martes, 4 de octubre de 2011

La Chica de la Ventana


Hace dos semanas que visito a mi amiga Julia en el hospital.  Tuvo un accidente de tránsito y se ha quebrado algunas costillas.  Como es una de mis mejores amigas y está sola en esta ciudad, procuro ir a visitarla todos los días.  

El primer día que la visité, a pesar de tener dos camas en su habitación, pensé que estaba sola porque la otra cama estaba vacía. La visitábamos tres personas y estábamos tratando de distraerla porque el accidente acababa de suceder.  De repente sentí mucho calor en la habitación y decidí abrir la ventana que quedaba del lado de la cama vacía.  Cuando me acerco veo una sombra sentada en una silla.  Me asusté porque parecía un espectro, un fantasma.  Cuando enfoqué mejor la vista veo que es una mujer de raza negra, muy joven, tendría aproximadamente unos 20 años.  Ella no se movió para nada cuando me acerqué a ella.  Tenía su mirada perdida en el horizonte, fuera de la ventana.  Le pregunté si podía abrir la ventana y no me contestó, ni volteó a verme.  Estaba tarareando casi imperceptiblemente una canción.

Abrí la ventana y volví al lado de mi amiga pero miraba a cada rato hacía aquel rincón y a aquella mujer misteriosa que no dejaba de ver fuera de la ventana.  

Terminó la visita y me olvidé de ella hasta que regresé al siguiente día.  Ella seguía sentada en el mismo rincón y en la misma posición, era como si no hubiera pasado el tiempo y se había quedado así inmóvil toda la noche.  Cuando llegaron más visitas, fui al baño y me dirigí a la recepción del piso.  Le pregunté a la enfermera por ella.  Me contó que alguien la había llevado ahí porque estaba dando a luz en la calle.  Nadie sabía de donde provenía pero parecía una persona ilegal.  No tenía ningún documento de identificación, ni posesiones y al parecer  tampoco hablaba ya que le preguntaron en varios idiomas su nombre y no contestó nunca.  Me dijo la enfermera que no quería coger al bebé en sus brazos ni darle de mamar.  Le pregunté que iba a pasar con ella si no se sabía quién era.  Me dijeron que la llevarían a una cárcel de migración en la cuál dormiría en una celda con su bebé hasta que dijera su nombre y proveniencia para mandarla de nuevo a su país.

Esa noche no pude dormir pensando en ella.  Era demasiado delgada, parecía que no había comido en días y vivía no más por el suero intravenoso que le daban.  Se le marcaban todos los huesos en su piel frágil y su ser emanaba una tristeza profunda.  Se notaba que sufría.  Cuando amaneció ya me había decidido a hacer algo por ella.  Como tengo una clínica psicológica y tengo uno que otro paciente internado en un sanatorio que tratan problemas de depresión y ansiedad, los llamé y les conté del caso.  Les dije que personalmente quería encargarme de ella y que iba a pagar los gastos de internación.  Ellos aceptaron mi propuesta y hablé con el doctor del hospital para hacer el traslado.  El doctor me dijo que ella si podía trasladarse pero el bebé tenía problemas respiratorios y no podía salir del hospital hasta dentro de dos semanas, o sea el día de hoy.

En estas dos semanas he estado tratando de entablar una conversación con ella.  La hemos puesto en una habitación con vista al jardín y ella eligió sentarse en la silla que da hacia la ventana.   Como estoy segura que no habla Español, me he dedicado a tratar de enseñarle cuadros con dibujos de cosas y decirle la palabra en Español.  La primera semana no quería ni mirar a los cuadros, sobre la segunda ya los veía y prestaba atención.  También he logrado que reciba comida cuando se la ofrezco.  Le tengo que acercar la cuchara a la boca y mientras lo hago trato de murmurar la canción que ella murmura.  Es nuestro mejor medio de comunicación.  También he logrado que me deje vestirla , bañarla y llevarla a la cama.  

Desde hace unos días he estado intentando explicarle que el bebé venía el día de hoy, para que no la tomara de sorpresa.  Le he explicado que el bebé necesita de ella, que es su hijo.  

Cuando fui a traer al bebé al hospital me preguntaba cómo lo recibiría.  Si estaría dispuesta a aceptarlo.   Entré a la habitación con el bebé en brazos y le hablé.  La llamo Serena porque no sé como se llama y la tengo que llamar de algún modo.  Le dije suavemente: “Serena, este es tu hijo”.  Ella miró al bebé que yo tenía en brazos pero no reaccionó para nada.

Me le acerqué y ella no le quitaba la vista al bebé.  Como yo no sabía que hacer para que reaccionara empecé a murmurar la canción que a ella le gusta mientras mecía al bebé al mismo tiempo, sin quitarle la vista a ella.  Ella empezó a murmurar la canción y seguía viendo al bebé.  Me le acerqué más y deposité al bebé en sus brazos.  Ella lo tomó y siguió tarareando la canción.  Y entonces sucedió algo maravilloso:  Empezó a sonreír y a llorar al mismo tiempo.  No había mostrado ninguna emoción hasta en ese momento.  Ella empezó a hablar en un idioma desconocido y no dejaba de hablar.  Le hablaba al bebé.  Lo besó tiernamente varias veces y luego me miró por primera vez a los ojos y con lágrimas me dijo la primera palabra en Español que pronunciaba:  Gracias.

No sé que voy a hacer con ella y con el bebé de ahora en adelante, tenerla en este sanatorio cuesta mucho dinero, pero esperaré a que se recupere un poco más y tomaré la decisión adecuada.  

Por de pronto, me conformo con verla sentada en esa silla, murmurar su canción, sonreír y darle de mamar a su bebé mientras lo acaricia tiernamente. 






2 comentarios:

  1. bueno, y que paso pues al final???
    Dime que no solo los cuentos pueden tener un final feliz!!!!

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