Pocas veces un libro me impacta emocional y sorpresivamente. Eso fue lo que me sucedió al leer “Crecer a
Golpes” editado por Diego Fonseca.
En la parte
de atrás del libro se lee: “Crecer a Golpes recupera el ensayo y la crónica de
trece reconocidos narradores y periodistas para exhibir los conflictos
irresueltos que cortan la carne hasta el hueso de América Latina”.
Crecer a
Golpes toma como punto de partida el golpe de Pinochet. Como clave debemos saber que Salvador
Allende, un socialista, ganó por elecciones democráticas la Presidencia de
Chile antes de Pinochet. Eso nunca había
sucedido en Latinoamérica y eso fue lo que desencadenó muchas de las cosas que
sucedieron en los siguientes 40 años.
En la
introducción escrita por Diego Fonseca se lee:
“Por primera vez en estas cuatro décadas, la region se encuentra con un
mundo multipolar y sin una figura paterna que la ayude a navegar su
adolescencia. Si los setenta fueron balas y tortura, los ochentas una década
perdida entre crisis de deuda y los noventa la apertura al capital, no está muy
claro qué otra cosa más que un interesante mejunje somos ahora”.
Después de
leer las narraciones de cada pais (Chile, Argentina, Brasil, Perú, Colombia,
Venezuela, Nicaragua, El Salvador, Guatemala, México, Cuba, España y la tan
necesaria narración de Estados Unidos) comprendo que el problema de nosotros,
los latinoamericanos, es más grave de lo que pensé.
Este libro
despertó recuerdos guardados profundamente en mi subconsciente. Cuando yo era niña, Guatemala, estaba en
plena Guerra Civil. Yo estudiaba a pocas
calles del Palacio Nacional y la Casa Presidencial ubicados en la zona 1 de la
ciudad capital. A mi me enseñaron en el
colegio a cubrirme la cabeza y meterme debajo de mi escritorio al escuchar los
cañonazos cuando había uno de los tantos golpes de estado que viví. Cada vez que esto sucedía los vidrios de la
ventana de mi clase se quebraban.
Recuerdo
como si hubiera sido ayer cuando en la esquina de mi colegio había una protesta
de estudiantes universitarios. En ese
momento pasó un bus. Bajaron a todas las
personas del bus y entre todos hamaqueaban el bus de un lado al otro. Alguien le prendió fuego. Cuando ya estaba a medio quemar de entre los
asientos de enmedio salió de repente una señora pidiendo auxilio. Se había quedado escondida, paralizada del
miedo, pero cuando vio que el bus se estaba quemando y que podía morir
calcinada reaccionó. Recuerdo muy bien
el rostro de pánico de la señora y hasta recuerdo la ropa que cargaba puesta. Yo tendría apenas 7 u 8 años.
Recuerdo un
toque de queda, alarmas a las 6 de la tarde, ver un Tanque de Guerra venir del
lado contrario de donde yo iba caminando.
Recuerdo a mi madre poniéndome contra la pared y protegiéndome en varias
ocasiones. Recuerdo que mi padre actuaba
extraño, siempre viendo a todos lados, enseñandome canciones “prohíbidas” que
no debía cantar en público, tan solo con él, sus largas ausencias y a mi madre
diciéndome que él se había ido con otra mujer (mi papá era de los intelectuales
de la guerrilla y tuvo que escapar de Guatemala cuando el ejército lo andaba
buscando). Recuerdo soldados armados
hasta los dientes transitando por las calles dela ciudad, recuerdo ver a Efraín
Rios Montt (hablaré de él más adelante) con traje militar en la televisión
empezando su discurso con “Usted papá, usted mamá”. Recuerdo una canción bien pegajosa cantada
por una niña que entonaba: “Hoy le escribí una carta a mi querido hermano, le
puse que lo extraño y que lo quiero mucho.
Mamá me ha contado que él es un buen soldado que cuida las fronteras de la
patria…”.
Yo sabía en
mi inconsciente que algo sucedía pero no sabía exactamente que era. Los adultos hablaban de esas cosas cuando yo
estaba dormida o se susurraban entre sí sin dejarme escuchar. Ni cuando fui adolescente se habló de
ello en el colegio o en casa. Me enteré de como había sido todo
ello hasta que me fui de Guatemala en el 2001.
En el extranjero leí una variedad de libros que relatan las verdades de
la Guerra Civil guatemalteca, libros que no se encontraban en Guatemala cuando
yo vivía ahí.
Lo que me impactó
de Crecer a Golpes es como se entrelazan las historias de todos los países
Latinoamericanos. Como lo que sucedía en
un país repercutía en el otro y como los sentimientos son los mismos (aunque
seamos de distintos países) de las personas que crecimos a golpes.
Como lo
escribiera Carlos Dada de El Salvador: “Probablemente la última generación con
sueños fue la que nos precedió. La
revolución fue un sueño; la justicia social fue un sueño; la democracia fue un
enorme sueño. A mi generación, en
cambio, le legaron la orfandad, las tendaladas de muertos y desaparecidos, el
desarrollo del instinto de supervivencia, las guindas nocturnas en las areas
rurales, la zozobra, la impunidad y la falta de claves para entender al
mundo. Los tiempos exigían alinearse con
el bando que le diera sentido de pertenencia a algo”.
Me interesé
en leer el libro Crecer a Golpes después de leer un artículo de Plaza Pública
titulado ¿El Tercer Round?. Al leer en el libro la crónica de
Guatemala escrita por Francisco Goldman titulada “Después del Segundo Round”
puedo entender por qué están sucediendo las cosas que están sucediendo en mi
país en los últimos meses.
Para
comenzar, a principios de abril suspendieron (convenientemente) a la jueza Yassmin Barrios por un año. Esta jueza fue la que condenó por primera vez
en Guatemala a tres militares (El Coronel Byron Lima Estrada, su hijo, el
capitán Byron Lima Oliva y el sargento Obdulio Villanueva) por el asesinato
político del Monseñor Juan José Gerardi.
La jueza Barrios también fue la que condenó a Efraín Rios Montt por Genocidio a 50 años de cárcel y 30 años por
delitos contra los deberes a la humanidad.
Lamentablemente la sentencia a Rios Montt fue anulada por la Corte de Constitucionalidad días después.
Casi al
mismo tiempo destituyeron a Claudia Paz y Paz, la fiscal general del Ministerio
Público que llevo a juicio por genocidio a Efraín Rios Montt. También fue una resolución de parte de
la Corte de Constitucionalidad.
La semana pasada me entero que el Congreso de la República
de Guatemala aprobó un punto resolutivo
en el que se niega el Genocidio en Guatemala. La noticia se ha propagado en una pequeña
porción y casi no se habla al respecto en los medios de comunicación o en las
redes sociales. Hubo una protesta
frente al Congreso de Guatemala la semana pasada pero al parecer fue
pequeña porque tampoco hay noticias al respecto más que una pequeña reseña en
los periódicos nacionales.
Con estos
tres ejemplos me doy cuenta que los dinosaurios que tienen controlada a
Guatemala con actos de corrupción y la impunidad o “ellos”* nos han dado a nosotros, los guatemaltecos, tres rounds y a lo
mejor hasta un knock out. Y eso que yo no soy la gran experta en política pero está clarísimo.
Como lo
escribiera Francisco Goldman en Crecer a Golpes:
“Imagine ser un niño pequeño que ve a su madre y hermanas mayores
violadas y asesinadas por soldados, sobrevivir de alguna manera con esos
recuerdos y que, entonces, le digan que esas memorias han sido silenciadas
oficialmente, y que le debe lealtad al gobierno y al Ejército heroico que
hicieron posible la “democracia”.
Imagine que es el padre de un estudiante universitario desaparecido y
que le digan que las leyes de la nueva democracia le prohíben exigir al sistema
de justicia que busque la verdad sobre el paradero de su hijo o hija, o
castigar a los responsables en caso de que alguna manera pueda identificarlos. ¿Qué tipo de ciudadanos produciría este tipo de “democracia”?".
La clave
del gran problema de los guatemaltecos (y talvez de todos los latinoamericanos)
se encuentra también en la crónica de Goldman: “(Guatemala) es un país
acostumbrado por demasiado tiempo al silencio, donde todo el mundo sabe que el
precio por hablar es, con frecuencia, la muerte”.
Hay muchas
cosas interesantes en el libro, como la forma en que Gustavo Faverón Patriau
describe a Vladimiro Ilich Montesinos, el hombre fuerte detrás de Fujimori; lo
que describe Sergio Ramírez de lo está sucediendo ahora mismo en Nicaragua con
el tratado Ortega-Wang donde se concede al chino Wang Ying los derechos
absolutos para construir "El Gran Canal Interoceánico" un proyecto
tan o más ambicioso que el del Canal de Panamá;
de como Leonardo Padura describe lo que años de represión castrista ha generado
en los cubanos y la narración de John
Lee Anderson sobre como Estados Unidos ha intervenido en el extranjero
"donde y cuando quisieran". No voy a escribir más sobre Crecer
a Golpes porque los invito a que lean el libro.
Es uno de esos libros que al leerlo te da todas las piezas del
rompecabezas de la Latinoamérica de hoy.
Mi
generación no puede hacer nada más que tratar de educar a nuestros hijos
también en lo político. Como concluye
Leonardo Padura en su crónica sobre Cuba: “Al final del camino la generación
escondida, sin rostro, obediente y complacida, la generación que soñó con el
futuro y a la cuál pertenezco, ha vuelto a ser la perdedora. Sólo que esta no
es una derrota coyuntural, del momento, sino una declave histórica de la que no
saldremos ni siquiera más sabios, o más cínicos, porque ya no saldremos hacia
ninguna parte”. Padura es 20 años mayor
que yo pero mi sentimiento es el mismo.
El futuro
de Latinoamérica está ahora en manos de nuestros hijos. ¿Los
hemos preparados a ellos para lo que van a enfrentar? ¿ O
dejaremos que crezcan en la ignorancia como nosotros crecimos?* leer en el libro quienes son "ellos"o en el link de "¿El Tercer Round?".