Ayer mi
abuela me contó una historia increíble.
Mi abuelo tenía Diabetes. El y todos en la familia lo
sabíamos. El tenía que llevar una dieta
estricta sin azúcar. Mi abuela se
esmeraba en prepararle comidas nutrientes y sin azúcar para mi abuelo. Yo sé
que cuando te prohíben algo que te gusta mucho quieres hacerlo más. Es una obsesión. ¿Pero hasta que punto el romper las reglas es
permisible?
Mi abuelo le
decía a mi abuela que iba a ver al vecino, Don Oscar. Ese era un ritual de
todas las mañanas. Mi abuelo era ciego así que mi abuela le decía que lo
acompañaba. El le decía: “No, dejáme, yo
lo hago solo. Ya sé por dónde irme para
no tropezarme”. Conforme los años la
ceguera junto con la vejez habían hecho a mi abuelo lento y necesitaba mucha
ayuda porque se desorientaba. Pero mi
abuelo era terco y además odiaba depender de los demás.
Entonces la
terquedad con ese sentimiento de independencia lo hacían imposible cuando
quería hacer algo solo. Puedo hasta
escuchar su voz de fastidio: “¡Dejáme! ¡Yo puedo solo!”.
Mi abuela
entonces lo dejaba ir solo pero le decía: “Te voy a estar vigilando”. Entonces mi abuela se paraba en la puerta de reja
para observarlo a través de ella. La
casa de Don Oscar era literalmente a 10 pasos de la casa de mis abuelos. Cuando él llegaba a la puerta le gritaba a la
abuela: “Ya llegué. Andate a hacer tus
cosas”.
Mi abuela
entonces se entraba a la casa a hacer sus quehaceres sabiendo que mi abuelo
estaba donde don Oscar.
Don Oscar tenía
un aparato para chequear el azúcar porque él mismo es diabético. Chequeaba en las mañanas a mi abuelo cuando
lo iba a visitar y llegaba todas las tardes a la casa de mis abuelos con su
aparato para chequearlo de nuevo. Pero había algo peculiar por las tardes. El azúcar de mi abuelo estaba por los niveles
más altos. Don Oscar le preguntaba a mi
abuelo: “¡Pero que fue lo que comiste César!
Si por la mañana te chequee el azúcar y estabas bien y ahora el nivel de
azúcar está por las nubes!”.
Mi abuelo le
contestaba que no había comido nada con azúcar. Mi abuela entonces le contaba a don Oscar lo
que le había dado de comer y ninguno de los dos se explicaba el por qué el
azúcar de mi abuelo había dado un cambio tan drástico de la mañana a la tarde.
Una noche de
noviembre a mi abuelo se lo llevaron al hospital porque le dio un coma diabético. Pasó casi dos meses en el hospital y lo
operaron varias veces en ese tiempo. Al final murió de un infarto.
Fue una
noticia triste para todos los de la familia.
No comprendíamos el por qué había sido así tan de repente. Aunque uno siente que está preparado para la
muerte de un ser querido, nunca lo está en su totalidad.
Unas semanas
después de la muerte de mi abuelo, mi abuela fue a la tienda. Hay que caminar más o menos media cuadra y
hay que cruzar una calle donde pasan carros para llegar a la tienda.
Mi abuela le
dijo a la señora de la tienda lo que quiere comprar y la señora le dice: “Ya no
vino el señor por sus dulces”. Mi abuela
le dice: “¿De que señor me habla?” a lo que la señora contestó: “De su
esposo. Ya no vino por sus dulces. El me pidió unos dulces de chocolate con
leche que yo ni vendo pero me rogó que se los comprara. Venía todos los días por sus dulcitos pero
ahora no lo he visto”.
Mi abuela estaba confundida. No entendía lo que la señora le decía. Empezó a indagar a las horas en que llegaba
mi abuelo por los dulces y resulta que era a la misma hora que él iba donde Don
Oscar. Entonces mi abuela concluyó que
en cuanto mi abuelo decía “Ya llegué.
Andate a hacer tus cosas” y ella se entraba a la casa, él daba la media
vuelta y se iba a la tienda. Mi abuela
se angustió y le dijo a la señora: “¡pero si él estaba ciego! ¿Cómo se podía cruzar la calle?” y la señora le contestó: “le pedía al señor
de las verduras que lo ayudara a cruzar o cualquiera que estuviera por ahí”.
Entonces la
señora le dijo a mi abuela: “¿Le lleva usted sus dulcitos al señor? Solo por él los compré porque yo no
los vendo. A mi no me
sirven esos dulces”. Entonces mi abuela
le contestó: “Mi esposo falleció hace unas semanas por comerse esos
dulces. El era diabético”.
Ahora que
estoy escribiendo esta historia mis ojos se llenaron de lágrimas. Me da cólera que mi abuelo haya hecho eso y
si estuviera todavía vivo lo estaría regañando en este mismo momento. Puedo comprender que el diabético siempre
busca lo dulce y me imagino que con la edad uno se vuelve más obsesivo con esas
cosas. Pero luego me pongo a pensar ¿Buscó
mi abuelo su propia muerte? Yo sé que ya
estaba fastidiado de la vida. La ceguera
y el hecho de haberse hecho dependiente de las demás personas le molestaba
muchísimo. ¿Lo habrá hecho a
propósito? Siempre me quedaré con esa
duda.
La verdad es
que al final mejor solo concluyo con decir que esta fue la última travesura de
mi abuelito. Seguro se estará riendo de
saber que ahora lo sé. ¡Abuelito
bandido! ¡Algún día te lo reclamaré!
Mi abuela tambi'en era diabetica...y acabo muchas veces por comerse ' un pu~nadito' de cerezas....en realidad yo creo que acababa en el hospital cuando el ' pu~nadito' era mas grande de lo normal...
ResponderBorrarNo creo que lo haya hecho para matarse sino porque era una de las pocas alegrías que podía darse. Por lo que cuentas, casi no tenía un rato para él en todo el día (debido a su situación de dependencia). Comerse esos dulces eran prácticamente la única escapada que tenía de una vida gris y monótona.
ResponderBorrarPienso que sus travesuras le hicieron feliz y eso es lo importante.