Se enamoró de Mariana por su espontaneidad, porque reía sin
represiones, porque lo amaba sin límite,
porque era sencilla y genuina.
Ella venía de un país tercermundista donde fue extremadamente pobre pero
gracias a su esfuerzo e inteligencia llegó a salir de su pobreza y trabajaba en
una multinacional que la había trasladado a Europa.
Genaro venía de una familia adinerada y acomodada de Holanda
donde lo más importante era guardar las apariencias. Para él la felicidad era cuan grande era la
casa donde vivía, cuál carro tenía, qué tan buen trabajo tenía, cuánto dinero
ganaba. Al mirar en el Facebook de toda
su familia se veían yates, viajes, carros, restaurantes de lujo, extravagancia
sin límite.
Por eso el contraste de su vida con lo sencilla que era
Mariana lo había llevado a enamorarse locamente de ella. Al introducirla a su vida ella la aceptaba
pero tanta falsedad la hacia sentirse abrumada.
Ella le decía a Genaro que no se olvidara de poner los pies sobre la
tierra y darse cuenta que habían cosas más importantes en la vida que el
dinero. El corazón de Genaro se derretía
cuando veía a Mariana hacer actos de caridad a gente pobre, cuando la veía
ayudar a ancianos o ciegos cruzar la calle, cuando la veía sentirse mal por
tener que tirar un pan que ya no podia comerse.
Genaro quería llenar a Mariana de lujos y aunque veía que a
Mariana le gustaba, sentía una resistencia de parte de ella a pertenecer a ese
mundo. El lo tomó como reto. Pero la resistencia no cesaba y terminó de
entender el por qué cuando él conoció el mundo de ella.
Cuando Genaro fue a Guatemala, que era el país de Mariana,
se sorprendió de ver tanta pobreza. La
familia de Mariana vivía en una casa sencilla, sin lujos, donde lo trataron
como a un hijo. Mariana lo llevó a una
escuela de niños donde ella colaboraba monetariamente y a él le sorprendió ver
como los niños que venían de familias extremadamente pobres eran humildes,
sonreían y eran felices con pocas cosas.
La felicidad que irradiaban era tan auténtica que perturbó el concepto
de felicidad que Genaro tenía. Lo
sacudió de pies a cabeza.
Después de la visita a la escuela de niños pobres fueron a
visitar unos pueblos pintorescos del país en los cuáles conoció más gente pobre
pero sonriente y humilde. Eso lo hizo
sentirse todavía más perturbado. Mientras
más gente pobre conocía Genaro más perturbado se sentía. Y aunque todavía amaba profundamente a
Mariana en el fondo de su subconciente se sentía confuso por el mundo al cuál
Mariana pertenecía y lo sentía como una amenaza a su propia felicidad.
Cuando terminaron las vacaciones siguieron sus vidas
normales pero algo había cambiado en él.
Lentamente empezó a notar que habían cosas de Mariana que le empezaron a
irritar. Ya no le hacia gracia que ella
fuera tan sencilla y humilde. Notó que
las novias de sus amigos eran más parecidas a lo que él esperaba en una mujer: eran bonitas, rubias, de ojos azules,
altas. Mariana era baja de estatura,
morena, de ojos cafés y rasgos indios.
Cuando en un principio le pareció algo exótico ahora le parecía algo
irritante y fuera de contexto. Empezó a distanciarse
de ella, a tratarla como que fuera una extraña.
Mariana sin comprender el cambio de actitud de Genaro
intentó desesperadamente de luchar por su amor, por regresar a lo que habían
sido por algun tiempo: felices, sin
preocupaciones, amándose hasta el cansancio.
Pero no sucedió. Genaro cada vez
se alejaba más de ella, cada vez la ignoraba más, ella se sentía cada vez más
ajena a él. Así que decidió terminar la
relación. Genaro sufrió y lloró pero en
silencio. A ella no le mostró ni una
gota de compasión, ni pena, ni tristeza.
Le rompió el corazón en mil pedazos sin ningún remordimiento.
Rápidamente se consiguió una novia parecida a las novias de
sus amigos. Ella venía de una familia
adinerada también así que los dos disfrutaban de lo mismo: carros, lujos, casas, caprichos. Eran felices. Genaro rompió todo contacto con Mariana y se
forzó a no pensar en ella más. Se casó
con su novia perfecta, tuvieron los hijos perfectos, pasó el tiempo y se
compraron una casa más grande, un bote, una casa de campo. Todo iba bien.
Cuando Genaro llegó a la edad de 50 años estaba trabajando
en un proyecto complicado en la empresa donde trabajaba. Estaba trabajando hasta altas horas de la
noche y tenía que viajar mucho así que casi no veía a su familia ni
amigos. Se distanció de su mujer tanto
que un día ella le pidió el divorcio. La
razón que ella le dio para divorciarse es que él se había dedicado tanto a
trabajar que se había olvidado de su familia.
Al principio pensó que ella era una mal agradecida porque él
trabajaba tanto para mantener los lujos de su familia y ella no lo
apreciaba. Pero luego se dio cuenta que ella
era como una extraña y que sus hijos habían crecido y él no se había dado ni
cuenta.
Sin hijos y esposa se pasó a vivir a un apartamento pequeño
pero lujoso y procuraba trabajar más para no pensar. Veía a sus hijos con regularidad pero se
sentía tan ajeno a ellos. Se había
enterado que su ex mujer se había conseguido a alguien más, un hombre con mucho
menos dinero que él. Le dio pena por
ella. Pasaba los días todos iguales, sin
mayores cambios, tenía todos los lujos que necesitaba y eso era lo
importante. Se sentía contento con todo
lo que había logrado.
Un día estaba sentado en una terraza tomando un café. Era una tarde lluviosa y él leía el
periódico. La risa de unos niños lo
distrajeron de la lectura. Molesto se
puso a observar que era lo que a los niños les hacia tanta gracia. Ellos jugaban bajo la lluvia. Se echaban agua uno al otro y estaban
empapados. Eso les causaba tanta
risa. Esa risa lo hipnotizó por un
momento. Sabía que habia escuchado una
risa semejante en algún lugar pero no recordaba donde. Y mientras los niños seguían riendo y jugando
su mente empezó a despejarse y se recordó donde había escuchado risas
similares: Había sido en la escuela de
niños pobres que visitó en Guatemala con Mariana. Mariana había llevado una pelota de fútbol a
los niños y ellos inmediatamente habían empezado un juego. Genaro se puso a jugar con ellos y ellos
reían de la misma manera que esos niños que jugaban bajo la lluvia: con una risa despreocupada y genuinamente
natural.
Eso lo hizo acordarse de Mariana. Tenía
años de no saber de ella. De vez
en cuando había pensado en ella pero procuraba desechar esos pensamientos lo
más pronto posible. Pero ahora le venía
el pensamiento fuerte, con la risa de los niños jugando bajo la lluvia. Recordó que ella reía de esa manera
también. Sintió el fuerte deseo de saber
de ella. La buscó por la internet en su
teléfono y no fue tan difícil encontrarla.
Encontró una foto de ella reciente.
Estaba sonriendo y tenía arrugas en el rostro y su cabello era blanco
con tintes negros. La sonrisa de ella le
proporcionaba la misma calidez que antes.
Sintió que su corazón se constriñía. Se fue a su casa y de repente se sintió tan ajeno
a todo lo que le rodeaba. Quería jugar
fútbol con los niños pobres de Guatemala, quería jugar bajo la lluvia con los
niños en la terraza, quería volver a besar los labios de Mariana y escucharla
reir como antes.
Pasó días sintiéndose extraño, no podía ni concentrarse en
el trabajo. Sentía que le hacía falta
algo. No podia sacarse del pensamiento a Mariana y a los niños de la escuela en
Guatemala. Pensó volverse loco hasta que
un día supo el por qué: El quería
experimentar esa risa tan franca, esa risa sin falsedades, sin caprichos, esa
risa honesta.
Después de pensarlo bien, renunció a su trabajo. Le dijo a su ex-esposa y sus hijos que iba a un
viaje a encontrarse a si mismo. Por la
internet encontró un lugar remoto en Guatemala, en una escuela, donde podia
enseñar inglés o computación a los niños y se reclutó como voluntario ahí.
Al fin iba a a saber por qué esa risa lo consternaba tanto. Quería poner los pies sobre la tierra como
tantas veces le aconsejó Mariana.