Palabras, voces internas, sueños rotos, anhelos refugiados en las sombras
de la noche, intensos deseos de devorarnos el alma.
Pasiones que se despiertan con la letra de una canción perdida en el
tiempo, miedos ocultos que se disuelven con la caricia de tu voz interna.Nubes difusas desaparecen al ver tus
ojos.Esos ojos tan míos.Tu mirada se perdió en el mar de mis
provocaciones.
Me seduces por las noches. Duermo y en mis sueños estás, serio, locuaz,
penetrante. Me desnudas con el pensamiento.Jugamos a amarnos en esa primera vez que tanto queremos.
Temblamos.Sentimos que se acerca la
hora.El predador está olfateando su
presa.La siente suya, la sabe suya.Pero quiere seguir en el juego de seducción.
Imágenes de pixeles se confunden con mi imaginación y no se ya que es
realidad o fantasía.Tu sonrisa torcida,
tu seriedad falsa, tus caprichos cristalinos, todo me lo sé de memoria.
Desapareces, sigues tu vida,pero me
extrañas y me buscas.Piensas que no
estaré ahí y te sorprendes cuando te digo que te he estado esperando.Renacen las promesas que se rompieron con el
tiempo y el espacio.
Se siembran las dudas, los celos, los quizás, los caprichos.Pero la atracción de nuestras almas es tan
grande que se destruyen con un suspiro, con un gemido, con una sonrisa.
Escribimos poemas al vacío.Nadie
los puede leer más que nosotros. Cada palabra, cada frase, nos fortalece y nos
seduce en los rincones del inconsciente marchito.
Tú buscas en mí lo que yo busco en ti: encontrar lo que hemos perdido en
algún lugar o en algún momento.Ese algo
que nos hace sentir tan solos aunque estemos rodeados de gente.Las aberraciones esporádicas se vuelven
normales.Queremos lo que es prohibido,
lo que es tan nuestro.
Cuando dejemos de acecharnos y estemos frente a frente, no hablaremos para
no estropear el momento.Nos
reconoceremos para tocarnos lento, erótico, genésico y dejar llevarnos al éxtasis
de nuestras aspiraciones.
Nos amaremos noche y día sin tregua ni pretextos.Revelaremos todos los secretos y
encontraremos lo perdido.Besaremos las
heridas del espíritu. Recuperaremos lo nuestro.
Al entrar a su casa me abofeteó el olor a viejo
y moho mezclado con tabaco y marihuana.
El hablaba nervioso de verme finalmente en su mundo. Me llevó directamente a su habitación y
seguía hablando mientras quitaba varios papeles y ropa de la cama y la
desarrugaba mientras me indicaba que me sentara ahí. Cuando me senté mi mirada empezó a estudiar
la habitación: Una librera desvencijada y apolillada a mi lado izquierdo
parecía apenas sostenerse en pie con la cantidad de libros y revistas que
tenía. Los títulos eran variados
desde Gramática en Inglés hasta Bajo la Rueda de Herman Hesse. Todo libro y revista tenía una capa gruesa de polvo, que hacía notar que
no se habían limpiado en varios años.
En la parte de enfrente de la cama estaba una armazón
rústica que hacia de clóset, con una cortina que alguna vez había sido verde
pero ahora se notaba amarillenta y rota.
Apenas lograba tapar la ropa que se escondía tímidamente detrás de ella. Luego un gavetero apolillado como la librera.
Este era de una madera tan oscura que contrastaba con los colores claros del
resto del mobiliario. Encima de la
librera estaba una laptop, la única cosa moderna y bien cuidada de la
habitación. El estaba ocupado en la laptop
buscando música adecuada para la ocasión mientras que de su boca seguían
brotando palabras sin significado o coherencia.
Del lado derecho de la habitación una mesa que
ya no estaba recta sostenía encima varios papeles, libros y un equipo de sonido
que estaba conectado directamente a la laptop.
Debajo de la mesa habían mas libros, revistas y papeles revueltos . Cuando me fijé en el techo ví que habían
varias telas de araña y hacían falta algunas tablas de Madera que se había caído en otros tiempos. Me preguntaba si alguna le habría caído en la
cabeza a él mientras dormía.
El se acostó a mis pies y se me quedó viendo
fíjamente a los ojos mientras me preguntaba si quería tomar algo pero que lo
único que podía ofrecerme era agua. Sus
ojos demacrados, vidriosos y rojos denotaban que estaba prendido por la
marihuana que acababa de fumar. Tenía un
par de ojeras que acentuaban esos ojos cafés apagados. Su piel era pálida y marchita. Sus manos huesudas y la camisa holgada no
escondían que había perdido peso en extremo desde la última vez que lo ví. Estaba nervioso y ansioso en extremo. Le dije que sí, que quería agua y se levantó hasta alcanzar una botella con agua que estaba
a la par del equipo de sonido y de la cuál no me había percatado antes. Vertió el agua en un vaso que estaba a la par
de la botella y me lo extendió mientras él se empinaba el resto de agua de la
botella y bebía como si no hubiera bebido en varios días. Se volvió a acostar a mis pies y cerró los
ojos. Dejó de hablar.
Al darme vuelta para poner el vaso
con agua en la cabecera de la cama ví la foto:
Era de mi primer amor, René, sonriente y lleno de vida. Tomé la foto en mis manos y la observé
bien: René tendría unos dieciseis años,
exactamente la edad en la que lo había conocido. Tenía una sonrisa de oreja a oreja y en sus ojos estaba esa chispa de
vivacidad y misterio que me había cautivado la primera vez que lo vi. Llevaba un pantalón de lona y una camisa a
rayas blanco con verde. Sonreí. Lo extrañaba.
Hacia algunos años que lo había perdido.
Abracé la foto como si con ello lograra que él
volviera a reaparecer en ese instante.
Nostálgicamente recordé la primera vez que lo ví: Yo estaba en una fiesta con mis amigas y
veíamos y hablábamos de todos los chicos del lugar. Eramos tres chicas quinceañeras con las
hormonas alborotadas y despertando a las emociones de las primeras veces en
todo. En eso René entró al lugar: moreno, alto, con esa sonrisa que encantaba y
esos ojos cafés misteriosos y curiosos a la vez. De
inmediato varias chicas saltaron de la emoción y se acercaron a saludarlo de
beso en la mejilla. Yo no me perdía
ninguno de sus movimientos. Si existe el
amor a primera vista ahí en ese instante, me enamoré de él. Su presencia lleno el lugar embriagando a
casi todas las féminas. Era de esas
personas que había nacido para conquistar al mundo; de las que iban a llegar
lejos.
Como yo me sentía muy poca cosa no vi ninguna
posibilidad de hacer que él se fijara en mí.
No me recuerdo cuando fue que alguien nos presentó. Nos vimos varias veces en distintos lugares y
él siempre amable me saludaba y platicaba cuando podía. Nunca creí que yo también le gustara a él.
Fueron pasando los años y como vivíamos cerca
nos veíamos frecuentemente en la calle.
Platicábamos de cosas triviales, de estudios y amigos. Me invitó a su graduación así como yo lo
invite a la mía. Nos considerábamos
amigos.
Cuando empecé a trabajar decidí dejar de vivir
con mi familia y alquilé una habitación a una cuadra de su casa. Fue por casualidad, nada planeado. El día que yo celebraba mis veinte años tenía
una fiesta en mi casa y él de casualidad pasó por ahí. Hacía tiempo que no lo había visto y por eso
no lo había invitado pero le indiqué que pasara y se uniera a la fiesta. A las dos horas los dos estábamos pasadso de
copas y no sé ni como sucedió, quién sedujo a quién, pero la cosa es que nos
empezamos a besar. Los besos se fueron
haciendo cada vez más y más calientes y encontramos un rincón en la casa donde
podíamos acariciar nuestros sexos sin pudor y con mucho deseo. Pero no llegamos a hacer el amor.
Me quedé con mis ganas mojadas y juraba que
algún día él iba a tocar la puerta de mi casa para terminar lo que habíamos
empezado, pero eso nunca sucedió.
Pasaron un par de años más en los que jugábamos a conquistarnos cada vez
que nos veíamos pero todo se quedaba en palabras. Después de esos dos años fue cuando lo empecé
a perder. Casi no lo veía y cuando lo
hacía siempre andaba de prisa, sin tiempo o ganas de hablar. Empezamos a distanciarnos cada vez más y más.
Después de no verlo por mucho tiempo alguien me
contó que se lo había encontrado en un antro de mala muerte completamente
drogado. No sabía si creer la historia
porque no había escuchado ningún rumor al respecto. Empecé a averiguar y efectivamente, se había
vuelto drogadicto. Había dejado de
estudiar en la Universidad y nadie sabía ni donde dormía o donde estaba porque
se ausentaba por días, semanas y meses de su casa. Su mamá lo lloraba y a su papá le daba igual.
Después de varios años de separación volvimos a
entablar contacto por casualidad. Nos
encontramos en una ciudad que no era la nuestra, pero en la cuál yo vivía desde
hacía unos meses . Yo bebía un café
mientras leía un libro cuando él pasó por el recinto y al verme había entrado y
se había sentado a mi lado. Yo no quería
hablar de lo que era obvio, solo de verlo sabía que estaba drogado. Me habló despacio preguntándome por fulano y
por sutano, por mi vida y que hacía en esa ciudad. Me pidió que lo acompañara a otro lugar a
tomar un trago y lo hice más por amistad que por querer estar con él.
Fuimos a un bar que tenía una terraza con una
vista espectacular. Eran un poco más de
las cuatro de la tarde y aunque era verano había una brisa agradable. Pidió una botella de ron y empezamos a
beber. Nunca habíamos hablado tan profundo
como lo hicimos esa tarde. Hablamos de
su adicción, de cómo había empezado y de que quería salirse de ella pero que no
se sentía lo suficientemente fuerte para hacerlo. Yo lo aconsejaba y trataba de hacerle ver que
había arruinado su vida hasta ese día pero que todavía podía hacer algo para
recuperar lo que él era. Al casi terminarnos la botella nos dio hambre,
salimos del lugar y fuimos a comprar unos tacos con carne. Nos reíamos de que el queso se escurría por
las comesuras de los labios y de repente él empezó a limpiármelo con su lengua. Nos besamos entre queso, carne, salsa y
tortilla.
Fuimos a mi casa en la cuál también tenía una
terraza sin antes pasar comprando más ron.
Ya había entrado la noche y mil estrellas más la luna llena nos
acompañaba. Subí el radio a la terraza y
empezamos a escuchar canciones del tiempo cuando nos conocimos. Esa noche René me pidió que fumara marihuana
con él. Quería saber de qué se trataba
y porque él estaba adicto a ella y a las demás drogas así que acepté. Sentí como el efecto se me subía a la cabeza
y hacía que me sintiera muy liviana.
Comprendí que si uno tiene problemas esa era la mejor manera de no
pensar en ellos. Sentía que flotaba y
que no importaba nada más que ese momento.
El efecto me pasó rápido y no quise decirle a René para que no me diera
más.
Ya entrada la noche fuimos a dormir a mi
cama. Como cosa rara, con las ganas que
teniamos de hacer el amor, dormimos abrazados, en ropa interior. Al despertar
nos besamos y abrazamos más y luego nos despedimos.
De esa noche ya habían pasado más
de doce años. Había soñado tanto estar en su habitación y
hacerle el amor pero no sucedió nunca.
Y no iba a suceder. René
había desaparecido para siempre. Creo
que esa noche en la terraza de mi casa se despidió de mí. Ahora era otro. Era él que estaba
con los ojos cerrados a mis pies.
Coloqué la foto con cuidado en su lugar y me le acerqué, lo abracé, entrelacé
mi mano entre la suya y cerré los ojos.
En el reciente terremoto que azotó a Guatemala,
una de las familias más afectadas fue la de Engelber de Jesús Ramírez Castillo de 26 años. Engelber perdió a su madre y a sus
hermanas. Una sobrina sobrevivió a la tragedia pero resultó con las piernas
quebradas, su casa quedó destruída y a Engelber le tuvieron que amputar una
pierna ya que le cayó un paredón encima.
Otra víctima del terremoto fue Iván Vásquez, de
18 años, quién perdió a sus padres y
hermanos y su estado de salud es débil porque se niega a comer.
Otro afectado fue Rómulo Vásquez Yoc, quién
perdió a 10 familiares entre ellos su hijo, su hermano y la familia de su
hermano. Entre los fallecidos habían ocho niños de 13, 12, 11, 9, 7, 5 y 3
años. Estas víctimas murieron soterradas
mientras extraían o acompañaban a los que extraían arena blanca y piedra pómez para fabricar
block.
Estos son ejemplos de tres de los
sobrevivientes que en un poco más de treinta segundos su vida les cambió
completamente. Son casos extremos en los
que una tragedia puede hacer que se pierdan familiares, cosas materiales y en
el caso de Engelber hasta su pierna.
Los seres humanos a veces olvidamos que aunque
planeamos y tenemos la vida de una manera, algo fuera de nuestro alcance puede
pasar que cambiará completamente lo tenemos y conocemos dando un giro de 180
grados. Y no me refiero únicamente a un
desastre natural como un terremoto o un huracán sino que puede ser la muerte
súbita de un familiar, un despido laboral, un divorcio, etc.
En el caso de Engelber, no solamente tiene que
llorar la muerte de su madre y hermanas sino que tiene que seguir una terapia
que durará meses para lograr caminar y al salir del hospital tendrá la incognita
de donde vivirá porque su casa fue destruída.
En los países como Guatemala, la gente no
cuenta con un seguro de vivienda, o seguro médico, o ahorros para reconstruir
su vida. Si se tiene suerte, a lo mejor
el Presidente de Guatemala o alguna asociación o programa de ayuda le ofrecerá
a Engelber la reconstrucción de su vivienda o a rehabilitarse como debe de
ser. Eso sera cuestión de suerte.
En el caso de Iván, a lo mejor estaba todavía
estudiando o tuvo la suerte de graduarse
este año. Ahora tiene que ver como se
gana la vida además de ver como logra sobrellevar la muerte de su familia sin
ninguna ayuda psicológica disponible.
En el caso de don Rómulo, ya es una persona
adulta que sabe valerse por si mismo. Pero es muy probable que su trabajo consistía
también en extraer arena blanca y piedra pómez de ese lugar del cuál ahora no
es posible hacer. Tendrá que buscar la
manera de sobrevivir con otro trabajo y además sobrellevar la pena de la muerte
de sus famliares sin ninguna ayuda psicológica disponible.
Estas víctimas serán olvidadas con el tiempo,
como suele suceder después de que las cosas se enfrían y no son noticia. Ellos tendrán que velar por si mismos.
Ayer me puse a leer un escrito de un famoso
blogger de Estados Unidos, Dan Pearce, con el título: Why I like messed up girls que se traduciría algo asi como “Porque me gustan las chicas complicadas”.
En el artículo Dan está contando que una de sus
mejores amigas quiere que él tenga una chica buena, que siempre esté con
risitas, que esté lista para un picnic
en el bosque y que no tenga nada de complicado o nada de maldad en ella. La chica perfecta de las películas
románticas, concluye Dan.
Pero él
dice que le gustan las chicas que hayan tenido un pasado complicado, que están
pasando por algún problema, o las que han tenido muchos retos en su vida. El dice que se siente atraído por ese tipo
de chicas porque él se siente cómodo, porque puede ser imperfecto, porque puede
hacer cosas estúpidas y cometer errores y ellas no lo juzgarán duramente por
ello, las que sepan los secretos más oscuros de él y no lo juzgarán o no
dejarán de pensar que él no es atractivo para ellas solo por ello.
Estoy contando esta historia porque Dan ha dado
en un punto muy importante que diferencia a una chica de la otra. Cuando suceden tragedias fuertes como las que
le sucedió a Engelber, Iván o don Rómulo, a ellos les quedan dos opciones: 1. Lamentarse, culparse, deprimirse, caer en apatía,
creer que la vida no vale la pena y suicidarse, consumirse en el alcohol o
drogas o simplemente morir en vida. O:
2. Pueden lamentarse, culparse, deprimirse, pero levantarse, aceptar la
derrota, aprender de la experiencia y salir adelante, hacer de su vida algo productivo
y aceptar lo que pasó con valentía y echándole ganas.
Las personas que optan por la segunda opción
tienen una fortaleza de espíritu y mente que a la hora de que tengan que
enfrentar una segunda, tercera o cuarta tragedia lo harán sin lamentarse y
simplemente se harán más fuertes, sabios y serán felices con cosas pequeñas, naturales
o que las demás personas no apreciarán de la misma manera.
En el momento de una tragedia es cuando se
diferencian los valientes de los cobardes.
A todos en esta vida nos pasaron, pasan o pasarán tragedias. Pero cada uno de nosotros decidimos como
vamos a seguir viviendo y si vamos a dejar que lo que nos pasó tenga un efecto positivo
o negativo. Y eso lo podemos
lograr sin ayuda de los demás. Depende
de nuestra fuerza de voluntad y nuestras ganas de sobreponernos a ello.
Un ejemplo mundial de como sobreponerse a una
tragedia es lo que sucedió el 11 de septiembre del 2001 con las Torres Gemelas
en Nueva York. A nivel mundial nos
afectó, en el momento que sucedió nos preguntábamos el por qué, muchas vidas se
perdieron, los edificios completamente destruídos, desolación, desaliento,
creímos que la tercera Guerra Mundial se nos venía encima y sobre todo nos
sentimos vulnerables ya que un país primermundista como lo es Estados Unidos
tuviera un ataque de esa manera. ¿Que sucedería con los demás países?
Pero como la canción que el grupo Live interpretó
para esa tragedia con el título “I will Overcome” (Sobreviviré), sobrevivimos,
reconstruímos, sanamos las heridas y aunque quedaron cicatrices y recuerdos que
no se olvidarán jamás, Nueva York y el resto del mundo siguió para adelante.
Así que en nuestras manos está el ser valientes
o cobardes. Mi mayor deseo es que
Engelber, Iván, don Rómulo, los demás afectados de esta tragedia, tú, el resto
del mundo y yo, elijamos ser valientes y nos sobrepongamos a cada una de las tragedias
que tengamos con la frente en alto y haciéndonos fuertes.
Que Dios bendiga a
todas las víctimas del terremoto de Guatemala.
Fortaleza mis hermanos.
En mi reciente viaje a Guatemala estuve escuchando a varios amigos y
conocidos quejarse de la vida tan peligrosa y lo mal que se vive en la ciudad
de Guatemala. Me hablaron de que la
criminalidad estaba peor que nunca y que se robaban a diario celulares, carros,
etc.
Algunos de los “quejones” tienen carros entre los años 2007 y 2012. Además, cuentan con sueldos por encima del sueldo
promedio de Guatemala. Al ir con ellos
en el carro noté que andan con los vidrios abajo, sin el botón de seguridad en
las puertas y sin cinturón de seguridad.
Solían hablar con su iPhone y/o Blackberry poniéndoselo al oído a la
vista de todos. Además algunos cargaban
relojes de marca o anillos costosos. Me llamó la atención que no lo hacían sólo
en zonas seguras como la zona 10 o 14 sino que también en la zona 1 incluyendo
la 18 calle (la calle más peligrosa de Guatemala). Al terminar de hablar, dejaban el celular cerca de ellos a la vista de todos.
También al estacionar el carro, evitaban estacionarlo en parqueos pagados,
porque “muy caro” y lo parqueaban en la calle dejando el carro en manos de una
persona X que cobraba Q.25 (US$3.17) por “mirarlo”.
Por las noches bebían alcohol hasta hastiarse y estuve varias veces con
choferes intoxicados que zigzagueaban por las calles de la ciudad. En más de alguna ocasión estuve preguntando
si no era mejor que yo manejara porque yo estaba menos “intoxicada” que
ellos. Una de las tantas veces una
persona (mujer) me dejó manejar hasta mi casa para manejar el carro
imprudentemente hasta la suya cuando yo ya le había ofrecido llevarla si tan
solo me dejaba sacar unas cosas. El
estado etílico de esta persona era tan fatal que me contó pasó vomitando todo
el día siguiente.
Me decían que la vida es muy cara, que la canasta básica está por las
nubes, así que me imaginé que no les alcanzaba para otra cosa que comer. Tuve la experiencia de ir a Pricesmart, donde
se puede comprar al mayoreo azúcar, sal, frijoles, etc. Mi sorpresa fue ver que la gente compraba
electrodomésticos como una televisión con pantalla plana de 42 pulgadas, equipos
de sonido, una vajilla entera, etc.
Pensé que a lo mejor era porque estaba en un lugar donde llega la gente de
clase media alta pero luego estuve en la 6ta Avenida de la zona 1 paseando un
domingo por la mañana. En ese lugar
llega la clase media baja. Los veía a
todos con sus bolsas de compras en los almacenes del lugar o comiendo en
Burguer King o McDonalds.
También estuve hablando con una amiga, madre soltera, que no gana mucho
dinero pero tiene a su hija en un colegio caro. Se quejaba de que apenas le
alcanzaba el salario para terminar el mes. Le pregunté que por qué tenia a su
hija en ese colegio y me dijo que quería que su hija tuviera buena
educación. Le pregunté que como medía
ella si la educación en ese colegio era mejor que en un colegio que costara
menos y se acomodaba mejor a sus posibilidades. Su respuesta me dejó boquiabierta: “Cuando sea adulta mi hija puede decir que
estudió en ese colegio y sentirse orgullosa de ello”.
En casi todos los lugares de la ciudad de Guatemala hay gente pidiendo limosna.
Estuve con varias personas almorzando o cenando en lugares a los que iba
la clase media baja o alta. Varias veces
niños o personas mayores pedían limosna y se les ignoraba en todo sentido. También cuando algún semáforo marcaba en rojo
veía a varias personas haciendo malabares, prendiéndose fuego en la boca o
vendiendo cositas. En esas ocasiones mis
amigos o conocidos cerraban los vidrios para no darles a nadie.
En una de las ocasiones me apiadé de dos niños, uno de 9 y otro mas o menos
de 5 años. Era medio día y estaba
almorzando con una amiga. Mi amiga
completamente ignoró a los niños y yo les pregunté si ya habían almorzado. El mayor dijo que no y le pregunté si les
gustaría almorzar con nosotras. Mi amiga
estaba visiblemente molesta pero no le quedó otra que aceptar con una falsa
sonrisa que los niños se sentaran en nuestra mesa. Yo empecé a hablar con ellos interesándome en
sus vidas. Mi amiga miraba el reloj o se
ponía a chequear su Facebook y Twitter en el teléfono ignorando completamente a
los niños. Me fijé que uno de ellos
apartaba un poco de su comida y le pregunté por qué lo hacia. Me dijo que tenía otra hermana que también
andaba pidiendo dinero y que tampoco había almorzado. Le dije que no era necesario y que yo le iba
a comprar otro almuerzo para que le llevara a la hermana. A los tres minutos su plato estaba
completamente vacío.
Los niños estaban tan hambrientos que se sentaron tan solo 10 o 15 minutos de
las casi dos horas que estuvimos ahí con mi amiga. Cuando los niños se marcharon (con el
almuerzo para la hermana) mi amiga me dijo:
“Por eso es que no progresa Guatemala”.“¿Perdón?” le contesté curiosa de la respuesta que me iba a dar. Me dijo:
“Si uno les da a esos niños nunca van a hacer nada para trabajar o
valerse por si mismos”. Al indicarle que yo no les había dado dinero sino que
comida me dijo: “Si pero así se mal
acostumbran”. Le pregunté: “¿Prestaste atención a lo que los niños y yo
hablamos?” y me dijo que no. Así que le
dije: “El mayor me indicó que iba a la
escuela y yo le recalqué la importancia de estudiar. También le dije al de 5 años que en cuanto
tuviera edad que lo hiciera. El me
indicó que su mayor deseo era aprender a leer y escribir. Les conté que yo también era muy pobre pero
que con perseverancia y dedicación llegué a vivir a Holanda y estoy trabajando
en una de las mejores empresas del mundo.
Los hice prometerme que iban a estudiar.
Puede que no lo hagan puede que si, pero ese fue mi granito de arena
para esos niños”. Mi amiga no dijo nada
más.
Al viajar al interior de Guatemala, el escenario es totalmente distinto al
de la ciudad. Ahí si que se palpa la
pobreza y el abandono. Ahí si que se ve
que la canasta básica es difícil de conseguir.
Estuve hablando con un par de personas que me contaban que por día
consiguen Q.20 (US$ 2.55) para sobrevivir y que cuentan con familias
numerosas. Uno de ellos me contó que
venía de un pueblo al otro lado del lago de Atitlán. Tenía un familiar en Panajachel y se quedaba a
dormir ahí toda la semana para juntar unos quetzales (moneda de Guatemala)
vendiendo mango verde y naranjas para ir el lunes o martes a su casa a darle
los quetzales a su esposa y cinco hijos.
Me contó que su esposa se quejaba de que solo lo veía un día a la semana
y que los niños crecían sin su padre y él me dijo: “ ¿Qué puedo hacer yo
seño? En mi pueblo si que no hay nada de
trabajo. Yo necesito venir hasta acá
para trabajar y darle de comer a mis hijos”.
Alrededor del Lago Atitlán se ve tanto niño desnutrido agarrado de las
faldas de sus madres mientras ellas tratan de vender cosas típicas a
turistas. Me llamó mucho la atención ver
también gente que debería de haber estado pensionada hace varios años vendiendo
fruta, cosas típicas o pidiendo limosna.
Tuve la oportunidad de tomar tres buses al interior y estar entre la gente
de pueblo. En uno de los buses entablé
conversación con una señora que vendía tortillas. Iba con sus hijos gemelos. Le faltaba tres dientes pero nunca dejo de
sonreirme. Me contaba que todos los días tenía que viajar desde Los Encuentros
hasta Panajachel para poder vender sus tortillas. En realidad solo es una hora de ida y otra de
regreso pero tiene que tomar dos buses y pagar por ella y sus gemelos porque no
hay quien los cuide. Le pregunté que por
qué hacia ese viaje y me dijo que ya tenía clientes que le compraban tortillas
todos los días. Me preguntó que de donde
yo venía y le dije que yo había nacido en la ciudad capital. Me dijo:
“Mi mayor deseo es ir un día a la ciudad. Nunca lo he hecho y quisiera hacerlo antes de
morirme”. Esta frase me impactó
mucho. Su deseo era ir a la ciudad
capital de Guatemala. No a Miami, no a
Nueva York, no a Paris, sino que a la ciudad capital de Guatemala.
Creo que en mi país la percepción del mundo se basa en lo que cada quien entiende
como necesidad. La mayoría de la gente del
interior del país busca sobrevivir, tener los alimentos básicos que para ellos
que cuentan con familias numerosas, que no han ido a la escuela y que tienen trabajos poco renumerados (rozando
a lo ridículo) es difícil de obtener. En
cambio la mayoría de la gente de la ciudad capital basa sus necesidades de
acuerdo a lo que es bien visto en la familia, de acuerdo a lo que no pueden
comprar (lujos o viajes) y de acuerdo a lo que el vecino tiene.
He de decir que no todos los de la ciudad son de clase media alta. Hay una gran mayoría que es de clase media baja y que tienen trabajos pocos renumerados y viajan en buses urbanos. Pero también noté que esta gente anda con celulares iPhone y/o Blackberry. En los buses suben a robar las maras (las bandas criminales en Guatemala). ¿para qué andar con un teléfono caro en un bus si se sabe que pueden robárselo?
Asi que si, estoy de acuerdo que estamos mal en Guatemala. De eso no hay duda. Quejémonos de ello mientras viajamos en la
ciudad capital en nuestra Suburban con los vidrios abajo demostrando el Rolex
que nos compramos en Miami. Así lograremos cambiar las cosas y tener un mejor
país.