Este escrito es sobre los emigrantes legales. Los emigrantes ilegales los tocaré en otro escrito.
El ser un emigrante no es fácil como todos se
lo imaginan. Y voy a explicar el por
qué.
Al irse a otro país uno deja todo lo que conoce
y ama: el país, la familia, los amigos,
los lugares favoritos, la comida, las costumbres. Uno se aventura a un país desconocido sin
saber qué puede esperar.
Normalmente hay alguien que te espera donde vas
(son muy pocos los que se aventuran a lo desconocido solos). Vas a dar con familiares lejanos, con una
pareja o con conocidos. Al estar en el
nuevo país lo primero que uno hace es ubicarse y conocer lo básico (calles,
lugares, transportación). Hay productos
alimenticios de los que nunca has escuchado o que nunca has probado así que te
dedicas a hacerlo. Al principio la gente
que te acoge se muestra amable y te pasea por lugares, museos, restaurantes,
playas, etc. Te van enseñando las cosas
para que te familiarices.
Todo nos parece maravilloso y estamos muy
contentos con la decisión. Pero esta
felicidad no nos dura mucho.
Lo segundo que uno hace es buscar un
trabajo. Si donde estás hablan un
idioma desconocido buscas la manera de estudiarlo y aprenderlo. Yo he conocido a varios emigrantes que han
venido a Holanda con tan solo el idioma español. Las cosas se hacen más difíciles si no tienes
conocimiento de inglés.
Normalmente cuando no tienes experiencia en
otro país y no vienes ya con un empleo establecido los primeros empleos que te
ofrecen o que puedes obtener tienen que ver con la limpieza o con atender mesas. A mi jamás se me olvidará la experiencia que
tuve en mi primer año que vine a Holanda.
Tenía que limpiar 50 hinodoros al día.
Recuerdo que cuando pasaba el cepillo dentro del hinodoro pensaba: “Para esto me maté estudiando y desvelando
tanto tiempo”. Varias veces
limpié esos hinodoros con lágrimas en los ojos.
Puede suceder que si tienes títulos, diplomas y
experiencia en un área, tu carrera dé un giro y termines trabajando en otra área
distinta a la tuya. Por ejemplo, si tienes experiencia en el área de
administración puedes terminar trabajando en contabilidad.
Si uno se está quedando en la casa de
familiares, amigos, o pareja y estás en el período de adaptación puede ser que
en este período pueden surgir problemas.
Hay un dicho sabio y antiguo que
recita: “El huésped y el pez a los tres días hieden”. Si uno está quedándose en la casa de los
familiares y amigos temporalmente después de unos días empiezas a ser una
molestia para ellos. Entonces surgen las
discusiones y los problemas. Empiezas a
estorbar. Y surge la primera angustia de ver a dónde cambiarte de casa. Si no tienes mucho dinero las opciones para
cambiarse son mínimas o malas. Puedes
quedarte en lugares donde te pueden robar o acosarte sexualmente.
Yo tenía una amiga que consiguió una habitación
en el apartamento de un pakistaní. Se quedó ahí porque era baratísimo pero el
lugar era sucio y el tipo era un desagradable.
Confió de que al cerrar con llave su cuarto por las noches no iba a
tener problemas. Resulta que el pakistaní
tenía la copia de la llave de la habitación y una de las noches se le entró a
la habitación. Ella le formó un
escándalo tal que lo asustó y él se salió.
Al siguiente día ella se fue con todo y maletas del lugar. No quería
regresar nunca a dormir ahí.
Sumado a la adaptación del nuevo país todos
pasamos por el Choque Cultural.
Y empezamos con síntomas de ansiedad, depresión, deseos de regresar a nuestro
país, rechazo al nuevo país. La comida,
las costumbres y todo lo que tenga que ver con el lugar nos empieza a parecer
fastidioso y siempre estamos comparando al nuevo país con el nuestro: “Es que en Guatemala la comida es mucho mejor
que acá".
A algunas personas el Choque Cultural le dura
días, a otros meses y a otros hasta años.
Después de este período de adaptación empezamos
a tener una vida más o menos normal:
conseguimos una casa y dejamos a los amigos, familiares o conocidos que
nos acogieron, ya no tenemos problemas con la pareja ya que empezamos a
acostumbrarnos a vivir juntos, tenemos un empleo regular, estamos aprendiendo el
idioma y empezando a comprender frases o palabras, conocemos nuestro vecindario
y sentimos que empezamos a construir una vida en el nuevo país.
Como dice otro dicho popular: “La cabra siempre
tira al monte”. Aunque estemos en otro
lugar, teniendo una mejor vida, siempre nos hacen falta nuestras raíces. Conocemos personas de nuestro país u otros latinoamericanos
y procuramos hablar nuestro idioma, comer nuestra comida y escuchar nuestra
música si no siempre por lo menos de vez en cuando. Vivimos en constante nostalgia y cuando
regresamos a nuestro país nuestro corazón se sobresalta de alegría y siempre
nos engordamos de todo lo que nos hartamos (porque lo extrañamos).
Aprendemos que aunque ganemos más dinero la
vida es más cara. A mí jamás me
enseñaron a llevar un presupuesto y recuerdo que en Guatemala apenas alcanzaba
el dinero hasta recibir el salario pero ahí comía un mi pan con frijoles y ya
estuvo. Acá he aprendido a hacer un
presupuesto de verdad porque aquí el pan y los frijoles no son tan baratos como
en Guatemala. También he aprendido la
importancia de pagar impuestos y que no puedo evitarlo sino me meto en un gran
lío con el gobierno que ya de por sí que me tienen bien controlada.
El emigrante, especialmente los
que venimos de Latinoamérica sufrimos de discriminación. Cuando yo vine a Holanda en el año 2001 no habían muchos emigrantes latinoamericanos
como los hay ahora. Entonces no me
querían dar trabajo donde se necesitara hablar español porque decían que yo “no
hablaba el español correcto (El español de España)”. También los holandeses tienen la idea que
todos los latinoamericanos andamos buscando un pasaporte Europeo y por eso
queremos casarnos o estar con un Europeo.
Lamentablemente algunas (os) compatriotas han hecho precisamente esto y nos
tachan a todos por igual.
Lo que más duele de ser un emigrante es saber
que tu familia que se quedó en tu país se quiere aprovechar de ti y se cree con
el derecho de exigirte que les envíes dinero.
Te salen a pedir dinero primos, tíos y otras personas con las que no tuviste
gran contacto pero creen que tú les vas a solucionar la vida. También uno recibe propuestas de negocios de
todo tipo de personas que no te dan confianza.
He escuchado historias de varios emigrantes que han comprado terrenos o
casas en sus países y se han encontrado con que los papeles de compra son
falsos o el inmueble no pertenece a la persona a la que se lo compró. Cuando viajo a Guatemala se piensan que yo soy
millonaria pero en realidad me maté todo un año ahorrando el dinero para poder
hacerlo. No es cosa fácil.
Lo más duro de ser emigrante es lo
siguiente: no tenemos a nuestros padres
o amigos más íntimos cerca de nosotros.
Podemos hacer amigos pero no es lo mismo. Si estando en el nuevo país nos sucede algo
grave (rompimiento de una relación, una enfermedad grave como cáncer o
leucemia, desempleo, problemas de alcoholismo, etc.) no tenemos a nadie de
confianza en quién apoyarnos. Podremos
apoyarnos de la pareja un poco pero siempre tendremos el sentimiento que no nos
comprenderá completamente. Entonces
surge la polémica: ¿qué hacer? ¿A quién contarle nuestras angustias? No se las podemos contar a nuestros
familiares o amigos en nuestro país de origen porque no queremos
angustiarlos. No tenemos la confianza de
contárselo a amigos el nuevo país porque no tenemos la misma confianza que con
amigos del país de origen. Entonces ¿qué
nos queda? Aguantarnos y
guardárnoslo. Sufrir en silencio, llorar
a solas, buscar soluciones sin ayuda.
Es muy duro hacer eso, yo lo he pasado.
Pero eso nos hace personas más fuertes y a lo mejor nos ayuda a madurar
y a ver las cosas de distinta manera. También nos ayuda a ser fuertes para nuestra
familia que tengamos en el nuevo país o la que dejamos atrás.
El ser emigrante tiene sus cosas buenas
también. Me he fijado que en nuestros
países –o al menos en el mío- se nos enseña que lo importante es lo que sucede
en el país. Lo demás no tiene
relevancia. Como si la crisis mundial no
nos fuera a afectar nunca. Acá en Europa he aprendido a abrir mi panorama
respecto al mundo. A interesarme por lo
que sucede en otros países, comprenderlo, estudiarlo y aprender de ello porque
eso también me afecta. También he aprendido a conocer otras culturas y aprender
de ellas.
Antes tenía solo amistades guatemaltecas y
ahora tengo amistades de todo el mundo. Dos de mis mejores amigas son de países
que jamás escuché en Guatemala (Hungría y Malta) pero me llevo tan bien con
ellas que he aprendido de sus culturas y me encanta.
También he encontrado el placer en viajar. Conocer otros lugares lejanos que jamás creí
conocer y aprender de sus culturas.
Mis amigos latinomericanos que tienen hijos
dicen que están contentos de que sus hijos crezcan acá en Europa. Son niños que desarrollan una facilidad
increíble para los idiomas y además tienen mejor educación.
Adaptamos cosas o costumbres del país y cuando
regresamos al nuestro nos damos cuenta cómo la mentalidad nos ha cambiado. Esto lo notamos al hablar con familiares y
amigos. Yo escucho como mis amigos en
Guatemala hablan de la vida y me quedo callada ya que yo veo ahora las cosas de
otra manera.
En paises latinoamericanos vivimos el día a día
y son pocos los que se ponen a pensar en ahorrar, en una pension o cosas
así. En otros países uno aprende a prepararse
para todo y en especial para la vejez.
Uno puede ver expectáculos y exhibiciones de
arte y cultura que jamás veríamos en nuestros países. También fiestas, costumbres, tradiciones,
etc.
Conforme los años uno tiene el sentimiento de
que “No eres de aquí ni tampoco de allá”.
Todavía uno se siente de su país pero hay cosas que ya no pensamos o que
ya no adaptamos del país de origen. Y en
el país que nos acogieron hay cosas que adaptamos pero no seremos cien por
ciento transformados a la cultura de ese país. También vivimos en constante
nostalgia de lo que fue nuestra vida pero sabemos que si regresamos a ella no será
lo mismo.
Y así vivimos entre dos países distintos,
partiendo nuestros corazones, sentimientos y pensamientos en dos y tratando de
tomar lo mejor de cada lugar para crear nuestro mundo perfecto en el cuál buscamos
conseguir la felicidad. Talvez algún día
regresemos a nuestro país, talvez nos quedemos en el país que nos acogió para
siempre o ¿quién sabe? Tal vez tengamos
la idea loca de buscar un tercer, cuarto o quinto país adoptivo. La cosa es que a partir del momento que nos
fuimos de nuestro país no dejamos de ser un emigrante.