viernes, 16 de mayo de 2014

Cuando alguien cruza tu camino brevemente y deja una huella profunda para toda la vida






En la vida conocemos a personas que por unos segundos, unos minutos, unas horas o unos días, dejan una huella profunda en tu vida.  Personas que dijeron o hicieron algo que en un momento clave te impactó o que hizo que cambiara algo en tu vida por ello.  

Hace algunos años conocí a un chico austriaco llamado Hans.  Hans no era un chico guapo, más bien era un chico común y corriente y nada atractivo.  Hans estaba viajando con su hermano Peter por Latinoamérica por seis meses.  Había llegado a Guatemala viniendo desde México y pensaba seguir a Honduras, Nicaragua y Costa Rica.  

Yo tenía 23 años y estaba en un momento de transición en mi vida.  Acaba de terminar una relación turbulenta con un chico que sufría esquizofrenia y que había amenazado con suicidarse si yo lo dejaba.  Mi relación con él había sido de altos y bajos y situaciones turbulentas.  Lo había querido mucho pero lamentablemente estaba dañado emocional y mentalmente.  Cuando uno ha estado con una persona con problemas psicológicos se vuelve una persona vulnerable.  Para un hombre con malos sentimientos yo hubiera sido una presa fácil en ese momento por lo mismo.

Durante la semana yo trabajaba en la ciudad de Guatemala.  Los sábados por la mañana yo estudiaba en la Universidad y lo más que podía me la pasaba en la Antigua Guatemala, la ciudad turística más popular de Guatemala, ya que estar ahí me relajaba.  

Conocí a Hans en un bar famoso de la Antigua llamado La Escudilla.  Normalmente en los lugares turísticos, conoces a una persona y esa persona te presenta a otra que viene con otra, hasta llegar a formar un grupo de conocidos con los que te tomas unos tragos y pasas una noche agradable bailando o hablando.  Esa noche me presentaron a Hans y Peter. Yo le había echado el ojo a Peter, quien era el más jóven de los hermanos.  Tendría unos 20 años.  Era un chico atractivo que se veía pasaba sus días en el gimnasio.  En cambio Hans, de 25 años, era flacucho y como ya lo dije antes, nada atractivo.   Pero Hans tenía algo que su hermano no tenía:  Podía hablar de cosas interesantes y era inteligente.  Al hablar con Peter era como hablar con una pared.  

Por lo mismo, pasé la noche hablando con Hans, sobre sus viajes, sobre su vida en Europa, sobre mi vida en Guatemala.   Pero aún así no estaba convencida de que me gustaba así que le dije adiós al final de la noche.  Al despedirnos en la puerta del bar me preguntó si me gustaría cenar con él a la noche siguiente.  Le dije que me encantaría.   Al día siguiente era domingo y la pasé yendo a mis lugares favoritos en la Antigua.  Habíamos quedado con Hans de vernos en el Parque Central a las 7 de la noche.  Cuando llegué me di cuenta que había hecho un esfuerzo por verse elegante esa noche.  Se había puesto un pantalón y camisa que aunque eran de viaje parecían finos.  Me invitó a comer a un restaurante nuevo y pequeño que tenía 4 o 5 mesas dentro y 4 mesas en un patio.  

Decidimos sentarnos afuera.  El patio estaba lleno de bouganvilias que se entrelazaban con las columnas y el techo.  Era una noche sin nubes y de luna llena y llena de estrellas. No sé si fue el vino, la deliciosa comida francesa, el ambiente con música suave de jazz, o la plática interesante con Hans, pero me empecé a sentir atraída por él.   Cuando ya casi nos íbamos tomó mi mano entre las suyas y después de acariciarla por unos minutos le dio un beso.  Eso me dejó perpleja por unos minutos.  Cuando salimos del restaurante nos dirigimos a La Escudilla en silencio pero estábamos tomados de las manos.  No había casi nadie por las calles así que escuchábamos nuestras pisadas al andar.  Cuando ya estabamos llegando al bar, con un ademán rápido Hans se puso enfrente mío.  Veía fíjamente a mis labios mientras tomaba mis mejillas entre sus manos.  Me dejé llevar.  Nos besamos por primera vez bajo la luz brillante de la luna en esa noche estrellada.   

Llegamos a La Escudilla y ahí estaban las mismas personas de la noche anterior, ahora viejos conocidos.  Hablábamos con todos y de vez en cuando, disimuladamente, cruzábamos nuestras miradas cómplices.   Después de un par de horas se me acercó al oído y me dijo:  “Vámonos de aquí, necesito besarte”.  Salimos del lugar y ya con la calentura y las copas en la cabeza nos empezamos a besar en la calle apasionadamente, acariciándonos los cuerpos.  Sus besos eran tan intensos que me dejaba sin aliento.  Me dijo al oído que moría por hacerme el amor así que nos dirigimos al lugar donde me estaba hospedando. 

Recuerdo que al llegar a la habitación me desvistió lentamente besando cada rincón de mi cuerpo con una suavidad y ternura que me hizo sentir virgen de nuevo.  Pasamos una noche maravillosa y desperté entre sus brazos.  Hans y yo seguimos nuestro romance, que después de esa noche juntos era del dominio público.  Cada vez que él y yo estábamos juntos me trataba con respeto, me besaba con suavidad y me decía lo hermosa que era. Me invitaba a cenar a lugares románticos y me veía y trataba como si fuera una Diosa.  Eso hizo que mi vulnerabilidad cambiara por fortaleza.   

Después de dos semanas de ese idilio romántico me llamó por teléfono y me anunció que le tocaba seguir su viaje a Honduras al domingo siguiente y me dijo que quería despedirse de mí .  Me citó el viernes por la noche en un hotel que ya sabía era un hotel sencillo porque ya habíamos pasado una noche ahí.   

Ese viernes recuerdo que había tenido una semana intensa en el trabajo y estaba estresada porque mi exnovio esquizofrénico había estado fastidiándome.  Cuando llegué a la habitación donde me esperaba Hans me quedé sin habla:  Las sábanas desgastadas, lo oscuro de la habitación (porque no tenía ventana), el piso sucio y las paredes descascaradas de pedazos de pintura no se notaban ya que habían velas de todos los tamaños y pétalos de rosas que estaban regados por la cama y el piso.  Fue tan grande mi impresión que se me llenaron los ojos de lágrimas.  Existía un hombre que me podía hacer sentir especial y hacer del lugar más feo del mundo nuestro rincón romántico.  Esa noche no me quise despegar de entre sus brazos.

Hans y Peter se despidieron de mí el domingo y durante los próximos tres meses recibía de vez en cuando un correo electrónico en el que Hans me contaba de su viaje y experiencias.  Cuando estaban en Costa Rica me envió un correo diciendo que se iban a aventurar a la selva sin guía.  Me preocupé de saber que ellos dos estaban solos en la selva y que algo les podría pasar.  Pasaron varios días sin saber de ellos y le escribí a Hans varios correos angustiada.  Como diez días después recibí un correo que decía que habían sobrevivido su aventura en la selva a pesar de que les había picado un animal raro que no sabía especificarme que era pero que les había causado fiebre y dolor.  

Me dijo que iba a estar brevemente en Guatemala a la semana siguiente ya que su vuelo de regreso a Austria era desde México DF pocos días después.  Quería verme aunque fuera por una noche.  Yo le dije que encantada lo esperaba.

Cuando nos vimos  nos abrazamos largamente.  Me llevó a comer al mismo restaurante de la primera vez y nos sentamos en la misma mesa.   Aunque no había luna llena y la noche no estaba estrellada como la vez anterior, la noche era agradable y cálida.  Hans me dijo que cerrara mis ojos y que pusiera la palma de mi mano para recibir algo.  Recibí algo duro pero de textura lisa y suave.  Cuando abrí los ojos era una especie de piedra plana, aunque parecía madera.  Me dijo que cuando estaba con fiebre en la selva costarricense encontró esa piedra y que inmediatamente pensó en mí.  Me dijo:  “Esta piedra es dura pero al mismo tiempo por su textura lisa la hace suave al tacto.  Así te considero yo.  Eres una persona fuerte pero a la vez tierna y con mucha sensibilidad.  Quiero que guardes la piedra y te recuerdes de mí siempre”.

Todavía conservo la piedra conmigo y cada vez que siento desfallecer la busco y la tomo entre en mis manos.  A Hans nunca más lo he vuelto a ver, pero de vez en cuando nos escribimos para contarnos de nuestras vidas y siempre recordamos esos días juntos como algo especial.

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