viernes, 9 de mayo de 2014

¿Qué harías si me muero?







“¿Qué harías si me muero?”   Su pregunta me cayó como un balde de agua fría.  Para mí era el Quique, mi tío Quique, al que siempre había visto como una persona activa, energética, alegre.    En ese momento me di cuenta que los años ya habían hecho lo suyo y que –talvez no ahora pero algún día-  él no iba a estar ahí.  

Las memorias comenzaron a brotar.  Quique apareció un día en la casa de mi bisabuela a la que cariñosamente le decíamos “Mami” cuando yo tenía cinco años casi seis.  Cuando llegó me abrazó y yo no sabía quién era.  Mi Mami parecía tenerle mucha confianza así que por eso no me importaron los abrazos.  Con el tiempo aprendí de que se trataba de mi tío Quique, hermano de mi madre y del cuál yo no tenía memoria más que solo una: cuando era más pequeña a cada avión que veía, saludaba con la mano y decía “Adiós Quique”. El vio a mi madre embarazada de mí una noche que pasó por Guatemala camino a Brasil. Luego me conoció cuando tenía dos años que pasaba unos días en Guatemala viniendo de Brasil rumbo a Estados Unidos y me volvió a ver a mis tres añitos cuando iba camino al Perú.  De esas visitas yo no guardo ningún recuerdo. Cuando se apareció en Guatemala para quedarse, acababa de terminar la misión de la Iglesia mormona en La Paz, Bolivia.

Quique venía a reecontrarse con sus raíces y sus hermanas después de muchos años de ausencia.  Encontró un trabajo en el Palacio Nacional de la Ciudad de Guatemala como guía del Palacio.  Esto fue por su conocimiento del idioma inglés.  También era miembro activo en la iglesia mormona.  Quique fue como el padre que no tuve en mi niñez.  Me aconsejaba, jugaba conmigo, hacíamos actividades juntos. 

De las memorias que más atesoro de mi niñez y con Quique son jugar por horas a las “luchitas” con Quique y mis primos Manuel y Guillermo (hijos de mi tía Luva, hermana de mi mamá). Poníamos el colchón de la cama como resbaladero cayendo al suelo y luchábamos por horas.  Las risas en esos momentos eran interminables.  Todos parábamos rojos, cansados y felices. Recuerdo también que a Quique le gustaba ir a McDonalds a almorzar.  Para mí ir a almorzar con Quique era especial.  Viviendo en pobreza ir a McDonalds era un lujo para mí.  Así que yo gozaba de esas idas a McDonalds como si asistiera a un banquete elegante.  Ahora de adulta de vez en cuando voy a McDonalds cuando me siento nostálgica y quiero recordarme de él.

En esa época la guerra civil en Guatemala se volvió más dura.  Teníamos golpes de estado a cada rato y Quique estaba trabajando en el Palacio Nacional cuando uno de los golpes de estado más importante de la historia de Guatemala se produjo:  El General Rios Montt había tomado el mando. Esto fue el 23 de marzo de 1982.  Cuando ocurrió, abolió la Constitución de la República y declaró un estado de sitio y un toque de queda de 18:00 pm a 6:00 am.  No dejaban entrar ni salir a nadie del Palacio Nacional que estaba lleno de soldados del Ejército.  Recuerdo que el día que ocurrió el Golpe de Estado mi mamá y mi tía estaba muy preocupadas por Quique.  No recuerdo exactamente cuántas horas estuvo en el Palacio pero sé que fueron muchas.  Yo lloré en mi cuarto en silencio por él y le pedí a Dios que lo trajera con vida.  Cuando apareció saltaba de la alegría y lo abracé por largo rato.

En la iglesia mormona conoció a Sonia, su actual esposa.  Ella estaba prometida para otro chico pero no recuerdo que hizo Quique para conquistarla. Seguro que usó sus mejores galanterías.  

Conforme pasaba el tiempo mi amor por Quique se fue haciendo mayor.  Estaba casi siempre de buen humor, haciendo bromas y cuando se enojaba le teníamos mucho respeto aunque jamás gritó o dijo algo que lo ofendiera a uno.  Era flacucho y cuando se despertaba por las mañanas parecía puro chino ya que sus ojos amanecían rasgados como ellos.   Siempre usaba gafas y tenía el cabello lizo y negro.  Por sus similitudes con los asiáticos a veces bromeábamos diciéndole que a lo mejor era adoptado de la China.  Por su manera de ser tan vivaracha y su buen sentido del humor se ganó el corazón de muchas personas dentro y fuera de la iglesia mormona.  Dentro de la iglesia trabajó por mucho tiempo con adolescentes y estuvo a cargo de los Boy Scouts.  Eso hizo que muchos miembros jóvenes de la iglesia lo respetaran.  Lo veía por los pasillos de la iglesia con jóvenes revoloteando a su alrededor tratando de hablarle o compartirle algo.  A veces me ponía celosa de algunas chicas que recibían sus abrazos y consejos.  

Después del matrimonio con Sonia ella quedó embarazada de su primer bebé a la que llamó Linda Arlene.  Lamentablemente Linda Arlene solo vivió dos meses.  Le dio una Meningitis que hizo que falleciera en pocas horas.  Tanto Quique como Sonia estaban destrozados.  Yo no entendía mucho lo que sucedía porque apenas tenía 9 años en ese entonces.  Pero si entendía que la tristeza de los dos era grande y yo quería ayudarlos pero no sabía cómo.  

Con el tiempo Sonia quedó embarazada de nuevo.  Y así nació mi prima Leslie.  Después de Leslie vino Shirley y después Hyrum.  Cada nacimiento de mis primos lo gocé.  Como era la prima mayor los cuidaba y trataba de enseñarles cosas.  

Como mi mamá trabajaba todo el día entonces se decidió que pasara la tarde en la casa de Quique para que me cuidaran.  Yo gozaba esas tardes en su casa pero en especial los fines de semana cuando teníamos algún cumpleaños que celebrar o alguna actividad de familia.   Todos los niños jugaban juntos.  Yo procuraba estar con los adultos ayudando en la cocina o en alguna otra cosa.

Cuando entré a la adolescencia también me entró la rebeldía.  Tenía un sin fin de problemas con mi mamá y cuando ella sentía que no podia más conmigo, me mandaba a hablar con Quique.  Quique siempre fue paciente en decir las cosas.  Lo respetaba mucho así que escuchaba sus consejos que no siempre tomaba pero al menos escuchaba atentamente.

Llegó un momento en el que Quique decidió irse a vivir a Estados Unidos con toda la familia.  Eso fue entre mis 15 y 16 años, en el año 1990.  Sentí un gran vacío cuando se fue, no solo por él sino que también por mi tía Sonia y mis primos. Al poco tiempo de haberse ido escuché que mi tía Sonia estaba embarazada de nuevo y meses después nació mi primo Carlos en el año 1991.  Tres años después en el año 1994 nació mi primo Eric.  

Después de mis 16 años tuve una etapa dura en la cuál las peleas con mi mamá se hicieron más intensas.  Ella decidió irse a vivir a Estados Unidos así que me quedé sin ella y sin mi hermano.  Mi mamá me dejo en casa de mi tía Luva, casa en la cuál tuve problemas y me tuve que salir al poco tiempo. Después de eso yo tuve que buscarme la vida y empezar a trabajar.  

De esa etapa de mi vida recorrían muchos rumores.  Que era amante de un amigo de la familia que ya era mayor pero con el cual yo tenía mucho contacto, que andaba de cama en cama y me iba a quedar embarazada de saber quién, que quién sabía dónde y cómo vivía o dónde dormía.    Yo perdí contacto con mi familia porque los rumores y las acusaciones no me hacían nada bien.  Quería demostrarles que podia sola y que las cosas no eran lo que parecía.  Fueron tiempos difíciles para mí pero logré levantarme.  Encontré un trabajo en un hotel 4 estrellas de la ciudad y una habitación en una casa de una familia en la Zona 1 de la ciudad de Guatemala. Cuando ya estaba bien parada poco a poco recuperé el contacto con mi familia, en especial con Quique.

El vino a Guatemala a visitar y sabía que por encargo de mi madre él quería asegurarse que estaba bien.  Yo era la Ejecutiva de Ventas en el hotel así que tenía derecho a almorzar con clientes en el restaurante del hotel.  Invité a Quique a almorzar.  Se quedó sorprendido de ver en el hotel que trabajaba, que estaba bien y que había superado los problemas por los que había pasado.  Recuerdo que me dijo:  “M’ija, estoy orgulloso de ti”.

Lo vi dos o tres veces más.  En una de esas ocasiones viajó con toda la familia y ahí conocí a Carlos de dos años de edad (Eric no había nacido todavía).  Después pasaron más de diez años sin vernos.  En esos años yo hice muchas cosas que sabía que mi tio Quique siendo mormón no aprobaba:  viví en union libre con varios novios, me hice un tatuaje, dejé la religión por completo y me vine a vivir a “la ciudad del pecado” según las palabras de mi mamá o sea Amsterdam.  Mi tio nunca dijo nada de las decisiones que yo tomaba.  Un día le pregunté si no le molestaba y me dijo: “M’ija, te dejo vivir”.

Lo volví a ver en el año 2011 cuando yo fui a Utah a visitar a la familia.  Fue una gran emoción volverlo a ver, ahora más viejo y ya no tan flacucho como cuando vivía en Guatemala, pero seguía con su mismo sentido del humor y me trató con el mismo cariño con el que siempre nos tratamos.  Seguía con su pelo lizo pero ahora con tintes blancos y siempre con sus gafas y con una gran sonrisa contando sus chistes.  Fuimos a pasear a muchos lugares y Quique, con su paciencia de siempre, me enseñaba cada lugar y me contaba alguna anécdota o historia. Recuerdo que no dejaba la cámara de video para nada y yo bromeaba que hasta en el baño me iba a tomar video.  Después comprendí que era porque quería capturar esos momentos para siempre porque quién sabe cuándo nos volveremos a ver.  Pasamos muchas risas juntos en esos días y para mí fue especial volver a reencontrarme con mi Quique, a quien admiraba y sigo admirando mucho.

Así que cuando me preguntó: “¿Qué harías si me muero?” no sabía que contestarle.  Aunque vivimos lejos, mantenemos un contacto  y un vínculo estrecho.   

Contestando a tu pregunta mi querido Quique, te diría:  No sé que haría sin ti.  Te extrañaría mucho y de vez en cuando te mandaría un mensaje al cielo diciendo lo mucho que te quiero y extraño y recordaría tus anécdotas y las cosas vividas juntos con tu esposa, hijos, primos y demás familia.  Mantendría vivo tu recuerdo que es el ejemplo de muchos y haría lo posible porque nadie te olvidara.  Eso haría.

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