lunes, 9 de mayo de 2011

Doblemente Feliz


Es algo tan maravilloso ser abuela por primera vez.  Una nietecita.  ¿Quién lo hubiera imaginado?  Hace 30 años en este mismo día nació mi hija.  Que casualidad que las dos nacieron un 9 de mayo.  ¡Que gran regalo para el día de las madres! 

Recuerdo cuando ví a mi hija por primera vez.  Era tan menuda, tan rosadita, no lloraba casi nada.  Sólo si tenía mucha hambre pegaba sus buenos alaridos.  Luego verla crecer, era una niña muy flaquita, con el cabello largo rubio y esos ojos llenos de curiosidad y de dulzura.  Era muy despierta y le gustaba investigar de todo.  Las primeras veces fueron las mejores: caminar, sonreir, correr, decir “mama” me hizo llorar. Leía mucho y le gustaba jugar con barbies.  Parece que fue ayer cuando llegó a la adolescencia.  La plática más difícil para mí fue explicarle sobre el sexo.  Ella preguntaba sin parar. Cada vez que enfermaba gravemente no dormía de la pena.  Estuve al lado de ella día y noche.  Su primer raspón, el cambio de dientes, cuando se quebró su mano. Luego verla convertirse de niña a mujer poco a poco.  Recuerdo el día que me confesó que se había enamorado por primera vez.  Ella se arreglaba mucho para llamar la atención del chiquillo aquel.  Lamentablemente no le funcionó y el chiquillo se hizo novio de otra niña.  Su primer corazón roto.  Lloró en mis brazos por horas.  Cómo quise quitarle el dolor y sufrir por ella pero nada podía hacer.  

Luego su graduación.  Cuando decidió irse a vivir al campus de la Universidad se me partió el corazón.  Me preocupaba mucho por ella ya que sé lo peligroso que es para una mujer joven y sola andar por ahí.  Que equivocada estaba.  Seguro no sé de muchas cosas que hizo pero se supo cuidar y estudió para graduarse con honores.  Me presentó varios novios, algunos me simpatizaron y otros no.  Pero cuando conoció a Tomás, el padre de mi nieta, supe que él era el hombre para ella.  La manera que la mira, como la cuida, como la protege, me hizo verla a través de sus ojos y darme cuenta que él se había enamorado de una mujer de éxito, trabajadora, buena hija, entusiasta e inteligente.

Cuando me llamó para contarme que Tomás le pidió la mano me hizo la mujer más feliz del mundo.  No hay nada más maravilloso que saber que tu hija va a estar en buenas manos, que la van a cuidar tanto o mejor que la cuidaste tú. 

Cuando me confesó que estaba embarazada yo no cabia de la alegría.  Viví con ella los 9 meses de embarazo con tanto entusiasmo como yo viví el mío.  Me alegro tanto que seamos buenas amigas y pueda compartir con ella todo esto.

Y ahora con mi nieta en brazos, que es tan menudita, tan delicada como lo fue mi hija, me hace sentirme la abuela más orgullosa del mundo. Nunca creí que me diera tanta alegría tener una nieta que fuera tan perfecta como lo es mi hija.  Que fuera doblemente dichosa y feliz. 

Ver a mi hija cómo cuida a mi nieta y cómo ha asumido su papel de madre tan naturalmente me da mucha alegría.  Espero en Dios que todas las madres tengan esa satisfacción con sus hijos. 

El lazo entre madre e hijos nadie lo puede romper.  Cuando pasa el tiempo algunas relaciones se rompen o cambian pero lo que una madre siente por sus hijos jamás.  



¡Feliz Día de las Madres!  Espero que todas las madres que lean este pequeño cuento sean felices y dichosas de tener hijos tan maravillosos.  Que Dios las bendiga y las cuide.

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