lunes, 18 de abril de 2011

Diecinueve años

Hace diecinueve años que no veo a mi mamá.   Diecinueve años viviendo con el pensamiento de querer estar con ella.  Las circunstancias de tal alejamiento son muchas.  No culpo a Dios, ni la culpo a ella, ni a la vida.  Tampoco puedo culparme a mi misma porque sé que hecho todo lo posible para lograr el reencuentro que sucederá en un par de días.  Tengo el estómago revuelto y el corazón en la mano.  Trato de no emocionarme porque no se que voy a encontrar.  Diecinueve años es la mitad de mi vida.  En esos diecinueve años ha pasado mucho como tampoco a pasado nada.

Un enjambre de pensamientos dan vueltas en mi cabeza sin posarse en un suspiro fijo.  Trato de adivinar como será el reecuentro pero todo es una ilusión vana.  Olvidé su rostro y sus manos.  Me imagino que ahora nada será igual.  Ella tiene cincuenta y siete años y el paso de tiempo no perdona. 

Tendremos que reinventar una historia que se quedó en el suspenso.  Recordar los viejos hábitos y reconocerlos en la fragilidad de las horas.  Disimular las emociones vanas y sonreir ante la amargura.

Y amaneceremos contándonos nuestras hazañas.  Haremos nuevos recuerdos para las tardes cálidas.  Por más que evitemos los reproches brotarán como sonidos incontrolables de nuestras bocas.  Tendremos que desarrollar la paciencia infinita y saborear la derrota. Divisaremos el horizonte que nos espera para juntas alcanzar una nueva etapa.  Esta vez no será por separado sino que de la mano.

Y en la espera de que eso suceda me traicionan los nervios.   Mis piernas se debilitan y siento desmayarme.  ¿Estará esperándome? ¿Que sentirá? ¿O desea salir huyendo para no enfrentar la realidad?

Sé que al centenar de preguntas habrá una sola respuesta:  Dejarme llevar por el destino y decirme que todo va a estar bien.  Aceptar que ha llegado la hora de cerrar el libro viejo y desgastado y confrontar el final de la historia a como venga. ¿O será el comienzo de una historia nueva?

Este reencuentro lo dejaré en manos de Dios.  Yo sólo me dejaré guiar de su mano santa y de su sabiduría infinita.  

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