jueves, 18 de abril de 2013

El Ultimo Adiós







Lo vio quemarse poco a poco.  Lo vio en llamas y sintió que un peso se le iba quitando poco a poco encima de los hombros.  En ese papel se fueron todas las maldiciones, pensamientos y despedidas que ella les daba a familiares, amigos y hasta el novio que ella había perdido durante el año.  Se sentía libre.

Había sido un año difícil.  La mala suerte la había visitado y se había quedado por todo un año sentada en el sofá de su casa bebiendo vino y riendo a carcajadas de todo lo malo que le sucedía a Sofía. 

Sofía había tenido una relación por 10 años con Paco y en ese año, el 2012, se había acabado.  Encima Paco se había conseguido una nueva novia en un abrir y cerrar de ojos. Había sido amiga de Paula por 15 años y Paula se había molestado con ella por una nimiedad y la había acusado que su amistad solo le hacía daño y le traía tristeza.  Así que se acabó la amistad de un día para el otro.   En ese mismo año se enteró que Mariana, a quien consideraba su amiga desde hacía 4 años, estaba hablando mal de ella a sus espaldas y sobre todo hablando cosas íntimas de ella con extraños.  Sofía perdió la confianza en Mariana y terminó con la amistad.  También ese mismo año la salud del padre de Sofía se había deteriorado y después de pasar días en el hospital, un día dejó de respirar. 

Su amiga Lucía se había mudado a otro país cuando más la necesitaba y aunque la amistad no había terminado, el hecho de saber que Lucía no iba a estar ahí cerca la ponía triste.  Su amigo Manuel con el que había compartido una amistad por 10 años de repente se había puesto a criticarla desde la manera de vestir hasta la manera de hablar y parecía que la presencia de Sofía a Manuel le estorbaba.  Así que un día que le pidió explicaciones a Manuel de su comportamiento, el optó por sentirse herido y le dejó de hablar.  Y luego estaban los amigos de Paco, con los cuales había compartido los mismos años de relación que había tenido con él.  Con todos había reído, llorado, bailado, viajado, inclusive a algunos los había visitado al hospital pero aun con todo los perdió de un día para el otro.  Eso fue porque ellos seguían siendo amigos de Paco y como él ya tenía nueva novia pues simplemente reemplazaron a Sofía con ella.

Así que después de ese año de tantas perdidas Sofía se sentía como en un barco en alta mar, sin rumbo, sin destino, sin final.  Entró en depresión y aunque ante todos los demás estaba dándole la cara al mundo como toda una mujer de hierro por dentro estaba como un vidrio quebrado en miles de pedazos.  No dormía por las noches y no sabía qué hacer con su vida.  La pérdida que más le había dolido era la de su padre.  Él había sido su motor, su consuelo, su todo.  ¿Podría ella recuperarse algún día de tanta desgracia?  Lo había intentado todo: Hablar con los pocos amigos que tenía, ahogar sus penas en el alcohol, desahogarse en relaciones sexuales pasajeras con hombres desconocidos, meterse a clases de meditación, etc.  Pero nada parecía quitarle ese sentimiento de pérdida que la acompañaba.  Parecía que no iba a encontrar nunca un motivo para seguir viviendo.

Una noche en la que se encontraba sola, había visto una película que la había puesto emotiva y se sentía triste y sombría. Decidió ver algo en la computadora y se dirigió al escritorio donde la tenía. En eso vio la foto de su padre y se puso a llorar. Tiró todo lo que se encontraba en el escritorio: papeles, bolígrafos, tijeras, el teclado de la computadora, engrapadora, una taza, etc.  Todo cayó al suelo desordenadamente mientras Sofía lloraba a mares.  Cuando recobró un poco la cordura, se dio cuenta que en el escritorio lo único que quedó intacto fue un papel en blanco.  Buscó en el suelo un lapicero y empezó a escribir.  Escribió las últimas palabras que le hubiera querido decir a cada una de las personas que había perdido.  Entre esas palabras se leía “traición”, “odio”, “maldito”, “estúpida”, “te extraño”.

Después de escribir por más de dos horas y cuando ya las lágrimas habían secado tenía el papel listo.  Había escrito todo lo que quiso. ¿Y ahora que hacia con el papel?  No se los iba a mandar a cada uno de ellos.  Tampoco se los iba a enseñar a sus amigos que le quedaban para ver que pensaban. Tampoco lo iba a guardar por años hasta que algún día lo volviera a leer.  Tenía ganas de destruirlo pero romperlo era lo más estúpido por hacer después de haber pasado tanto tiempo escribiéndolo.  De repente se le ocurrió que lo mejor era quemarlo.  Simbólicamente esas llamas iban a terminar con su mala suerte y así podía empezar una nueva vida.  Trajo un encendedor, sonrió maliciosamente y le prendió fuego.

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