martes, 27 de septiembre de 2011

Bajo la Luna de Xelajú



Hace más o menos diez años llegó a las tierras de Quetzaltenango (mejor conocido como Xelajú), Guatemala, un capitalino de nombre Vicente Rodríguez*.  Don Chente, como cariñosamente le llaman los conocidos. Su propósito era comprar una finca en los alrededores de la ciudad.

Su hijo Raimildo*, recién graduado de la Universidad Rafael Landívar en la carrera de Agronomía, necesitaba un lugar en donde explotar sus recién adquiridos conocimientos. 

Encontraron una finca llamada Santa Teresita* que ya tenía plantaciones de café y maíz pero Raimildo quería experimentar con ajonjolí y palma Africana. Para administrar la finca encontraron a alguien recomendado por un compadre. Don  Pascal*, como se llamaba él, era bien conocido en la región por haber administrado una finca del lugar por 20 años.  Desafortunadamente el dueño de la finca la vendió dejando a don Pascal sin trabajo.  A buena hora recibió don Pascal la oferta de trabajo que le dió don Chente y se trasladó a la finca con toda su familia.  Su familia consistía en su mujer, doña Paca, y su única hija:  Una bella señorita de 16 años llamada Rosa María.

Rosa María era la niña de los ojos de doña Paca.  Doña Paca la consentía en todo y le hablaba siempre de que algún día ella sería una reina o se casaría con un hombre rico porque era muy bella.  Poco sabía doña Paca que así alimentaba el ego de su hija.

Los primeros dos meses don Chente, Raimildo y don Pascal estuvieron ocupados en hacer planes para los nuevos cultivos, revisiones de lo que ya estaba cultivado, contratar trabajadores, comprar abono, etc.  Luego don Chente se tuvo que ir a la capital a atender sus otros negocios y dejó la finca en manos de Raimildo. 

Raimildo era un chico robusto de 26 años, ojos verdes (herencia maternal), pelo rizado y con una personalidad imponente pero a la vez con un gran corazón.  Sus trabajadores le empezaron a tener respeto desde el principio porque era justo y trataba a todos con firmeza pero cordialmente.  Doña Paca se encargaba de limpiarle la casa, lavarle la ropa y tenerle la comida lista. 

Después de tres meses de estar en la finca, a doña Paca le dieron unos dolores fuertes en la espalda y la tuvieron que llevar de emergencia al hospital.  Los médicos encontraron que tenía una fractura en la columna y le recomendaron reposo absoluto en cama por el término de tres meses.  Coincidentemente Rosa María terminaba la escuela así que decidieron que ella se encargara de los quehaceres de doña Paca, entre ellos, atender la casa de Raimildo.

Rosa María a la vista de todo el mundo era una chica inocente, muy bien portada y disciplinada.  Pero sus papás no sabían que bajo esa imagen se escondía otra persona.  En realidad Rosa María era una chica astuta, calculadora, avara, que soñaba con grandeza, dinero y poder.  Era una muchacha muy guapa, con buen cuerpo, delgada, cabello largo y de piel morena.  Sabía ser un encanto cuando quería. 

Cuando ella tuvo la oportunidad de atender la casa de Raimildo decidió que iba a hacer todo lo posible por conquistarlo y usarlo para sus propósitos. Ella lo que quería era ser la dueña absoluta de la Finca Santa Teresita ya que era una de las mejores fincas de la región.

Así que para lograr sus propósitos empezó a seducir a Raimildo. Cuando ella le servía la comida, Raimildo podía sentir un roce en su mano o pierna.  También ella usaba un escote más prominente para llamarle la atención a él.  O “inocentemente” se agachaba dejando enseñar sus pechos, piernas o lo que fuera.  

Al final un hombre cuando es hombre y tiene una mujer que se le ofrece insistentemente cede y él no dejó de hacerlo.  Terminaron enredándose en la cama.  Por las noches, bajo la luna, ella se salía a escondidas de su habitación y se le iba a meter a la cama a Raimildo.  El creía que ella era su conquista pero en realidad él no sabía que él era para ella nada más que un instrumento. 

Un día Rosa María le anuncia a Raimildo que está embarazada.  El está sorprendido porque siempre tomó sus precauciones pero ella llora con una ternura tal que él no puede pensar que sea un engaño.  Al final él decide ser un hombre responsable (empujado por las palabras de Rosa María) y afronta la realidad con decirles a los padres de ella lo que ha pasado y anunciarles que él ha tomado la decisión de casarse con Rosa María a pesar de la diferencia de edad. 

Se vuelve un escándalo en toda Xelajú de que el patrón se va a casar con la hija del capataz de la Finca Santa Teresita.  Don Chente se deja venir desde la ciudad para disuadir a su hijo pero Raimildo está decidido.

La boda se celebra con sencillez y en menos de lo que canta un gallo.  Atienden apenas diez personas entre los más allegados de la familia de Rosa María y don Chente como único testigo del lado de Raimildo.  La familia Rodríguez es una de las familias más ricas de Guatemala y no podían consentir tal bochorno y vergüenza social.

Después de la boda se decide que como ya va a ser época de cosecha no se celebrará ninguna luna de miel.  Rosa María es ahora la señora de la finca y su mamá, ya recuperada, es la que se encarga de nuevo de los quehaceres que le correspondían.

Rosa María siempre insiste en servir ella misma la comida de su marido y comer con él a solas.  Así que después de que doña Paca hace la comida, se retira a su propia casa para hacer otros quehaceres. 

Como al mes de la boda, Raimildo cae enfermo con una extraña enfermedad.  Los médicos le han mandado a hacer todo tipo de exámenes y le han dado medicinas que en lugar de ayudarlo lo hacen empeorar día con día.

Don Chente, que a estas alturas ya se había regresado a la capital, vuelve a la finca a encargarse de ella y velar por su hijo. Coincidentemente un día antes de su llegada Rosa María pierde el bebé que estaba esperando de Raimildo.  Nadie sabe cómo fue sólo que encontraron un charco de sangre en el baño.

Cuando Don Chente llega y se entera de la noticia, manda a Rosa María a descansar por un par de semanas a la casa de sus papás.  Algo tenía Rosa María que le hacía irritar.  El no sabía que era.  Aunque fuera la esposa de su hijo no lograba llegar a tenerle confianza ni a cautivarse de su aparente inocencia.

En la primera semana que Rosa María no está, Raimildo empieza a mejorar de salud.  Para la segunda semana ya puede caminar, cosa que no podía con anterioridad.  Don Chente estaba un día buscando unos papeles que necesitaba para un negocio pendiente, y se topa con el diario de Rosa María que estaba escondido en un cajón.   La curiosidad mató al gato y lo abrió para leer.  Ahí se entera del engaño al cuál Rosa María sometió a Raimildo desde un principio: Conquistarlo para llegar a casarse con él, pretender que está embarazada por medio de un papel falso,  las falsas idas al médico, la alegría que sintió de saber que era su esposa y estar cerca de su objetivo (dinero), cómo decidió envenenarlo para enviudar y ser la dueña de la finca y que mató a una gallina para pretender con su sangre un aborto.  El error de Rosa María fue dejar el diario cuando pensó que jamás lo encontrarían.

En ese mismo instante don Chente toma cartas en el asunto: Manda a llamar a la policía y a su abogado.  Levantan un acta con el abogado y empiezan los trámites de divorcio en el mismo momento. La policía  procede a arrestar a Rosa María bajo acusación de tentativa de asesinato en primer grado y falsificación de documentos.  A don Pascal le piden ese mismo día que se retire junto a doña Paca de la finca.

Cuentan las malas lenguas que a la pobre doña Paca enterarse de todo esto le causó un shock tan grande que la tuvieron que llevar al Hospital Psiquiátrico. Murmura día y noche el nombre de Rosa María y alucina de que habla con ella todo el tiempo.  Don Pascal tuvo que ir al norte de Guatemala a trabajar en fincas de por ahí ya que no conseguía que nadie lo empleara en Xelajú o sus alrededores.  Raimildo se recuperó del envenenamiento aunque le causó problemas de la vista y de los riñones. El divorcio no avanzó ya que Rosa María no quizo firmar, pero eso no le ha impedido tener novia, esta vez una dama de la sociedad y de su misma edad.

Y Rosa María, por ser menor edad, estuvo en un reformatorio por 5 años.  Salió del reformatorio y nadie supo nada más de ella.  Por ahí se dice que se ve a una dama escondida detrás de los árboles dar vueltas por la Finca de Santa Teresita.  Esta al acecho, bajo la luna de Xelajú, esperando el momento exacto para su venganza.

*Todos los personajes son inventados.  Cualquier casualidad es pura coincidencia.

lunes, 19 de septiembre de 2011

El Candidato Presidencial



Mientras me compongo la corbata siento un vacío en el estómago.  Me da un mareo y me siento en la cama.  ¿Qué fue lo que me motivó llegar  a ser candidato Presidencial? 

Lo que me motivó en el pasado es muy distinto de lo que ahora me motiva.  Antes me motivaba hacer algo bueno por mi país, por mi gente, por la bandera y por forjar un futuro mejor para toda la nación.  Después de 10 años en la política lo que me motiva ahora es el poder y el dinero. Así de simple.  

A veces me da asco.  Me doy asco.  Asco de ver cómo he dejado que me influencien los que me rodean y aconsejan.  Asco de ver que lo único que nos motiva a mí y a mis allegados es llegar al puesto más alto y enriquecernos con ello.  Asco de ver que me he convertido en una persona mezquina, sin escrúpulos, sin corazón, sin alma. 

Nos aprovechamos en especial de la gente que más tenemos que ayudar:  Los pobres.  Esa gente honrada, humilde, sin maldad, con una nobleza sin límites.  Esa gente que le hace falta educación porque no llegan ni al 6to año de la primaria por tener que buscar desde muy temprana edad el sustento.  Su falta de educación es la clave que nos hace aprovecharnos de ellos.  Para venderles la idea de que nosotros les proveeremos de tierras, dinero, trabajo sin que ellos sepan que en verdad no vamos a hacer absolutamente nada por ellos.  Porque no queremos y porque no nos conviene.  No nos conviene educarlos porque en las próximas elecciones no podemos volverlos a hacer creer en nosotros.  Lo más gracioso es que todos los candidatos a la Presidencia lo hacemos.  Somos enemigos en muchas cosas pero en algo si estamos de acuerdo:  Mantener al ignorante: ignorante.  Para nuestro propio beneficio.

En cuanto a mis colaboradores hay dos de calaña putrefacta:  El encargado de las Finanzas y el encargado de la Campaña.  Yo ni quiero saber como logra el de Finanzas esas sumas de dinero estrambóticas para la campaña.  Lo único que sé es que ahora que estoy pasando a la segunda vuelta, tengo comprometidos todos los puestos claves de mi gobierno a personas de dudosa reputación o que se sabe a voces que son corruptos o tienen lazos con los narcotraficantes.  Yo no puedo hacer nada al respecto.  Sólo sigo las instrucciones que me da el de Finanzas junto con mis consejeros.  

A mi encargado de Campaña le debo de que hagamos giras a lugares que nunca he oído mencionar en mi vida y al llegar encuentro miles de personas con camisetas del partido, carteles, etc.  Al principio creía que teniamos tantos seguidores pero luego me dí cuenta que les pagábamos con dinero y/o comida y los traíamos en buses de lugares remotos.  “Todo es cuestión de imagén” dice él.  Además me ha hecho parecer un pastor de iglesia.  Digo cosas en mis discursos como que “Dios me ha hablado y ha abogado para que este pueblo pare de sufrir” ó: “Dios me ha enseñado el camino a seguir” y patrañas de esas para que la gente religiosa se lo crea.  ¡Yo ni siquiera voy a la iglesia!  Además, ha hecho comerciales con todas las canciones populares y con letra pegajosa para que a la gente se le quede y vote por nosotros.  Y ahí salgo yo en esos comerciales como el hombre bueno, que va a cambiar el destino de toda una nación porque yo soy el único que lo puede hacer. 

Me miro en el espejo y me dan ganas de escupirme la cara.  De pegarme a mi mismo por hipócrita e hijo de puta.  ¿Cómo he podido caer tan bajo?  Me he dejado llevar como un títere hasta este nivel.  Todo por el poder.  Todo por el dinero.  Según yo que es para dejarles una mejor herencia a mis hijos.  ¿Herencia de qué?  ¿De millones de dólares robados a mis paisanos?  ¿A que se den cuenta cómo me crítica el pueblo antes, durante y después de haber sido Presidente de este país?  ¿A tener que fugarnos al término de mi período porque sino corro el riesgo de ir a la cárcel? 

No sé...  No sé por qué me entró de repente este miedo.  Este miedo al fracaso.  Mi contrincante en la segunda vuelta es bueno y está tan corrupto como yo.  Los dos estamos en este mar de corrupción que nos tiene hasta el cuello.  Tenemos comprometida la vida si no seguimos adelante.  Yo soy un novato a la par de él.  Él tiene una reputación a la que cualquiera le puede pisar la cola.  Pero nadie lo hace.  Le tienen miedo.   

En cuanto a mí he hecho mis actos de corrupción de manera solapada aunque unas pocas personas se han dado cuenta.  A los que tengo que comprar, ya los he comprado.  Y a los que tengo que engañar ya los tengo comiendo de la palma de mi mano.  Pero me siento muy desdichado, me siento sucio, me doy asco. 

Veo mi imagen en el espejo.  Veo mi Rolex, mis zapatos que compré en Europa de Ermenegildo Zegna, mi pantalón y camisa de Armani, pero no puedo verme a los ojos.  No tengo el valor de verme a los ojos.  Deseo fugarme ahora mismo y terminar con esto de una vez.  ¡Como quisiera hacerlo!   

En cuánto me termine de arreglar, tengo que salir de mi casa a una vez más engañar, a fingir, a hacerle creer a la gente que yo soy el que cambiará el futuro de este país que ya está hasta el cuello del lodo.  Porque mis antecesores han sido como yo; y porque los que me seguirán serán como yo.  Esto no va a cambiar porque todos queremos lo mismo:  El poder y el dinero. 

Y mientras no eduquemos al pueblo, el pueblo seguirá esperanzado que algún día saldrán de pobres, que algún día alguien los va a rescatar de la miseria, que algún día esta nación será una potencia mundial.  ¡Esa gente tiende a olvidar tan rápido! Yo me sorprendo que en cada campaña les ofrecen lo mismo, con diferentes rostros, con diferentes nombres de personas y de partidos y aún así ellos siguen confiando en todos nosotros.  Esperanzados en algo que jamás se alcanzará, a menos que un milagro suceda.  Porque cualquiera que toma el camino de la política en este país, empieza con muy buenas intenciones y termina como todos:  deseando el poder y el dinero.   

Voy a beber un trago de tequila para armarme de valor y seguir adelante.  Ya no puedo echarme para atrás.  Mi futuro, el de mi familia y el de todos mis colaboradores está en mis manos.  ¡A seguir con el teatro!

lunes, 12 de septiembre de 2011

¿Qué pasó anoche?


Despierto con la lengua pegada en el paladar y el dolor punzante que hace que mi cabeza crezca y se reduzca a cada segundo.  Tengo sed.  Estoy todavía mareada de anoche ¿Qué fue lo que sucedió? Pareciera que me pasó un tren encima.  Y con los ojos cerrados aún, me quito las sábanas de encima y ciento el calor de un cuerpo a mi lado. ¿Quién está a mi lado?  

Abro un ojo y veo el techo blanco con la lámpara de cristal gigante pero no la reconozco ¿Dónde estoy?  Después de limpiarme los ojos para poder bien, veo sábanas rojas y la espalda de un hombre moreno a mi lado.  Pero ¿Quién es?  No recuerdo nada de la noche anterior. 

Me da un poco de vergüenza mientras me siento en la cama e inspecciono el lugar: Una habitación que es más grande que mi apartamento, grandes ventanales que demuestran que estamos en un nivel elevado (veo el edificio de enfrente, espero no haber dado un espectáculo), al pie del ventanal un jacuzzi que al parecer usamos la noche anterior (veo copas y una botella de champagne vacía y tirada al lado.  El Jacuzzi todavía está lleno de agua).   El piso está alfombrado de color gris y nuestras ropas están regadas por toda la habitación.   

Con cuidado me bajo de la cama (que es tan grande que pudieran caber diez personas) y zigzagueando empiezo a recoger una a una mi ropa, tratando de no despertar al moreno. Al llegar del lado del jacuzzi y recoger mi tanga, veo al chico. ¡Nada mal!  Si que tengo buen gusto aún estando con unos tragos encima.  Al ver su rostro me vienen flechazos a la memoria de la noche anterior: Una mirada penetrante de él desde el otro lado del bar y yo correspondiéndole con una sonrisa, un Bloody Mary que ordené y ya estaba pagado por él, una conversación en la mesa del fondo del bar, besos clandestinos, una mano en mi muslo, risas en las escaleras, cachondeo en el elevador, ropa volando por la habitación, burbujas en el jacuzzi. ¡Si es que pasé una noche fantástica! 

Se le ve tan sexy durmiendo que a mí me dan ganas de más.  Empiezo a dejar toda mi ropa donde la encontré y me deslizo de nuevo entre las sábanas.  Lo abrazo y espero.  

Después de veinte minutos él se mueve y siente mi brazo en su cintura. Pone su mano sobre la mía entrelazando los dedos.  De repente se pone tenso (estará pensando en quién soy yo), despacio se da vuelta y yo me hago la dormida.   Me pongo nerviosa de saber como va a reaccionar.  Pasan unos minutos mientras me observa y pone el dorso de su mano en mi rostro acariciándolo.  Me muevo un poco y abro los ojos como si su caricia me despertara. 

Lo veo soñolienta y me encuentro con esos ojos negros que me cautivaron la noche anterior.  Sonreímos en complicidad.  Me da los buenos días mientras me sigue acariciando el rostro.  Lo beso en los labios suavemente y él responde.  Nos abrazamos y acariciamos de nuevo.  Me dejo llevar esta vez más conciente de lo que va a pasar.  Que rico es amanecer así, aunque sea por tan solo una vez.  

Por cierto…¿Cuál era su nombre?

lunes, 5 de septiembre de 2011

Yo amo a dos hombres



Estoy fundida entre dos amores, dos pieles, dos hombres.  Nunca imaginé que se podía llegar a amar a dos personas al mismo tiempo.  Sí, los amo a los dos, por ser tan distintos y por darme cada cuál a su manera lo que necesito.

Mi amor de toda la vida es Román, no muy guapo ni muy feo, un chico normal.  Es agradable, no se mete en problemas, es social, trabajador, honrado y honesto. Un poco tímido y reservado.  Llevamos casi diez años juntos y nos complementamos a la perfección.  El me conoce mejor que nadie y cuando me dan mis ataques de furia, sabe como calmarme o confortarme.  También me ayuda a controlar mis impulsos ya que yo no los puedo controlar.   Es el tipo de hombre que goza de un buen vino y comida complementada con una buena conversación.  Casi nunca se enoja y casi nunca peleamos.  En fin, el hombre perfecto.

Hace unos meses que conocí a Renato.  El es el bartender de un bar que empecé a frecuentar al otro lado de la ciudad.  Es diez años más jóven que yo, muy atractivo y guapo, sabe como utilizar sus encantos.  Vive la vida con intensidad, le gusta llevarlo todo a un extremo.  Le encanta las copas, la fiesta y la algarabía.  Tiene un fuego que no se extingue por nada:  besa, ama, baila, ríe, dándolo todo.  Es impulsivo, como yo,  le encanta darle rienda suelta a nuestros impulsos.  No le importa que comer o que beber, la cosa es divertirse.  Es explosivo de carácter, podemos tener una pelea inmensa para terminarla haciendo el amor como nunca.  Es el típico chico malo del cuál mi madre me advirtió. 

No era mi intensión serle infiel a Román, pero después de tantos años juntos me hacía falta un cambio, una chispa, una ilusión.   Renato me hace sentir la mujer mas bella del planeta y que soy la mujer que todo hombre quiere tener.  A Román le tengo que sacar con cuchara que me diga si me veo bien o no.

Román ha notado cambios en mi persona y me ha preguntado a que se debe.  Del por qué estoy más alegre, del por qué me arreglo más.  Yo le digo que como estoy sobre los cuarenta quiero sentirme más jóven arreglándome más.  Tengo que cuidarme de que no se dé cuenta de la realidad porque no puedo dejar a Renato.  Se ha vuelto una obsesión para mi ir a ese bar y verlo.  Me pongo celosa si lo veo hablando con otra chica.  Lo quiero solo para mí.  Y aunque él sabe que soy casada no me lo ha echado nunca en cara.

Los amo a los dos por ser tan distintos y por llenar mi vida de diferente manera.  ¡Si pudiera hacer una fusión de los dos!  No puedo vivir sin ninguno de ellos, sería muy infeliz si tuviera que dejar a alguno.  Me pesa no amar a Román completamente ni darme al cien por ciento.  Así como me pesa no ser sólo de Renato y dejarme llevar.

Con Renato nos divertimos mucho, la pasión y la entrega es total.   Me hechiza su imponente presencia.  Me entrego sin restricciones y estoy dispuesta a experimentar.   En cambio con Román todo es más metódico y rutinario pero más tierno.  Me gusta estar en sus brazos y besarnos incansablemente mientras estamos desnudos. 

Lo que si estoy segura es que a los dos los amo profundamente.  A Román por ser mi media naranja, mi hombre ideal, mi fuerza para seguir, el que me cuida.  A Renato por hacerme sentir mujer, por llenarme con sus melozas palabras, por hacerme dejar llevar en el laberinto de los deseos.

No sé si estoy haciendo bien o mal lo que sé es que por los dos tengo sentimientos.  No puedo apartarme de ninguno de los dos por mucho tiempo. 

Mientras se pueda seguiré amándolos a cada uno de diferente manera.  Dividiendo mi amor entre los dos.  Amándolos por lo que son.

jueves, 1 de septiembre de 2011

¡Kutz ha regresado de vacaciones!

Una pequeña nota para comentarles que he regresado de unas merecidas vacaciones y tengo brillantes ideas para los cuentos. 

Aca dejo un artículo"Mujeres que no conocen el orgasmo" que demuestra la falta de educación sexual en ciertos lugares. Esto lo posteo a raiz de mi último pensamiento:  "Las Mujeres sí nos masturbamos".



Próximo cuento será posteado el lunes 4 de septiembre.  Gracias por estar todavía acá.

Saludos,

Kutz