ciencia cierta como Antonio se había hecho de tanto dinero pero los rumores corrían que se había metido a negocios riesgosos y sucios aunque nadie había logrado comprobarlo.

Antonio tenía una novia muy guapa llamada Lucía, una novia enamorada que le había dado todo su corazón.  Pero él sentía que ella no era suficientemente buena para él, quería cambiarla, quería moldearla y le reprochaba a cada rato sus actitudes infantiles, su falta de inteligencia, su manera de vestir, su manera de actuar.  Los pleitos se hacían cada vez más y más fuertes hasta que un día le llegó a abofetear.  Después de esa vez y cuando las discusiones se volvía insoportables Antonio le propinaba golpes a Lucía para callarla, para enseñarle que él era el que mandaba, que él era el que tenía la razón, que ella debía de obedecerle a él porque él sabía lo que era mejor.

Antonio tenía amantes, Lucía era una chica buena pero él necesitaba más, además sus amigos sabían que él era el rey entre las mujeres así que tenía que actuar como tal.  Salía a beber con sus amigos y no tardaba ni diez minutos y Antonio ya tenía una chica al lado, a la que le decía cosas hermosas mientras le intentaba meter la mano por debajo de la falda.  Porque Antonio tenía labia, decía las cosas más hermosas que una mujer quería escuchar: “eres la estrella más brillante del cielo” “¿dónde te habías escondido?  Te he estado buscando toda mi vida” “Eres la mujer que va a hacer que me enamore perdidamente”.  Las mujeres caían rendidas ante sus palabras y promesas de amor eterno, lograba llevarlas a la cama para luego olvidarse de ellas o hacer como que no las conocía.

Antonio vivía en lujo, tenía una gran casa en una de las mejores zonas de la ciudad en la cual vivía con Lucía.  Tenía un apartamento al otro lado de la ciudad donde llevaba a sus amantes.  Tenía varios carros y algunos últimos modelo.  Antonio era anfitrión de las mejores fiestas, sus amigos se maravillaban siempre de los banquetes y licores de primera calidad que se servían en las fiestas.  Una Lucía frágil se posaba a la par de Antonio mientras sonreía con sonrisa de porcelana. Antonio le ofrecía a los presentes cigarros cubanos, prostitutas de primera calidad (cuando eran fiestas sin esposas o novias), strippers y hasta a veces viajar con él hacía algún lugar (que era como ganarse la lotería).

Antonio se sabía invencible, creía que su buena suerte jamás iba a acabar, su fortuna se amasaba más y más y los lujos crecían: un crucero por el caribe, un helicóptero para su uso personal, un Rólex con brillantes, etc.

Un día Lucía le dio la noticia a Antonio de que estaba embarazada.  Antonio primero se molestó mucho pero después le dio mucha ilusión.  Un hijo, un heredero, alguien de su sangre y orígenes.  Empezó a tratar a Lucía un poco mejor (al menos ya no la golpeaba) y tiró la casa por la ventana en decorar el cuarto del bebé.

Cuando nació una hermosa niña a la que llamaron Valeria a Antonio le dio una alegría incomparable.  Hubiera preferido un niño pero al ver a esa criatura tan frágil y tan necesitada de su protección se enamoró inmediatamente de ella.

Valeria creció con todos los lujos del caso.  Todo se lo daban.  Era una niña bella, perfecta y caprichosa.  Mientras más crecía más le daban.  Antonio era su marioneta y hacía todo por ella. 

Mientras tanto Antonio seguía amasando fortuna.  Varias veces fue llevado a la policía por sospecha de tráfico de drogas pero salía victorioso.  Decía que “la ley se compra” y se mofaba de todo y todos en la cara.  Se creía invencible.  Con esa actitud empezó a coleccionar enemigos.

Cuando Valeria llegó a la edad de 8 años era una niña de incomparable belleza. Era una niña cándida, con unos grandes ojos cafés  y un cabello negro largo el cual cuidaban con esmero. 

Un día en que Valeria salía del colegio e iba camino a casa fue secuestrada.  Interceptaron el carro en el que viajaba con dos guardias a los que les dieron muerte.  Antonio estaba como loco.  ¡Qué iba a hacer sin la niña de sus ojos!  ¡A dónde se la habían llevado!  ¡Quién lo había hecho! esperaba que a la niña no le hicieran daño.

A las pocas horas se recibió una llamada de los secuestradores pidiendo 20 millones por la niña.  Antonio tenía esa cantidad pero en propiedades y en diferentes cuentas extranjeras y para el poco tiempo que dieron de entrega no alcanzaba.  Negociaron la cantidad y se acordó en juntar 10 millones en el término de 48 horas. 

Antonio puso todo su esfuerzo por reunir los 10 millones y ahí fue cuando cayó en cuenta que se había hecho de muchos enemigos ya que nadie quería ayudarlo. Poco a poco fue consiguiendo el dinero hasta que lo logró juntar  todo y lo entregó puntual como lo pidieron los secuestradores. 

Después de eso, esperó y esperó una llamada, una señal, algo que le indicara que su niña iba a regresar.  Pasaron las horas y un par de días y no recibía nada.  Entonces se angustió, le entró un gran miedo de no volver a ver a su hija jamás.  Fue a la policía que poco cooperativa empezó a hacer averiguaciones.  Le advirtieron que hubiera sido mejor que fuera a la policía antes de haber entregado el dinero.

Una semana después de la entrega del dinero la policía le informó a Antonio que habían encontrado el cuerpo de una niña con las características de Valeria y que tenía que ir a la morgue a identificarla.  Antonio estaba desolado.  La angustia no podía más con él.  Si ese cuerpo fuera el de Valeria no sabía que iba a hacer.

Fue a la morgue acompañado de Lucía.  Cuando destaparon el cuerpo y reconoció las facciones de Valeria se quería morir.  Grito de la cólera, lloró desconsoladamente, no sabía qué hacer.  La policía le indicó que en el cuerpo venía un mensaje escrito que decía “Te lo mereces”. 

Después de la muerte de Valeria, Antonio no era el mismo.  Era un fantasma caminando por la casa.  Lucía se fugó a los pocos días con uno de los guardias de seguridad.  Al Lucía marcharse Antonio se dio cuenta que la había llegado a estimar mucho.  Siempre tan callada y sumisa.  Nunca le preguntó cuáles eran sus sueños, que quería de la vida.  Se dio cuenta de cómo la humillada.  Se arrepintió.

Descuidó sus negocios, se dejó vencer.  No le importaba ya nada.  Por una carga de droga mal distribuida y por ser el sospecho principal le pusieron una orden de captura, le embargaron sus bienes y lo metieron preso.  Los que eran sus supuestos amigos le dieron la espalda.  A todos los que les había hecho la vida imposible se encargaron de asegurarse que no tuviera paz en la cárcel. 


Antonio ya no tenía por quién luchar.  La ausencia de Valeria le dolía inmensamente.  Muy tarde se dio cuenta del patán y maldito que era.  De que la vida se había encargado de hacer justicia.  Lo encontraron una tarde de abril en su celda colgado.  Había dejado un papel en el que decía simplemente “me lo merecía”. 

miércoles, 10 de julio de 2013

Plan B






En los últimos días he tenido algunas conversaciones interesantes con mujeres casadas y con hijos que me cuentan que sus matrimonios no van bien.   Algunas de estas mujeres casadas no trabajan mientras que otras trabajan ya sea a medio tiempo o a tiempo completo.  Cuando las cosas no van bien en un matrimonio con hijos es más difícil plantearse la separación que en un matrimonio sin hijos. 

A lo mejor el padre tiene una buena relación con los hijos pero entre él y su esposa la cosa no camina bien entonces es la mujer la que debe decidir en qué hacer.

Cuando una de estas personas me contó de cómo se sentía yo le dije: “Si yo fuera tú dejo al marido ya” ella me contestó lo siguiente: “No te creas que es tan fácil teniendo hijos.  Desde el momento que tienes hijos dejas de ser egoísta y se lo das todo a ellos.  A la hora de tener un problema con el marido, primero te pones a pensar en ellos.  Si el problema que tienes con el hombre no es tan grave entonces te aguantas por ellos. Eso es para evitar todo la molestia que lleva la separación por todos los cambios que tienes que hacer y pues para que los niños crezcan con ambos padres.  Si el problema es grave entonces si lo haces”.   Le contesté: “¿Me estás diciendo que sacrificarías toda tu vida el ser feliz con tal y de que tus hijos crezcan con su padre?” y ella me contestó: “Toda la vida no, pero al menos hasta que ellos se vayan de la casa”.

“Hasta que ellos se vayan de la casa”  ¿Cuántos años son esos? ¿20? ¿30? a esa edad ya mi amiga tendrá como 60-65 años.  ¿Y entonces qué?  ¿No va a dejar al marido por miedo a estar sola los últimos años de su vida?

Tengo otra amiga con la que también hablamos de sus problemas con el marido.  Ella tiene el apoyo de la familia para que lo deje.  Inclusive su madre le ha comprado una casa enfrente de la del marido para que los hijos de ella no sientan el cambio tan difícil.  Mi amiga no hay modo que se mude a esa casa.  ¿Por qué será?  ¿Comodidad? ¿Miedo?

Otra amiga y yo tuvimos esta conversación.  Ella me contó que se quedó sin trabajo.  Que le gustaría mudarse no solo de casa sino a otra ciudad pero su hijo ya está muy encariñado con sus amigos del colegio, con el vecindario en el que vive, etc.  Entonces la única opción sería mudarse de casa en el mismo vecindario que el marido.  Pero sin dinero ¿Qué puede hacer?  Además tiene un bebé al que cuidar.  Así que vive en la misma casa del marido, aunque no en la misma habitación.  Ya hace rato que no tienen una relación.  ¿Qué sucederá si el marido encuentra una nueva pareja?  ¿La echará de la casa? 

Yo comprendo que los sacrificios los tenemos que hacer por los hijos pero ¿hasta qué punto?  Yo vengo de padres con un matrimonio fallido.  Una de las cosas que más recuerdo de mi niñez es de ver platos volando, de gritos y de despertar sobresaltada porque mis padres se estaban peleando.  Y eso que se separaron cuando yo tenía 5 años.  Todavía duermo apretando los dientes como solía hacerlo en esa época.  

Los niños, aunque uno no lo crea, perciben los estados de ánimo de sus padres.  Pueden saber cuando hay problemas entre ellos.  Pueden notar tristeza, desasosiego, tensión, nerviosismo, etc.  No importando la edad.   Algunos padres piensan que lo mejor para los hijos es tener a los dos padres juntos pero si crecen en un ambiente de peleas ¿es realmente lo mejor?

Me dirán, que tengo que hacer yo opinando del tema si no tengo hijos.  Bien,  es válido.  No voy a juzgar a nadie porque no soy quién para hacerlo.  Cada quién hace lo que quiere y sabe por qué vive de la manera en la que vive.  Pero me gustaría darles un consejo.  Tómenlo o déjenlo. 

Yo  he visto la actitud de algunas de mis amigas que tienen este tipo de problemas que prefieren no pensar.  Prefieren seguir con sus vidas como que si nada, llevando a los chicos al colegio, yendo a trabajar o haciendo las tareas de la casa, atender al marido como que si nada.  Pero eso es engañarse a sí mismas.  Eso es quitarse el privilegio de ser felices de verdad.  Recordemos que solo tenemos una vida.  Les pregunto esto: ¿De verdad quieren pasarse 20, 30 años de su vida “disimulando” o “pretendiendo” que todo está bien cuando no se está bien y perderse la oportunidad de ser felices, con la excusa de que es por los hijos? 

Yo considero honestamente que la mayoría no deja a su marido por comodidad.  Porque si no tendrían el sacrificio de trabajar más (o trabajar si no lo hacen) de ser madre y padre a la vez, de arreglar las cosas de los chicos de otra manera a la acostumbrada y porque no quieren vivir sin pareja. 

Tengo también amigas que han pasado por la separación y aunque ha sido dolorosa lo han superado y ahora están felices ya sea solas o con nueva pareja. 

En esta época moderna en la que todo ha evolucionado ya no estamos para seguir viviendo la vida como la de nuestras abuelas y madres abnegadas que se quedaban con el hombre aunque les fuera infiel, las maltratara o simplemente ya no lo amaran, para toda la vida.  En esta época moderna y en nuestra generación somos mujeres fuertes y luchadoras que sabemos salir adelante con o sin pareja.  Así que pienso que todas, al momento de empezar o tener una pareja, secretamente tenemos que tener un plan B por si acaso.  Y no es que seamos pesimistas pero con los porcentajes tan altos de divorcio y al ver a amigos o familiares que se separan tenemos que ser precavidas. 

Un plan B incluye lo siguiente: 

-          Una cuenta de ahorro de la que nadie sepa.  

-          El valor necesario para alejarse cuando se sabe que la cosa realmente no va para más o cuando ya se sabe   que no hay amor entre los dos.

-       Aunque en el matrimonio nos hayan machacado nuestra autoestima, saber que realmente él no va a cambiar ni cumplir con sus promesas.

-        La suficiente fuerza para vivir sola y sin pareja.  Saber que se puede y que no nos vamos a morir de soledad pero vamos a vivir tranquilas y en paz.

-        Saber que es mejor para nuestros hijos crecer con padres separados que con padres que se están peleando a cada rato o con tensiones, intrigas, malas caras, etc.

-          Tener un título o saber un oficio.  Uno nunca sabe cuándo se pueda necesitar.

-          Buena comunicación con sus hijos.  Saberles explicar de la decisión de separarse y el por qué. 

-         Tratar, a pesar de todo, de tener una buena comunicación con el marido al momento de la separación.  Los   hijos tienen dos padres y no uno y aunque no se quiera uno está vinculado a esa persona por los hijos y para siempre. 

-        Nunca prohibirles a los hijos ver a su padre o abuelos paternos, a pesar de todo.  Los hijos no tienen nada que ver en el pleito.

-         Tener amigos y familiares que nos apoyen en los momentos difíciles.  Esos amigos o familia son los que nos  dan ánimos para seguir adelante con nuestra decisión.

-          Al separarse, buscar la felicidad. Nos la merecemos.


Ese plan B es más fácil de escribir que de hacer, pero con voluntad, las cosas se pueden.  Sobre todo hay que tener coraje para luchar por nuestra felicidad y la de nuestros hijos.  Los amamos más amándonos a nosotras mismas.

Tengo una amiga que me dijo que su miedo era que sus hijos le reprocharan ya de adultos el por qué no se quedó con el padre.  Yo le dije que al contrario, sus hijos la van a admirar  porque se amarró los ovarios y luchó por su felicidad.




jueves, 4 de julio de 2013

Los mejores tres días de mi vida






Lo decidimos de antemano: íbamos a pasar tres días juntos en una ciudad de nuestra elección e íbamos a hacer de todo lo que quisiéramos, sin compromisos, sin esperar nada, sin pensar en problemas, sin dejar que nada ni nadie nos molestara.   Solo tú y yo y nuestros deseos.  Íbamos a darnos todo, sin límites.

Tomamos esa decisión porque tú acababas de salir de una relación y no estabas listo para entrar a otra y yo porque me sentía sola.  

Elegimos la ciudad de Buenos Aires porque es cosmopolita, por tener un toque europeo y por ser un lugar donde nadie nos conocía. 

Ambos viajamos a esa ciudad y nos encontramos en el hotel.  Tu habías llegado una hora antes que yo.  No se me ocurrió ver qué clase de hotel era por que confiaba plenamente en ti.  Al llegar al hotel me impresioné: era un hotel 5 estrellas.  Habías reservado una de las mejores habitaciones.  Al entrar a la habitación me quedé pasmada: Tenía una sala con la televisión plasma más grande que había visto y un balcón con una vista increíble sobre la ciudad.  Tenía un bar, un escritorio y una chimenea de mármol.  En otra habitación estaba una cama redonda espectacular y un espejo igual de Redondo en el techo.  Al lado quedaba un closet que tenía puertas de espejo también.  Dejé mi maleta en la cama y te escuché en el baño, llamando por mi nombre.

Cuando entré al baño me sorprendí de ver un jacuzzi en el cuál estabas desnudo pero las burbujas de jabón no dejaban ver tu cuerpo entero.   Mi vista se posó en tu pecho tan masculino, mejor de lo que me imaginaba y en tus labios carnosos y deseables.  Tenías una botella de Champán a la par y me dijiste: “¡Bienvenida querida!  ¿Te apetece una copa?”  

Te dije que sí y me dijiste que te acompañara en el Jacuzzi.  Te dije que me dieras un momento.  Regresé a la habitación y me senté a la orilla de la cama.  No podía creer que fuéramos a hacer esto.  Te había deseado por meses, desde que nos vimos en Washington por negocios.  Ambos nos gustamos y seguimos en contacto.   Poco a poco las conversaciones se hicieron más picantes y llegamos a tener una relación virtual.  Nunca coincidíamos en la misma ciudad, hasta en ese día….

Me sentía ansiosa y un poco asustada de lo que íbamos a hacer.  Nunca había tenido una aventura como ésta pero ya estaba acá y lo quería, claro que lo quería.  Así que decidí que me iba a olvidar de todo y disfrutar.  Dejarme llevar.  No pensar en nada más.  

Me desnudé en la habitación y entré de nuevo al baño.  Me viste entrar y no te dejé de verte a los ojos. Me solté el pelo y exploré con un pie la temperatura del agua.  Tú estabas extasiado viéndome de pies a cabeza.  Entré al jacuzzi y me senté a la par tuya.  Me diste una copa con Champagne y brindaste: “Por este fin de semana”.

Entre las burbujas del jacuzzi y las del Champagne nos amamos por primera vez.  No dejamos ni una parte de nuestros cuerpos sin explorar, besar y tocar.  Pasamos varias horas amándonos hasta que decidimos que era hora de comer y explorar la ciudad.   

Salimos tomados de la mano, riéndonos y haciendo bromas.  Fuimos a uno de los mejores restaurantes de la ciudad donde había un espectáculo de Tango.  Comimos la mejor carne y bebimos vino tinto mientras disfrutábamos del espectáculo.  Bailamos comiéndonos a besos y sin quitarnos las manos de encima. 
Esa noche después de amarnos una vez más, dormimos abrazados.  

Al siguiente día nos despertamos y pedimos el desayuno en la cama.  Nos amamos otra vez y fuimos a explorar la ciudad.  Al cansarnos nos sentamos en una plaza a comer y beber algo y hablamos de nuestras vidas.  Tú me contaste de la loca de tu ex y las tonteras que te hacía y yo te conté de mi soledad, del último amante y de que necesitaba un cambio en mi vida.  Nos sinceramos de una manera tal que hablamos por varias horas entre copa y copa.  Al finalizar la conversación sentimos una gran urgencia de amarnos de nuevo y regresamos al hotel para hacerlo.  Nos amamos y quedamos en la cama abrazándonos y besándonos y diciéndonos lo que queríamos cambiar de nuestras vidas y lo que queríamos hacer en un futuro.

Ni tú ni yo mencionamos nada de una relación ni entre nosotros ni con nadie más.  Nos bañamos juntos enjabonando cada parte de nuestro cuerpo.  Fue la ducha más larga que he tomado en mi vida.  Volvimos a salir y fuimos a un restaurante a comer.  Esta vez el restaurante era pequeño, romántico e íntimo.  Comimos y después fuimos a bailar.  Bailamos hasta el amanecer, nos seducimos con el baile y conocimos a gente interesante.   No recuerdo ni cuándo ni a qué hora regresamos al hotel.   

Y se llegó el tercer día.  Otra vez desayuno en la cama y sexo después.  Nos quedamos en la cama hablando, tocándonos y besándonos.  Decidimos ir a un festival de música que había en la ciudad. Cómo ambos teníamos vuelos hasta entrada la noche decidimos pedir una extensión en el hotel para quedarnos hasta la hora que tuviéramos que ir al aeropuerto.  

Fuimos al festival de música y nos divertimos comiendo algodones, subiendo a los juegos y escuchando y bailando con las bandas que tocaban.  

Regresamos al hotel y nos amamos por última vez.  Esa vez nos amamos sin reparos, nos tocamos y besamos en cada rincón para guardarlo en la memoria y nos abrazamos fuerte al terminar.  Te dije que eran los mejores tres días que había tenido en mucho tiempo.  Sonreíste y me dijiste que para ti también.

Camino al aeropuerto íbamos callados tomados de la mano viendo fuera de la ventana.  Yo iba triste, no quería irme y regresar a mi realidad.  Tu tampoco, aunque no me lo dijiste pero tu silencio me lo insinuó al oído.  Nuestras manos tristes se despedían acariciándose.  

Al llegar al aeropuerto nos abrazamos y dimos el último beso para cada cuál partir a su destino.  Me entraron ganas de llorar pero me las aguanté.

En el avión me di cuenta que no hicimos ningún plan para el futuro.  No sabía si te iba a ver de nuevo.  Pero creo que si nos juntáramos de nuevo no sería igual ya que tal perfección no se repite…o sí, no lo sé.  Solo sé que tengo unas ganas intensas de llamarte, de pedirte que vengas a verme, de hacer planes contigo pero no voy a hacer nada.  

Lo que vivimos fue una locura hermosa.  Recuerdo que al momento de salir del hotel tuve el presentimiento que nos íbamos a volver a ver de esa manera.  Sonrío al recordarlo.  Anhelo que se haga realidad.