En el departamento de Sololá, Guatemala se encuentra el Lago de Atitlán. Es considerado uno de los lagos más bellos del mundo. Está rodeado de tres volcanes: Atitlán, Tolimán y San Pedro. En las márgenes del lago se encuentran varias poblaciones de origen maya. La naturaleza alrededor del lago así como la gente con sus trajes indígenas de colores vibrantes hacen de este lugar una de las atracciones turísticas más grandes del país. Una de las características del lago es un viento fuerte llamado Xocomil que empieza a las cinco de la tarde y que no permite la navegación por las aguas del lago a esa hora. Es muy temido por las grandes olas que levanta y por la rabia con la que sopla. La etimología de Xocomil, proviene de las voces kaqchikeles (un idioma hablado en Guatemala) "Xocom", de jocom (recoger) e "il" (pecados), o sea el viento que recoge los pecados de los habitantes de los pueblos situados a orilla del lago.
Cuenta la leyenda que antes de la formación del lago habían tres ríos que se juntaban al centro de los tres volcanes. Cada mañana iba una doncella a bañarse a los ríos. La doncella era de una cabellera larga y negra, delgada de piel suave y fina y de una belleza incomparable. Era la hija del cacique de la región y su nombre era Citlatzin que significa “estrellita”. Cantaba con una dulzura excepcional y las aguas de los ríos se enamoraron de ella y cada día esperaban el baño de Citlatzin con ansias. Los ríos se creían los amantes de Citlatzin aunque sabían que ella era la prometida del hijo del cacique del norte.
Una mañana de tantas, después del baño usual, Citlatzin decidió dar un paseo para recoger algunas flores para su madre. En el camino se topó con Tzilmiztli. Tzilmiztli era hijo del carpintero de la región, por lo tanto un plebeyo. Su nombre significa “Puma Negro”. No era permitido que la nobleza se mezclara con los plebeyos pero el encuentro casual de Citlatzin y Tzilmiztli los impactó a los dos. Al verse a los ojos sintieron como la electricidad les recorría el cuerpo y no querían separarse jamás. Hablaron de todo un poco y acordaron volverse a ver a la mañana siguiente en el mismo lugar. Desde ese día, Citlatzin y Tzilmiztli se encontraban a escondidas y compartían momentos inolvidables. Una mañana sin pensarlo Tzilmiztli le rozó la mejilla y la besó apasionadamente. Del beso pasaron a más y así empezaron a tener una apasionada aventura amorosa que los hizo enamorarse y aferrar el alma hacía un destino incierto y sin futuro.
Mientras tanto los ríos veían un cambio en Citlatzin que no sabían como interpretar. Ya no jugaba con sus aguas cristalinas como antes sino que se apresuraba a bañarse y hasta dejó de cantar para ellos. Ellos sabían que algo la distraía pero no comprendían que era. Después de algunos meses se empezaron a ver cambios en el cuerpo de Citlatzin. Los ríos que conocían todos sus rincones sabían que estaba diferente. Sus formas de niña se había transformado a formas de mujer. Sospechaban que Citlatzin se había enamorado pero no podían estar seguros. Sabían que faltaba bastante tiempo para que ella se casara asi que no comprendían quien podía estarla distrayendo. Se morían de la curiosidad así que decidieron preguntarle al viento si podía contarles que sucedía. El viento les contó de los encuentros de Citlatzin con Tzilmiztli. Los ríos se cegaron de los celos y decidieron hacer algo para separarlos. Le pidieron al viento que les ayudaran a traer a Tzilmiztli y Citlatzin a los ríos. Querían castigar a Tzilmiztli enfrente de Citlatzin para que ella supiera que con ellos no se jugaba.
El viento empujó a Tzilmiztli y a Citlatzin hacia los ríos y cuando llegaron a la orilla empujó con más fuera a Tzilmiztli para que entrara a las aguas de los ríos. Tzilmiztli se enredó en las aguas enfurecidas mezcladas con el viento que lo envolvían para hundirlo en ellas. Cuando Citlatzin notó lo que estaba sucediendo decidió que no podía vivir sin Tzilmiztli y voluntariamente entró a las aguas y en medio de la furia tomó la mano de Tzilmiztli para luego hundirse con él hasta las profundidades.
Los ríos al ver que Citlatzin había decidido acabar su vida junto a Tzilmiztli se enfurecieron aún más hasta formar un choque de corrientes que cubrió casi toda la región.
Así fue como se formó el Lago de Atitlán. Las aguas nunca olvidaron la traición de su amada y junto con el viento todavía protestan su pecado.